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Capítulo 4

Entro por la puerta de mi casa, casi azotándola, me recargo en ella y suspiro.

— ¿Qué te sucede? — escucho la voz de Olivia, levanto la vista y la veo con la mirada fija en mí. — Luci, ¿estás bien?, ¿acaso viste un fantasma? — me pregunta algo preocupada.

— Estoy bien — le digo, pero no se ve convencida.

— Luci… ¿Qué sucede?, ¿no me tienes confianza?, ¿por qué llegaste casi corriendo y como asustada? — ella como siempre preocupándose por mí.

— No es nada… ya sabes… es Liam… — le digo en voz baja para que no me escuchen los monstruillos. — Ya sabes, lo de siempre — vuelvo a suspirar cansada.

— ¡Ay! Mi querida niña, qué te puedo decir que no te haya dicho ya y no quieras escuchar — hace un gesto con sus labios hacia un lado. — Mi niña, ¿por qué no le das una oportunidad y dejas que el tiempo lo decida?, que todo fluya y que solito se vaya dando, pero tú tienes que dar el primer paso.

— Ya hemos hablado de eso y no puedo hacerlo — le digo mientras camino hacia la sala para dejar mis cosas. — ¿Y los monstruillos? — seguido me voy hacia la cocina para preparar la comida.

— Están con Ray en su habitación. Ya sabes que mientras tú no estás, ellos no se despegan de él, y como Ray venía cansado, lo fui a recostar a su cama — me dice sonriendo.

— Gracias, muchas gracias, sin ti no sé qué haría, eres más nuestra madre tú que la verdadera, y hablando de ella, ¿no sabes si ya llegó? — le pregunto.

— Sabes bien que no tienes nada que agradecer, lo hago porque los amo y ustedes son mi familia, aunque no tengamos la misma sangre. Sobre Ana no sé si ya esté en su habitación, yo creo porque escuché a ese tipo discutiendo y me imagino que era con ella.

Mi madre siempre hace eso, llega en las mañanas cuando yo no estoy y en la noche se vuelve a ir a dormir ¿a dónde? quién sabe. Otras veces no llega en todo el día hasta la noche, y cuando llega, va y se encierra en su habitación. Así es siempre, rara vez pasa la noche aquí. También está su pareja, el mantenido, holgazán, insoportable de Richard, no soy de odiar a las personas, pero a él no lo soporto. Es la mayor causa de todos los males de Ana. Lo único bueno que han hecho es a mi pequeña Amy. Sí, ese desgraciado es el padre de mi pequeñahermana. Todos creíamos que también lo era de Mateo, yo aún lo creo porque tiene algo de parecido a él, sólo que mi niño es muy bueno y más guapo. Él lo ha negado ya que en ese tiempo mi madre anduvo con varios hombres a la vez y él dice que no es su hijo, pero Ana le dice que sí. Ya ni sé qué pensar. Quien más me preocupa es mi valiente hermano, aunque no lo demuestre, sé que todo esto le lastima, y más cuando los escucha discutir sobre ese asunto.

Llegan corriendo mis pequeños y me abrazan, me agacho y les doy un beso a cada uno.

— Ya está lista la comida, a lavarse las manos y después se vienen a sentar — les digo.

— ¡Sí, a que no me alcanzas Mat! — dice Amy y salen corriendo.

Escucho la puerta de la habitación de Ana, ¡ay no!... ya viene ese hombre a molestar.

— ¡Por fin! — dice el holgazán gritando, parando por un lado de la mesa. — Ya era hora de que te pusieras a hacer algo útil en vez de andar de zorra — dice el bueno para nada, ¿cómo sabe que estaba con Liam?, me ha de haber estado vigilando como las anteriores veces.

— ¡Qué te pasa! — le responde Olivia levantando la voz. — Esto que ves aquí — señala la comida — es para los niños, ¡no para ti, mantenido!, ¡vividor! Y no te insulto bien porque no quiero que me escuchen los pequeños.

— Y tú qué te metes solterona amargada. Vete a buscar un viejo que te aguante. Ve y búscate una vida y deja de meterte en la vida de otros como siempre, vieja metiche — le responde el mantenido.

— Mira hijo de tu... — la detengo sujetándola del brazo antes de que se le eche encima, esa mujer es capaz de hacerlo.

— Ya Olivia, déjalo así, es cuento de nunca acabar con él, ya lo sabes, no sé por qué dejas que te saque de tus casillas — la sigo agarrando del brazo.

— Es que no puedo dejar que se salga con la suya. No va a venir a sentarse como si nada y comer de estos alimentos que a ti te han costado mucho trabajo traer. Son para alimentar a esos pequeños. Cuando esa debería de ser la obligación de este tipo y de esa mujer — lo señala a él y luego la habitación de mi madre. — No puedo quedarme viendo y cruzarme de brazos, mientras se aprovechan de ti.

— Lo sé, lo sé, pero no ganamos nada. Igualmente, cuando me vaya, él se saldrá con la suya y se alimentará de lo que les dejo a mis hermanos. Sabes que con él no se puede — digo suspirando cansada de esta situación.

— ¡Ya cállate!, eres una inútil, ni si quiera sirves para cocinar buena comida, ¿qué es eso?, ¿sopa de lentejas?, ¡qué asco! — dice Richard.

— ¡Mejor! Sirve que no comes y se lo dejas a los niños — responde Olivia.

