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—¡Yo no me estoy tocando nada! —gritó lo más fuerte que pudo —. ¡Tengo una maldita alerDaisy a la crema perfumada y me está matando la comezón! —aclaró molesta.
AlerDaisy, pensó alguien observando lo que ocurría. Abrió y cerro los puños para evitar cometer una locura.
—Con que eso era —musitó detrás de ellos el hombre que un eterno minuto atrás desapareciera.
Como si hubiera visto un fantasma, Ryan soltó a Zoe.
¡Por fin había regresado su casi amigo!
La chica casi se cae nuevamente. Entonces pensó en buscar sus zapatos. Miró alrededor, encontró uno y fué por él.
—¡Señor Downey! —exclamó el muchacho y Zoe se quedó doblada al escucharlo mientras trataba de recoger la zapatilla.
Inmediatamente dijo que nadie vio a Chris desaparecer de la fiesta, y ahora recuerda haber llamado a ese extraño Sr. Downey.
Se irguió lentamente y lo miró incrédula.
—¿Sucede algo? —inquirió el hombre de tez bronceada con serenidad —. ¿Pasa algo con mi invitada? —inquirió viendo al muchacho palidecer.
Zoe lo miró angustiada aún. El hombre que era aún más alto e imponente que Ryan extendió su mano hacia la jovencita.
Zoe no lo dudó un segundo. Voló a su lado para tomar la mano que le ofrecía su libertad y seguridad.
Las enormes manos que habían envuelto alrededor ella,como si fuera una niñita. Pero no se detiene ahí. Las manos tiran de ella hacia su cuerpo. Él besó suavemente su sien, y la niña quedó asombrada a partir de ese momento.
Su aroma la hizo consciente de un juego que acababa de empezar y la duda fué: ¿soportaba el sucio acoso de Ryan o permitía la falsa seducción que ese hombre de voz mata conciencias y buena educación quería ejercer para asustar al tipo?
—Claro que no señor —respondió Ryan de forma insegura, viendo como la mano de uno de los dueños de la empresa en que trabajaba rodeaba la cintura de la rubia, sin que ella se lo negara —yo no sabía de ustedes, perdón — musitó cuando la mano de Chris acarició la cadera de Zoe y ésta se quedó quieta. Expectante.
Ryan entendió muy claro el mensaje.
—No es necesario que alguna chica esté conmigo para que usted le haga el favor de respetarla.
La ironía de sus palabras es una amenaza enmascarada para el sudor de los empleados, una amenaza enmascarada para el placer de una niña inmadura cuyas manos se deslizan hasta el borde por la presión de la ropa interior que toca su espalda y su costado.
—Disculpe,señor.
—Conmigo no. Discúlpese con ella —le ordenó con aparente calma, mientras la chica empezaba a sentir un cosquilleo muy diferente al de la comezón o la inquietud por la ansiedad de ser molestada.
La mano del hombre volvió a su lugar mientras aún estaba hablando con Ryan. En el borde de su cuello, sintió sus dedos acariciarla sutilmente. Tal vez no sabía lo que estaba haciendo. Sin embargo, su cuerpo podía ser muy inexperto, pero reconocía que esas caricias la alteraban de una manera poco amistosa.
Escuchó vagamente que Ryan se disculpó y ella sólo asintió con la cabeza.
—Retírese, por favor —dijo Downey con autoridad.
Ryan dió dos pasos en reversa, sin dejar de mirarlos. Zoe se cubrió la boca con mano.
Downey lo atrajo hacia su pecho. Ahora sin zapatos, se veía pequeño de un lado. Su libido siempre está alta con esta hermosa rubia. Realmente la quería en su cama esta noche. Ella lo miró y se humedeció los labios.
—¿Sigue allí? —preguntó Zoe en voz baja.
—Creo que está paralizado — susurró Chris acercándose más—. Parece que no está muy convencido de que somos amantes.
Zoe lo miró fijamente.
—¿Ama... amantes?
Una mano de Chris se aventuró por su espalda y llegó al borde de su trasero.
—Tal vez ésto lo convenza.
Zoe abrió la boca y lo miró inclinarse hacia ella para apoyar la nariz en la curva de su cuello. Gimió con un gesto placentero cuando una mano apretó su trasero. Cerró los ojos y Downey la imitó.
Definitivamente, ésa noche iba a ser perfecta, pensó Chris Downey entreabriendo los labios para probar esa piel blanca y delicada.
—Zoe... —musitó excitado.