Boss4
BOSS 4
— Ya lo soy... Y nunca lo seré.
Solo aquella frase que siempre le decía salió de mi boca antes de que me acomodara la húmeda ropa y levantara mi cuerpo más que dispuesto a salir de allí.
Él me lo permitió. Era muy consciente de que todo lo que yo hacía era solamente porque él me lo permitía. Justo por eso le decía que ya era suya, porque lo era, pero en realidad al suya que él se refería era al de ser suya como sumisa y eso nunca lo sería aunque me tomara dos vidas enteras el explicárselo de manera que pudiera entenderlo.
Darius era ese tipo de hombre que tiene muy claro lo que quiere y como conseguir hasta lo que no quieren darle.
Hasta que se le antojé yo. A mí no tiene tan claro como tenerme. Sabe que no soy la mujer idónea para ser suya de la forma en que acostumbra a tener a sus mujeres, pero a la vez, sabe que soy la única que realmente lo ha sido.
Un trabalenguas que solo nosotros entendíamos a la perfección porque lo combinabamos con lo que sentíamos y estábamos acostumbrados a callar.
— ¿Crees que un día me quiera echar un polvo aunque sea en un trío? — me preguntó el guarro de mi primo cuando salí de la ducha y me lo encontré encima de mi cama, jugando con la foto de Darius que había en mi móvil.
Siempre dejaba muy en claro lo mucho que le ponía el dominante con el que me acostaba, pero es que eso Darius no lo sabía y yo no sé lo decía tampoco porque tenerlo muerto de celos era uno de mis deportes favoritos.
— Creo que sabes que no — le arrebaté el móvil de la mano, lo dejé sobre mi cómoda y me saqué la toalla para buscar mis bragas en el cajón.
— Tienes una enorme mordida en el culo — tenía la suficiente confianza para pasearme desnuda frente a él, cosa que si Darius descubría tendría más que mordidas en mi culo — es perfecto para mí. Una pena que no sea gay joder.
— Deja de desear a mi hombre — repliqué subiéndome las bragas y un mono shorts de algodón suelto sin sostén, color azul y con lazos en los hombros — estoy por hacerme un tatuaje con su mordida para que deje de hacermela. Ese tío es insufrible.
— Pero folla de miedo — dijo Lindsay entrando a mi habitación y cerrando detrás de ella para caminar hacia la cama y sentarse toda fina y elegante en una esquina cruzando las fabulosas piernas.
— ¿Te lo has tirado puta? — inquiría mi primo.
— No joder, que asco — le lanzaba un cojín ella — es mi amigo pero tengo otras amigas que no olvidan sus polvos mágicos.
Todos reímos por el juego peculiar de palabras que había utilizado.
Me dejé el pelo húmedo y suelto. Ya no volvería a secarlo. Perfumé mi piel con el aroma favorito de Darius y me quedé descalza, no pensaba salir de mi habitación.
— Si no les importa prefiero no oír como todo el jodido planeta quiere follarse a mi...
— ¿A tu qué...? — la voz de mi hermana nos silenció a todos.
Ni siquiera pude reaccionar a su repuesta, pues a pesar de que todos hicieron silencio en mi habitación esperando egoístamente que yo lidiara sola con aquella complicada pregunta, otra mucho más creativa y cínica tenía que decía, apareció detrás de mi hermana.
— ¿Te estás tirando a alguien?
El cabronazo de mi..., ni siquiera sabía que éramos, apareció por detrás de ella y me ví de pronto acosada por otro par de ojos más.
— Responde Becca — mi hermana caminaba con las manos en la cintura hacia adentro de mi habitación, y el otro idiota permanecía en el umbral con los brazos cruzados y una cadera recostada en la puerta.
— Pero, ¿Quien coño se creen ustedes que son para cuestionarme nada a mí? — me dirigí a todos aunque en el fondo era solo mi Sussy la que salía verdaderamente contestada de allí — me estoy follando a cinco tíos distintos — mentí y miré a Darius que se enderezó, cuadró los hombros y apretó los puños a los lados de su cuerpo — yo soy soltera, libre y dueña de mi cuerpo, me acuesto con cuántos hombres quiera y no tengo que darle explicaciones a nadie. Y menos a ninguno de los aquí presentes — todos, sin excepción me miraban perplejos — fuera de aquí que me voy a acostar ya y no quiero volver a hablar de este maldito tema.¡Fuera!
La verdad había estado un poco fuera de lugar.
No podría decir si fue que me saturé de pronto de tantas cosas juntas. O si fue la insistencia atrevida de mi hermana, durante los últimos días en los que no paraba de averiguar en qué andaba yo, que me tenía cansada ya. O la molesta manera de Lindsay de apuntillar mi corazón, con las malditas estadísticas de Darius. Tal vez había sido mi primo y su inmadura y común habilidad de querer provocar siempre que la situación mía con Darius se fuera de control lo suficiente como para que definieramos de una vez por todas. O tal vez y lo más probable, es que hubiese sido él poder agotador de él, y mi lucha por ir en una dirección completamente opuesta a la suya y de todos modos seguirme encontrando con el muro de su deseo por mi, delante de cada paso que conseguía dar para alejarme. Pero el caso es que me había llenado y explotado de todo y se todos. Frente a todos además.
