Tercera Semana (Extra)
XANDER
—Que sepas que si no me gusta el olor de esa doctora, no dejaré que me examine, Magnus — hago inconscientemente un puchero.
—Ya me aseguré de eso — deja un beso en mi mejilla, secando la humedad de su cabello —. Así que deja de comportarte como un gatito malcriado.
—No soy un gatito malcriado — cruzo los brazos sobre mi pecho y frunzo el ceño.
—No, pero te estás comportando como uno — se coloca un bóxer, un pantalón de chándal y una simple camiseta blanca. Refunfuño en silencio, sin querer admitir que tiene razón. Pero no es culpa mía que mis estados de ánimo cambien cada dos segundos, joder —. Te agradará, Xander — se sienta en la cama y me toma por la cintura, tirando para que quede entre sus piernas, con mi espalda apoyada en su pecho —. Y si no es así, no te obligaré, por mucho que necesites el chequeo médico. Buscaremos a alguien más, ¿de acuerdo?
—Está bien — me froto contra su cuerpo y ronroneo —. Lamento estar con estos cambios de ánimo, cariño — susurro y él suspira —. Simplemente no lo puedo evitar — además de que estoy honestamente aterrorizado por tener que estar bajo el evalúo de un médico que no conozco, ante la amenaza de que los recuerdos aparezcan y me hagan entrar en un ataque de pánico.
—Lo entiendo, gatito — sus manos van hacia mi estómago, acariciándome gentilmente —. Eso no es importante. Por ahora hay que concentrarnos en tu salud y en la del bebé.
—¿Aún si te amenazo con el Arma Milenaria? — le pregunto inseguro y su rica risa le hace cosquillas a mi alma.
—Aún así — deja un beso en la piel de mi nuca que me causa escalofríos —. Solo asegúrate de no apuntar a mi cabeza.
—Trataré — me río —. Todo dependerá de qué tanto me hagas enojar.
—Seré un buen lobo de ahora en adelante para evitar que suceda, entonces.
—Bien — giro mi rostro y beso su barbilla —. Me agrada la idea — entonces él baja sus labios hasta los míos y me desconecto felizmente de mi entorno. Solo existe él, sus labios sobre los míos y el increíble amor que siento a través de nuestro vínculo.
Eso y el calor que se crea en mi entrepierna. Gimo a medida que el beso avanza, alzo los brazos y entierro mis dedos en su espeso y suave cabello. Él suspira y su lengua se mueve con mayor intensidad contra la mía, sus manos continuando su exploración en mi estómago.
Calor... Tengo mucho calor. Mis caderas se mueven hasta que estoy frotando descaradamente mi culo contra su cubierta polla y me emociono al darme cuenta que está reaccionando también. Sus dedos se encierran en mis pezones por encima de la tela de la camisa que tengo y aprietan, un gemido aún mayor es liberado desde mi garganta.
Estoy comenzando a ponerme realmente duro y ya siento como el lubricante humedece mi necesitada entrada. Lo quiero. Lo deseo. La necesidad causando que mi respiración se acelere y mi corazón retumbe con fuerza dentro de mi pecho.
Pero de repente, Magnus finaliza abruptamente el beso. Cuando puedo abrir los ojos, extrañado por su acción, en su rostro hay un profundo ceño, sus ojos son de un intenso castaño oscuro y jadea con pesadez.
—Gatito... — apoya la frente en la mía y su pesada respiración hace hormiguear mis sensibles labios —. No... No podemos.
—¿Qué? — logro articular, la puya de molestia se clava en mi costado —. ¿Por qué no?
—No hasta que evalúen tu estado — sus manos bajan de nuevo hasta mi estómago —. Debo estar seguro que todo está bien.
—Pero, Magnus... — chasqueo la lengua, exasperado por el terrible calor que se rehúsa a abandonarme.
—Por favor, amor mío — y así: me derrito, volviéndome una enorme baba entre sus brazos. Me encanta cuando me llama de esa manera —. Entiéndeme, no quiero lastimarlos.