— Como siempre defendiendo a esta inútil, ¡a ver si la sigues defendiendo cuando salga embarazada por andar de zorra! — me grita casi cerca de mi cara, pasa por mi lado y sale por la puerta de la casa.

Yo sólo agacho la cabeza, no me importan sus palabras. Ya estoy harta de él, de esta situación, de todo esto que mi madre nos ha dado de vida. Yo ya soy mayor de edad, me podría ir, pero por su puesto nunca abandonaría a mis hermanos. Ellos me necesitan, soy lo único que tienen, y por ellos es que me duele aún más esta situación.

Me siento a comer con mis pequeños y con Olivia. Después de terminar, ella se despide y se va. Ella claro que tiene su vida y obligaciones, de hecho, aprovecha su hora de comida para recoger y estar un rato con mis hermanos mientras yo llego. A veces se queda con nosotros a comer y otras veces no porque tiene que regresar antes a su trabajo. Trabaja como asistente en un despacho muy grande de abogados. Entró ahí desde que empezó a informarse para lo de las adopciones y también porque estudió derecho.

Yo la admiro, es muy inteligente y también muy buena para discutir.

Mis hermanitos se quedan solos sólo un tiempo. Entre los dos cuidan de Ray y de ellos mismos. La vecina viene a darles la vuelta, ella tiene una copia de llaves que yo le entregué. Me ayuda así y yo le doy algo de dinero, no es mucho, pero es un apoyo. Dice que no es necesario, pero yo se lo doy para que complete para sus medicamentos, ya que es diabética y son muy costosos. Sólo tiene un hijo con quien vive. Él ya es adulto, pero no cuenta mucho con él, ya que anda en malos pasos. No es mala persona, sólo que se fue por el camino fácil. Olivia le dice cosas y yo lo defiendo. Ella me regaña diciendo que yo siempre les veo el lado bueno a las personas malas que no se merecen nada.

Amy y Mat saben bien que si algo pasa pueden correr a pedir ayuda a la Sra. Martha, nuestra vecina, porque tiene el número telefónico de donde trabajo.

Voy a la habitación de Ray y me despido de los pequeños. Primero checo si nada les falta y que estén bien y después les doy un beso a cada uno.

Salgo y los encierro en la habitación, siempre es así, los tres se quedan ahí, les dejo bebidas y aperitivos. La habitación cuenta con baño y no es necesario que salgan de ella si alguno quiere usar el inodoro. Los dejo ahí por su bienestar, no hay lugar en la casa más seguro que ese, ya que Richard y mi madre de repente andan por la casa y temo que les hagan daño. Ya pasó con Mateo una vez y no pienso correr el riesgo de nuevo. Además, a veces se agarran a discutir e insultarse, y como también se drogan, no quiero que mis niños los vean.

Me subo al bus, de aquí hago más de media hora en llegar a mi trabajo. La entrada es a las 15:30 pm y salgo a las 22:30 pm. A esa hora ya no hay bus, sólo taxis, pero como no puedo gastar en uno, me hace el favor de traerme Lexia. Ella es mi compañera de trabajo y mi buena amiga “Lex”, así le digo de cariño. Se ofreció a llevarme a casa todas las noches al salir, yo le dije que no era necesario, pero ella insistió e insistió diciendo que le quedaba de pasada. La verdad es que no vive muy retirada de donde yo estoy. También vive en un barrio pobre, pero un poco más adelante del mío. Se hubiera ofrecido a pasar por mi también, pero eso no se puede ya que ella trabaja 12 horas y entra más temprano que yo.

Al llegar a la parada, bajo del bus y cruzo la calle, camino como seis calles ya que el bus no entra por ese rumbo. Es una zona VIP, se podría decir, con establecimientos lujosos, tiendas, parques, restaurantes y mucho más, para personas de dinero. Yo trabajo en esa zona en un restaurante de más prestigio y lujos. Estoy ahí porque las propinas son muy buenas y me ayudan a mantener a mi familia. Mi salario no es muy alto por ser mesera.

Llego, paso por el estacionamiento y saludo al chico del Valet Parquin; Zack, así se llama. Agito mi mano en el aire y sonrío, siempre lo hago y él me regresa el saludo. Es muy amable.

Entro por la puerta que está a un lado del restaurante, es la entrada del personal. Voy, checo y me voy a mi casillero que está en la sala de descanso del personal. Saco mi ropa doblada y planchada que traía en la mochila: es una falda larga negra que me llega abajo de las rodillas, una blusa blanca de manga corta algo ajustada porque no había de mi talla, el calzado es cómodo y bajito, también es negro como la falda. Puedo decir que ese uniforme cuesta más que la ropa que compro para mi uso diario. La ventaja es que cuando entré a trabajar aquí, me dieron dos uniformes y me lo descontaron de poco a poco, y cuando se ve que se van casi desgastando te lo cambian por otro nuevo y sólo pagas la mitad del precio. El problema es que es de contado, y si quiero alguno extra ese sería pago completo y también de contado. Por eso mejor me quedo con los que tengo. El cabello debe estar peinado hacia atrás. Me termino de alistar, ya estoy peinada, pero igual me reviso otra vez, no vaya a ser que me llamen la atención. Salgo y me voy poniendo mi mandil, paso por la cocina y saludo al chef y a sus ayudantes.

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