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Segunda Semana (Extra)

XANDER

Hoy me siento con un poco más de energía, por lo menos no he devuelto mi desayuno todavía y eso ya es un gran logro. Aunque las náuseas se han rehusado a abandonarme, sin embargo.

Lo cual es un verdadero dolor de culo. Hacen que mi humor se ponga por el piso y quiera destruir todo a mi paso, sin importar lo débil que me siento la mayoría del tiempo. Debo admitir que a pesar de todo, Magnus se ha comportado realmente bien conmigo. Sé lo nervioso y preocupado que se pone cuando los malestares hacen de las suyas, siempre procura atenderme con delicadeza y estar al pendiente por si necesito algo.

Pero ahora lo que quiero son mimos. Exagerados y abundantes mimos.

Quiero que llene mi rostro de besos, que me abrace entre sus fuertes brazos, que me susurre al oído muchas cursilerías (incluyendo lo hermoso que me considera, a pesar de que me siento como un alma en pena) y que me ame... Solo como él sabe hacerlo.

Y ahora viene lo malo: No puedo obtener mucho de eso ya que, al ser el jefe de semejante organización, se la pasa la mayor parte del día trabajando, dejándonos a Cooky, a mi y a nuestro bebé en crecimiento con deseos de cariños. No he podido trabajar porque, cada vez que necesito levantarme de la cama, requiere de todas mis energías y el simple hecho de poder moverme al baño de nuestra habitación ya es toda una victoria para mí.

Además, Magnus no quiere. Le insistí en que me consiguiera una portátil y así poder ayudarle en cualquier cosa que necesite. Se me dan realmente bien los números, podría ser útil en la contabilidad o algo así, pero él simplemente se negó. Bueno, joder.

Tengo que buscar rápido la manera de distraerme, o pronto algo muy malo va a suceder. Debería hacer que me traigan ese sartén.

Pero para mi fortuna (y para la de Magnus), alguien se acordó de mi pobre existencia.

—¿Puedo pasar? —Fred solicita, asomando la cabeza a través de la puerta.

—Claro, Fred. No seas tonto, no tienes que pedir permiso.

Me apoyo en mis manos y consigo sentarme a duras penas, apoyándome al respaldo de la cama. Si así es ahora, no quiero ni imaginarme cómo será cuando mi barriga esté a punto de explotar. Suspiro mientras Fred se adentra a la habitación.

—Aunque no estoy solo. He traído compañía — abre más la puerta y es ahí cuando me percato que Lev viene detrás de él —. O mejor dicho, dicha compañía se ha pegado a mi como una sanguijuela.

—¿Cuándo será el día en que alguien agradezca adecuadamente mi presencia? — Lev gira los ojos y ambos se acercan, sentándose en la cama también.

—Por supuesto que agradecemos que estés con nosotros, Lev — le aseguro, tomando una de sus manos entre las mías —. Nos gusta bromear contigo, eso es todo.

—Ya lo sé, ¡duh! — ironiza con una risita —. De no ser así, ten por seguro que hubiera pateado sus culos hace mucho tiempo.

—En cambio, hablas sin parar hasta que nuestros oídos casi sangran — Fred se ríe al ver la expresión fingida de molestia en el rostro de Lev.

—Nunca antes te habías quejado, estúpido — le saca el dedo del medio.

—La señora Ewa me hizo abrir los ojos — agrega solemne Fred.

—Esa anciana descarada — Lev murmura entre dientes.

—¿Cómo te sientes hoy, Xander? — Fred pregunta, dirigiendo ahora su atención hacia mí —. Lev me dijo que ayer no estabas muy bien.

—¿No me ves? — apunto a mi rostro —. Parezco un zombi, me veo fatal — suspiro y me recuesto en las almohadas —. Aunque debo admitir que hoy estoy un poco mejor.

—Te ves mejor, bebito — Lev me anima —. Tus ojeras ya casi no están. ¿Pudiste dormir bien anoche?

—Después de que Magnus llegó, sí — llevo las manos a mi aún plano vientre y trazo círculos con mis dedos —. Anoche tuvo que quedarse hasta tarde en la oficina resolviendo algo con Angelo.

