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2

A lo lejos se escuchaba un ruido súper molesto, demasiado molesto que no me dejaba dormir. Agh, soy una mujer embarazada que necesita dormir más de ocho horas. Me puse la almohada en la cara. En eso las luces se encienden y todas empiezan a levantarse.

—Daria, nos tenemos que levantar ya.

—¿Que hora es? —gruñí.

—Las cinco de la mañana.

—¡Muero de sueño! Solo cinco minutos más.

—Nos tenemos que bañar así que por eso nos levantaremos a esta hora.

—Me avisas cuando me toque mi turno de bañarme, para mientras dormiré un rato.

Habían como diez chicas en este dormitorio, así que faltaría bastante para bañarme, prefiero hacerlo de última, así duermo más.

—Te dejaré dormir solo un rato más debido a tu... situación.

—Shh calla.

...

—Daria, ya es hora.

—¿Humm?

—Ya es hora, te toca bañarte. Se nos hará tarde. La claridad del amanecer me golpeó la cara. Quité la almohada de mi cara y abrí los ojos. Todas estaban vestidas y listas. Usaban... ¿uniformes? Short café aburrido y camisa de botones del mismo color.

Me senté en la cama soñolienta. Cat iba vestida ya.

—¿Que hora es? —quise saber.

—Faltan diez minutos para las seis, ¿crees que puedas estar lista en diez? —se estaba peinando.

—Claro.

Tomé mis cosas de baño y arrastré los pies hacia el baño. Cerré la puerta, me quite la ropa y me metí a bañar. El agua salía caliente además, eso era lo bueno. Mientras más me bañaba el sueño se me iba desapareciendo. Hubo momentos en que me miraba la panza. Estaba normal por ahora. Ni un mes tenía. Pero no podía creer que tenía una vida dentro de mi. Pero también me ponía a pensar en lo que había dicho mi madre un día antes, de lo que me perderé.

Le tengo que decir que será abuela. No tengo ni idea de cual será su reacción pero... algo me dice que me apoyará. Al final somos solo ella y yo. E igual a Max. ¿Querrá ser padre? No lo obligaré, es más, no sé si decirle. Seré madre soltera y a mi hijo o hija no le faltará nada.

Salí del baño después de hacer lo que tenía que hacer y me dirigí a mi cama. Mi uniforme ya estaba allí. Cat se encargó. Me vestí lo más rápido de pude porque todas estaban saliendo ya. Al menos el uniforme era de mi talla. No estaba gorda ni delgada, lo normal. Me puse mis viejos zapatos converses y dejé mi cabello suelto para que se me secara. Metí el celular en mi bolsillo del short y ya. Estaba lista.

Justo en ese momento la campana sonó. Era la hora del desayuno.

—Uf, a tiempo —apareció mi amiga.

—Vamos —empezamos a caminar detrás de los demás hacia la casa grande. Al parecer hoy todos quieren estar puntuales, iban saliendo de sus cabañas a la hora exacta. Miré a Max entre el gentío.

—¿No le piensas decir? —inquirió.

—Quizás más adelante.

—Merece saberlo.

—No quiero arruinarle su vida, ¿okay?

—¿Y la tuya qué? Los dos tiene que ver.

La mañana estaba tan fresca que no quería pensar en problemas. Espera, eso que veo a lo lejos es... ¿un lago? Ayer que veníamos de noche no lo logré ver. Aww me encanta. Es lindo.

—Hablemos de esto más después, ¿si?

Nos adentramos a la cafetería, había que hacer fila para ir por el desayuno. Tomamos las bandejas y pasamos por donde nos daban la comida.

—Miré a un chico mientras te vestías —me comentó.

Lo que me dieron fue una manzana, un sándwich y un vaso de jugo de naranja. Eso era el desayuno. Espero que no sea diario.

—¿Ah si? ¿Y como era el chico? —quise saber mientras buscábamos donde sentarnos. Había una mesa libre al lado de una ventana. Nos dirigimos a ella. Noté a Max sentado con sus amigos, y también noté a unas chicas mirándolos.

Al llegar a la mesa nos sentamos.

—Estaba con Max, creo que son amigos. —miró a la mesa de Max— ¿ves a ese chico rubio a la par de Max? Es él. —sonrió.

Lo miré.

Allí estaba el chico, tez blanca, rubio, casi casi el mismo porte de Max. Y también estaba Max. Cuando lo miro me empiezo a acordar de aquella noche en donde el yo. Es que ni siquiera sé en qué momento dejé que pasara.

Max me miró que lo estaba viendo así que aparté la mirada de inmediato y di un sorbo a mi jugo.

—¿Sabes que más? Hoy escuché a un grupo de chicas hablando sobre Max y su grupo.

—¿Que decían? —di un mordisco al sándwich, al parecer tenía mantequilla de maní.