—De acuerdo — suspiro y obligo a mi cuerpo a tratar de establecer su ritmo y temperatura normal —. Pero le preguntaremos a la doctora si es posible que me hagas el amor, Magnus. No creo ser capaz de aguantar los siete meses que me faltan sin tenerte.
—¿Ahora sí estás dispuesto a que te revise? — burla haciéndose evidente en su tono —. Ni siquiera la has olido. ¿Cómo sabes que te gustará?
—Hay prioridades — digo simplemente, encogiéndome de hombros.
—Gatito pervertido — se ríe y deja un par de besos más en mi cuello —. ¿Quieres darte una ducha? Aún falta media hora para que llegue.
—Bien — intento levantarme, pero Magnus me toma entre sus brazos antes de que pueda poner los pies en el piso.
—Vamos ahora, principito — se ríe mientras me conduce al baño.
—Eres un tonto — me río también y rodeo su cuello con mis brazos, apoyando mi mejilla en su fuerte pecho. Cuando entramos, suavemente me deja sentado encima del retrete, se dispone a llenar la tina de agua, regulando la temperatura en el grifo.
Luego, se arrodilla frente a mí y abre mi camisa, pasando lentamente cada botón a través de los ojales. Su mirada nunca abandona la mía y mi corazón se infla al percibir el amor que me transmite. Una vez desliza la tela por mis brazos, la deja en el cesto de ropa y sostiene mis manos, instándome a ponerme de pie.
Sus dedos ahora caen en la cinturilla de mi pantalón, tomando mi bóxer también, los desliza por mis piernas hasta que quedo completamente desnudo y deja también esas piezas en el cesto. Se levanta con un elegante movimiento y ahueca mi rostro delicadamente entre sus manos. Nos miramos en silencio por un largo momento, hasta que sonríe dulcemente y deja un suave beso en mis labios.
Yo suspiro y me entrego a las maravillosas sensaciones bailando en mi interior. Para luego refunfuñar cuando se separa de mí... Otra vez. Se ríe, aparentemente divertido por mi frustración y ahora estoy considerando ir a buscar mi vieja confiable Arma Milenaria.
Cuando la tina está casi llena, comprueba la temperatura del agua y cierra el grifo, para después agregar un par de gotas de gel, una fina capa de espuma se forma poco después.
—Ven, gatito — extiende su mano hacia mi y sin duda la tomo. Con los dedos de uno de mis pies, me aseguro de que el agua es lo suficientemente cálida antes de meter mis piernas dentro. Él niega divertido y me observa entretanto me siento, sumergido hasta el nivel de mi pecho —. Inclina tu cabeza hacia atrás — coloca su mano en mi cuello y me sostiene mientras bajo sobre mi espalda, hasta que mi cabello se moja.
Cierro los ojos, mi cuerpo relajándose y perdiendo tensión en mis músculos. Poco después, me siento apoyando la espalda al borde de la bañera.
—Te dejaré solo ahora — se inclina y besa mi frente, para después ponerse de pie —. Tómate el tiempo que necesites.
—Gracias, cariño — sonrío. Lo veo marcharse, cerrando la puerta suavemente tras él. Yo me concentro en disfrutar de la relajante sensación de la calidez del agua abrazando mis músculos.
Suspiro y cierro los ojos. No sé cuánto tiempo me quedo así, pero cuando los vuelvo a abrir, el agua está fría y las yemas de mis dedos se han arrugado. Arrugo la nariz y me pongo de pie, gotas y gotas resbalando por mi cuerpo de vuelta a la tina.
Obtengo una toalla y la envuelvo a mi alrededor. Con otra toalla seco mi cabello lo mejor que puedo y la dejo colgada en una de las barras en la pared. Al salir, no hay nadie en la habitación. Mi ceño se frunce, pero lo ignoro y me dirijo al clóset para colocarme un par de prendas.
Termino de vestirme y la puerta se abre. Magnus entra con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y me observa divertido.
