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Segunda Semana — Náuseas

ALEKSÉI

No me gusta esto. No me gusta en absoluto.

—Alek, vas a lograr que la cabeza me explote — Lev se detiene y me sujeta fuertemente por los hombros —. Quédate. Quieto — hace hincapié en cada palabra, moviendo lentamente los labios.

—Es fácil para ti decirlo, joder — paso una mano por mi cabello, tirando de los mechones —. No es tu pareja la que vomita su intestino todos los días.

Estoy completamente seguro de que entraré otra vez en pánico si Xander no sale en los próximos diez jodidos segundos del baño. Voy a hiperventilar. Me dará un maldito ataque al corazón.

—¿Qué acaso no te dije que es normal? — gruñe frustrado.

—Eso no me calma en absoluto, Lev — le advierto, aunque él parece imperturbable a mi mal humor y preocupación.

—Pues, vas a tener que acostumbrarte — apunta el centro de mi pecho —. Así será hasta que supere el tercer mes, por lo que tendrás que ponerte bien las bolas que veo que tienes colgando y dejar de comportarte como un niñito.

—Sigue hablándome así y verás que... — estaba a punto de iniciar una guerra de amenazas otra vez con Lev, cuando finalmente la puerta del baño se abre. Mi corazón se cae hasta mi estómago al ver a Xander.

Ojeras contornean sus ojos, dejando en obviedad lo agotado que está, sus brazos y sus muslos han perdido volumen. Sus movimientos son lentos y pesarosos, caminando hacia la cama, en donde cae desplomado boca abajo como si hubiera caminado por quince kilómetros sin descanso.

—Por favor, cállense — gime, su voz ahogada por tener el rostro sumergido en la almohada —. Hay una banda de rock pésimo en mi cabeza. El cantante tiene la voz chillona, además de la nariz constipada. La guitarra está descalibrada y el baterista tiene una lucha de boxeo con el jodido platillo — gira su rostro y nos observa con el ceño fruncido y abultando el labio inferior —. No necesito sumar sus gritos a ese show, así que por favor... Solo déjenme dormir en paz.

Rápidamente me siento a su lado en el borde de la cama y acaricio su cabello con delicadeza. Él cierra los ojos y suspira, ronroneando muy bajito.

—Lo siento, gatito — me inclino y beso su mejilla —. ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?

—No, cariño — murmura con atropello —. No quiero saber nada de comida por ahora, lo que necesito es dormir. Si tan solo tuviera el hechizo de la bella durmiente.

—Bebito, no puedes simplemente dejar de comer — Lev se queda de pie frente a nosotros con las manos en la cintura —. Eso no es bueno para el bebé, tienes que mantenerte fuerte y con energía.

—Pero Lev, todo lo que como lo vomito después. ¿De qué servirá entonces?

—Igual debes intentarlo — Lev insiste con determinación —. Esos síntomas pronto pasarán y no serán más que un mal recuerdo.

—¿Qué tan pronto, Lev? — con esfuerzo consigue girar hasta quedar acostado sobre su espalda —. Ya me duele la garganta y tengo el aspecto de un zombi — Lev se ríe bajo, aunque rápido se detiene al ver la mirada asesina que le doy.

—No pareces un zombi, bebito — se apresura en responder —. Sí, te ves un poquito agotado, pero eso es todo.

—¿Un poquito? — esperanza filtrándose en su tono de voz, e inevitablemente me dan ganas de comérmelo a besos.

—Un poquitín — Lev sonríe y le guiña un ojo.

—Bien — Xander suspira y se pasa las manos por el rostro —. Más tarde prometo ir a la cocina y comer algo, pero ahora realmente quiero dormir.

—Le diré a la anciana Ewa para preparar algo realmente delicioso — se inclina encima de Xander y deja un beso en su mejilla.

«Son solo amigos, Alekséi. Solo amigos».

—Gracias, Lev — mi pareja le sonríe antes de que él se gire y abandone la habitación.

—Descansa, gatito — beso su boca con la mayor ternura y amor que mi cuerpo le puede ofrecer —. Volveré más tarde.

—No — se aferra a mi camisa cuando estaba a punto de levantarme —. Quédate conmigo hasta que me duerma, Magnus. Por favor.

Ningún ejército armado con elefantes mutantes y gorilas con rayos láser impediría eso. Con movimientos lentos y sutiles para no incomodarlo, hago mi camino hasta quedar recostado a su lado.

Él enseguida coloca su cabeza en mi pecho, frotando la mejilla en movimientos circulares. Suspira feliz y los ronroneos aparecen de nuevo. Yo en cambio con mi brazo rodeando su cintura lo atraigo aún más y con la otra sostengo la suya, que reposa suavemente en mi estómago. Nuestros dedos se entrelazan automáticamente.

—Llamaré a un doctor para que te revise con más detalle — le murmuro, tratando de no alterar la pacífica aura que se ha creado entre nosotros —. Necesito saber que no corres ningún peligro.

