5
El recuerdo llega a mi cabeza y casi lo tiro a la nada con el sonido de pasos en el exterior. Pero no reparo en ese y me centro en esa escena. Ya está de nuevo en mi mente.
—Vas a ver qué te va a gustar.
Tengo los ojos vendados y Ian sonrisa aflora mis labios, también siento el corazón que va a toda prisa y late a mil por hora, sé por qué lo hace, necesita ir más allá de lo que ya intuye y comprobarlo de una vez por todas, pero es una sorpresa y no puedo hacer nada al respecto. Porque él me va a sorprender, tampoco tengo idea de lo que ha tramado, pero muero de ganas por averiguarlo. En serio, deseo a todos costa dar con eso que está haciendo Alek.
—¿Ya vamos a llegar? —en mi voz hay un galón que pintan las ansias, ese nerviosismo se desplaza dentro de mí, como un auto en la vía. Quiero saberlo todo al tiempo que nada.
—Casi, no seas tan impaciente —me pide como si eso fuera tan fácil, no podría contener la emoción más. Pero me esfuerzo en hacerlo, realmente peinado en qué podría ser eso que me va a encantar.
Hay muchas cosas que me gustan en esta vida, a ver... A medida que avanzo voy pensando en lo que será, pero no atino con nada. Tal vez deba resignarme y esperar que él me sorprenda como dice. Al fin ya hemos llegado al lugar, eso creo porque nos hemos detenido y mi corazón lo hace también por un segundo.
—¿Ahora sí? —vuelvo a decir como una niña chiquita. Siento sus labios pegados a mi cuello y la vibración de su risa que me transporta a otro mundo.
Magia o no, ya estoy en el cielo, la sensación me lleva al espacio y floto. No hay gravedad.
Entonces deshace la venda de mis ojos y no puedo creer lo que estoy viendo, todo está finamente arreglado, luce hermoso, todo está perfecto y me encanta como lucen las cosas. No parecen cosas suyas. Árboles con luces, velas que forman un camino, justo justo donde hay una mesa para dos que se encuentra decorada de una forma romántica, quedo anonadada y me vuelvo a verlo para besarlo con pasión, sus labios me corresponden con ardor y debemos parar antes de que el control lo perdamos sobre el jardín.
—Te amo, esto es lo más delicado y hermoso que has hecho por mí, te lo agradezco mucho, Alek... después de nuestro hijo, obviamente. —no puedo creer todo lo que me rodea, no parecen cosas de Alek, él es tan... No sé cómo decirlo, pero hoy se nuestra tan dulce que me descoloca.
Se ha esforzado mucho en dejar todo hermoso y yo agradezco que haya tenido ese admirable y precioso gesto.
—Te lo mereces, vamos a comer. Sabía que te iba a gustar, al aire libre, un ambiente calmado, lo sabía —me guiña un ojo y toma mi mano para luego dirigirme junto a él a esa mesa y tomar asiento, él como todo un caballero corre una silla para mí, allí tomo asiento y le dedico una sonrisa tras agradecerle por ello. Rodea la mesa y se ubica al otra lado.
Hay una copa de vino blanco en la mesa y la comida tapada. La cena es deliciosa y no pasa de ser un momento dónde sus ojos y los míos se quedan colgados el uno en el otro, un miramiento profundo que acompaño con sonrisas. Es inevitable no hacerlo. Me siento bien, como en la cúspide de alguna página que está siendo escrita en su momento adecuado.
—¿Quien ha preparado la comida? —inquiero al rato, a falta de conversación, aunque el silencio está bien, se siente calmado y nos hace bien.
—Se lo pedí a un amigo, ¿qué te ha parecido? —dice bebiendo un sorbo de su copa de vino.
—Deliciosa, supongo que es algún profesional, ¿no es así? —cuestioné sonriendo. Asintió con la cabeza.
—Es un chef condecorado con estrella Michelín. —informa y abro los ojos de par eso sí que es bastante sorprendente.
