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4

Para su sorpresa, al abrir los ojos, la chica está completamente desnuda como Dios la envió al mundo. Arnaldo abrió sus ojos de par en par y movió la cabeza de un lado para el otro, como tratando de borrar la deliciosa vista que tiene frente a sus ojos.

―Te dije que no lo hicieras, Madison.

―Por favor, hazme tuya, no soporto las ganas de tener sexo. ―Repite la chica en medio de risas peligrosas.

Con el agua se te bajará la droga, no voy a cometer el error de hacerte mía en un momento así porque luego me querrás chantajear con que he abusado de ti.

Minutos más tarde, la chica se quedó dormida en los brazos de Arnaldo y bajo el agua. Entonces, el hombre la tomó y la llevó hasta la cama, la dejó recostada y luego se marchó a su habitación estando seguro de que su esposa ya se encuentra en perfectas condiciones.

―Uf, afortunadamente, pude manejar la situación esta tarde. Pero el día de mañana que ella se despierte y se dé cuenta del desastre que provocó, se sentirá avergonzada y la haré que me pida perdón. ―Comenta en voz baja, viéndose al espejo y planeando su siguiente paso.

Madison no se despertó en toda la noche y a la mañana siguiente se sobresaltó al ver que estaba completamente desnuda, lo único que la cubría era la sábana blanca de aquella cama de hotel.

―Oh, Dios mío, qué me ha pasado. No recuerdo haber entrado en la habitación, y mucho menos haberme quitado la ropa y estar desnuda cuando siempre llevo pijama en la cama. Esto está muy raro, espero no haber cometido una locura. ―Comentó en voz baja y golpeando su cabeza suavemente, tratando de recordar aunque sea un poco de la noche anterior.

¿Qué es este desastre? Mi ropa está toda mojada y hecha un puño, ¿qué ha pasado? ―se pregunta al entrar en el baño.

No lo entiendo, es como si... ah, qué horror, ahora recuerdo que estaba paseando por la playa y una chica muy simpática me invitó a tomar algo y yo estaba dispuesta a divertirme y acepté.

Seguramente me emborraché mucho y ella misma me trajo aquí. Sí, eso debió ser lo que pasó y tal vez yo tenía calor y opté por bañarme, así fue como sucedió. Esto tiene que ser un secreto entre esta habitación y yo, ese idiota de Arnaldo no se puede enterar de lo que ha pasado, él no puede saber que he bebido sin su permiso.

La joven tomó una ligera ducha y cuando estaba a punto de vestirse alguien llamó a la puerta.

―Debe de ser el servicio de habitación que ya trae mi desayuno. ―Pensó en su mente.

―Un momento, por favor, ahora no estoy disponible. ―Dijo en voz alta, sin embargo, a la persona que está al otro lado de la puerta le urge entrar.

―Madison, abre la puerta, soy yo. ―Dijo Arnaldo, quien no cesa de tocar con los nudillos de sus manos.

―¿Qué quieres? Te dije que ahora no puedo porque no estoy vestida.

―Eso no me importa, mi abuelo está a todo llamar. Quiere comprobar que tú y yo estemos juntos.

Ah, mira, ya está de nuevo su videollamada.

―¿Qué hacemos? ―Indaga la chica al abrir la puerta para que su loco esposo entre.

―Corre, metámonos en la cama, así estará seguro de que hemos amanecido en la misma habitación.

Sin dudarlo, la joven subió a la cama y tras ella va Arnaldo, se metieron debajo de la sabana y dejaron al descubierto solo su torso.

―¡Abuelo, buenos días! Qué bueno saludarte.

―Mi querido nieto, espero que se la estén pasando muy bien. ¿Cómo está tu esposa?

―Hola, señor Ferreira, por supuesto que la estamos pasando muy bien. ―Respondió Madison.

―No te ha tratado mal ese idiota, ¿verdad?

―Descuide, señor, mi esposo es adorable. ―Mintió, dándole un beso en la mejilla.

―Te creo querida, aunque estoy muy sorprendido por su cambio. Espero que al estar a tu lado sea un poco más humanitario con todos nosotros.

Si en cualquier momento te llega a faltar el respeto, por favor no dudes en decírmelo para yo ponerle orden sin dudarlo.

El señor se despidió de los esposos y luego colgó la videollamada.

―Uf, hemos estado a punto de ser descubiertos.

―Duerme, es temprano aún. ―Dijo Arnaldo, acomodándose en la cama para seguir durmiendo.

―¡Qué! ¿Te quedarás aquí? ―Preguntó sorprendida.

―Descuida, no te haré daño. Tengo pereza regresar a mi habitación, así que me quedo aquí.

―¿A dónde vas? ―Preguntó al sentir que la joven se estaba levantando.

―A vestirme,

―¿No tienes ropa? Querida, de qué te preocupas, ayer te desnudaste frente a mí y ahora quieres ser muy tímida, ¿cuál es el chiste?

―¡Qué! Deja de ser un mentiroso de mierda, jamás haría tal cosa frente a ti.

―Ja, ja, ja, querida, ¿no recuerdas que me pedías a gritos que te hiciera el amor?

―Eso no es cierto.

―Ven, no es necesario que estés vestida frente a mí, ya te dije que te he visto por completo, ahora no hay necesidad de que te ocultes de mí.

―¿Tú sabes lo que me pasó ayer?

―Lo sé, es por eso que desde este día no me separaré de ti. No quiero que de nuevo vuelvas a caer en las garras de esos malditos.

Arnaldo le comentó la lamentable situación en que la encontró y cuando la trajo a la habitación. Ella, muy avergonzada, le agradeció por haberla salvado y se disculpó por el mal rato que le hizo pasar.

―No me siento cómoda estar casi desnuda al lado tuyo, mejor me vestiré y bajaré a desayunar al restaurante.

―Oh, no, acaso no escuchaste bien que no te separarás de mí, cada paso que yo dé lo harás tú también.

―Vístete, iremos a desayunar a un lugar muy especial.

Un rato después ya han llegado a un pequeño restaurante a la orilla de un lago en donde el ambiente es tranquilo y muy romántico.

―Aquí parece que solo los enamorados vienen, si ves, la mayoría ahora se están besando o intercambiando sus comidas en la boca. ―Comentó Madison.

―Tú y yo somos esposos, Madison, entonces también tenemos derecho a estar aquí. ―susurró, arqueando los labios con una sonrisa.

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