Capítulo 03: Escoltando a la Princesa
MICHELLE
Ainhoa hace aparición infundada en un vestido de seda turquesa muy elegante, lleva parte del cabello recogido en un moño y la otra suelta, con ganchos que muestran que llevaba un peinado recatado antes.
Se acerca corriendo, luce sofocada; y su apariencia hace que todas las miradas recaigan en nosotros.
—¿Ainhoa? ¿Qué haces aquí? —cuestiona Thrall. Ella se abalanza sobre él y lo abraza—, espera, pueden vernos.
—No me importa. Te extrañaba mucho. Me cansé de actuar como una joven elitista y refinada —solloza mientras se aferra a Thrall con fuerza—. No encajo en ese mundo. Son superficiales, se burlan de los plebeyos y tienen pensamientos egoístas. Tener que escucharlos es desgastante.
—¿Te has peleado con tu abuela? —Ainhoa se aleja para ver a Thrall.
—Sí, mi abuela insistía en que fuera a visitar a una de sus amigas, le dije que prefería quedarme en casa y enfureció, dijo que no ponía de mi parte, que ahora era una chica de sociedad, que debía asistir a los eventos para conocer gente influyente y conseguir un buen esposo. Me molesto tanto la idea de que me estuviera buscando pareja que le dije que ya había conocido a un chico, cuando le dije que no eras de la nobleza comenzó a gritarme, la hubieras visto, mi mamá entro en ese momento y me defendió. La abuela gritaba que era igual a mi madre de irresponsable, que me iba con cualquier hombre vulgar y no pensaba en el legado familiar. Me dolió tanto su agresión que salí huyendo de allí. Nunca debimos volver, extraño tanto mi pueblo natal —rompe en llanto, esta vez, llora sin parar.
Thrall la estrecha contra su pecho, queriendo quitar la tristeza de su corazón con un abrazo; pero eso es imposible. Él no es la causa de su llanto, solo puede servirle como pañuelo de lágrimas.
Si la abuela de Ainhoa es tan aristocrática como La Reina entiendo como debe ser tener que tratarla. Esas mujeres piensan que los aldeanos son insectos asquerosos revoloteando alrededor de sus familiares. La sola idea de que un plebeyo se acerque a sus hijitos las angustia tanto como si perdieran toda su riqueza.
Típico de los ricos.
Las personas del parque se quedan viendo la escena, el gimoteo de Ainhoa es estruendoso y muy llamativo. Yo me siento incomoda, estoy de más; pero no sé si sea prudente irme sin decir nada. Además, tengo que llevar de regreso a Izan, con la situación de Ainhoa dudo que Thrall pueda hacerle caso a su hermanito. Él se pondrá a hacer preguntas necias que pondrán a Ainhoa más sensible de lo que ya está.
—Debes hablar con tu mamá, si no te sientes a gusto viviendo con tu abuela puedes regresar a tu pueblo —comenta acariciando su melena anaranjada. Ella levanta la cabeza atónita.
—¡Pero si me voy no te veré más! —exclama asustada.
—Ainhoa, nos veremos, yo buscaré la forma —acuna su rostro entre sus manos—. Si vivir aquí te hace miserable, prefiero que te vayas. Ya seas una señorita de clase o una campesina yo te querré igual.
Los ojos de Ainhoa se llenan de lágrimas otra vez, seguramente son de felicidad. Las palabras de Thrall me han conmovido; parece que después de todo esos dos si se quieren en serio, menos mal que Thrall dejo de molestarme, él y yo no estábamos destinados a estar juntos. Él tenía que conocer a Ainhoa; y yo, bueno, tenía que conocer al Príncipe para darme cuenta de que mi amor no está aquí y que debo regresar a mi verdadero mundo. Allí me espera el verdadero romance, no esta comedia romántica que estoy viviendo.
—Vamos a mi casa, mi mamá te hará un té para que te relajes —dice Thrall y ella asiente.
—Tú madre debe estar asustada. Fui a tu casa primero y me vio en este estado tan lamentable. Apenas me dijo que te encontrabas en el parque salí corriendo sin darle explicaciones —se enjuaga el rostro.
—Debe estar preocupada, será mejor irnos ya —la toma por el hombro. Ainhoa descansa su cabeza en el espacio del cuello de Thrall y él se voltea a verme—. Michelle, ¿Puedes encargarte de Izan, por favor?
—¡Claro! Ve con cuidado.
Ambos se van, Ainhoa en ningún momento reparo en mi presencia, supongo que es algo bueno, me ahorré un momento insoportable. Tal vez ya no me ve como una amenaza.