—No exageres, cariño — se ríe bajito y el sonido tranquiliza mis nervios —. Estoy bien, Lev dijo que los malestares pasarían.

—Sí, pero aún así.

—No me agradan los doctores — susurra y puedo percibir su incomodidad en la tensión repentina en sus extremidades —. Los recuerdos que me llegan a la mente cada vez que pienso en uno, no son muy agradables que digamos.

—Lo sé, gatito, pero es necesario — presiono mis labios en su frente, alargando el beso por unos segundos —. Hay que controlar que el bebé crezca sano y sin problemas y que tú asimilas bien los cambios.

—Si vomitar mis entrañas todos los días es un indicio de que los estoy "asimilando"... — hace el gesto con su mano libre —. Entonces voy por buen camino — ironiza y yo pellizco su cintura —. ¡Magnus!

—Entonces no jodas conmigo, sabes a lo que me refiero — él vuelve a reír, terminando con un suspiro resignado —. Por favor, gatito. Hazlo por mí, ¿sí? — alza el rostro y me observa. Yo le devuelvo la mirada con la misma intensidad, hasta que él se rinde y asiente.

—De acuerdo — a regañadientes —. Pero tiene que ser mujer y Omega y también debe oler bien, como a galletas o malvaviscos — con un exagerado puchero que me hace reír.

—Tomaré en cuenta sus exigencias, príncipe — dejo otro beso en su frente —. Y solo para que sepas, no me atrevería a traer a un Alfa.

—¿Alguien está celoso? — sonríe, batiendo sus largas pestañas.

—Solo protejo lo que es mío — resoplo.

—Oh, sí, cariño. Completamente tuyo — Y me besa.

Su mano deja de sostener la mía para enterrarse en mi cabello, tirando de mí más cerca. Yo feliz lo complazco y permito que todos y cada uno de mis sentimientos fluyan hacia él sin ningún filtro ni impedimento.

Mi corazón retumba rápida y fuertemente en mi pecho, acaricio tanto de él como me es posible con mis manos abiertas, absorbiendo su calidez e impregnándome en su ser.

«Te amo, Xander King», susurro a través de nuestro vínculo y siento su sonrisa durante el beso.

«Te amo también, Alekséi Magnus», me responde enseguida y ahora soy yo el que sonríe. El beso se alarga por un par de segundos más, entonces poco a poco disminuye en velocidad hasta que al final nuestros labios se separan.

Xander vuelve a apoyar la mejilla en mi pecho y así duramos abrazados durante un largo rato. Me doy cuenta de que se ha quedado dormido cuando su respiración es lenta y relajada. Con extrema lentitud voy moviéndome, dejando apoyada su cabeza en la almohada y cubriendo su cuerpo con la sábana.

Me congelo cuando me percato de que se mueve, pero luego suspiro de alivio una vez él termina de acomodarse a su gusto. Agarro mis zapatos y al salir de la habitación, haciendo lo posible por cerrar la puerta sin hacer mayor ruido, me los coloco.

Saco el teléfono del bolsillo de mi pantalón y le mando un rápido mensaje a Lev para que se encuentre conmigo en mi oficina. Él no me responde, pero cuando llego está esperándome apoyado en la pared al lado de la puerta, aunque no está solo.

—¿Cómo la llevas, compañero? — Yaakov me estrecha en un apretado abrazo y debo admitir que me agrada sentir su apoyo ahora.

—Bien, supongo — les hago una seña con mi cabeza para que entremos a la oficina. Al hacerlo, yo tomo asiento detrás de mi escritorio y ellos en las sillas frente a mí. Yaakov no tarda en sacar una cajetilla de cigarros de su chaleco y encender uno.

—¿Tardó mucho en quedarse dormido? — Lev cuestiona.

—No, lo cual es un consuelo — pego la espalda a la silla y suspiro —. Se ve agotado y su falta de apetito me preocupa.

—Ya te dije que es normal, Alek — rueda los ojos —. ¿Qué esperabas? No todo es arcoiris y villancicos. Los embarazos al principio son complicados y tediosos, especialmente si son primerizos.

—Ya lo sé, joder — resoplo frustrado —. Pero eso no quiere decir que no me preocupe por él, Lev. Es mi pareja, si él sufre, yo sufro también.

—Por ahora lo que podemos hacer es que él logre estar lo más cómodo posible, Magnus — Yaakov interviene, da una calada a su cigarro y deposita la ceniza en el cenicero —. Y meter comida en su estómago aunque la devuelva poco después.

—Lev, ¿conoces a algún especialista que pueda venir a echarle un vistazo? — se queda en silencio por unos segundos, con una expresión distante en su rostro.

—Sí, conozco a uno. Él trabaja cerca de...

—Ningún hombre — le interrumpo rápidamente —. Debe ser mujer.

—¿Bromeas? — mi primo se burla.

—¿Te parece que lo hago?

