Capítulo 04: Iré a Malakin
MICHELLE
Mi estancia en el castillo es insoportable. Selene se las ha ingeniado para arrastrarme con ella hacia el interior, dejándome expuesta ante su alteza. El Príncipe no me dirige su atención, está muy ocupado respondiendo a todas las preguntas que le hace Selene sobre nuestros recién viaje.
Me distraigo admirando los grandes jardines reales, su espléndido verdor siempre logra embelesarme y hacerme olvidar el mal trago que paso en el palacio.
—¡Princesa Selene! —exclama una voz masculina. Se trata de Revier, el guardaespaldas de Selene, llega apurado, casi sin aliento—, ¿Dónde se había metido? ¡La busque por todo el pueblo!
—Oh, Revier, me perdí; pero me encontré con Michelle y ella me ayudo a llegar al castillo —explica sonriente. Yo solo quiero que me trague la tierra.
—Perdón por todos los inconvenientes que le causo la Princesa —Revier se inclina, se pone recto y me entrega una bolsita chocolate—. Acepte esto como pago.
—¡Revier! —lo regaña Selene, su rostro se ha puesto rojo—, no soy una niña pequeña. No debes pedir disculpas por mí, ni ofrecer dinero.
—Está bien, no me molesta —aceptó la bolsa. Después de todo, la Princesa si me está causando inconvenientes y no veo nada de malo en recibir dinero a cambio de mi sufrimiento.
—Eh, no tienes que aceptarlo…
—Ya lo hice —guardo el dinero en mi bolsillo. Podre darme un festín luego.
—Michelle, cómprame caramelos, los que vende la señora Austin son riquísimos; a mamá le encantan; si me los compras puedo darle algunos y a ti también; pero no le digas a mi hermano, es tan glotón que se los comería todos —comenta Izan entusiasmado. Llevaba tanto tiempo callado que había olvidado que me acompañaba.
—Veremos —respondo robóticamente y prosigo—, ¿Tú no te ibas a quedar callado?
—Solo en el camino; pero ya llegamos —corretea hacia Selene y se aferra a su traje—. Chica bonita, dime quien eres. Prometiste decirme si me quedaba callado y cumplí.
—Que niño más tierno —lo aprieta contra ella mientras Izan disfruta de la atención recibida—. Te diré, soy Selene Mirainos, princesa de Kalastian.
—¿Kalek? ¿Qué es eso?
—Kalastian, es un reino del oeste.
—¡Eres una princesa! ¡Increíble! —suelta a Selene y retorna a mi lado—. Les diré a todos que conocí a una princesa de tierras lejanas. Billy Bern se morirá de envidia.
—Por supuesto, pero debemos irnos —le doy la razón y lo tomo de la mano para retirarnos.
—Michelle, espera —pronuncia Selene y la maldigo, estuve a punto de salirme rápido de este embrollo—. Ya que estás aquí, quiero informarle a Marcus sobre nuestro viaje en grupo.
—¿De qué viaje hablas, Selene? —cuestiona serio El Príncipe. Me limito a mirar hacia el jardín.
—Él que haremos los dos juntos. Michelle me dijo que se están tomando un descanso; y desde hace tiempo he querido que hagamos un paseo, que mejor ocasión que ahora que estás libre y que tienes que ir a Malakin, un reino tan turístico y bello —explica con alegría. No quiero ver la cara del Príncipe, debe estar simulando tranquilidad.
—Solo voy a recoger una recompensa, es algo que no me tomara más de un día. Además, ese viaje lo iba a hacer solo —dice cuidadosamente. El silencio de Selene es evidente—. No me malentiendas, yo también quiero pasar tiempo juntos; pero ahora mismo no puedo pensar en hacer un viaje por diversión cuando estoy a punto de terminar el que ya estoy haciendo. En cualquier momento el sabio tendrá la información que necesitamos para irnos otra vez y no puedo atrasar la misión —su voz suena apacible; pero dudo que eso convenza a su prometida.
