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CAPITULO 2

Mientras tanto, Tay estaba sentada en el andén de la calle. El silencio se cernía sobre ella como un viento recio que pesaba mientras procesaba la traición que acababa de presenciar. Las lágrimas seguían fluyendo sin control, su corazón roto palpitando al ritmo de un dolor que amenazaba con consumirla. —"¿Cómo pude ser tan ingenua?", se preguntó en voz alta, sintiendo el peso abrumador de la decepción aplastándola. "Pero no puedo quedarme aqui llorando para siempre.

Necesito hacer algo al respecto, se dijo a sí misma, secando sus lágrimas con determinación. Con un suspiro, se puso de pie, dispuesta a vengarse de ese infeliz. "Primero las primeras cosas"—murmuró, recordando la necesidad de que llegara Mar, cuando vio que el auto estacionó frente a ella.

Mar bajó del auto y se sentó al lado de Tay, diciéndole: "Dime qué sucedió, amiga". Mientras tanto, Mar escuchaba en silencio mientras su amiga le compartía los detalles de su desgarradora experiencia. Su corazón se apretó con cada palabra,sintiendo el dolor de Tay como si fuera propio.

"No estás sola, Tay. 'Estoy para ti, pase lo que pase', aseguró con voz suave pero firme, deseando hacer algo por Tay, así que se le ocurrió una descabellada idea. Se levantó de la cera de la calle y caminó hacia el edificio, entrando como Pedro por su casa. 'Buenas noches, señor Octavio', ella saludó al guardia de seguridad con una sonrisa que la hacía ver inocente.

"¿Qué haces, Mar?', preguntó Tay en un hilo de voz solo para que ella la escuchara. 'Ya lo verás, Tay, ya lo verás', contestó con una sonrisa de esas que dicen 'cuídate'. 'Señorita Mar, ¿qué se le ofrece? ¿Puedo subir al apartamento 317?' 'Claro que sí, señorita Mar.

Aquí tiene una llave. ¿Quiere que llame a alguien?', preguntó Octavio. 'Sabe que si llama a la policía, de pronto hay un asesinato en ese apartamento y no quiero ir a la cárcel. Son muy hermosas y valiosas para la sociedad'. Mar caminó hacia el ascensor, entró y detrás Tay, con las manos temblando. Conocía a su amiga: cuando se enojaba, se enloquecía."

El ascensor comenzó a subir lentamente, mientras Mar se preparaba para lo que iba a hacer. Cuando llegaron al piso del apartamento 317, Mar sacó la llave y abrió la puerta, entrando sin siquiera tocar el timbre. Tay la siguió, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Dentro del apartamento, se encontraron con una escena que las dejó con la boca abierta. Todo estaba revuelto, como si hubiera habido una lucha. Tay sintió un nudo en el estómago al ver el apartamento con ropa por todos lados. Mar la abrazó con fuerza, prometiendo que todo iba a estar bien.

Decidida a descubrir al imbécil, poco hombre de Carlos con los pantalones abajo, Mar caminó hacia la habitación. Al abrir la puerta, estaba con la faena de la noche. Revisó cada rincón de la habitación con la mirada, buscando algo con lo que pudieran amenazar al imbécil. Tay la observaba en silencio, agradecida por tener a una amiga como Mar a su lado en ese momento tan difícil. Finalmente, Mar encontró algo que llamó su atención un cortaúñas.

El apartamento estaba envuelto en un silencio cargado de emociones tensas. Mar, con el corazón latiendo con fuerza, se acercó a la mesa de noche con determinación, agarrando el cortaúñas con manos temblorosas. Sus ojos lanzaban destellos de furia mientras se enfrentaba a Carlos, cuya expresión reflejaba confusión y una pizca de arrepentimiento.

"¿Quién es esta mujer?", preguntó la susodicha, su voz temblorosa, pero llena de autoridad, mientras clavaba su mirada en Carlos. El silencio que siguió fue ensordecedor, solo interrumpido por la respiración agitada de los presentes. Carlos tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras. Sin darse cuenta Carlos recibió de Mar un puñetazo en el estómago.

Intentó articular una respuesta, pero las palabras se le atascaron en la garganta.

Mar no estaba dispuesta a esperar. Con una determinación feroz, se dirigió a Carlos con un tono cargado de ira contenida. "Yo soy la dueña del apartamento, así que, mamita, vístete y vete fuera, de mi apartamento ya", —espetó, cada palabra resonando en la habitación como un trueno.

El aire se volvió más tenso con cada momento que pasaba, mientras Mar y Carlos se enfrentaban en un duelo de miradas.

Las miradas se encontraron, mostrando chispas de frustración y dolor saltando entre ellos como electricidad estática."No puedes echarla así como así", —murmuró Carlos, tratando de mantener la compostura ante el ataque verbal de Mar. "Tay es mi amiga, merece respeto". Mar soltó una risa amarga, sus ojos centelleando con incredulidad y desdén. "Tu amiga", repitió con desprecio. "¿Crees que no sé lo que ha estado pasando aquí mientras yo no estaba? No eres más que un cobarde, Carlos, y no permitiré que arrastres a esta pobre chica a tu caos".

Las palabras de Mar resonaron en la habitación como una maldición, cada una cortante como un cuchillo afilado. Carlos se sintió golpeado por la acusación, su pecho apretado con una mezcla de culpa y frustración. El silencio se prolongó, tenso y pesado, mientras Mar y Carlos se enfrentaban en un enfrentamiento emocional. En el aire flotaba una sensación de sangre, como si el destino mismo estuviera escribiendo el desenlace de su conflicto. Finalmente, Carlos rompió el silencio con un susurro apenas audible. "Lo siento, Mar", dijo, su voz temblorosa pero hipócrita.

"No quería lastimarte". Tay lo miró con incredulidad, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y decepción. "Lo sé", dijo suavemente, su voz apenas tenía un susurro en la habitación cargada de emociones. "Pero eso no cambia nada". El ambiente se cargó con la tensión palpable mientras Mar y Carlos se enfrentaban, sus corazones y mentes enredadas en un torbellino de emociones.

En ese momento, el destino de todos los involucrados pendía de un hilo, esperando ser decidido por el curso de sus acciones y palabras.

Mar se desesperó, ya que Carlos no se levantaba de la cama, así que se acercó y le quitó las sábanas. En un movimiento rápido, le pellizcó el *bananón* a Carlos, donde él dio un grito ahogado de dolor.

—¡Mar, suéltalo! —habló Tay angustiada...

Continuara...

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