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Todo es tan diferente ahora, que el desenlace también lo será de esa forma. Mi corazón palpita una y otra vez, late fuerte y siento que va a escapar de mi pecho.
La búsqueda me lleva a estar con él silencio amargo, que solo es rato por el toqueteo a mi memoria de recuerdos que se apilan y forma una torre de dolor. Sí, duele pensar en ellos de esa forma, como si tratara de despedirme de esos instantes tan hermosos que hemos compartidos, porque a pesar de que Alek es una persona peligrosa, dura y muchas veces guardado sus sentimientos, me ha demostrado que siente y que puede amar. Ha dado ha conocer su lado dulce y amoroso, yo aprecio mucho el esfuerzo, lo que me ha entregado, como la maravillosa oportunidad de convertirme en madre, mi hijo es mi mayor regalo. Traigo a mi mente su nacimiento, su primer año de edad, Matthew es eso que me impulsa a luchar hasta en los momentos más horribles, como este, el problema es que lo terrible de este y su intensidad me está ganando y ni siquiera estoy luchado. Debería de dar más y no rendirme tan fácil, todo amerita un esfuerzo, yo lo hago, juro que es así, sin embargo parece nos era suficiente, debería de intentarlo más y no echarme en la derrota. Sé que todavía no es tarde, pero puede que para mí ya no exista tiempo y eso me mata.
Tengo un nudo enorme en la garganta que nada lo deshace y pasar saliva causa en el acto una molestia aguda que cuando se acrecienta y aprieta termina por ser demasiado enloquecedora. Tengo en mi mente y en mi corazón la dicha de poder con esto, pero es mucho para mí, siempre llega esa contraparte que me invita a caer, a dejar bajar los brazos. Es mucho para mí, más de lo que creí soportar, sin embargo al embotarme en el tiempo y pensar cuando Alek me raptó, entonces llego a la conclusión de que no es mucho, en realidad esto aún no pasaba mayores. La crueldad de Alek la conocí aquella vez, pero ahora encuentro la de otro malvado y presiento que será mucho peor. La suerte no está de mi lado, no esta vez.
El aremolino que se hace en mi pecho me atraviesa a medida que los segundos se van sumando y forman minutos que no tardan en ser horas constituidas por una angustia colosal, esa que me estás doliendo con profundidad, también es como un puñal que se clava justo en mi yugular, hace de mi vida un maldito calvario. El infierno no podría ser peor que sentirse en manos del enemigo y ni siquiera puedo hacer nada al respecto. Porque esto se sale de mis manos, como siempre ha sido, es cosa sin solución, y si de pronto la tiene, será un desafío. Tanto pensar y pensar en lo mismo, además de que no puedo detener el fecundo llanto, me ha provocado un ardiente dolor de cabeza. De esos que temes haga explotar en corto tu cabeza. Pues así me siento, ya lo entiendes, supongo. Me duele todo y seguirá así.
Me llevo las manos a la cara, contra esas dos palmas que esconde mi rostro desfigurado por el algiar espantoso, empiezo a soltar un poderoso llanto apabullantes, que a su vez, es acompañado por quejidos durante muchos minutos. Pero ese tiempo para mí se ha convertido en una eternidad perturbadora.
Realmente te mata, te quema hasta el infinito, trato de calmarme, porque es la única forma de que el dolor en mi cabeza baje y pueda volver a sentirme aliviada, sin embargo, no pasa, no interesa los intentos, porque todos estos se vuelven inútiles ante el monstruo que grita en mi cabeza. Así de feo se palpa.
Deseo una pastilla, alguna píldora que logre aliviarme. Lo peor no es esto, sino lo que está por llegar. Me quedo quieta en mi lugar al escuchar la llegada de alguien, hago silencio, no quiero que me vean despierta, lo mejor, en mi ilusa cabeza es hacerme la dormida sobre esa vieja colcha y ya. Funcione o no, ya lo estoy intentando en mi mente, lo que me parece un reto de esos que no se pueden lograr. Mi respiración no es plácido, todo lo contrario, es como si he corrido una maratón, sumado al hecho de que el nerviosismo ya la disparo por los aires, y no puedo hacer nada para el cambio.
Los pasos se hacen cada vez más cerca, pero sigue siendo solo en el exterior. Desde que estoy aquí, he oído mucho así. Pero nadie entra por esa maldita puerta, y no es que esté esperando a que alguien lo haga, solo que la espera me mata y no saber cuánto tiempo más voy a estar metida en estás mugrosas cuatro paredes. A cualquier persona que esté pasando la misma situación que yo tendría esa opinión que yo también tengo.
No entrara nadie, como siempre, pero unos pasos que son más fuertes parecerme llegar a esa puerta y detenerse junto frente a esa que parece de roble, como de un calabozo, lo que le da a mi encierro algo más de escalofríos a todo mi ser. El ambiente sí que es de una cinta de horror. Pero nadie entra, como estoy esperando, puede que no es mi hora. Pido al cielo que mis ruegos sean escuchados, yo merezco salir viva, por favor que ellos tengan compasión de mí, y me dejen libre así como estoy deseando estar. Solo pido eso.
Solo deseo eso para volver a recuperarme y sentir que esto ha sido solo un mal sueño, de esos que por unos días no se van en tu mente, pero entonces ya no manejan tu vida y puedes seguir el rumbo de la misma sin la necesidad ridícula de tené miedo por todo y a todos, de temerle a una salida por miedo a ser atrapada nuevamente y llevada a estoy un cuarto asqueroso que ni siquiera es habitable para ratas. Así de feo es esto, y yo no puedo hacer nada. No dejaré de repetirlo. Tomo aire y me encojo más y más en mi lugar, como si de esa manera pudiera hacerme más pequeña.