—¿El asunto de Puerto Rico? — asiento en respuesta. Parece ser que ambos Alfas están planeando mover una de las sedes de aquí, para implantar una nueva base en Puerto Rico y expandir su rango de operación.

Al principio me sorprendí cuando Magnus me lo contó y dijo "Tenemos" en vez de "Tengo". Eso quiere decir que ya va aceptando a Angelo como parte no solo de la organización, sino también de la familia. Aunque no sé sí será lo mismo con Derek.

Imagino que el tiempo nos lo dirá. Por ahora estoy conforme por como las cosas están moviéndose. Magnus ha cambiado mucho desde el día en que llegué a La Mansión. Ahora es mucho más receptivo a ideas y sugerencias, no pierde la cabeza tan rápido y acepta explicaciones antes de actuar descabelladamente.

Demostrándome cada día más el gran hombre que es, a pesar del trabajo que escogió ejercer.

—Pero, ¿tendrán que viajar hasta allá? — Lev curiosea.

—Realmente espero que no — admito, mordiendo con nervios mi labio inferior —. No quiero que Magnus...

—Alekséi — Fred me corrige.

—… Se vaya ahora — continúo, fingiendo que no lo escuché —. Necesito mucho de su atención en estos momentos.

—Aww — Lev arrulla, poniendo una mano en su corazón, abultado los labios —. ¿El bebito quiere apapachos? — con voz chillona que me hace apretar los dientes —. Yo me ofrezco, ven a mis brazos.

—¡No! — lo detengo con una mano empujando su mejilla cuando vi que quería abalanzarse sobre mí —. Necesito de SUS apapachos — haciendo hincapié —. No te ofendas, Lev. Pero para Magnus no hay reemplazo.

—Alekséi — Fred me vuelve a recordar entre dientes, suspirando resignado.

—Me enojaría contigo, pero sé que tienes razón — Lev asiente solemne, aunque aparta de un manotazo mi mano de su mejilla —. Pero no vuelvas a tocar mi rostro, bebito. No seré tan condescendiente la próxima vez.

—Y ahora que me doy cuenta, ¿tú no has tenido malestares también? — le pregunto a Fred —. Te ves perfectamente bien.

—Por supuesto que sí, pero no tan fuertes como los tuyos, al parecer — señala mi rostro —. Todavía no me veo así.

—¡Jódete, estúpido! — me siento de golpe y pellizco su muslo —. ¡No me veo tan mal!

—¡Ouch, era una broma! — se soba el área afectada —. Que agresivo... — murmura.

—Fred, te pido que en estos momentos no hagas bromas como esa — le advierto con un tono firme —. No sé qué carajos sucede conmigo, pero en un momento me siento feliz, entonces de repente quiero llorar hasta que mis ojos se sequen y después quiero agarrar las almohadas y sacarles todo el relleno por la furia — me cubro la cara y lloriqueo —. ¡No sé qué pasa conmigo!

—Bebito — Lev dice dulcemente, como si se tratara de aplacar a una enorme bestia peluda y rabiosa —. No quiero ser el portador de malas noticias, pero eso solo empeorará en los próximos siete meses — descubro mi rostro y siento los ojos húmedos —. Pero es normal, no debes de sentirte desamparado, estaremos aquí para ti — sonríe y eso alivia mi pesar.

—Yo te entiendo, Xander — Fred coloca una mano en mi hombro —. Ayer le arrojé un zapato a Derek en la cabeza por haber insinuado que mi trasero se veía más gordo — los tres estallamos a carcajadas, Cooky por el susto repentino se espabila y huye despavorido de la cama.

—Es un buen recordatorio. No mencionaré los evidentes cambios en sus cuerpos de aquí a unos meses — Lev oculta su entrepierna con las dos manos —. Aprecio mucho mi hombría, y no quiero perderla ni ahora, ni en un futuro. Así que manténganse alejados de mis pelotas.

—Ni en mis sueños más salvajes — Fred arruga la nariz con asco y yo me río aún con más fuerza —. Ten por seguro que no me acercaría a ellas por voluntad propia.

