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Boss5

Boss5

¡Maldito cabrón de mierda!

El muy imbécil se había atrevido a llegar a la casa de la playa de mi propia familia con una “amiga”.

Quería matarlo. Ahogarlo en la piscina y arrancarle los pelos rojos a la puta zorra que se había traído.

— ¿Que pasa tío?...

Su hermano le chocaba los cinco dedos de su mano derecha y le daba un corto abrazo, haciendo que todos se dieran cuenta de que había llegado, y no estaba solo.

Darius jamás traía mujeres a participar de su vida y mucho menos en familia. Mí, familia.

— Tranquila que es un farol — me susurraba linds en mi oído, pasando por detrás de mí, que me había quedado recostada en la encimera de la esquina de la piscina por dónde había entrado él — sabes muy bien que no hay nada ahí.

— No me interesa Lindsay — mentí estirandome por encima de la barra para alcanzar mi mojito y mostrarle el hilillo de mi bikini metido en mi exquisito culo, dónde su polla no iba a volver a estar.

Ella se fue a saludarlo y le dijo algo al oído, a lo que el cabrón sonrió y sucesivamente saludó a la pelirroja voluminosa que había traído para acompañarlo.

— ¿No vas a saludarme bebé? — me gritó desde el otro lado de la piscina, justo después de saludar a mi padre.

— Vete a la mierda imbécil.

— Rebecca por favor — el regaño de mi padre no podía importarme menos y salí de allí, caminando hacia la sala lanzandome en el sofá y poniendo una peli.

Para todos era normal que nos insultaramos. Fingiamos odiarnos siempre y ya ni caso nos hacían y a la compañía que se había traído no pensaba saludarla de ninguna manera.

Mi primo no estaba en la casa lamentablemente. Había tenido que ir a la ciudad por un compromiso rápido y de última hora, por lo que volvería en la mañana siguiente.

Era una casa de dos pisos enormes y un pequeño ático en el que me había instalado yo, siempre tan arisca y apartada pero con unas vistas increíbles.

Estábamos a pie de playa pero el calor nos había recluído en el interior de la casa y la cómoda y privada piscina.

No hacía ni puto caso a la jodida película. Estaba furiosa y dolida. Tanto darme la pelota para que fuera suya y el tío se aparecía a horas de follarme, con una mujer en mi propia casa... ¡Hijo de puta!

En toda la tarde ni nos miramos. Todos jugaron a cosas que me importaban una reverenda mierda, mientras yo me sentía que reventaba del genio que tenía.

No quise almorzar con nadie de la casa y en algún momento en que la “amiga” de Darius quizo saber cuál era su habitación, resoplé y salí de allí, en bikini y tomando solo las llaves de la moto de mi primo, que había dejado allí para poder llegar a la ciudad más rápido en mi coche.

Que le dijera su amiguito dónde se la follaría esta noche. Yo no quería ni saber su maldito nombre.

Llegué al garaje y tocando el botón para abrir la compuerta, me subí a la moto, descalza, en mi escasa cantidad de ropa y con mi pelo rubio divino rozando mi culo sobre el asiento de la moto que arranqué en un ágil movimiento, adorando el sonido que hizo cuando aceleré fuerte.

Me puse el casco y recogí el bastón que la mantenía en su sitio para salir a la carretera cuando alguien se sentó detrás de mí sobre el asiento.

— Tú lo has querido Becca, tienes que calmarte bebé — sus manos en mis muslos desnudos eran como una quemadura de tercer grado a la que no era para nada inmune.

— Bájate Darius — le exigí bajito pero con ira — quiero salir y no quiero compañía — sus dedos bordearon el elástico de mi tanga por delante y acariciaron toda la línea de mi sexo a la misma vez que su aliento me calentaba la oreja.

— Eres todo lo que deseo Becca — su otra mano llegó a mi pezón y lo retorció, robándome un quejido que mordí entre mis labios — aunque te esté enseñando lo que significa estar sin mí — abrió mis pliegues y hundió un dedo en mí, mientras el rugido del motor iba en aumento con los acelerones que le daba — no puedo dejar de desearte.

Comenzó a masturbarme con ritmo veloz y su presión a mis pechos fue combinada por mordidas a mi cuello y mis ojos cerrados me hacían disfrutar la cercanía de mi orgasmo.

La moto aceleraba al ritmo de la masturbación de Darius y cuando lo tuve dónde quería, extasiado y confundido por el placer y la lujuria, miré hacia atrás fingiendo que lo besaría y en el justo momento en que me iba a abrazar los labios con los suyos, aceleré soltando de golpe el embrague y la moto se levantó de su goma delantera y lo lanzó al suelo,  seguido de un chirrido en el suelo por la velocidad a la que salí de allí, dejándolo  tirado y espatarrado, después de haberme hecho un trabajo de lujo entre las piernas y habiendo confesado que seguía siendo yo, el objeto de su deseo.

La propiedad era abierta y eso facilitó que pudiera escapar sin problemas. En algún momento miré por mi retrovisor, esperando que viniera detrás de mí en alguno de los coches pero no lo hizo. Lo pide ver sobre el suelo, con las rodillas flexionadas y sonreí fuerte al viento, celebrando mi victoria.