Cuando cayó la noche y me desvestía para meterme en mi cama, completamente desnuda no pude evitar pensar en él.
Había sido mi primer y único hombre y aunque me negara a asumirlo, estaba demasiado entregada a él, tanto, que cada maldita cosa que hacía me llevaba de vuelta a su pensamiento.
Me había acostumbrado a dormir desnuda porque con Darius no podía haber ropa de por medio y ya incluso, cuando él no estaba y no iba a pasar la noche a mi lado yo me quitaba la ropa para sentir que aunque sea en obra, seguía perteneciendo a su marcada obediencia.
Solté mi pelo y me perdí bajo mis sábanas frías que lo extrañaban tanto como yo.
Una persona que no respira si la otra no le pasa el oxígeno, ¿Cómo pretende vivir sin ella?
Era algo que me hacía dudar de mi resolución de apartarme de él, pero la vida misma me empujaría de su lado en algún momento así que lo mejor es que empezará a desintoxicarme yo solita de él, antes de que el daño fuese mayor.
Me perdí en un sueño, exquisitamente placentero, en el que Darius, habría mis piernas lentamente, sonriendo desde su boca que besaba cada tobillo y dejaba lametasos hirviendo en mis pantorrillas deseosas de que continuara.
En mi sueño, él me tomaba por cada tobillo y me amarraba a cada poste de mi cama, haciendo lo mismo con mis muñecas y dejándome completamente a su merced.
Subía por mi piel entre los muslos, deslizando su lengua sin desprenderse de mi piel hacia arriba y sin despegar sus ojos de los míos.
Yo echaba mi cabeza hacia atrás e inclinaba mi pelvis hacia su boca, deseando que bebiera entre mis piernas sin detenerse y me hiciera explotar dentro de ella con ardor.
Cuando su lengua tocó mi clítoris y sus dientes derraparon en el, abrí mis ojos y me desperté de aquel sueño tan húmedo que me había provocado un orgasmo sobre las sábanas de mi cama.
Darius era tan poderoso y me tenía tan sometida por mucho que yo me negara a verlo, que hasta me hacía sentir que soñaba con él, cuando en realidad era un delirio del placer que me daba.
— Sabes que no me niego nada Becca y te dije que hoy dormirías conmigo — se metió mi pezón en la boca y cuando solté un grito, metió dos dedos en la mía para qiwe callara.
No había estado soñando nada. Todo el tiempo había sido él, que me tomaba de una manera tan viril y suya, que me hacía sentir en un puto sueño.
Sin que pudiera estar lista para esperarlo se metió dentro de mí y sacó su mano de mi boca y metió la lengua en cambio, para empezar a embestirme con violenta pasión.
Podía tocar la fina barrera entre el dolor el placer con cada acometida suya, porque los malditos amarres que no había soñado, me tiraban de la piel y me mantenían en el sitio, aguantando con mayor intensidad todas las entradas y salidas de aquel poderoso amante del que parecía no poder librarme.
Lo ví apretar sus manos contra mi cabecero e impulsarse más fuerte si eso era posible, contra mí, haciendome sentir en duda, por si aquello era sueño o realidad porque folladas como las suyas eran de ensueño total.
— Devuélvemela.
Aquella orden tan suya me encantaba.
Podía sentir que me superaba con su maniática manera de ser, pero en el fondo era el puto aire que respiraba.
Sus manos fueron a mi barbilla, centrando el beso dónde quería cuando me llenó por completo y mezcló así nuestros orgasmos.
Me quedé quieta, ralentizando mi respiración y viendo como me tomaba el rostro entre sus manos, para volver a robarme el aliento con un beso suspirado.
— Voy a darte un mes sin mí — confesó asustandome — voy a dejar que te des cuenta que eres mía incluso cuando no te tengo, pero que dios te aconseje bien y no te permitas que otro te toque o me volveré loco y sabrás de lo que soy capaz bajo traición Rebeca — amenazó saliendo de mi interior y besando mi frente culminó — un mes sin mí, sin reclamos, sin follarnos. Y después de eso corre, porque arrasaré con el jodido mundo si no regresas a mí.
Cuando me soltó las manos y piernas y se marchó sin mirar atrás, me giré en la cama y lloré como nunca en mi vida lo había hecho, aferrada a mi cama para no salir corriendo detrás de él y permitirle lo que sea que necesitara permitirle para que mi cuerpo no se sintiera tan vacío y desolado.
Pero si aquella noche sentí que el mundo se me venía encima y mis deseos se habían cumplido solo para hacerme sufrir, fue simplemente porque no había probado aún la sensación desgarradora de verlo llegar a la playa con otra mujer, haciendo que mi corazón de rompiera en piezas inarreglables.