—Por la Luna... — Lev murmura, fastidiado —. ¿En serio?

—Totalmente — le aseguro —. Además, Xander quiere que sea una Omega. ¡Ah! — agrego al recordar —. Y que huela a galletas o malvaviscos, o alguna otra mierda dulce así.

—¿Pero qué...? — ni siquiera termina la frase cuando Yaakov se ríe a carcajadas, agarrando su estómago con la mano que no sostiene el cigarro —. No conozco a nadie que cumpla con esas ridículas exigencias, Alek.

—Bueno, te encargo ese trabajo entonces.

—Jamás he escuchado algo como esto. ¿En serio no quieres que Xander sea atendido por un hombre? — Yaakov se inclina en la silla para verme más de cerca —. ¿Aún sabiendo que es su trabajo?

—Bueno, señor sabelotodo. Ponte en mi lugar: ¿Aceptarías que otro hombre, que nunca habías visto antes, ponga sus manos en la piel de tu pareja y llegue a ver aquello que solo tú tienes permitido ver? — la sonrisa inmediatamente se borra de su rostro —. Exacto — lo apunto con mi dedo y una sonrisa triunfante.

—Alfas — Lev dice con fastidio, rodando los ojos de nuevo —. Puedo conseguir a una doctora y hasta puedo asegurarme de que sea Omega, Alek. Pero, ¿y qué si no tiene un olor dulce? ¿Simplemente la desecho y ya?

—Oye, no le dispares al mensajero — alzo las manos al aire —. Esa particular exigencia es por parte de Xander. Si tienes algo de que quejarte, asegúrate de hacerlo con él.

—¿Y someterme a sus terroríficos cambios hormonales? — chilla escandalizado —. Buscaré a esa jodida doctora imaginaria hasta en los lugares más recónditos del planeta — Yaak y yo nos reímos, Lev se para de un salto se dirige a la puerta.

—¿Alguna otra cosa que agregarle a tu Sim1? — Yaakov pregunta burlón, preparándose para seguir a Lev —. Aprovecha ahora, antes de que se vaya — actúo como si estuviera pensando diligentemente en alguna otra exigencia.

Pensé en bromear y decirle que debía tener el cabello morado o un tatuaje de un pájaro en la mejilla derecha, pero al ver la expresión de molestia ligada con pánico de Lev, al final decido dejarlo.

—No, eso es todo — sonrío y él suspira de alivio.

—Gracias al cielo — Lev coloca una mano en su pecho —. Juro que por poco el alma se me escapa por la boca.

—Deja de ser tan dramático, Lev — me río, él se gira y me escudriña con la mirada.

—¿Dramático? — gruñe entre dientes y puedo oler su furia flotando en el aire —. Me vas a hacer realizar una búsqueda así, solo porque no quieres que un doctor hombre toque a Xander. ¿Y yo soy el dramático?

—Bueno... — soy interrumpido antes de poder continuar.

—¿Sabes qué? No respondas a eso — levanta una mano en mi dirección, deteniéndome. Entonces una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro. Trago grueso, eso nunca es una buena señal —. Ya te veré. Cuando mi bebito se sienta mejor, tú serás el que va a sufrir.

—Ok, no tengo idea de a qué te refieres, pero ahora tengo curiosidad. Así que... — Yaakov cruza los brazos sobre su pecho —. ¿A qué te refieres?

—La anciana Ewa me contó que los Margay tienden a volverse un poquito... Exigentes, durante el embarazo — Lev levanta la barbilla y es él quien sonríe ahora en triunfo —. ¿Sabes qué nombre le puso al sartén con el que te amenazó el día que te enteraste que Fred también está en espera?

—Eh... — soy perfectamente consciente de la gorda gota de sudor que se resbala por mi cuello en este momento —. ¿Lindo e inofensivo sartén con el que jamás golpearé a mi amado y terriblemente apuesto Magnus? — le respondo inseguro, con una mueca en mi rostro. Lev tiene el descaro de reírse, mientras abre la puerta.

—Me voy a divertir tanto con tu sufrimiento, Alek — asegura, antes de salir sin mirar atrás.

Yaakov y yo nos quedamos observándonos en silencio. Él, haciendo grandes esfuerzos por contener la risa que amenaza con explotar. Sus labios tiemblan y sus mejillas se han puestos rojas.

Y yo, imaginándome un sinfín de situaciones en las que estoy siendo golpeado y castigado por la fuerza arrolladora de un pequeño y explosivo Xander, con un sartén volando en dirección a mi nariz. Yaakov sin decir una palabra más se gira, abre la puerta de nuevo y pretende irse.

—¿A dónde se supone que vas? — le gruño y él se detiene.

—Voy a averiguar el nombre de dicho sartén — la puerta de mi oficina es cerrada y a través de ella puedo escuchar las carcajadas de mi primo.

Mientras que yo solo puedo quedarme aquí sentado, orando para que las amenazas de Lev no se hagan realidad.

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