—Entiendo, discúlpame por ser tan caprichosa —musita triste.
Me causa pena, tanta, que meto mi cuchara.
—El sabio dijo que demoraría varios días en descifrar el acertijo —comento con la mirada incrustada en el paisaje, ni loca giro a ver a los ojos azules que deben estar acribillándome ahora—. Si ir y regresar a Malakin toma un día, con quedarnos dos es más que suficiente. Complacemos a nuestra querida Princesa y de paso nos distraemos.
—Michelle tiene razón. El sabio se tomara su tiempo, nada se atrasara. Oh, Marcus, no te he contado. Le pedí a Michelle que viniera con nosotros, así le hace compañía a Revier —escucho el sonido de sus palmas juntándose.
—Princesa, no debe buscarme compañía. Yo debo concentrarme en protegerla —exclama molesto; sin embargo, imagino que su rostro aniñado le quita seriedad.
—Me protegerás y a la vez tendrás con quien conversar —suelta risitas, Selene se está poniendo eufórica.
—Selene, no puedo —dice tajante su alteza.
—Pero, Marcus…
—No, ya te lo explique —sentencia.
El silencio se hace presente en el pasillo exterior. El ruido de la brisa calma mi cansada alma, quien ya no sabe si quiere hace ese paseo o no. Si bien es cierto que será muy tortuoso ver al Príncipe y a Selene acaramelados, también es cierto que me da lástima entristecer a Selene. Ella solo quiere dar un paseo con su pareja, nada más. Ella que vive en un mundo perfecto, sin preocupaciones como la Princesa mimada que ha sido siempre, no puede entender porque su prometido no pospone sus planes para salir con ella. Debe creer que a él no le interesa y eso es muy triste.
Tomo valor inspirándome en la madre naturaleza y giro a ver a mis acompañantes.
—Déjalo, Selene. He pensado en ir yo misma a buscar esa recompensa, Revier y tú podrían acompañarme y entre los tres disfrutar del paradisiaco reino de Malakin. Me tomaría unas vacaciones de ser La elegida y ustedes me harían una grata compañía —sonrío tan benevolente que mis comisuras arden. Poso mi mirada en los ojos azules que me miran con recelo—. De todas formas, tendrás que esperar a mi regreso, así que porque no te dejas de hacer del rogar y complaces a TÚ prometida, Marcus —hago énfasis en la última frase. Pronuncio su nombre lento y profundo.
El Príncipe y yo tenemos una batalla de miradas. Él no da su brazo a torcer, el azulado de sus dos perlas me intimida; me asombra que no se hayan teñido de rojo carmesí todavía. Le he impuesto hacer un viaje que no quería; y no solo eso, sino que también le he agregado tener que lidiar con mi compañía mientras realiza un paseo amoroso con su prometida.
Se lo merece, eso le enseñara a no andarse con rodeos.
Que se quede con Selene y que a mí me deje en paz.
No resisto, desvió mis ojos hacia Izan quien me observa atontado, tanta diversión lo ha dejado cansado. Debe ser hora de su siesta, pobre.
—Selene, iré; pero solo dos días —avisa y se retira. No quiere verme más.
Ni yo a él.
—¡Grandioso! ¡Nos divertiremos todos! —salta contenta—. Mañana nos vamos, ¿Sí? Estate lista y tú también Revier —lo atrae del brazo y él se retuerce—. ¡Espérame, Marcus!
—¡Princesa! ¡No es apropiado este acto de confianza! —intenta soltarse; pero Selene no lo permite.
—Ay, Revier, dime Selene, ¿Hasta cuándo te lo tengo que decir? —su voz se va escuchando lejana a medida que se van.
Suspiro harta, lo que me espera no será para nada lindo; pero qué más da, ya casi me voy y es posible que no recuerde nada.