Horas y horas
Tras salir de la ducha, Mak Savicevic folló con Lerna durante varias horas prácticamente sin pausa en aquella habitación que se había autodesignado. Mientras le daba y le daba pensaba que no lo hacía más que con otro fin, que consistía en nada más y nada menos que en olvidar su situación de expatriado.
Sentia que, lejos de ser aquel viaje soñado que había anhelado toda su vida, aquello no era nada mas que una cochina perdida de tiempo y, por si fuera poco, las partes de Santiago de Chile que había visto no tenían mucha diferencia ni con Europa ni con lo que había conocido antes.
Por si fuera poco sentia que Lerna fingía asquerosamente su placer mientras el le daba a cuatro patas, cada vez con más fuerza. Aquella oscuridad y cierto olor a humedad que se mezclaba con lo que hacía lo tenía así, sin poder concentrarse en lo bueno del asunto.
— Me estoy cansando ya —Dijo Lerna, jadeando un tanto— ¿Qué tal si acabas?
De pronto y así como despertando temporalmente de una pesadilla, Mak comenzó a tomarse el asunto más en serio. Le daba la impresión de que todo se movía, pese a que no veía nada. Trató de enfocarse en lo que tenía enfrente, una pieza de carne en la posición precisa que le proporcionaba refrescantes vibraciones. Intentó olvidarse de que estaba aburrido de hacerlo cuando cerró los ojos y, mientras oía aquellos exagerados sonidos cuyas intenciones intentó ignorar con todas sus fuerzas supo que iba a conseguirlo, más por una voluntad extrema que por un deseo de que simplemente no podía relajarse.
Tras terminar en su espalda se fue inmediatamente al baño. Aquel lugar le recordaba algo de su país natal, aunque no lo tenía muy claro. En esos momentos hubiese dado lo que sea por estar en Castlebar escribiendo sus artículos periodísticos por encargo esperando que amaneciera para irse a clases.
Una vez que volvió a la cama, Lerna se instaló inmediatamente en su regazo.
— No te veo bien —Le dijo ella, acariciandole el cabello— ¿Te puedo ayudar en algo?
Mak Savicevic se dió inmediatamente la media vuelta y ella lo tomó por la cintura. La tristeza nunca le había parecido más tristeza en su vida, ya que en el peor de los casos podría intentar regresar a Europa al día siguiente, cuestión que no estaba para nada en sus planes desde un principio pero que la detención de Sonia lo obligaba a cuestionar.
– Tienes que estar tranquilo —Le dijo Lerna—. Más temprano que tarde tendremos noticias de Sonia y continuaremos con la búsqueda.
Tras oír la voz de su compañera de viaje no pudo evitar sentir ese miedo que lo paralizaba producto de estar tan lejos de casa. Crímenes de guerra era una frase que retumbaba firmemente en su cabeza en esos momentos.
– Quiero volver a Castlebar mañana pero no me atrevo a dejarte sola ¡No sé que hacer!
Lerna le acarició suavemente el rostro mientras el pensaba en la gente que quería, la cual no era mucha.
— Paciencia, querido, paciencia —Respondió ella—. Lo que tienes que hacer es evitar ponerte melancólico. Lo de Sonia se va a solucionar si o sí.
— ¿Y como se consigue eso estando lejos de casa?
— Si quieres mañana mismo vuelas a Europa. Lo que es yo, tendré que quedarme a esperar noticias de mi madre.
— No me atrevo a dejarte sola aquí —Dijo Mak, poniéndose de pie— ¡No tenía idea de que tú madre tenía problemas con la justicia!
— Tienes que estar tranquilo, Mak. Seguramente todo esto es un mal entendido.
— Lo peor de todo es que Sonia no nos dejó ninguna pista de nada ¡Crímenes de guerra! ¿Dónde se había visto eso? ¿Crees que mañana podamos ir a visitarla?
— Es mejor esperar a que salga de la comisaría. Hay que estar tranquilo, querido.
— Yo creo que lo mejor es adelantar trabajo —Dijo Mak, poniéndose de pie y calzandose aquel pantalón con el cual había viajado en el avión—. Si logramos encontrar al hijo de Sonia antes de que la suelten estaríamos ahorrando bastante tiempo ¿No te parece?
— No es tan fácil, Mak.
— Es imposible que Sonia no te haya dejado ninguna pista. Además ¡Es tu hermano! ¿Como no te emociona la sensación de que estás más cerca de él ahora que antes?
Sentia que ya no daba más y que la frialdad de Lerna al respecto como que consolidaba cada una de las oscuras señales que percibía. Desde que había oído la frase crímenes de guerra todo le estaba pareciendo extraño, oscuro y falso.
Acto seguido, Mak Savicevic se puso de pie y fue hasta el living comedor, desestimando de ese modo la idea de ir a encerrarse a la otra habitación disponible. El frigobar estaba abastecido y desde ahí sacó una cerveza antes de encender la laptop. Le pareció increíble la cantidad de mensajes que iban a ir apareciendo una vez que agarró señal de internet y se detuvo immediatamente en el que le interesaba en esos momentos.
— Hola Kate —Escribió el— ¿Que tal está el trabajo?
Su compañera Kate Miller le respondió en el acto.
— ¡Mak! —Exclamó ella, pareciéndole que oía su voz mientras la leía— ¡Pero que sorpresa! ¿Que tal Sudamérica?
Iba a escribir que le parecía horrible pero intentó contenerse.
— Mañana voy a saber porque acabo de llegar —Escribió— ¿Que tal van las cosas en el trabajo?
— Creo que te dije que era capaz de escribir hasta cuatro artículos periodísticos por encargo y pues bien, llevo cinco ¿Qué te parece?
— Me parece excelente —Escribió Mak, no muy convencido, considerando que iba a necesitar que Kate le devolviera la mitad del trabajo en caso de que lograra regresar a Castlebar antes de tiempo— ¿Te ha costado mucho?
— Para nada, la verdad. Se me ha dado bastante fácil para ser sincera.
En ese momento Mak Savicevic sintió un cansancio muy pesado. Consideró que tal vez era hora de dormir y aquella sensación lo relajó un poco.
— Me gustaría arreglarmelas para hacer una videollamada contigo mañana –Escribió— ¿Será posible?
– Creo que sí, siempre y cuando me avises con algunas horas de anticipación. Como he tenido que escribir demasiado, me estoy obligando a dar pequeños paseos para no joderme la vista ¡No quiero terminar con los ojos rojos igual que tú!
Tras reírse y comprobar que hablar con su compañera lo había relajado un poco, Mak Savicevic decidió despedirse.
– Muy bien —Escribió—. Acá es madrugada y voy a dormir ¡Buenas noches!
— Buenas noches, Mak. Que lo pases muy bien por allá.
Acto seguido cerró la laptop y tomó el brief de la novela que tenía que escribir. Lo leyó y lo re leyó con la esperanza de hacer sueño, cuestión que se le hizo absolutamente inútil producto de las preocupaciones que iban y venían a su cabeza a un ritmo bastante poco moderado.