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Capítulo 5

- Háblame de la guerra que más te afectó.-

Y de repente veo a Louis girarse hacia mí

- Pero sí Gigi, por qué no hablas de la guerra de las rosas, la conoces muy bien, no. Habrán pasado unos años desde su fin. -

Es una cabronza hablar de la guerra en la que morí, habiendo sido asesinado mientras intentaba salvar a niños pobres.

Sonrío, él quiere guerra y que sea guerra.

- Si por qué no, pero puedes hablar de la guerra de Kalmar, si no me equivoco tú también la conoces muy bien.-

Y de repente su rostro se vuelve frío y enojado, afligido y hundido. Sé muy bien que él recuerda esa guerra tan perfectamente como yo, porque fue en esa guerra que lo empalé con una estaca de madera de fresno. En ese momento mi corazón aún era frágil así que decidí perdonarlo asegurándome de que la madera nunca tocara su corazón, nunca me perdonaré esa traición.

- Ok, lo entendemos, conoces muy bien las guerras, esta vez lo dejaré pasar a partir de mañana, no quiero distracciones.-

Y después de haber interrumpido nuestro flujo de recuerdos antiguos, el profesor comienza a hacer la elección nuevamente.

- Después de clase te llevaré con Valter.-

Vuelve a interrumpir ese silencio de ansiedad y alegría, porque muy pronto mataré al hombre que arruinó mi vida, aunque me pregunte, ¿podré algún día matar a uno de los hombres que más amé en mi vida?

El hombre que me hizo sentir viva luego me mató, el hombre que egoístamente me quería para sí por la eternidad.

 Oye Gigi, ¿quieres que te lleven de regreso al hotel? -

escucho preguntarme a Duncan mientras salgo de este infierno. Pueden pasar siglos, modas y formas de explicar pero todavía no soporto las horas encerrado entre esas cuatro paredes.

- No gracias, Louis me ofreció un recorrido por el país.-

Le respondo antes de ver llegar a Louis en su súper deportivo, gris metalizado.

Puede que tengas mil años, su egocentrismo nunca dejará de sorprenderme.

- Vale, entonces nos vemos en el hotel.-

Responde con mirada descorazonada.

- Por supuesto.-

Me subo al coche y veo a Louis alejarse a toda velocidad. Miro su perfil y puedo ver su mandíbula apretada y sus manos agarrando el volante con tanta fuerza que podría romperlo.

Me pregunto qué pasó para que se volviera rabioso.

- ¿El chico te estaba coqueteando o me equivoco?-

me escucho preguntar, mientras lo veo con la mirada fija en el camino.

- ¿Por qué estás celoso?-

- Ni siquiera te imaginas cuánto.-

Responde mientras gira para mirarme. Y lo veo en sus ojos, esa posesión que siglos atrás lo llevó a matar hombres sólo porque me miraron un minuto de más.

- Es inútil si lo intentas conmigo, te mataré de todos modos y lo mismo ocurre con Valter y los demás.-

- ¿Estás seguro de que no tendrás dudas como la última vez? -

La última vez que los vi, Los tenía a todos en la mira, pero no pude, traté de recordar todo el daño que causé por culpa de ellos pero nada que hacer, estaba como una estatua de concreto, ni que decir se escaparon con una sonrisa en los labios. .

- No, esta vez te mataré, estoy seguro.-

Le respondo antes de verlo aparcar el coche en un enorme castillo. Por supuesto que a Valter hay que reconocerle su enorme ego.

- Bienvenido de nuevo señor Louis, le informo que la cena estará servida en diez minutos.-

Nos recibe un hombre de unos sesenta años, de buen comportamiento, vestido con un auténtico traje de mayordomo.

- Gracias Adam, dígale al señor Valter que nuestro invitado ha llegado.-

- Por supuesto, con permiso.-

Él responde, antes de volver a entrar al enorme castillo, y entonces siento su corazón latir, y humano, pero ¿a Valter no le disgustaban los seres humanos? Mientras tanto Louis me indica que entre al castillo donde puedo ver todos los adornos dorados con los que está decorada la casa.

- Habéis seguido siendo los mismos snobs, pasan los siglos y las modas cambian pero vosotros seguís siendo los mismos.- Le

escupo mi opinión mientras miro a mi alrededor, disgustada.

-Y la belleza de ser vampiros.-

Lo escucho responder. Esa voz que no había escuchado en cincuenta años. Él seguía siendo el mismo, cabello castaño y ojos helados. Esos malditos ojos que me perseguían cuando era humana, sólo para convertirse en mi pesadilla cuando me convertí en vampiro. Admiro ese anillo tan azul como el cielo nocturno con un diamante blanco en el medio que me perseguía en mis sueños más intensos. Aunque no quiera, recuerdo todo de él, incluso el amor apasionado que nos unía pero que realmente me gustaría olvidar.

No lo creo, tengo el impulso de hacerlo y lo hago, me lanzo hacia él a velocidad vampírica, me acerco por detrás y le meto mi daga en la garganta. Infeliz, lo tiro al suelo pero primero rompo la pata de un mueble y hago con ella una estaca, dispuesto a matarlo.

Estoy encima de él y me sonríe como si todo fuera un juego, un pasatiempo. Como si mi odio hacia él fuera un juego.

- Yo también te extrañé cariño.-

Lo escucho revelarse mientras con una mano tira hacia atrás un mechón de pelo que se ha salido del peinado.

Sus ojos son hoyos en los míos, me aman como siempre lo han hecho desde que era humana.

Pero lo que pienso ahora es, por qué no lo hago, por qué no lo empalo con todas las fuerzas que tengo, al final esto es lo que quiero y esto es lo que siempre he querido desde que me convertí en vampiro y comenzó a conspirar contra él.

- Hazlo, vamos. Y lo que has querido durante quinientos años, ¡no!-

No puedo, no encuentro fuerzas para apretar la estaca y rasgarle la piel.

Sin que me dé cuenta me toma de las caderas e invierte las posiciones.

Ahora está frente a mí con el trozo de madera en la mano apuntando a mi corazón.

- No me matarás.-

Le digo sonriendo, lo conozco muy bien y sé que no lo hará. Como no soy capaz de matarlo.

- ¿Por qué estás tan seguro de que no te mataré?-

- Primero porque me pediste que viniera aquí, porque me necesitas, y si te inclinas ante mí, significa que el asunto va en serio. En segundo lugar porque todavía estás enamorada de mí.-

Le respondo mintiendo con más énfasis en las últimas palabras, esperando tener razón. Me mira y acaricia mi rostro como si lo necesitara, como si fuera una cuestión de vida o muerte para él. Se levanta, tira el trozo de madera y me mira, todavía en el suelo, con mirada herida.

- Señores, la cena está servida.-

Escucho decir al mayordomo Adam, antes de ver a Valter extender su mano para levantarme, pero estoy orgulloso y todavía lo quiero muerto así que me levanto solo, orgulloso.

- ¿Qué te pasó que fue tan catastrófico que le pediste ayuda a tu peor enemigo?-

Pregunto después de que todos nos sentamos a la mesa, yo a la derecha con Louis a mi lado, Victor como siempre a la cabecera de la mesa y Walter y Sebastian a su lado. Sebastián permaneció idéntico a los demás, con sus ojos celestes y cabello rubio con un collar en forma de espada, como el anillo de Walter, pero con una piedra roja en el medio, recuerdo que me quiso regalar uno idéntico en la época en a los que llamábamos hermanos.

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