Unos quince minutos después de aquel epico momento, fui consciente de que estaba en bikini y sin calzado sobre la moto de Henry, sin ningún tipo de documento que me diera licencia para manejarla.

¡Idiota. Idiota. Idiota!

La maldita furia que me había dado el verlo con otra, me hizo perder los papeles y ahora estaba, literalmente sin papeles para conducir.

Demasiadas miradas se perdían por mi cuerpo en aquella poderosa moto gris BMW.

Y tanto llamé la atención, que cuando iba encantada de la vida por la carretera hacia la playa, tomando distancia de mi casa, me tropecé con una grúa que se llevaba un Mercedes negro pinchado y una moto de policía, que multaba al propietario. Como si eso fuera poco para mí campo de visión, pude ver como el poli me detenía a mí también, frustrando mis intentos de tener un día tranquilo, al menos al final de el.

— ¡No puede ser!...

Una conocida voz a mi espalda estallo en carcajadas mientras yo daba saltos sobre mis pies por el asfalto ardiente que me quemaba las plantas desnudas.

— ¿Y esas pintas Becca?...

Sin hacerle ningún tipo de caso al policía, me giré para encontrarme con la última persona que esperaba ver en aquel sitio y qye gracias a dios, era un monumento, por no decir una fortaleza física y poderosa, que me cargó sobre su cintura, aliviando el calor que maltrataba mis pies descalzos.

— ¿¡Blake!?...

Lo abracé encantada y nos reímos dando vueltas en el lugar y besándonos divertidos y cariñosos.

Era el hermano mayor de Darius.

Blake era un hombre muy guapo, casi un bendito modelo de excelencia en cuanto a belleza, pero todavía más mayor que su hermano... Tenía cuarenta y un años y a pesar de eso, los ojos verdes como los de su hermano, se veían más claros por el rubio brillante de su pelo.

Era tremendamente alto. Sin barba. Con una mandíbula para morder y un cuerpo que daba ganas de llorar de la envidia por lo bueno que lo mantenía. Era un espectáculo para disfrutar.

— ¿Que haces en bragas en el medio de la nada?... ¿Un pulsiro con mi hermano?

Me preguntó sentandome sobre la moto nuevamente y dándose cuenta de que cada locura que yo hacía, venía respaldada de la intensidad de au querido hermanito.

— ¿Y a tí que te pasó?..., ¿ Por qué se llevan tu coche?

Dando carcajadas cómplices los dos, nos pusimos al día de la situación que nos había llevado hasta aquel momento.

Él, había venido detrás de Lindsay, se habían visto en un club una semana atrás y se veía que quería repetir con la reina de hielo hirviendo... Así le decía él, porque era fríamente caliente.

Y yo pues, ya sabía de antemano que Darius era el responsable de mi estalaje.

Resultó finalmente que la polcooae multó por conducir sin licencia o cualquier documento de identificación, comprobó que la moto era de mi primo y Blake se hizo cargo de la conducción de regreso.

— No quiero volver aún Blake, déjame en algún sitio y llévate la moto — le pedí mientras me aferraba a su cintura por detrás de él sobre la moto.

— Cállate Becca que vamos a bailar. Tampoco quiero llegar contigo si mi hermano está despierto.

Eran tan inamduros todos que daban risa.

Finalmente tuve una noche increíble. Había una fiesta pública de música electrónica en la orilla de la playa y con un bar abierto hasta el amanecer, lo que me vino que ni pintado.

Fue una noche espectacular. Bailamos como hacía tiempo no hacía. Blake, para ser mayor que sus hermanos era demasiado divertido y cada palabra que salía de su boca te hacía morir de risa. Bailaba como experto y sabía entretener a una chica.

El único problema que tuvimos fue el alcohol...

Nos terminamos emborrachando tanto, que amanecimos medio pedos en unas tumbonas de la playa, llenos de picadas de mosquitos asesinos.

Un resacón del demonio y unas ojeras monumentales eran el maquillaje más deprimente que alguna vez había usado.

Medio muertos los dos, nos subimos a la moto y partimos para la casa, siendo las siete de la mañana y con una sed infinita castigando nuestras gargantas.

Pero había valido la pena toda la diversión que habíamos vivido y definitivamente, me pedía más noches con Blake... el tío era una bestia de la pista de baile.

Sin embargo, pasamos de la alegría al cabreo, cuando llegamos a la casa y aparcando la moto, sentimos una puerta estrellarse contra la pared por la fuerza brutal con que la habían abierto.

¡Darius!

Sus ojos viajaron por mi cuerpo vestido con la camiseta de Blake y los de Lindsay que estaba a su lado se perdieron en el perfecto torso desnudo de mi cuñado.

Cuando nos miramos a la cara, mi acompañante y yo, no pudimos evitar empezar a reír, aún medio borrachos y divertidos por la impresión de venir de follar que nos teníamos.

— ¿Cómo cojones te atreviste a tocarla?...

El rugido de Darius vino de nunca pude ver dónde, y lo siguiente que aconteció fue un tremendo lío del que no sabía cómo salir... Ni tampoco como habíamos entrado.

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