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A pesar de nuestras diferencias, de algunos momentos dónde nos vimos pensando diferente, siempre hallaba nos la manera de estar bien, y ella ha sido un pilar para mí. Por ella he podido afrontar muchas cosas del destino y hoy me doy cuenta de que uno valora más a esa persona cuando no está cerca, entonces la echa más de menos. Una vez estuve lejos suyo, ahora vuelve a ver más distancia entre nosotras y como decile sentir la brecha. Es como una serpiente dejando su veneno en en piel, la herida duele y se profundiza como el dolor que siento al sentir y palpar su lejanía, aunque intento resistir y no verme tirada en la perdición por completo. Es difícil. ¿Quién dijo que sería fácil?
Papá, que siempre ha sido tan amoroso y comprensivo, pero no quiere decir que ha sido una persona fácil, no, es justo y tiene su carácter que tanto me enseñó en la vida, de hecho no dejo de aprender de ellos que siempre me han dado justo lo que necesito en la vida. Cuando de pequeña me lastimaba, siempre estuvo allí, esos momentos que me parecieron un terror, él siempre me levantaba el ánimo. Y su beso en la frente un acto sanador, ya el dolor para ese entonces había pasado y solo una miserable molestia quedaba, no era nada comparado con el amor que él me había entregado en el gesto para contrarrestar ese momento tan difícil. Siempre lograba aliviar mis temores. Si andar en la bicicleta ya no me parecía tan atractivo, y cambiaba el temor por el cariño a hacer una cosa o la otra a la que renuncié por miedo.
Ahora lo pienso más que nunca, y lo quiero más que antes, tal parece que estar lejos de él siento la necesidad de tenerlo aquí a mi lado y darle un enorme beso en la mejilla devolver ese acto curador que a mí siempre me brindó. Parece imposible y la idea se convierte en una de esas ilusiones que siempre lo será: una ilusión. Quizá nunca vuelva a ser de verdad, puede que no deje de ser solo eso.
Aprieto con fuerzas los ojos, me arden, parpadear se me hace una ejecución que tortura, parece que mis orbes se queman y no hay nada que lo extinga. Me muevo de la colcha azotada por mis terminaciones nerviosas, por ese fuerte sentir que te derrumba otra vez y no puedes hacer nada. Busco la mejor posición para dormirme, no tengo otra cosa que hacer. La sorpresa mía es que al despertar al rato encuentro una bandeja cerca mío y me acerco lo que puedo y a la velocidad que me permiten mis débiles extremidades a tomar la bandeja. No puedo creer que sea comida de verdad, no es una alucinación, me aseguro al estar lo suficientemente cerca y tomar una rebanada de pan. Su apariencia no es mala, pero es solo eso, un para de rebanadas de pan y agua.
Engullo todo de manera rápida, como si fuera un animal hambriento, en este momento los modales y la moderación han dejado de ser importantes, solo quiero comer hasta saciarme y lograr así estar satisfecha con todo. Parece la comida más deliciosa del mundo, pero sé que solo es mi voraz apetito que me hace ver la comida cuál platillo lujoso y costoso o como si se tratara de una exquisitez de otro mundo. Es solo pan y agua, pero mi mente lo ve de otra forma y mi lado superviviente lo honra.
Me como todo, es cuestión de segundos para que aquella poca pero suficiente porción logré hacerme sentir mejor. Ya veo la diferencia en mí, no estoy fuerte del todo, pero veo la mejoría en mi cuerpo, en la forma de ver las cosas. Es increíble recuperar por lo menos una o dos o tres fracciones de lo que creí perdido y pensé nunca en mi vida poder der recuperar. Es un milagro, un alivio saber que no voy a morir, no aún, esto me ha entregado fuerzas que pensé no obtener más. Suerte me he equivocado.
Avisto la bandeja vacío, de verdad nunca me he sentido tan apresada, pero los días que Alek me tuvo se le parecen y mucho, aunque el maltrato aquí físicamente, hablando de golpes, todo lo relacionado con dañar mi cuerpo o marcarlo, aún aquí no inicia. Y si lo pienso es porque Alek lo hizo. Sigo teniendo esas horribles marcas en mi espaldas, su obra, las que ahora cuando estaba con él acariciaba y besaba pronunciando cuanto lo sentía. Eso no había dejado de hacer, pedirme perdón por todo lo que me hizo. Sonreía para tranquilizarlo, quizá así le daría que yo lo había olvidado, la verdad es que no era así, yo no lo había dejado atrás, pero estaba aprendiendo a vivir con eso y sí lo había perdonado hace mucho tiempo.
Siento que nunca podré olvidar el que ahora, el que es mi esposo, Aleksander, me ha hecho, pero lo amo y ya no es ese lobo, el realmente tiene corazón. Es un ser humano que me ha enseñado que hasta el más malo puede amar y poner en primer lugar muchas cosas antes de sus propios intereses.
Sonrío cuando pienso en esa vez que Alek me pidió matrimonio, era de verdad, no había un trato de por vida en medio y me sentí una mujer afortunada, no voy a mentir, tuve mucho miedo, no sabía si dar ese paso y por fin darle una oportunidad al hombre que tanto daño me había hecho, decidí arriesgarme y hacerlo, quizá me estaba equivocando o no, pero no me interesó, le hice caso al corazón que latía por darle el sí. Estaba consciente de lo que vendría, del riesgo y los enredos. Llevar el apellido Konstantinov es un peso, hoy esa carga me está aplastando y me tiene aquí cautiva.