—Eso es increíble, con razón es tan deliciosa. Me ha encantado todo esto, Alek —admito sonrojada, la forma en que me mira... Suspiro.
—Luna... Necesito... —dice de pronto y se levanta, entonces va a mí y se inclina ante mí, mis ojos que no pueden estar más abiertos que ahora lo miran sin hacer aspavientos en nada más.
—Alek....
—Sí, no quiero estar con otra mujer que no seas tú... —saca de su bolsillo una cajita y ante mis ojos fuera de órbita la abre, dejando ver un magnífico anillo que me deja perpleja —. Este hombre que ante ti se arrodilla quiere estar contigo, para siempre, me cuesta mucho hilar tanta cursilería, pero por alguna razón hoy no hace falta o no siento que esté siendo así, porque en serio quiero estar a tu lado y lo que me quede de vida, junto a ti. No encontraré en otro lugar a alguien como tú, tienes todo lo que necesito y lo que me hace falta, por eso, Luna Miller. ¿Quieres ser mi esposa y darle más luz a mi oscuridad? Porque sin ti, no soy nadie.
—Dios, por supuesto que sí, sí quiero ser tu esposa, Aleksander —digo sin dudar, tras él deslizar el anillo en mi dedo, se pone en pies y toma mi rostro dándome un beso de amor.
Todavía no puedo creerlo, me miro el anillo y no es el costo, lo valioso en cuanto a lo material, es en lo emocional, y me encanta.
—Pensé en ti en cuanto lo ví, ¿te ha gustado? —pregunta y asiento con inmediatez, me encanta, me fascina, estoy hechizada por ese hermoso anillo en mi dedo, no puedo creer que sea mío, que mal fin, de forma real, Aleksander quiera unir su vida conmigo, la vida no podría ir por un mejor rumbo que este.
Me encanta esta travesía, es hermoso y me eleva hacia la felicidad.
De manera repentina, con brusquedad absoluta que me saca de mi sitio, el día en que eso pasó, ya no están reinando, solo al oscuridad que atraviesa cada parte de este vetusto cuarto. Ya me pierdo otra vez en el dolor causado en lo que escolta mi vida, el miedo y el sufrimiento. La piel se queja ante el frío que empieza a hacer, es crudo, de pronto, entonces alguien ingresa, la entrada ha sido estrepitosa y ha provocado que me sobresalte en mi lugar. por eso he sentido un frío terrible, a eso debe, a qué ha sido abierta la puerta.
No quiero abrir lo ojos y ver a mi posible captor. No quiero.
—¡Buenos días, Miller! —saluda en un tono fuerte, es la mezcla de la burla y alegría malévola que me dedica junto a una sonrisa horrible.
Ojalá pudiera defenderme, golpearlo en la cara y finalmente huir. Pero es una escena que solo está en mi cabeza. No pasará. Afuera, no tengo duda de ello, están sus matones al acecho, vigilando y saben de mí, me conocen. Infelices.
—Basta, detente, deja que me vaya —intento aunque sé la repuesta.
—¿Detenerme? —suelta una risa que me hiela la sangre, se mofa de mí, lo hace y disfruta —. Esto apenas empieza, Miller. ¿Tienes sed?
Temo darle respuesta a su pregunta, porque no sé si juega o si realmente me dará agua. Asiento lentamente, muero por ese líquido vital. Entonces el grita, llama a una tal Carolina, la dueña de aquel nombre entra urgida y reparo en ello. Pero la fémina ni siquiera me mira.
—Señor, aquí tiene, ¿se le ofrece otra cosa? —cuestiona, su voz se oye temerosa, todos le temen.
—No, vete, solo haz lo que te ordené —dice demandante.
La mujer que viste un uniforme de sirvienta, de estatura promedio, pelo castaño y complexión delgada, asiente en todo momento, es incapaz de llevarle la contraria.