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CAPITULO 3

Mar apretó con fuerza la punta del cortaúñas contra la piel sensible del bananon de Carlos, quien soltó un gemido ahogado de dolor. Las lágrimas se acumularon en los ojos de el mientras Mar lo miraba fijamente, una mezcla de rabia y de querer castrarlo se reflejaba en su rostro.

La chica que había estado observando la escena se apresuró a vestirse y salió corriendo del apartamento, dejando atrás un silencio incómodo que solo era interrumpido por los sollozos de Carlos ."¡Suéltalo!" gritó el, con la voz temblorosa. "Lo tienes pequeño, como un juguete de piñata. ¡Medio pito!"Entre lágrimas, Carlos no podía encontrar las palabras para responderle a Mar todas las estupideces que le decía.

Tay, la testigo de todo, se acercó a Mar con una mirada compasiva , —suelta el pájaro de Carlos Mar— "No llores por él", le dijo Mar suavemente. "No valen la pena tus lágrimas".

Tay se debatía entre la risa y el llanto mientras observaba la escena. La tensión en la habitación era palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Finalmente, Mar soltó a Carlos, una mezcla de satisfacción y tristeza en su mirada. "Te doy cinco minutos para que te vayas de mi apartamento y de la vida de Tay", dijo con voz firme.

"No quiero volver a verte nunca más". Carlos se levantó de la cama con cuidado, sintiendo el dolor agudo en su entrepierna. Se vistió en silencio, incapaz de mirar a Mar a los ojos. Empacó rápidamente sus cosas, sintiendo el peso del arrepentimiento en su corazón. El humo de una vela cercana se elevaba lentamente hacia el techo, llenando la habitación con un aroma dulce y reconfortante. Era un contraste extraño con la tensión y la tristeza que llenaban el aire.

Al final, Carlos se marchó, dejando a Mar y a Tay solas en el apartamento. Las dos amigas se abrazaron, compartiendo un momento de consuelo mutuo en medio del caos emocional que acababan de presenciar. Así, entre lágrimas, risas y el aroma del humo, esa noche dejó una marca imborrable en la vida de todos los involucrados.

Vámonos para la casa, las chicas deben estar preocupadas. Nunca llegamos después de medianoche.

Mientras tanto, en la casa, están hablando de los condones de Mar. —¿Por qué lo hiciste, Itha? —preguntó Andre, toda seria como ella es.

—Porque no quiero que Mar siga acostándose con diferentes chicos, es mi amiga, es como mi hermana.

—Te entiendo, Itha, pero es la vida de Mar. Ella no cree en el amor y dudo que vuelva a entregar su corazón de nuevo. Ya saben lo que pasó, todo lo que le hizo su ex novio —habló Angie, dándole un abrazo con cariño a Itha.

—Además, Mar no se acuesta todas las noches con un pajarito, lo hace una vez al mes —habló Andre.

Ahora hay que botar esos condones y reemplazarlos por otros. Ya te saliste con la tuya, Itha. Esa loca no toma pastillas anticonceptivas y un hijo para ella será un fuerte colapso.

—Lo siento, chicas —habló Itha, sentándose en la cama de Mar, mientras Angie botaba los condones y los reemplazaba por otros. Se miraron las tres y soltaron una risa al unísono.

Mar iba manejando, pero sus pensamientos estaban en lo que pasó esa noche desde el bar, recordando que las "Las luces parpadeantes del bar creaban un momento de misterio alrededor de los rostros desconocidos que se perdían entre la multitud. Para Mar, esa noche parecía solo una más en su rutina de distracción, un respiro fugaz en medio del caos diario. Sin embargo, nunca esperó encontrarse con él.

Su presencia irrumpió en el ambiente con una energía arrolladora, como si el universo entero conspirara para que sus caminos se cruzaran. Era como si el tiempo se detuviera en un instante perfecto, donde sus miradas se encontraron y todo cobró sentido en un destello de complicidad.

La risa resonó en el aire, espontánea y liberadora, como un eco de la conexión instantánea que compartían. Cada palabra, cada gesto, era un baile de emociones que los llevaba a un mundo aparte, donde las preocupaciones se desvanecían y solo quedaba el presente, vibrante y lleno de posibilidades.Y así, entre risas y confesiones susuradas al oído, Mar se dejó llevar por la corriente de la noche, sabiendo que había encontrado en él algo más que un simple encuentro fortuito en un bar y en una cama de hotel. Había encontrado un cómplice en su locura, un compañero de risas y lágrimas en un mundo que a veces parecía demasiado serio.

Porque en ese momento, en medio del caos y la incertidumbre, encontraron en el otro un refugio seguro, una calma donde los problemas se diluían como humo en el aire. Y aunque el futuro era incierto, sabían que no podría olvidarlo nunca tenía que enfrentarse a su corazón, hacerle entender que tal vez no lo volvería a ver nunca jamás o tal vez si escucho una vocecita en su cabeza y con una sonrisa en los labios el corazón se llenó de esperanza."

Mar, con la mirada perdida en el horizonte, se encontraba inmersa en sus pensamientos. La voz de Tay la sacó de su en sueño, y con una sonrisa, respondió: "En nada". Pero en realidad, su mente estaba llena de recuerdos, sueños y esperanzas.A medida que avanzaban, las risas se mezclaban con los susurros del viento. Compartieron anécdotas del pasado, sueños para el futuro y confesiones del presente. Cada kilómetro recorrido fortalecía su amistad, creando lazos indestructibles entre ellas.

Al llegar a casa, Mar estacionó el auto. Ya era demasiado tarde. En la entrada de la puerta vieron a Andre con los brazos cruzados.

¡UPS! —está enojada —susurró Tay con una sonrisa. Mar miró a Andre —buenas noches —saludó ella, fue a entrar y Andre le cerró la puerta en la cara.

"No se tomó la pastilla", Andre empezó a gritar Mar y a golpear la puerta, ¡abreme la puerta loca,! dejanos entrar ¡Andre!.

—"No le ha hecho efecto o estaba vencida, o se la pasó con leche",— musitó Tay y las dos soltaron la carcajada al unísono.

"Están castigadas", fue lo único que escucharon de Andre...

Continuara...

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