Es ridículo pensarlo de esa manera, seguiré siendo visible para ese montón de animales que solo buscan hacer el daño y la maldad más inimaginable. Sí, solo quieren y desean hacer como si de un juego fuera o cosa insignificante, llevar a acabo los planes más oscuros y abominables. No merezco pasar por eso, la verdad que no, pero no me queda de otra que estar así, atada a lo mismo. Porque Alek también lo ha hecho, no dejaré de decirlo, él ha sido alguien malo, y aunque conmigo ya no es más así, sé que al seguir en ese mundo detestable sigue haciendo el mal. No interesa un rábano si lo ha hecho a sus enemigos, igual quita la vida de personas sin remordimiento, lo terrible es que yo estoy apresada en manos del enemigo y pueda que consiga el mismo destino.
El día uno se ha ido, el día también, eso creo, no sé si todo este tema me ha aturdido tanto que hasta contar no he sabido hacer y ahora puede que me encuentre extraviada y desorientada después de todo. Sea así o no, ya he perdido todo. Tengo mucha sed y hambre. Mi sistema reclama ser alimentado y yo no puedo darle eso ahora, lo exige, lo gruñe con sus fieros rugidos que resuenan en la habitación, bueno, a esto no se le puede llamar así, es peor que una pocilga. En fin, quiero y necesito comer o sé que podría morir, por eso como una antes deseo que alguien entre, me conformo a estas alturas con migajas de pan, ya no pienso con mucha claridad. Esto realmente apesta, estar así, no puedo sostenerme en la idea cada que lo pienso, cosa que hago constantemente, por el simple hecho de no poder sacarme de la cabeza que voy morir de cualquier manera. Todos son se junta y en lugar de volverme más fuerte, algo que no es así claramente, me pongo más débil, sí, soy una masa sin ganas de nada y pierdo nuevamente, así de tonta y frágil soy. Luego pienso que no es para menos y dejo de sentirme así, no soy idiota ni una mujer escuálida en fuerza, sucede que está situación es cada vez peor, hasta un hombre cedería tan fácil y así de sencillo a verse perdido, así como yo me siento en este momento.
Soy cómplice de un pesar peligroso, me atraviesa y me roba la escasa valentía que rodea mi sistema, no puedo controlar la espesa necesidad de huir mejor y encontrar un refugio seguro, es difícil tomando en cuenta que he perdido las fuerzas. Quiero moverme pero no puedo y no pongo mucho de mi parte, para ser sincera, así de débil e idiota soy. Respiro, pero es como si no estuviera viva, mi aliento es quebrado y lento, hay calor en mí, de hecho siento tanto que me quema el estómago. Estoy muy necesitada de un vaso de agua y comida.
Aquí es cuando pienso que en serio el agua es vida, y yo la quiero, la necesito para poder seguir en este mundo. Cierro los ojos y me voy, pero no de la tierra sino a los recuerdos que me hacen florecer a pesar de estar en un completo estado de desolación y pisar el terreno escabroso y seco, en ese que no importa cuántas veces intentes escarbar, de todos modos no encontrarás una fuente de agua que te brinde bienestar y te de esa vitalidad que tanto quieres que te otorgue para poder volverte fuerte y hacer de lo respirable solo un oxígeno puro que viaja directamente a tus pulmones.
Así, eso, sí, justo eso es lo que yo deseo tener y poder disfrutar en su tiempo, este momento que vuelve justamente el tiempo el un paso veloz y lento, ¿cómo puede ser posible eso? Difícil de explicar, pero yo sí lo entiendo en mi interior, en mi cabeza y se palpa muy aplastante, es atosigante y te fustiga como si se tratara de un látigo que abre heridas despiadadas sobre tu piel y la enrojece hasta sacarte sangre.
Dejando de lado la desesperación, esa que no se apiada de los débiles, grupo en el que yo estoy y no me siento nada orgullo de pertenecer, me aferro al añoro de un recuerdo que incluye a Alek y a nuestro pequeño Matthew, esa vez en el parque.
Estábamos en familia, recuerdo perfectamente, él se dirigió a dónde estaba el señor de los algodones dulces y nos convidó a los dos. Podrá parecer algo tonto, pero no lo fue para mí, Alek me estaba demostrando que estaba cambiado, y que realmente quería ser parte de la vida de Matthew, yo sonreí y tomé aquel dulce. ¿Es que algún día nos imaginé a sí? La verdad es que no, no mentiría, no ganaría nada con eso. Matthew estaba encantado con probar por primera vez un algodón dulce y sus ojitos brillaban. Me preguntaba por qué era de color rosa, y su aspecto a nubes. Tan inteligente como siempre, ahora el recuerdo se disipa y me encuentro en la misma posición, sin ellos, sin ese instante guardado en mi mente. Un baúl que ahora naufraga con el llanto que se avecina y termina por correr por mis mejillas.
—Matt, mi pequeño, Matt —repito desconsolada, solo quiero verla, estar con él y decirle lo mucho que lo amo.
A toda marcha me late el corazón y se desvive nuevamente por atrapar otro recuerdo, y como si una película se tratara, lo proyecta ante mis ojos.
Ahí estaba mamá, en casa con Matt, para ayudarme con su problema, que resultó ser porque a mí niño le saldrían sus primeros dientes, por eso el llanto tan fuerte que tenía y el embrollo para comer, la fiebre que tenía y me preocupaba ya tenía una razón y no había de qué preocuparse. Mamá estuvo allí para ayudarme en lo que necesitaba. Como solía.