Quién sabe.
***
La estructura de hielo ha comenzado a desleírse, decidí dejarla así, si la reparo los niños no se querrán ir nunca, al igual que Izan y ya llevo varias horas en este parque mirando lo que hacen los demás o buscándole formas extrañas a las nubes. Ya estoy aburrida, de verdad que en este mundo lo único llamativo es la magia porque por lo demás es un bodrio. Extraño la tecnología, no tener nada que hacer en un momento de ocio es realmente raro.
La vida te pasa más claramente que cuando tienes la cabeza metida en una pantalla.
—¡Izan, ya nos vamos!
—¡Un ratito más! —continúa columpiándose en el hielo.
—¡Un rato y ya! —cedo, no sirvo para disciplinar a nadie.
Al momento de pararme, mi vista viaja hacia la entrada del parque, una chica que conozco me observa emocionada. No me lo creo, quiero que el árbol a mi lado me trague; y más cuando viene corriendo hacia mí.
—¡Michelle! ¡Qué alegría verte! —Selene encierra mis manos con las suyas y las jala de abajo hacia arriba—. Perdí a Revier, estaba asustada porque no sabía dónde estaba. Escuche una voz familiar y me asome al parque, cuando te vi sentí una gran tranquilidad.
—Él debe estar muy angustiado —comento sin saber que más agregar.
—Lo sé, quiero llegar al castillo pronto. No me gusta asustarlo de esa forma, siempre suelo ser muy curiosa y me pierdo con facilidad. No es culpa de Revier; pero él no lo ve así —posa una mano sobre su mejilla en señal de preocupación.
—Si le dices a algún soldado ellos podrán escoltarte hacia el castillo —sonrío nerviosa, ir a hacer una visita a ese sitio no está en mis planes.
—Preferiría que me llevaras tú como la vez que nos conocimos. Tengo un favor que pedirte y quiero aprovechar que estamos las dos solas para decírtelo —su cuerpo irradia luz, esta chica es tan hermosa que no puedes decirle que no.
—Pues, si no te importa que llevé a Izan —señalo al niño malportado que salta sobre el hielo—, es el hijo de la familia que me da posada y lo estoy cuidando.
—En absoluto, los niños son encantadores; y a Marcus le gustan, saca el lado tierno de él —sus ojos se achican, la chica enamorada en frente de mí no se imagina que compartimos el mismo sujeto de amor.
Le pido a Selene que me espere un momento mientras recojo a Izan, este me hace pasar pena al hace un berrinche porque quiere seguir jugando; me chantajea, dice que si construyo un juego igual en su patio parara de hacer espectáculo. Le digo que mejor me sale congelarlo y llevármelo cargado. Él tiembla y accede sin rechistar, me promete que se portara bien y que por favor no lo congele, que no cree poder aguantar el frío, que me dará su porción de pastel de esta noche para que lo perdone. Le digo que no quiero su porción, que lo que quiero es que se porte bien porque iremos al castillo. Él se entusiasma y me pregunto porque no le pedí a Thrall que se lo llevara, después de todo iban para la casa.
Que Ainhoa se fastidie, ahora yo tengo que cargar con un niño impertinente por culpa de su desestabilidad emocional.
***
He tomado la ruta principal, más de un aldeano se nos queda viendo. Sé que no es por Selene que sucede esto, ella lleva una capa negra que cubre su cuerpo y parte de su rostro. La llamativa aquí soy yo, mejor conocida como La maga poderosa, la que ayudo al sabio a salvarnos de la guerra. Algunos comerciantes me regalan comida, yo la aceptó para no ser grosera; sin embargo, toda esta atención desmedida me pone nerviosa. No me gusta ser el centro, prefiero mi vida sosa de antes, cuando nadie sabía quién era.
—Me he enterado que has salvado al pueblo, eres impresionante —Selene me llena de elogios, no me los merezco.
—Michelle es una poderosa guerrera, construyo un juego en el parque para demostrar su poder frente a Billy ʺtonto” Bern —habla Izan, ni un segundo pudo mantenerse callado.
— ¿De que querías hablarme, Selene? —cambio la conversación súbitamente. No puedo darle tiempo a Izan para que saque mis trapos sucios.
—Me da un poco de vergüenza —admite con la cabeza agachada, aun así, veo el sonrojo en sus pómulos.
—Amiga, eres muy bonita, ¿Por qué llevas una capucha? —cuestiona curioso Izan.
—Izan, no hagas preguntas.
—Está bien, Michelle —Selene lo consiente, no sabe que está abriendo la caja de pandora—. Vengo de encubierto, las personas no pueden saber quién soy.