—¿Disfrutaste el baño?
—Cállate — intentando ocultar la risa vergonzosa de mis labios.
—Vamos, gatito. La doctora ya está aquí — hace un gesto con la cabeza hacia la puerta.
—Oh, ¿hace mucho que llegó? — camino en su dirección y él saca una de sus manos para tomar la mía.
—Quince minutos, más o menos.
—¡¿Quince minutos?! — chillo escandalizado —. Joder, no pensé que me hubiera dormido por tanto tiempo.
—Tranquilo, gatito — salimos de la habitación —. Aprovechó para revisar a Fred. No te imaginas lo que descubrió.
—¿Está todo bien? — preocupación creándose en mi pecho.
—Sí, todo está bien. Mejor que bien, de hecho — sonríe, entonces giramos en uno de los corredores, hasta quedar delante de una gran puerta blanca —. Este es el laboratorio de Lev.
—¿Laboratorio? — pregunto asombrado —. No sabía que tenía uno.
—Después de que llegó a La Mansión, exigió la construcción de uno. Debo admitir que fue bastante ventajoso, no había necesidad de enviar a los hombres heridos a un hospital, podíamos atenderlos aquí de una vez.
—Oh, vaya — lo veo colocar su mano en la perilla —. Me aseguraré de rondar por La Mansión más seguido, tal vez logre descubrir algún secreto.
—Te reto — se ríe y abre la puerta. Delante de mí, se expande un enorme y completamente pulcro laboratorio.
Con grandes mesones llenos de utensilios médicos, estantes repletos de botellas con líquidos de variados colores, una gran y sofisticada camilla con diferentes monitores rodeándola. Mi nariz se arruga por segunda vez en el día cuando el olor a medicamentos alcanza mis fosas nasales. Sostengo mi estómago con mi mano libre cuando siento las náuseas abordarme de nuevo.
Respiro hondo varias veces tratando de acostumbrarme y de no devolver la comida que tan exitosamente he logrado mantener en mi interior. Dentro del laboratorio están Angelo con Fred sentado en sus piernas y Derek al lado de ellos. Parecen muy ensimismados hablando y riendo de vez en cuando.
Al lado de la gran camilla está Lev charlando animadamente con una mujer. Es delgada, de tez blanca, más baja que él, su cabello largo castaño atado en una cola y está usando una larga bata blanca. Al otro lado, sentados en unos taburetes, están Nikon, Yaakov y Adrik. Los dos Alfas parecen estar discutiendo por algo, el Omega solo rueda los ojos fastidiado de vez en cuando.
—Al fin llegan — Lev chilla y apunta hacia la camilla —. Ven, bebito. Quiero ver como va creciendo tu futuro mini-mí en tu interior — de repente me pongo muy nervioso. Aprieto con más fuerza mi vientre, inseguro de moverme o no. Pensamientos de que no conozco a esta mujer y de que pueda dañar a mi bebé me atormentan, e inconscientemente retrocedo.
—¿Qué sucede? — Magnus pregunta preocupado.
—Magnus — mi voz temblorosa —. No quiero. Tengo miedo — suelta mi mano y rodea mi cuerpo, abrazándome y sobando mi espalda.
—Tranquilo, gatito — besa mi frente —. Te prometo que nada malo te sucederá. Ya revisó a Fred, ¿recuerdas? — toma mi rostro entre sus manos y hace que lo mire, una dulce sonrisa se dibuja en sus labios —. Todo saldrá bien, pero si en algún momento se vuelve mucho para ti, solo tienes que decirlo y la detendré, ¿de acuerdo?
—¿Seguro? — alivio logrando que la tensión en mis hombros disminuya.
—Lo prometo — acaricia mis mejillas con sus pulgares —. Estaré a tu lado todo el tiempo.
—Bien — asiento —. Confío en ti, Magnus. No te separes de mí.
—Jamás — me asegura con determinación y le creo, sintiendo mi corazón a punto de estallar. Toma mi mano de nuevo y ambos caminamos en dirección a Lev y la doctora.
