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3

"Buenos días, señoras", dice Antonio sorbiendo una taza de café. Ya está vestido con un traje nuevo. Gris oscuro, con una corbata verde pálido. Ahora me doy cuenta de que nunca le he visto más que de traje. Ni siquiera sé cómo son las muñecas de este hombre.

"Buenos días, Tony", Arabella le besa la mejilla y él siempre parece enfadado.

"Buenos días, Sr. Moretti".

Arabella se ríe. "¿Sr. Moretti? Suena como la ayuda".

Mis mejillas se sonrojan.

"Llámame Antonio", me ofrece.

"O Tony", aclara Arabella.

"De acuerdo", pero no hago ademán de llamarle por ninguno de esos nombres. Puede que no quiera dirigirme a él. Llamarle Antonio a la cara me parece raro, y Tony es demasiado informal. "¿Sabe mi hermano dónde estoy?".

"Hice que Carmelo le llamara esta mañana. Está al tanto, de todas formas no debería preocuparse".

"¡Es mi hermano, tiene derecho a preocuparse!". Mi arrebato me escandaliza incluso a mí.

"Tú no eres su responsabilidad", Antonio sigue leyendo el periódico sin inmutarse. "Tiene otras cosas de las que preocuparse con respecto a la Famiglia. Ahora tengo asuntos que atender. ¿Por qué no vais Arabella y tú de compras?". Levanta la tarjeta de crédito gris que Arabella le arrebata.

"Odio ir de compras casi tanto como sé que odiaré gastar tu dinero". Cruzo los brazos sobre el pecho al darme cuenta de repente de que no llevo sujetador y de que mis pezones deben de estar asomando por el material de algodón de mi camisa de dormir.

"Eres mi prometida, puedes usar el dinero como quieras. Tengo de sobra", me despide agitando la mano.

"Me niego", digo con obstinación.

Él gime y se pellizca el puente de la nariz. "Arabella, llévala de compras. Cómprale lo que te pida. Tengo que irme", se levanta y me besa en la sien antes de marcharse.

El gesto me deja estupefacta.

"¡De compras!" Arabella aplaude.

"¿Tenemos que hacerlo?" gimo. La sonrisa y el vértigo de Arabella desaparecen y odio ser la razón de ello. "Está bien. Pero déjame vestirme".

"¡Sí!" grita Arabella victoriosa.

Oigo pasos por el pasillo mientras me quito los pantalones y me pongo unos vaqueros. "¡Ya casi estoy lista!" Me levanto la camiseta de la cama por encima de la cabeza y oigo el chirrido de la puerta al abrirse. Me doy la vuelta y veo a Antonio allí de pie. Me rodeo el pecho con los brazos y aspiro.

"¡Creía que te habías ido!"

"Olvidé algo y pensé que me habías llamado".

"¡No! No, pensé que era Arabella, le estaba diciendo que estaba casi listo". Noto un bulto en sus pantalones ajustados y me rodeo el pecho con los brazos sintiéndome aún expuesta. "Vete, por favor". Cierro los ojos y, cuando reúno el valor suficiente para abrirlos de nuevo, se ha ido.

Rápidamente, me pongo un sujetador y una camiseta rosa claro. Cojo el bolso y corro por el pasillo hasta la habitación de Arabella, donde ya está preparada.

"Parece que acabas de ver un fantasma, ¿estás bien?".

"Estoy bien", asiento frenéticamente. "¿Podemos irnos ya?"

"Sí, podemos irnos. Jesús, Liliana, estás pálida, ¿seguro que te encuentras bien?".

"Realmente no quiero hablar de ello. Necesito algo para distraerme."

Distraerme de pensar en lo que había debajo de sus pantalones. ¿No fue Arabella quien me dijo que su amiga le había dicho que estaba colgado como un caballo? Los celos se apoderan de mi cerebro: celos de que haya estado con otras chicas. No debería, no debería sentirme así en absoluto. No significa nada, no le conozco lo suficiente como para tener sentimientos de celos.

Tampoco debería sentir envidia de las chicas que se han revolcado desnudas con él en la cama. No debería porque ese es mi destino dentro de menos de una semana.

Me tumbaré de espaldas y lo aceptaré.

Nunca sobreviviré.

Me mentiría a mí misma si dijera que Antonio no me atrae, pero por muy bueno que esté el tío, si no te quiere no hay nada. Nada más que miseria. A lo mejor me deja tener un gato antes que hijos, hijos que con suerte no querrá en muchos años, quiero decir que solo tengo diecinueve años. Un gato sería perfecto, podría llegar a elegirlo y cuidarlo y él podría acostarse conmigo y darme el amor que mi prometido es incapaz de dar.

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