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Boss3

BOSS 3

— No te atrevas a besarlo Becca — mi hermana había saltado sobre  Henry y hasta Calum y mis padres se habían parado a saludar a mi primo, mientras yo aún estaba retenida en mi silla, viendo como Darius apretaba la mandíbula y se le marcaba una vena en la frente por la ira y los celos — tu boca es mía, y no quiero que lo beses.

— ¡Darius contrólate!...

Por suerte Lindsay, que había visto mi apuro, se había acercado a nosotros y se dispuso a intervenir para que yo pudiera salirme del agarre de mi hombre dominante y pudiera ir hasta mi primo, que a pesar de lo que quisiera apuntar Darius, era mi familia más que nada aunque eso, lo volviera loco de celos.

— ¿Dónde está mi beso con lengua Becca? — el descarado de mi primo, se había salido del abrazo colectivo y me esperaba con los brazos abiertos para que saltara sobre él y así lo hice.

Me enredé en su cintura con mis piernas y el muy descarado me apretó por el culo, dándome la vuelta en el sitio para que quedara de frente a Darius que se levantaba y venía hasta nosotros furioso.

— ¿A qué ya viene hecho un toro? — susurraba mi primo divertido en mi oído, para que nadie más que nosotros supiéramos lo que decía— no te meto la lengua en la boca porque eres mi prima y me da asquito, pero joder, se me pone dura solo de verlo tan maravillosamente cabreado.

Las manos de Darius me tomaron de la cintura y cargandome sobre su hombro, empujó a mi primo y salió conmigo encima por toda la casa, hasta salir a la piscina y lanzarme al agua, dejándose caer él también.

En mi casa nadie se extrañaba de que Darius tuviera ese comportamiento conmigo, porque ya sabían que mi padre odiaba que mi primo me manoseara así, y como él y este otro hombre que me presionaba ahora contra los azulejos de la parte media de la piscina eran uno, todos sabían que Darius tendía a hacer este tipo de escenas y me sorprendía ver cómo nadie nos cuestionaba esas libertades.

— ¿Que fue lo que te dije? — me preguntaba bajito, inventandose una calma que el no tenía y que nunca tendría y subiendo mi vestido estropeado por la maldita piscina a la que nos había metido sin importarle a nadie lo que este troglodita me hiciera — contesta.

No podía contestar. Sus dedos, dos de ellos, se paseaban por mi sexo de extremo a extremo y humedecían mis labios con mis propios jugos.

Él me volvía loca. Siempre lo hacía. A pesar de que yo sintiera que jugaba a probar su cordura, en realidad él era quiene enloquecía a mí. Cada gesto duro, cada palabra exigente, cada movimiento agresivo y dominante me volvía loca y me demostraba siempre lo mucho que me gustaba todo eso de él.

— Es mi primo Darius y lo sabes, ohh maldito, nos van a ver — metió los dedos furioso dentro de mí, sin avisar de su invasión y me bajó la copa de mi vestido con su otra mano, liberando mi pecho y mordiendo mi pezón con rabia — todo lo que Henry puede hacer conmigo — me aventuré a decir para provocarlo, quería que sufriera también — tú te lo pierdes por no querer ser mi pareja. Tú solo, te condenas a que esta misma noche yo duerma con él y no contigo.

— Cierra la puta boca Becca, me estás cabreando — me había tomado por la barbilla y me apretaba la mandíbula sin llegar a lastimarme — tú eres mía y dormirás conmigo que soy todo tuyo. No jodas más con esas mierdas de siempre. ¡Eres mía !

Oh dios, como lo amaba.

Oírlo así de posesivo podía verse enfermizo pero lo amaba. Era yo quien lo provocaba a veces para conseguir ponerlo al límite y que decidiera dejarlo todo de una vez o por fin darme mi lugar en su vida.

Sabía que no follaba con nadie más que conmigo. Sabía que me amaba como yo a él, lo sabía sobre todo porque incluso había creado un mecanismo para decirme que me amaba sin hacerlo de forma literal, pero resulta que eso solo me hacía querer más de él, más de su amor que no sabía por qué demonios se negaba a hacer público y libre.

— Abre las piernas y separa tu tanga para que me recibas — es que solo su voz me ponía demasiado.

Toda la familia estaba a metros de nosotros y nadie venía. Lindsay y Henry sabían perfectamente lo que debíamos estar haciendo pero los demás, no venían porque nunca intervenían en las broncas monumentales que teníamos Darius y yo frente a todos. Eran épicos nuestros combates.

Sin poder ni querer evitarlo, bajé mi mano hasta hundirla en el agua y fuí tropezando con su ropa, hasta que rocé su miembro que ya estaba libre y nadando en el agua. El gruñó. Yo gemí y me mordí los labios cuando lo cargué entre mis dedos y lo acaricié, vena por vena sin dejar de mirar a Darius, que fruncía el entrecejo y tenía la vista inclinada, proyectando una imágen furiosa hacia mí.

— ¿Te gusta? — le pregunté seductora y lo apreté un poco más, viéndolo contener un gemido.

— Sabes que prefiero tu boca, devuélvemela — sus manos estaban a cada lado de mi cabeza, apoyadas en el borde de la piscina y cuando cerró los ojos, acercándose a mis labios creyendo que lo besaría, dejé ir su polla entre mis manos y me salí del encierro de sus brazos, pasando por debajo de ellos.

Me impulsé hacia arriba para salir, pero sus manos me tomaron las caderas y con la fuerza que tenía, me colocó delante de él, y así, apoyada en el bordillo cómo estaba, me penetró por detrás obligandome a morderme la muñeca para no gritar de placer.