Ella se gira hacia nosotros y sonríe cuando estamos lo suficientemente cerca. Me doy cuenta de que huele a tarta de manzana. Por lo menos su aroma me agrada.
—Hola, Xander — extiende su mano y yo, aún nervioso, la estrecho tímidamente —. Mi nombre es Larissa, me encargaré de examinarte el día de hoy.
—Hola — trato de sonreírle, aunque creo que me sale más como una mueca —. ¿Qué es lo que necesita que haga?
—Acuéstate en la camilla, te daré indicaciones a medida que avancemos — se gira y de una mesa de metal agarra un par de guantes blancos y se los coloca.
Avanzo, pero apenas doy un paso, Magnus me carga y me deposita con cuidado en la camilla, deja un beso en mi frente con dulzura y se sienta a mi lado, sosteniendo mi mano. Me lo quiero comer a besos.
—Bien, primero tomaré una pequeña muestra de sangre, Xander — toma una larga y delgada tira de látex y la envuelve alrededor de mi brazo, apretando un poco.
Con sus dedos índice y medio, va palpando el área suavemente hasta sentir la vena. Toma una jeringa y la dirige hacia mi brazo. Desvío la mirada y aprieto mi mandíbula, esperando el pinchazo, que para cuando llega, el dolor me hace soltar un jadeo.
Aunque inmediatamente me avergüenzo. Pero no lo pude evitar, realmente detesto el dolor. Cualquier tipo de dolor me hace un completo bebé llorón. Magnus aprieta mi mano y besa mis nudillos, logrando distraerme.
Mientras extrae la sangre, retira la banda de látex y observa el contenedor de la jeringa llenarse. Al finalizar, se la entrega a Lev para que la guarde adecuadamente. Para finalizar, acomoda una venda redonda para evitar que siga sangrando.
—Lo hiciste bien, Xander — coloca su mano enguantada en mi hombro —. Tranquilo, eso era lo único doloroso que tenías que enfrentar. Ahora procederé a hacerte un ultrasonido, ¿esta bien?
—Sí — le echo un vistazo a Magnus y él me asiente con una sonrisa. La doctora se gira y atrae una base con un monitor encima, que tiene conectado un teclado con comandos muy diferentes a lo que usualmente uso.
—Levantaré tu camisa y pondré un poco de gel en tu estómago — me indica, sosteniendo una botella con la tapa en forma de pico —. Estará un poco frío — me advierte antes de verter el espeso líquido en mi piel. Me causa escalofríos a medida que lo expande en mi vientre con la sonda manual, cubierta con un plástico, conectada al monitor —. Bien, ahora echaremos el primer vistazo a este bebé — sus movimientos circulares van haciéndose cada vez más pequeños, tratando de obtener una mejor vista de mi bebé.
Las imágenes en la pantalla son todas en color gris, algunas en tonos oscuros y otras mucho más claras. Intento concentrarme e identificar cuál de esas manchas borrosas es mi bebé, pero por más que me esfuerzo, no puedo saberlo.
—Allí está — la doctora nos informa poco tiempo después, dejando quieta la sonda encima de un lugar específico en mi vientre — Oh, vaya.
—¿Qué? — susurro, comenzando a asustarme —. ¿Está todo bien? ¿Le sucede algo a mi bebé? — ella se queda en silencio por un largo momento. En este punto, estoy a solo un paso de arrancar mi cabello debido al miedo y la frustración.
—No, todo está perfecto — ella sonríe y un pesado suspiro de alivio escapa de mis labios —. Aunque son bebés, sin embargo.
—¡¿Qué?! — gritamos todos los presentes en la sala, incluyendo a Magnus, que mira atónito hacia la pantalla.
—Sí — Larissa se ríe y señala hacia dos diminutas manchas más oscuras en el monitor —. ¿Ven aquí? — asiento y echando una mirada a mi alrededor me doy cuenta que todos están rodeando la camilla, observando con atención la distorsionada imagen —. ¿Esas dos manchas? — ahora todos asentimos —. Eso quiere decir que son dos los bebés que estás esperando. Cada uno en su saco gestional.
