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Capítulo 4

Cierro el artículo, Olivia estaba loca al pensar que podría casarme con alguien tan herido como esta mujer.

El apellido Castro no me resulta extraño, miro la ficha de empleado de Leblanc Arquitectura y me llama la atención el nombre Jade Castro .

O Elena estaba relacionada con mi director de marketing o era sólo una coincidencia.

Mi celular suena en mi bolsillo, pongo los ojos en blanco cuando leo el nombre de Samanta. Nos quedábamos de vez en cuando, después de que mi padre falleciera ella estaba más unida que nunca. Jodidamente interesante.

Pero me gustó tener a alguien que siempre estuvo ahí para mí.

Deslizo mi dedo sobre la pantalla del teléfono inteligente y contesto la llamada. - Estoy muy ocupada, ¿es importante? - Mi voz sale áspera, como debería.

- ¡¡¡Taytay!!! Te extraño mucho. - Tu voz melosa hace que mi cuerpo hierva de ira.

- Samanta, dije que estoy ocupada. - Respondo con impaciencia.

- Tu voz está tensa, necesitas relajarte Tay. - Insiste Samantha. - Mi casa está abierta para ti, cuando quieras venir. - Su propuesta fue irrefutable, sobre todo para un hombre al que le encanta "relajarse".

Su puerta no era lo único que estaba abierto para mí. Eso fue un hecho.

- Sepa que esta es la última vez que me vence el cansancio. No te acostumbres. - No le doy tiempo a Samanta para responder, simplemente desconecto la llamada.

Cuando salgo de la oficina me topo con Luca y Olivia que estaban asaltando mi refrigerador, sus ojos se vuelven hacia mí y yo levanto las cejas.

- ¿Qué tan difícil es para cada uno ir a su propia casa? - Me cruzo de brazos y me apoyo contra la puerta de la cocina.

- No tengo ganas de aguantar a Valentin, quedarme aquí contigo es menos peor. - Se explica mi prima.

Olivia y Valentin son hermanos, un par de opuestos, sin lugar a dudas. Mi primo es tranquilo y vive en su pequeño mundo.

Olivia en cambio es un caos en persona, tiene la lengua afilada y no pierde el tiempo en encontrar respuesta a todo, no me canso de decir que debería ser abogada y no arquitecta.

- Valentin no soporta que le hables al oído todo el día. - provoca Luca.

- Y estás aquí porque tu madre no te deja fumar marihuana en su casa. - Mis ojos se abren ante la respuesta de Olivia. Mi hermano le pellizca el brazo a mi prima y ella hace una mueca.

- Me voy, no derriben mi casa y mucho menos se maten. - Entro por la puerta, sin prestarles mucha atención a los dos.

- Apuesto a que encontrarás a esa perra egoísta. - Escucho a Olivia susurrarle a mi hermano, me volteo solo para responder con un clásico dedo medio.

- No olvides que mañana tienes entrevistas de trabajo que gestionar. - grita Luca y pongo los ojos en blanco, odio que me digan qué hacer.

Elijo uno de mis coches, me subo y me marcho.

Elena Castro

Siento mi cuerpo balancearse pero aún así nada podría alejarme de mi sueño. Mi mente insistía en soñar con mi difunto exnovio al menos dos veces por semana, lo mismo con mi bebé.

Un líquido frío entra por mis fosas nasales y finalmente despierto, me encuentro frente a frente con mi hermana mayor, Jade sostenía un vaso gigante de agua.

- ¿En serio? - Paso mi mano por mi cara tratando de quitar el agua que había salpicado.

- Tu sueño es tan pesado que tuve que darle mi número al portero, para que me diera la llave de tu casa. - Se queja mi hermana mientras quita mi manta de la cama. - Tienes una entrevista de trabajo a la que acudir. - Abro mucho los ojos.

- ¿Como asi? - Me levanto tan rápido que todo se oscurece y empiezo a ver estrellitas pero no tardo en recuperarme.

- Te recomendé a la empresa ayer y hoy van a hacer unas entrevistas de trabajo, normalmente después de graduarse. - explica Jade y siento que mis manos empiezan a sonar.

Lo último que necesitaba era reencontrarme con esa familia.

- No recuerdo haberte pedido nada y mucho menos haberte dado permiso para entrar a mi casa, de la nada. - Me levanto y empiezo a hacer mi cama, viendo la apariencia de Jade, no tenía mucha opción.

- Eres estúpido. - Mi hermana se cruza de brazos y yo me esfuerzo en poner los ojos en blanco. - Todo arquitecto sueña con trabajar en Leblanc Arquitectura. - Lo dice como si fuera obvio.

- Lo haré, pero espero que sea la última vez que interfieras así en mi vida. - Bromeo pero ella sonríe.

- Así gusto. - Jade se acerca y me abraza. - ¡Buena suerte hermana! - Me alejo de tu cariño pero aún así sonrío.

- ¿Que deberia vestir? - Me debatía entre "tengo que pagar mis cuentas y hacer lo que amo" y "no puedo vivir con esa gente".

- Traje básico y tacones altos. - Responde Jade y resoplo, quería ponerme algo cómodo. - No olvides el labial rojo. - Sonrío, mi hermana pensó que me vendría bien.

Luego de separarme la ropa, me meto a la ducha lo más rápido posible, no quería llegar tarde, Jade me mataría.

Mientras el agua corre por mi cuerpo, múltiples pensamientos pasan por mi cabeza, una de mis manos se dirige a mi vientre, acaricio la zona mientras pienso en mi hijo.

Él o ella estaría tan feliz que yo me esforzaría en tratar de ser la mejor madre posible. Como el mío lo intenta todos los días. Crecí con grandes ejemplos de maternidad y paternidad.

Cierro la ducha cuando escucho a Jade gritar, no quería llegar tarde al trabajo.

El traje y los tacones altos me quedaban muy bien, el lápiz labial rojo me sentaba muy bien.

Entro a la habitación y veo a mi hermana acostada en mi cama. - Con el sueldo que pagan los Leblanc encontrarás un piso mejor que este. - comenta Jade al verme.

- ¿Cómo estás tan seguro de que me van a contratar? - Tomo uno de mis aretes de plata y empiezo a ponérmelos.

- El presentimiento de la hermana nunca falla. - Ella responde. - Dije que el rojo te queda bien. - Jade parecía orgullosa de sí misma por tener razón.

Al salir de HB de Jade me encontré con un edificio sencillamente gigantesco, me llamó la atención el que pone Leblanc Arquitectura, era tan hermoso como la mansión de la fiesta de graduación, realmente eran buenos en lo que hacían.

- ¿Está listo? - Pregunta mi hermana y yo solo asiento con la cabeza, confirmando.

Entramos con el pie derecho para tener buena suerte, era una extraña tradición familiar, los empleados me miraban como si fuera la última Coca Cola en el desierto.

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