Ninguno de los dos pudo mantener el placer a rayas. Los dos nos desbocamos en la forma de respirar y nos tomamos un minutos con él dentro de mí, sin movernos ni un poco.

— Esto que sientes — pronunció bajandome un poco y dejando que flotara hacia adelante para comenzar a embestirme lentamente — soy yo amando lo que es mío. Nadie puede darte algo que solo yo poseo bebé. Pídeme perdón.

Sonreí mientras me dejaba follar como posesa, pues él sabía que sus costumbres dominantes no terminaban de hacer efecto en mí.

Sus manos en mis pezones, pellizacando y mordiendo con sus dedos mis protuberancias, trataban de educarme frente a un dominante y yo nunca cedería a eso.

Él era un amo, y llevaba cuatro malditos años tratando de que yo fuera su sumisa, cosa que jamás conseguiría.

Pero aún así, seguía aferrado a mí, a mi cuerpo y a mi piel, sin poder dejar de intentar educarme en un mundo al que nunca pertenecería y que él ya no podía disfrutar porqué seguía enganchado a mí.

— Atrévete a ser mía...

— Ya lo soy y nunca lo seré Darius, más duro por favor...

Le encantaba que suplicara y casi pude sentirlo suspirar en mi cuello, cuando sonrió guiando mi vientre hacia atrás para que me pudiera llegar más adentro.

Decía que si me permitiera ser su sumisa, él se dedicaría tanto a mí que no notaría esas otras cosas que yo exigía de él y por otro lado, me pedía hasta el cansancio que fuera suya, porque era su manera de hacerme saber que seguía en su postura de dominarme y yo le respondía lo de siempre para que supiera que tampoco cedería, como habíamos hecho los últimos cuatro malditos años.

Por eso le decía que era suya, porque dios sabía que así era, pero que nunca sería suya de la manera en que él lo pedía... Eso no.

Entraba y salía de mí, violento y profundo como a mi me gustaba. Sus manos en mis pechos eran hierros ardientes que me abrasaban la piel con su calor, y su boca reclamando la mía desde atrás, era algo que no sabía cómo haría para no extrañarlo cuando lo perdiera pero estaba decidida a dejar a Darius y lo haría.

El frenesí de lo que hacíamos no me dejaba prestar atención a nada más que él y su formidable manera de follarme, haciendo que todo el jodido mundo me importara nada, si lo tenía a él dentro de mí.

Era un sin sentido todo lo que me planteaba pero, él me hacía sentir así, cuando ya no lo tuviera dentro, pensaría las cosas mejor.

— Ahí está tu primito. No te vayas a mover — sus palabras me hicieron darme cuenta, de que Henry venía hasta nosotros y Darius seguía hundido en mí.

— ¿Van a entrar o que pasa? — dijo mi primo y yo, que estaba apoyada en el borde de la piscina, lo miré con mala cara, porque el sabía lo que estábamos haciendo allí dentro mi dominante y yo, y aún así había venido a cabrearlo más— ¿Que haces tan pegado a mi prima Darius?

Obviamente, desde arriba, Darius quedaba pegado a mi espalda y sabía que Henry era consciente de que estaba follando con él, y sentir que me clavaba la polla hasta el fondo, era demasiado para pensar en las palabras correctas para sacar a mi primo de allí.

— No te importa lo que hago con ella, lárgate — contestó Darius, pegándose detrás de mí al muro y con una mano apretando mi pecho bajo el agua y con la otra, soportando su peso en el bordillo.

— Mi tío quiere que nos vayamos a la casa de la playa este fin de semana, esperamos por ustedes para decidirlo.

¿Un fin de semana con Darius y mi familia en la playa?... Ni de coña.

— Dile que yo no voy, tengo cosas que hacer aquí —una estocada profunda me impidió seguir hablando.

— Piérdete Henry que estoy discutiendo con Rebecca, dile a tu padre que ella irá y yo también. Yo me encargo.

— Pareces su dueño Darius — lo pinchana Henry, que se ganaría un buen escándalo mío cuando dejara de estar empalada por Darius.

— Todo el mundo parece lo que es — respondió el hombre dentro de mí.

— Entra Henry por favor.

Gracias a Dios y todos los santos que me ayudaron en ese momento, cuando estaba a punto de correrme, Henry se largó y su sonrisa me decía que estaba más que feliz de lo que había provocado. Él siempre ha querido que Darius se rinda y que yo tenga una relación con él, pero mi dominante no lo entiende y asume que mi primo es una amenaza para él, sobre todo por la cantidad de sandeces que dice para provocarlo.

Henry no podría ser más gay ni aunque practicara. Simplemente no lo expone de manera física todavía, pero Lindsay y yo, sabemos que es muy gay y probablemente se acueste primero con Darius que conmigo.

— Iremos a la playa y dormirás conmigo. Apriétame — exigía en mi oído, mordiendo mi cuello y poniéndome al límite de mi resistencia.

Cuando lo apreté con las paredes de mi vagina, ambos nos dejamos ir. Era como un código que teníamos. Él sabía  cuando estaba a punto, no necesitaba decírselo y yo sabía que le encantaba que lo apretara cuando iba a correrse.

Éramos perfectos juntos, pero eso a él, le parecía insuficiente y a mí, lo que el proponía también.

Así que aquí estábamos, lidiando con los deseos encontrados de la dos.

— No quiero más nada contigo Darius — mentí en voz alta y me giré hacia él cuando salió de mí — asúmelo y pasemos página de una maldita vez.

Me tomó de la cintura, me subió al muro de la piscina y saliendo después de mí, dijo sentandose a mi lado, tomando una mano mía para besar mis dedos uno por uno sin dejar de verme directamente a los ojos...

— Atrévete a ser mía...

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