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La joven esposa sonrió con dulzura en su corazón, su esposo ha cambiado repentinamente y eso la hace demasiado feliz, incluso la llama cariñosamente “Madi”.
―¿Qué quieres que hagamos después de desayunar?
―Bueno, si tú estás de acuerdo podemos ir a dar un paseo en Kayac, ¿Te atreves o tienes miedo?
―¿Miedo? No sé qué es eso.
―En realidad lo digo porque no creo que los millonarios como tú se diviertan con esas pequeñas cosas, ustedes solo usan yates.
―Ven aquí bonita, la vista es muy hermosa, aprovecharé a tomarnos una fotografía y la subiré a mis redes sociales para que todo el mundo vea la bella esposa que tengo.
―¡Oye, que te pasa! ―Reaccionó la esposa cuando él le robó un beso.
―¿Qué tiene de malo besar a mi esposa?
―Es que… aún no me acostumbro, es decir, tú me odias y no sé a qué juego me estás llevando.
―Vete acostumbrando querida, este hombre que tienes a tu lado puede ser muy cariñoso si se lo propone y frío cuando algo le sale mal o le fallan. ―Le advirtió en tono serio.
Ese día fue maravilloso para ambos, recorrieron el lago y se divirtieron al darle de comer a los peces. Madison jamás se había sentido tan feliz como lo está hoy y se lo agradece a su esposo Arnaldo.
Finalmente, a la hora de la cena fueron a otro lugar, el hotel les había preparado una cena especial y una fiesta bailable a todas las parejas que estaban pasando luna de miel en sus instalaciones, sin embargo, Arnaldo no aceptó quedarse y prefirió que le llevaran la cena a la fogata que está a la orilla de la playa.
―Me he divertido mucho este día, créeme que cuando veníamos en el avión jamás se me cruzó por la mente, que íbamos a estar así abrazados viendo la luna y las estrellas.
―No recuerdes los días anteriores, concéntrate en el presente, que es lo que de verdad importa.
―Esposa mía, me estoy sintiendo mal de salud, mi corazón está doliendo un poco fuerte. ―Dijo Arnaldo, colocando su mano en el pecho a la altura del corazón.
―¿Qué te pasa, quieres que vaya a pedir ayuda?
―No, solo necesito un beso tuyo para poder curarme.
―Idiota, eres un chantajista. Solo por eso no lo haré.
―Está bien, no lo hagas y verás cómo me muero lentamente. ―Respondió con suaves quejidos, actuando como si de verdad le duele.
Arnaldo sonrió, su esposa es muy tímida y tendrá que trabajar mucho en ese aspecto para que ella se sienta en confianza y sea abierta a cada una de sus peticiones. Ellos estaban sentados uno al lado del otro, al esposo se le ocurrió una idea muy tentativa.
Se colocó detrás de la chica y la rodeó con sus piernas, la abrazó por la espalda, dejando que sus manos descansen en el vientre de la joven. Besó su cabello y le dijo que ama disfrutar su cercanía y su aroma a flores de lavanda.
Madison se está sintiendo nerviosa, su esposo ha metido las manos por debajo de su vestido y acaricia sus piernas gorditas y bien formadas. Ella siente como su piel se eriza con la suavidad de las caricias y desea que nunca deje de hacerlo, pero recuerda que están en una playa y en cualquier momento llegarán más personas.
―Detente Arnaldo, por favor.
―¿Por qué, cariño? Solo disfruta amor, esta es nuestra primera noche de luna de miel, las anteriores no cuentan y tú sabes el motivo.
―Nos encontrarán y nos echarán del hotel por sinvergüenzas.
―No pasará, no te preocupes. ¿O es que no te sientes a gusto conmigo?
Sé sincera, si me pides que no siga me detendré y nos iremos a nuestras habitaciones.
―Me gusta… me encanta. Pero tengo miedo de que te vean con una mujer como yo y te juzguen.
―No me importa lo que otros piensen de nosotros. Si estás a mi lado es más que suficiente, por favor no te sientas mal.
Te diré la verdad para que estés tranquila. Nadie vendrá durante unas horas porque he reservado la playa entera para nosotros, quiero que esta noche el mar y el cielo sean testigos de lo que aquí va a pasar.
Arnaldo comenzó a besar el cuello de la esposa, ella se dejó llevar por las caricias y el fuego que se estaba encendiendo dentro de su cuerpo comenzó a arder más y más. Poco a poco se fueron recostando sobre la toalla que está tendida sobre la arena, besándose con intensa pasión y rudeza por parte de Madison, que es una inexperta en estas cosas, pero eso no le afecta a su esposo.
―Ayer te vi desnuda, te me insinuaste en muchas ocasiones y yo me aguanté las ganas de hacerte mía. Quería que nuestro primer encuentro fuese hermoso y que tanto tú como yo estuviésemos de acuerdo y en nuestros cinco sentidos. ¿Crees que hice bien en no hacerte caso ayer?
―No más palabras, esposo mío, hazme tuya ahora y para siempre.
Teniendo el consentimiento de su esposa para continuar, Arnaldo despojó de su vestido veraniego a la chica y lo dejó a un lado, enseguida tomó cada uno de los pechos y mordió sus pezones hasta hacerla gemir de placer.
Hicieron el amor bajo la luz de la luna, sus cuerpos quedaron rendidos y sudados, sus corazones acelerados y su alma unida en una sola desde ahora.
Regresaron a la habitación y allí continuaron con su insaciable apetito de tenerse el uno dentro del otro hasta que finalmente se rindieron, sus cuerpos ya no daban para más y decidieron dormir abrazados y sus cuerpos desnudos por el resto de la madrugada.
El teléfono de Arnaldo está timbrando, él se despertó y tomó la llamada, él cree que Madison aún está dormida y no le escuchará su conversación, así que habló con toda libertad.
―¡Buenos días, princesa!
―Amor, te necesito. Estoy en el hospital, ven pronto, por favor.
―Zayda, cariño, ¿pero, qué tienes?. Aló…, Aló.
―Por Dios, mujer, por qué me dejas hablando solo. ―Se queja Arnaldo.
Salió de la habitación de su esposa y fue a la suya en donde aún permanecen sus cosas personales. Preparó su maleta y se marchó del hotel, sin siquiera avisarle a Madison que se irá.
Ha llamado la dama con la que tenía una relación justo cuando el abuelo lo obligó a casarse con Madison. Ella dijo que lo necesita y él ha prometido siempre estar para ella y ahora no es la excepción, va en busca de la mujer que ama y no le importa que su abuelo se moleste o incluso lo quiera retirar del testamento.