—¿Eres una celebridad? —los ojos de Izan destellan de excitación.
—Algo parecido, cuando lleguemos al castillo, te diré; pero solo si guardas silencio en el trayecto —explica con una sonrisa resplandeciente.
—¡No hablaré más! —mueve la mano sobre la boca simulando que cierra un zipper. Selene me guiña el ojo.
Ella si sabe cómo manejar a un niño.
—Michelle, sé que Marcus y tú están muy ocupados con el viaje; aun así, ¿Crees que puedan tomarse un descanso? Verás, es que quiero pasar tiempo con él, ya no nos vemos tanto y lo siento cambiado. Bueno, eso es porque le confesé que estaba consciente de que él me estaba ocultando su verdadera personalidad. No lo soporte más, quería que fuera sincero conmigo. Ahora Marcus está a la defensiva, sigue siendo lindo solo cuando estamos juntos; pero en cuanto aparece alguien más puedo ver cómo le cuesta mostrarme ese lado suyo. No hemos podido compartir mucho tiempo desde aquello, por eso quisiera tener un viaje con él donde podamos sincerarnos y que él se acostumbre a ser como es conmigo —de pronto, recuerda algo que la hace tomarme de las manos—. Por la desesperación casi te meto en un aprieto, él de inmediato sospecho que tú me habías confirmado mis sospechas. Me las arregle para dejarte fuera de esto, lo siento si te dijo algún comentario pesado. Marcus no es malo, solo tiene un temperamento complicado. Aunque todo esto debes saberlo, ya que viajas con él desde hace un año —curva los labios hacia abajo.
—Lo arreglarán —digo esperanzada. Verla triste me achica el corazón. Selene es tan buena que no se merece sufrir por El Príncipe—. Casualmente, el sabio nos dijo que nos tomáramos unas vacaciones. Es el mejor momento para que se lo propongas al Príncipe, él debe ir a recoger una recompensa a un reino llamado Malakin, podrían ir juntos —la animo mientras muero por dentro.
—Que gran noticia, es perfecto —su rostro retoma el color vivido de siempre—, pero el favor que te quiero pedir no es ese. Quiero pedirte que nos acompañes, o más bien que le hagas compañía a Revier, él debe estar conmigo siempre y no quiero que se sienta incómodo, si va alguien más se entretendrá —palidezco ante el pedido de Selene. Me parece que esto es demasiado para procesar.
—Había pensado en quedarme en casa, la verdad quiero pasar varios días ante de… —me callo al recordar a Izan, gesticulo con la boca un silencioso «irme». Selene lo entiende y asiente—, ¿Revier no puede quedarse? El Príncipe es un buen guardaespaldas, con él estarás segura.
—Revier no quiere, dice que si me llegara a pasar algo no se lo podría perdonar. Solo baja la guardia cuando estoy en el castillo rodeada de varios soldados. Por eso, ahora mismo debe estar teniendo un ataque de nervios —comenta angustiada—. Entiendo que no puedas, mi pedido fue egoísta. Tú tienes cosas que hacer y yo te estoy importunando. Lo que sucede es que también quería tener un poco de complicidad con Marcus. Tener la atención de Revier clavada sobre nosotros me pone nerviosa y siento que tengo que estar pendiente de él para que no se sienta excluido. Me gustaría que fuese como una cita, una cita doble, tal vez —ríe cabizbaja.
Me siento mal por rechazar su pedido, lo peor es que siento que se lo debo porque tengo el terrible pensamiento de que la razón por la que El Príncipe esta distante con ella es porque está confundido conmigo. No digo que enamorado, eso es demasiado, Thrall alucina; pero puede que esté pensando en mí como una atracción prohibida o como alguien que no le pasa desapercibida. En todo caso, me siento fatal. El Príncipe debe retomar el rumbo correcto y si para eso debo ponerme en una situación amorosamente suicida lo haré. Esto me vendrá bien, si los veo juntos y felices mi corazón entenderá por fin que debe resignarse. Al menos me iré con la certeza de que él tiene a alguien que lo puede hacer feliz, alguien que no soy yo; pero que lo querrá incluso más. Alguien que ha estado por aquí más tiempo, que lo ama sinceramente y que estará siempre a su lado.
Ese alguien es Selene Mirainos, siempre ha sido ella y solo ella, la persona que debe estar a su lado.
—Iré —afirmo.
—¿De verdad? Oh, muchas gracias, Michelle. Eres un ángel —se emociona y enreda mis manos con las suyas de nuevo.
No soy un ángel, créeme, Selene.