

Capitulo 2 (Parte I)
Vladislav miraba desde su escritorio a la chica, ella se hallaba encogida, abrazando sus piernas y con una mirada perdida. Su aspecto era el de una inocente chica llena de miedo e incertidumbre. De vez en cuando, podía verla rascar la esquina derecha de su labio con sus dientes, morder sus mejillas, suspirar melancólica.
Ella tenía un aspecto inofensivo, delicado, débil.
Era obvio que no lo era.
Su parecer exterior daba una impresión sumamente distinta de lo que se debía esperar de ella; cómo si no fuera posible que ella luchara con treinta guardas de seguridad armados hasta reducir la cantidad de ellos a la mitad, cómo si no fuera capaz de ahorcar a otra chica que le doblaba dos veces en tamaño con una manguera de plástico, o segundos mas tarde, noquear a un guarda de seguridad con pedestal de metal, el cual, por cierto, pesaba mucho.
Ella no parecía ser de esas chicas que estarían allí; pero por primera vez, a diferencia de todas las chicas que estuvieron antes, había una que nació para terminar justamente allí.
El destino era la que la llevó a esa mesa de autopsias.
El destino fue el que lo hizo aplazar la autopsia hasta el momento indicado...
Cuando ella despertara.
Por un momento, ambos cruzaron miradas veloces, ambos desviaron su campo de visión de manera automática, pero Vladislav regresó a verla; aun cuando ella continuaba perdida. Pensó en su vida, la vida que podría ofrecerle a ese dulce pero poco inocente ser que se hallaba frente a él al otro lado de la habitación. Su vida, no era una vida para nadie; sin embargo, ella parecía no tener nada que perder, ella no parecía nadie. Pero era un propósito, uno que podría evitar que ella continuara saltando de edificios hasta que realmente se matara.
No era bueno; pero era mucho mejor que lo que tuvo hasta ahora. No mas razones para morir, simplemente, matar. Con ella, se saltaban el gran primer paso de formación por el que él tuvo que pasar cuando decidió, estúpidamente unirse a una mafia como aquella: Matarse a si mismo antes de matar a alguien más. No significaba suicidio, sino la otra parte de ti, la que no tiene que ver con el cuerpo o el espíritu. Debían arrancar de sí cada parte de su alma, hacerla pedazos hasta no sentir nada más. No más sentimientos, no mas compasión, arrepentimiento, vergüenza, tristeza o amor. Hacer un pacto con el dolor, lo que implicaba seguir luchando, matando o corriendo sin importar cuanto dolor sintieras.
Ella no parecía tener compasión, ni arrepentimiento, tampoco expresaba una tristeza congruente, solo admiraba al vacío con melancolía, lo que para Vladislav era deprimente; pero quizá ella solo estuviese desinteresada en su alrededor.
No sabía si sentía amor; pero ella definitivamente había hecho un pacto con el dolor, había corrido, luchado e incluso asesinado con varios agujeros abiertos que atravesaban de lado a lado su delgado cuerpo, contusiones graves y una hemorragia interna. Debió de doler, de manera desgarradora; pero ella seguía pateando los traseros de todos los guardas que se le enfrentaban.
Ella estaba dos pasos por delante de los demás al llegar.
―Parece que tu chica no vendrá ―espetó Lucia, sorprendiendo a Vladislav.
Eran sus primeras palabras en horas, desde que pronunció su nombre guardó silencio hasta entonces.
―No es mi chica, es mi jefa; ella vive muy lejos de aquí, quizá por eso le tome algo de tiempo llegar.
―Rusa ―dijo ella y volteó a mirarle, seriamente.
―Si.
―No creo que me agrade.―Quitó su mirada de él y regresó a ver la pared blanca.
Vladislav se puso de pie de su escritorio, fue hasta uno de los refrigeradores, sacó un poco de fruta cortada, un par de jugos de caja y fue hasta ella.
Le extendió una de las cajas, ella solo le miró de soslayo, sin mostrar interés.
Luego regresó a ignorarlo.
Cuando pensó en resignarse, dar media vuelta y regresar a su lugar, ella habló:
―Prefiero el de vainilla.
Tomislav sonrió de manera disimulada, regresó y le tendió la caja, esta vez, ella la tomó.
La chica se corrió en su camilla, dándole la impresión a Vladislav de que hacía espacio para él, por lo que se arriesgó a sentarse de su lado.
Ella no objetó, solo siguió batiendo la caja hasta quitarle la pajilla e introducirla. Él le extendió el tazón de frutas, ella miró el recipiente y arqueó una ceja para él. Pero a final de cuentas, ella tomó un poco del tazón.
―Es emocionante, comer fruta refrigerada junto a los muertos.―Él distinguió una sonrisa maliciosa jalar la comisura derecha de los labios de la chica.
Él rio.
―¿Puedo hacerte una pregunta? ―se atrevió a decirle.
―No ―respondió ella de manera rotunda, dándole un sorbo a su jugo.
―¿Por qué saltaste? ―preguntó de todos modos.
―¿Que parte de "no", no puedes comprender?
―No parece ser de esas que se rinden tan fácil ―comentó Vladislav.
Ella gruñó; pero solo porque entendía que él no era de esos que se rinden, irónicamente.
―Estaba harta de estar en los servicios sociales, toda mi familia está muerta, yo debería estar con ellos. ―Ella escupió, furiosa, enojada, no con él o su pregunta, sino con el destino que había dejado que su familia muriese sin ella―. La única persona de mi familia que está viva es mi padre, ese mismo que no dio la cara por nuestra familia; el que me abandonó por un año a la suerte de los sistemas gubernamentales del país. Es su culpa, es su culpa que yo esté viva y que ellos estén muertos.
― ¿Cómo se llamaba tu padre?
―No es de tu maldita incumbencia ―espetó.
―No se lo llegues a decir a nadie ―pidió Vladislav.
Ella lo miró con un rostro lleno de confusión, ¿por qué él le pediría algo como eso?
―¿Ah?
―Mucho menos a los Vólkov ―reiteró.
Ella dejó de fruncir su ceño, y aunque seguía confundida, entendió el mensaje subliminal.
Lo comprendió.
―¿Que quieres hacer con ello? ―preguntó Vladislav, para posteriormente, masticar un poco de fresa.
― ¿Con mi padre? ―preguntó Lucia, aun no del todo encarrilada con él. Pero Vladislav asintió, así que después de todo, no se hallaba demasiado perdida― ¿Tendría que hacer algo con ello?
― ¿Jamás has sentido el deseo de hacerle rendir cuentas?
―Preguntarle por qué ―concluyó.
―Yo me refería sobre algo más radical...
―Venganza ―dedujo.
Vladislav solo la miró, seriamente. La venganza no era el mejor, ni el mas sano de los deseos. En realidad, la venganza podía ser una de las peores cosas del mundo. La que más envenenaba a la gente, la parte oscura del amor.
Aunque sabía que era un pésimo consejo, solo buscaba una cosa con ello; darle a la vida de Lucia un propósito para el cual continuar viviendo.
―Quizá.―Ella sonrió, de la manera que ya Vladislav había notado era común en ella.
Sonrisa maliciosa de soslayo, brillo de pretensión en los ojos.
El brillo de una dulce inocencia muriendo.