—No estarás pensando en eso si me llego a burlar cuando aumentes de peso y camines como pingüino — Lev resopla —. Si no intentas golpearme con alguna de tus extremidades, lo harás con ese zapato volador que Derek tuvo la suerte, nótese el sarcasmo, de saludar de cerca.

—Ok, en eso tienes razón — nos volvemos a reír y tengo que hacer esfuerzos para poder respirar —. Aunque el objeto de mis amenazas no es tan letal. Los de Xander son mortales — afirma, abriendo grande los ojos.

—Magnus...

—¡Alekséi, joder! — Fred gruñe, interrumpiéndome de nuevo y una puya de molestia se clava en mi nuca.

«Es Fred», me repito como un mantra una y otra vez. «Además fue tu culpa por no hacerle caso». Malditas hormonas.

—Alekséi — corrijo entre dientes —. Es un hombre grande, puede soportar un buen golpe.

—¡Y qué golpe, bebito! — Lev agrega, riéndose con fuerza —. Aún recuerdo como perdiste los estribos en la cocina e intentaste golpearlo con el sartén.

—¿Intentaste golpear a Alekséi con un sartén? — Fred chilla asombrado.

—¿No lo sabías? — Lev pregunta extrañado —. ¿A qué arma te referías entonces?

—¡A la lámpara, no a un jodido sartén! — se gira hacia mí con los ojos bien abiertos —. ¿Por qué intentaste golpear a mi hermano con algo así?

—Ese fue el día en que se enteró de que estabas embarazado también. Empezó a gruñir y a ponerse furioso...

—Lo cual no es raro — Lev interviene y Fred asiente lentamente en acuerdo.

—Bueno, sí — no puedo evitar estar en acuerdo también —. El hecho es que no quería entrar en razón y yo comencé a cabrearme. Nos gritamos por un buen rato, así que cuando ya no aguanté más, a ciegas agarré la primera cosa que encontré, que resultó ser un sartén. Y bueno — desvío la mirada, avergonzado —. Se lo lancé — termino en un susurro.

—Lo que hubiera dado por ver eso — Fred murmura para si mismo, pero logramos escucharlo perfectamente —. ¿Le pegaste?

—No — sonrío —. Pudo esquivarlo a tiempo.

—Aunque por poco — Lev bufa —. Pero consiguió su cometido, después de eso Alek se quedó muy sorprendido, congelado en su sitio por un buen rato.

—No era lo que esperaba, pero sí. El Arma Milenaria cumplió con su labor — afirmo, alzando mi barbilla en orgullo y cruzando los brazos sobre mi pecho.

—¿El Arma Milenaria? — Fred pregunta extrañado y un poco divertido.

—El sartén — le aclaro, haciendo un gesto como si estuviera espantando una mosca con mi mano.

—¿Le has puesto nombre? — Fred se ríe, contagiándonos a Lev y a mí en el proceso.

—Pues sí — limpiando las pequeñas lágrimas, originadas por la risa, de mis ojos —. No todos los días puedes lograr tal efecto en un hombre como Alekséi. Fue tan efectivo que me pareció que valía la pena ponerle un nombre digno a tal arma de destrucción — me río bajito de nuevo al recordar lo estupefacto que se quedó después de mi reacción —. Joder, hasta estoy pensando en guardar uno aquí, solo por si acaso.

—Tal vez debería seguir tu ejemplo — Fred sugiere, una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro —. Es decir, con Angelo no tengo muchos problemas, lo de él es hablar para resolver los conflictos. Pero Derek... — suspira —. A veces me provoca estrangularlo, tal vez si me consigo mi propia Arma Milenaria, pueda controlarlo también.

—¡Ilumínanos, Xander King! — Lev alza los brazos al aire con un tono dramático —. ¡Enséñanos qué armas podríamos bendecir para lograr aplacar la furia de nuestros Alfas!.

Jamás me había reído tanto en mi vida. Los tres estamos retorciéndonos encima de la cama, sosteniendo nuestros estómagos y tratando de llevar aire a los pulmones debido a la carcajada. Y así, entre bromas y risas, pasamos la tarde.