—Oh, por Dios. Magnus... — me giro a ver su rostro, para descubrir que sus ojos están cristalinos.
—Es... Hermoso — susurra, justo al momento en que una delgada lágrima se desliza por su mejilla —. Es perfecto, gatito — su admiración termina por lograr que el llanto que luchaba por retener, finalmente se desborde. Sollozos agitan mis hombros, siento las gotas deslizarse por mi rostro.
Por Dios... Tendremos dos bebés. Estoy tan feliz. Es imposible para mi describir la profunda emoción creciendo en mi interior. Magnus se inclina y me besa, puedo sentir lo salado de nuestras lágrimas combinadas y no podría importarme menos.
—¿Están creciendo bien? — él pregunta, dirigiéndose a la doctora —. Xander se ha sentido muy mal últimamente. Me preocupa que se deba a que algo va mal.
—Puedo ver un poco de tejido cicatrizado alrededor, pero es bastante insignificante para representar un problema — la doctora sigue apuntando con su dedo el monitor a medida que explica la situación —. Los síntomas aumentan cuando se trata de dos bebés, así que es normal que los malestares hayan sido mayores.
Finalmente separa la sonda de mi estómago y con una toalla limpia el gel restante. Apenas termina, Magnus hace que me siente y me estrecha entre sus brazos, susurrando en mi oído lo emocionado que está por la nueva noticia.
—No deben preocuparse por ahora, sus bebés están en perfecto estado correspondiente a las once semanas de gestación — se quita los guantes y los arroja a la basura —. Ahora, Xander — me indica que me baje de la silla —. Terminaremos tu examen tomando tus medidas y tu peso, es necesario tener un seguimiento y controlarlos a medida que tu embarazo avanza.
—Está bien — Magnus sostiene mi cintura y me deposita con un suave movimiento en el suelo. Con sus manos, retira la humedad de mis mejillas y me besa en los labios.
—Si antes pensaba que no me podías hacer más feliz... — se detiene y me sonríe, la expresión iluminando su hermoso rostro —. Estaba terriblemente equivocado, amor mío.
—Magnus... — hipidos aún me abaten, luchando por dejar de llorar.
—No llores — susurra en mis labios —. Vamos a concentrarnos en terminar tu examen y luego iremos a nuestra habitación, en donde te daré muchos, pero muchos, mimos.
—Eso me gusta — sonrío y él vuelve a besarme.
—Tendremos que construir una guardería — Lev chilla, aplaudiendo emocionado, explotando nuestra burbuja —. Con los tres que tendrá Fred y los dos tuyos, será completamente necesario.
—¡¿Estás esperando tres?! — abro los ojos tan grande que imagino que mis cejas están a punto de llegar al nacimiento de mi cabello —. ¡¿De verdad?!
—Sí, Xander — Fred murmura y sus ojos se cristalizan. Angelo y Derek colocan cada uno una mano en su vientre, con enormes sonrisas en sus rostros —. Uno por cada uno, supongo — se ríe.
—Esa guardería tendrá que ser jodidamente muy grande, Lev — Nikon asiente solemne, con los brazos cruzados sobre su pecho. Un bullicio de voces se crean a nuestro alrededor, pero yo solo tengo ojos para Magnus.
A través del vínculo puedo sentir su emoción, su felicidad, su admiración y la increíble cantidad de amor que me transmite. Su mano sube y con su dedo índice apunta a su pecho, al nivel de su corazón. Sonrío al verlo comenzar a realizar nuestro gesto, sintiendo las lágrimas de nuevo aparecer.
Luego, señala al mío, también al nivel de mi corazón, extendiendo su palma para poder sentir mis acelerados latidos y sonríe. Una hermosa y luminosa sonrisa que me arranca suspiros.
—También te amo, mi amor.