—Que estaban guapos, que querían cogerselos, que estaban bueno y un montón de cosas más. Si supieran que tu ya tuviste que ver con Max, no tienes que envidiarles nada.

—Y aunque no haya tenido nada que ver con Max no les estuviera envidiando. No es la gran cosa. —me acordé del chico de ayer—. Ayer miré a un chico, parecía extraño, parecía no ser de —esta época—... aquí. No sé. No lo he vuelto a ver.

—Quizás debe de estar por aquí cerca, me alegra que te interese alguien.

—No es que me interese sino que... —de repente de dio asco esta comida, quería vomitar. Tenía ganas de vomitar. Y Cat lo notó.

—Oh, no. ¿Son las náuseas? —miró para todos lados. —Hay un baño cerca de la cocina.

Intenté calmarlas pero no pude. No puedo retenerlo más. Me puse de pie y salí corriendo hacia el baño, cuando llegué, vomité.

Ugh, qué asco.

Salí del baño y cuando puse un pie en la cafetería, la mayoría se me quedaron viendo extraños. Y otros asqueados, ¿será que escucharon cuando vomitaba desde aquí? Sería el colmo. Sería vergonzoso. Ni si quiera tengo hambre, así que salí del lugar en busca de aire fresco. No quería estar con esa gente. Ellos no entenderían.

Cuando iba caminando hacia el lago, me encontré a una niña en la orilla. Era pelo amarillo, usaba un vestido rosado y unos zapatos blancos. En su cabello tenía un listón rosa en forma de laso.

¿Que haría un niña cerca del lago? ¿Sus padres no la cuidan?

—Hola —la acerqué a ella.

No me miró.

—¿Vives aquí? —pregunté. Pero no respondió. Genial, ni los niños me quieren.

—Que lagos mas hermoso, es lindo, ¿cierto?

Nada.

¡Daria!

Escuché mi nombre a lo lejos, ¿será Cat en la cafetería llamándome? ¿Para que me querrerá? ¿Algo sucedió?

—Me tengo que ir. No estés muy a la orilla, ¿si? Busca a tus papás —me giré en dirección otra vez a la estupida cafeteria.

Pero de pronto escuché como un chapuzón. Volteé a ver atrás y la niña ya no estaba. En el lago alguien chapoteaba.

¡Hay Dios!

Se ahoga.

¿Que hago?

Corrí hacia el lago, adentrándome, y nadé hasta donde se supone que estaba la niña, chapoteaba y chapoteaba pero cuando llegué dejó de hacerlo y ni siquiera estaba. ¿Se hundió? Me hundí para buscarla, estaba muy hondo, pero no veía nada, nada, cuando iba a salir a la superficie sentí como algo me sujetó de mi pie, llevándome hacia lo más profundo.

Forcejeé intentando salir, tomar aire, pero no podía, lo que sea que me tenia era más fuerte que yo. Intenté ver hacia abajo pero lo único que miraba era una silueta negra, sin nada, sin rostro. Me asusté. Me asusté mucho, porque sentía que me faltaba el aire y si no salía pronto moriría.

El sentimiento de asfixia es lo peor, es una tortura, pero luego, cuando pensé que todo estaba perdido, alguien me tomó de la mano y me llevó hasta la superficie. Al salir mis pulmones se sintieron libres por poder respirar. Tosí, tosí varias veces mientras alguien me sostenía.

—Por Dios, Daria, ¿estás bien? ¿En que estabas pensando?

Max.

Max estaba aquí, sosteniéndome fuerte, muy cerca de él. Él me había salvado, y sin saberlo, también había salvado a su bebé.

—Max —volví a toser.

—Tranquila, respira, —me empezó a llevar a la orilla. Literal estaban todos viendo el fiasco que hice, pero entonces lo recordé.

—La niña, —dije— había una niña, se estaba ahogando, por eso yo...

—No había nadie más allí, Daria —me llevó en sus brazos hacia la orilla y me sentó en la arena.

—¡Daria! —Cat apareció junto a mi— ¡Dios mío, ¿estás bien?!

—Si, lo estoy.

—¿En que estabas pensando cuando te metiste a ese lago? Tienes que ser más cuidadosa ahora que...

—¡Cat! —la callé.

Ella pareció reaccionar.

—Lo siento —susurró.

—¿Ahora que? —quiso saber Max.

—Nada —me quise poner de pie, pero noté que en mi tobillo, de donde no me quería soltar sea lo que sea, había una marca de una mano. Se miraba muy mal. Max lo notó. Así que lo miré alarmante. Nadie más lo hizo. Solo él y yo, luego empezaron a llegar más personas alrededor mío, al igual que los encargados del campamento, me bombardeaban con sus preguntas, pero mi mente solo estaba pensando en la niña y en esa cosa que me tenía.

Tenía miedo.

Porque nadie más parecía ver la marca demasiado visible en mi tobillo, nadie más que Max y yo. Y eso era lo más extraño, o lo más terrorífico.

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