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Capítulo 2 Victoria.

A medida que los años pasaban Victoria se hacía más fuerte, ella era una joven talentosa y predispuesta a aprender, ella era el mejor ejemplo de resiliencia que podía existir, aprendió a leer braille y continuo con sus estudios, agudizo sus otros sentidos, olfato, tacto, oído, para cuando la joven cumplió 18 años, eran muy pocas cosas las que no podía hacer, o mejor dicho las que no quería.

No quiso ir a la universidad, así como había dejado de salir de la mansión, ella conocía cada rincón de su hogar y se movía por el con la misma facilidad que sus hermanos, pero se reusaba a salir al mundo exterior, no se sentía cómoda, no quería ser una carga para nadie, aunque no lo era, Victoria aprendió a distinguir cada pieza de Ajedrez, en su mente no necesitaba ver para visualizar el tablero, por lo que continuo ganándole a Mateo en aquel juego, su trabajo guiando a su hermana en cómo vestirse también continuo, tocaba cada prenda de ropa y con ayuda de Ámbar que le decía sus colores, Victoria se daba a la tarea de organizar su ropa, su trato con Felipe y Stefano no cambio mucho, continuo defendiendo a Felipe de su bromas las cuales crecían junto con su edad y a Stefano lo tranquilizaba solo con una palabra, todo iba bien, lo único que los quintillizos no aceptaban era que la joven se reusara a salir de la mansión y que no quisiera concurrir a la universidad.

— Vamos Vicky, podríamos compartir departamento y…

— No, y no insista Felipe, ya se lo dije a los demás, no voy a arruinar su experiencia en la universidad porque tengan que cuidar de mí.

— No arruinarías nada. — contradijo con tristeza su hermano, que no podía evitar mirar sus ojos cada vez que hablaban, ella no parecía una persona no vidente, sus ojos seguían igual de brillantes.

— Si lo arruino, ¿ya olvidaste que gracias a mi Stefano casi mata a Ricky?

— Lo debería a ver hecho, se lo merecía por idiota. — aun recordaba lo que sucedió hacia una semana para su cumpleaños, por lo que sus manos se convirtieron en puños.

— Ricky solo dijo la verdad, lo que nadie quiere admitir.

Ricky había sido el mejor amigo de Stefano, desde prescolar, y siempre había sentido cierta atracción por Victoria, aunque luego del accidente Amir prohibió que las amistades de sus hijos ingresaran a la mansión, ya que cada vez que alguien corría de lugar un sillón o silla, Vicky terminaba en el piso, por lo que Ricky había visto crecer a Victoria a través de fotos. Cuando Stefano lo invito a celebrar su cumpleaños número 18 y obviamente el de sus hermanos, Ricky vio la oportunidad de interactuar con la pequeña rubia, ya que Victoria seguía siendo la más baja de todos.

Así lo hizo, la noche transcurría muy bien, Vicky se movía por todos lados y sus ojos seguían llamando la atención por como cambiaban con la luz. Ricky bailo con ella y recordaron viejos tiempos cuando eran niños, incluso le dio su primer beso. Lo que el joven no sabía era que los hermanos siempre se mantenían atentos a cada movimiento de Victoria.

— Eres realmente hermosa, si no fueras ciega te pediría que fueras mi novia.

— Si no fueras tan idiota te aceptaría. — respondió con toda tranquilidad, podía sentir la mirada de sus hermanos en ella y no quería generar problemas.

— No lo tomes a mal, pero debes entender que nadie querría cargar con una novia y menos una esposa ciega. — el joven no usaba muy seguido sus neuronas, pero en ese momento tampoco estaba usando la vista que era lo que según él le impedía salir con la joven, de haberlo hecho, hubiera visto que Stefano se encontraba a su lado.

— Estas muerto.

Fue todo lo que el más alto de los quintillizos dijo y arremetió con toda la furia y fuerza que poseía contra el que hasta ese entonces había sido su mejor amigo, de esa forma la fiesta termino, con Ricky hospitalizado y Stefano en la delegación, donde no estuvo más de unos minutos ya que Amir logro que lo liberaran en poco tiempo.

— Ricky es un hijo de puta que debería estar muerto, no sé qué está esperando Hades para actuar, creo que el lugar del tío le queda grande. — dijo con enfado y es que su primo ya tenía el título del ángel de la muerte bien ganado.

— No seas estúpido, Hades no lo hará, yo se lo prohibí. — La palabra de la pequeña era sagrada en la familia, ella era la flor más delicada que crecía en aquella mansión y se la cuidaba como tal.

— Felipe, debes ir a arreglar tus cosas. — Candy los estaba escuchando y decidió intervenir, ya que cuando su pequeña se enojaba o se alteraba, luego la atacaba un dolor de cabeza que la mantenía en cama por días.

Felipe se retiró y su madre se sentó en el lugar que él había ocupado minutos antes en jardín.

— Ricky está equivocado.

— No mamá, no lo está ¿Qué hombre se fijaría en una ciega?

— Uno que ama con locura.

— Mamá — dijo en forma de queja.

— ¿Conoces el cuento de Mario Banedetti el amor y la locura?

— No, ese no.

— Bien, en ese caso ponme atención. Cuentan que una vez, se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura les propuso oigan vamos, a jugar a las escondidas.

La intriga levantó la ceja y la curiosidad, sin poder mantenerse en silencio preguntó ¿escondidas? ¿Y cómo es eso?, es un juego explico la locura, en donde yo cuento desde 1 hasta mil mientras ustedes se esconden y el primero que encuentre tomara mi lugar para continuar el juego, el entusiasmo danzó, seguido de la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda y a la apatía, que nunca se interesaban por nada.

1, 2, 3. Comenzó a contar la locura, la primera en esconderse fue la pereza, que como siempre cayó detrás de la primera piedra del camino, la fe subió al cielo y la envidia se escondió detrás de la sombra del triunfo, que por propio esfuerzo había conseguido llegar a la copa más alta del árbol.

La generosidad casi no logra esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía bueno, para alguno de sus amigos, si era un lago cristalino, ideal para la belleza, si era la copa del árbol perfecta para la timidez, si era una ráfaga de viento, magnífica para la libertad.

Así es que terminó escondiéndose en un rayo de sol, el egoísmo encontró un lugar bueno desde el principio, ventilado cómodo, pero solo para él, la mentira se escondió detrás del arcoíris y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

Cuando la locura terminaba de contar el amor todavía no había encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ya ocupados, hasta que encontró un rosal y enternecido por sus flores decidió esconderse entre sus flores, mil concluyó la locura y comenzó la búsqueda, la primera en aparecer fue la pereza apenas a tres pasos de una piedra.

Sintió vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes, en un descuido encontró a la envidia y claro pudo deducir donde estaba el triunfo, al egoísmo no tuvo que buscarlo el solo salió disparado de su escondite que era en verdad era un nido de avispas, de tanto caminar sintió sed y al aproximarse a un lago descubrió a la belleza.

La duda fue más fácil de encontrar estaba sentada sobre un cerro sin decidir donde esconderse y así iba encontrándolos a todos, al talento entre la hierba fresca a la angustia en una cueva oscura, pero, el amor no aparecía por ningún lugar, la locura lo busco detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas, entonces escuchó un grito doloroso, había herido al amor en los ojos, la locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre, es por eso que desde entonces el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

— Es hermoso, pero es solo un cuento.

— No lo es hija, en algún momento encontraras al hombre indicado y él te guiara con su amor y tú con el tuyo.

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