3
La luna de miel está prevista para que dure una semana, de ella, tres días han pasado y Madison no ha salido de su habitación porque así lo ha ordenado su esposo. Harta de esa situación tan lamentable y decidida a no ser la escoba con la que Arnaldo barre como se le da la gana, Madison salió a dar un paseo por la orilla de la playa sin informarle a él.
Es la primera vez que ella está en un lugar tan hermoso como ese y es una lástima que le toque disfrutarlo a solas, pero eso no es inconveniente para ella porque se siente feliz y eso es lo único que le interesa a partir de ahora.
Mientras va caminando observó un traje de baño muy bonito y llevada por la soledad que le acompaña, decidió comprarlo e irse a dar un chapuzón en lo profundo del mar.
Arnaldo estaba en un restaurante de la zona cuando su abuelo le llamó y solicitó hablar con Madison. La chica que acompaña a Arnaldo se quedó sorprendida cuando el hombre sin despedirse de ella salió a toda velocidad en busca de la esposa que mantiene encerrada.
Él es tan maleducado que ni siquiera esperó a que Madison le abriera la puerta de la habitación, abrió con la llave de repuesto que anteriormente solicitó en recepción y entró para buscarla. Sin embargo, no la encontró y eso lo hizo enloquecer y llenarse de rabia, ¿Acaso él le ha dado permiso para que salga de la habitación?
Justo en ese momento una camarera va pasando por el lugar y Arnaldo le pregunta si ha visto a una chica con las mismas características de su esposa.
―Eh… sí, señor, a la joven que usted describe hace un rato la vi salir de esta habitación y se dirigió a la playa. ―Informó la camarera. ―Cabe mencionar que ella se veía muy triste, ¿Acaso usted la golpeó?
―No seas tonta mujer. Ella es mi esposa, ¿por qué habría de faltarle el respeto a la mujer que amo? ―Arnaldo reaccionó como si se haya ofendido con la acusación de la chica.
―Solo era un sentir y pensar de mujer a mujer, no se enfade por favor.
Arnaldo le agradeció a la camarera y corrió a la playa para ver si tiene suerte y la encuentra rápido. En su mente maldice a la chica, ya que por culpa suya su abuelo le dará un sermón, además, él mismo le dio la orden de que no saliera de la habitación y mucho menos a la playa y esta le ha desobedecido.
―Esa loca cree que las chicas que toman el sol se comparan con ella, ja, ellas son hermosas en todo el sentido de la palabra, en cambio, la mujer que tengo como esposa es una perdedora.
No me quiero ni imaginar lo ridícula que se ve caminando en la arena con su pantalón o vestido para dormir. ―Comenta en su mente, a modo de burla y al mismo tiempo vergüenza.
Anduvo caminando durante un largo rato y al fin pudo dar con ella, a todo eso su abuelo ya ha vuelto a llamar en varias ocasiones y él le dice que la chica duerme y no la quiere despertar.
―¡Madison! ―Exclama con furia al ver que la chica está sentada en el regazo de un hombre y recostada sobre su pecho desnudo.
―Ah, ah, mira amigo ven a divertirte con nosotros. ―Invita el hombre que ahora sostiene de la cintura a la chica en señal de posesión.
―¡Idiota! ¿Qué haces al lado de mi esposa? ¡Suéltala! ―Reclama con molestia.
Al acercarse, Arnaldo se percató de que Madison no es la misma, sus ojos brillan con lujuria y una enorme sonrisa le adorna en su rostro de ángel. Está como poseída y actúa anormal, incluso ahora se ha puesto a bailar sola ante la mirada desapercibida de las demás personas.
―¡Maldito, qué le has hecho! ―Gritó con desesperación y lo mandó al suelo de una sola bofetada.
―Hermano, llévate a esa chica si la conoces. Ese hombre es muy peligroso, ya que forma parte de una red de trata de personas y a ella le puso el ojo, ella ya debe estar drogada y lista para enviarla con algún cliente de la banda.
Si quieres salvar tu vida y la de ella, vete ahora mismo. ―Le aconseja en voz baja el bar tender al ver que Arnaldo ha comenzado una pelea llegando como un buen gallo a territorio desconocido.
Arnaldo la toma en brazos y la lleva hasta la habitación, él no teme a que le hagan daño, él está confiado que desde un punto lo observan sus hombres de seguridad y si el asunto se agrava intervendrán de inmediato.
―Maldición, debí de pedir que también te cuidaran a ti, ahora sí que estoy en problemas y todo por tu asquerosa culpa. ―Le reclama mientras abre la puerta de la habitación.
―Oh, pero qué hombre tan guapo. Quiero sexo papacito, ¡hazme tuya!
Dice inconsciente la chica, acariciando el pecho del hombre que todavía la lleva en sus brazos.
―Por favor compórtate, Madison. Te daré un baño, entiendo que esa droga que te dieron hará que te sientas necesitada de sexo, pero no estoy dispuesto a curarte de la forma en que me lo pides.
Arnaldo la condujo hasta el baño, la lleva a la fuerza porque ella no quiere caminar y lo único que quiere es engancharse en su cintura con sus piernas y atrapar sus labios. Pero el joven no está dispuesto a romper la promesa que les hizo a su madre y a la mujer que en verdad ama.
―Les juro que nunca tendré sexo con esa mujer, la odio y eso no va a cambiar jamás mientras dure nuestro matrimonio. ―Les dijo el día de la boda.
―¡Ah, qué rico! Tengo mucho calor y el agua está demasiado fresca, me encanta. ―Repite la chica ―Ven conmigo, te encantará.
La chica lo tomó del brazo y tuvo la intención de atraerlo hacia ella para que también quedara bajo el agua.
―No. No te equivoques, estoy aquí porque me necesitas Madison, de lo contrario ni siquiera tocaría tu piel.
―¿Te atreves a rechazar los besos y caricias que tengo para ti?
―Madi, por favor no lo hagas.
Suplica Arnaldo, pero es imposible detenerla. La chica se ha sacado la blusa junto con el brasier y ha quedado vestida solo con un diminuto short.
―Dios mío, que esta mujer no se vaya a desnudar por completo porque me hará caer en la tentación y eso es lo que tanto estoy evitando. ―Reza el hombre en su mente.