Jamás podría estar más agradecido que personas como Fred y Lev hayan llegado a mi vida, al igual que el resto de los miembros de La Pandilla, Derek, Angelo y mi Alfa: Alekséi. Nunca experimenté lo que era tener una familia por haber perdido a la mía a tan temprana edad.

Pero ahora sé, con completa seguridad, que todos ellos representan una familia para mí. Y no podría estar más feliz.

ALEKSÉI

—Entonces, si ya no hay más que discutir... — Angelo suspira agotado y se levanta del sillón —. Realmente me gustaría ir a descansar, caballeros.

—Ya somos dos — sigo su gesto y ambos nos dirigimos hacia la salida de mi oficina —. De todas maneras ya hemos establecido y discutido lo más importante, mañana arreglaremos los detalles que faltan.

—Al igual que debemos decidir quién es el que irá hasta Puerto Rico — Yaakov abre la puerta y nos deja pasar a nosotros primero. Angelo y yo nos detenemos e intercambiamos una cómplice mirada. Yaakov termina de cerrar la puerta de mi oficina y cuando se gira, su expresión es de sospecha — Me mandarán a mí, ¿verdad? — suspira resignado.

—Eres el mejor candidato, Yaakov — Angelo coloca una mano en su hombro —. Confiamos en que no nos defraudarás.

—Y eres el único de los tres que no tiene a su semilla creciendo en su Omega — coloco mi mano en su otro hombro —. Lo lamento, colega. Angelo y yo no podemos movernos de aquí por ahora. ¿Te imaginas cómo reaccionarán Fred y Xander? — los tres nos estremecemos.

—Por favor, no me traumes — Yaakov se abraza como si tuviera frío —. Solo díganme cuándo y prepararé todo.

—Mañana discutiremos eso — Angelo se va alejando, Yaak y yo lo seguimos —. Ya basta de negocios por hoy, señores.

—Estoy de acuerdo. Ya es bastante tarde y no he visto a Xander en casi todo el día.

—Qué catástrofe — mi primo se burla y lo golpeo con mi codo en su costado.

—Magnus, ¿tienes el contrato de los Borisov? — Angelo interrumpiendo nuestro infantil juego.

—Mierda — paso una mano por mi cabello, frustrado —. No, lo olvidé en mi habitación.

—Se te están olvidando muchas cosas últimamente. ¿Será la edad? — Yaakov se ríe cuando le gruño.

—Así tenga ciento ochenta años, tendré el placer de poder patear tu culo sin problemas.

—Por favor... — Angelo suspira resignado —. Vamos a buscar el contrato, ¿sí?

Los tres nos encaminamos en dirección a mi habitación. La cabeza me duele un poco, estuvimos tan concentrados en todo el asunto de Puerto Rico, que no comimos nada. Tan solo tomamos unos cuantos vasos de whisky y eso no ayudó en nada.

Mi estómago ahora está pasándome factura. Por cada paso que doy, siento que ruge con más fuerza. Reviso la hora en mi teléfono y me doy cuenta de que todavía es temprano. Podría decirle a Xander y ordenarle a la señora Ewa que nos mande comida a la habitación.

Sí, esa parece una muy buena idea, pero cuando entro a nuestra habitación por fin, mi pequeño plan se va directo al retrete. Está dormido.

Las sábanas cubren su cuerpo casi por completo, solo dejando en la superficie sus hermosos ojos cerrados y sus brillantes mechones de cabello rubio. Aunque no solo eso llama mi atención. Lev y Fred están dormidos con él, rodeando sus flancos.

—Se ven hermosos — Yaakov susurra con una sonrisa, captando mi línea de pensamiento.

—No podría estar más de acuerdo — Angelo acepta en el mismo tono de voz, con los ojos brillantes y una expresión de ternura.

—Sí — concuerdo, observando hipnotizado el perfecto cuadro frente a nosotros. Mi corazón retumba en mi pecho con fuerza al sentir la calidez embargarme. Si antes tenía dudas, con lo que captan mis ojos en este momento, han quedado enterradas y olvidadas.

Es justo aquí, en donde confirmo una vez más que... Estoy en casa.

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