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Te necesitamos

Es muy raro enfrentarte a algo que ni conoces. He perdido la cuenta de las veces que he venido al bosque. Zigor me ha ido a buscar, dice que quiere pasar tiempo conmigo y estudiarme.

No entendí a qué se refería con estudiarme por eso le pregunté:

—¿A qué te refieres con que me vas a estudiar? —Zigor me miró y sonrió.

—Nunca he pasado tiempo con una humana, todos los que conozco son hombres o mujeres lobo.

—¿O sea que soy tu rata de laboratorio? —asintió.

—Algo así —alcé una ceja y bufé.

—¿Y qué vamos a hacer?

—¿Qué sueles hacer tu? —Me encogí de hombros.

—Pasar tiempo con mis amigos, estudiar, limpiar —puso cara de aburrimiento a lo que yo reí —. ¿Tu que sueles hacer?

—Mear por las esquinas —lo miré con cara de asco y él estalló en carcajadas.

—¿Es en serio?

—Suelo escapar de los cazadores para que no me maten también.

—Se nota la adrenalina —volvimos a reír —. ¿Alguna vez te han herido? —Llegamos a una especie de pueblo pequeño en mitad del bosque. Había muchas personas, estaban hablando, riendo. Parecían normales.

—Muchas veces —respondió cruzado de brazos.

—¿Y tenéis un alfa o.?

—¿Como sabes lo del alfa? —Me encogí de hombros.

—Hay una serie de hombres lobo que me gusta mucho —fui sincera haciéndolo reír.

—¿Te crees que por ver una serie en televisión ya sabes cosas? —Negué.

—No, pero solo preguntaba.

—¿Como también le preguntaste a Yannick si salíamos a aullar a la luna? —bufé.

Llegamos al lado de Yannick y de una mujer.

—Vosotros los hombres lobo deberíais empezar a diferenciar las preguntas sarcásticas de las reales —los tres me miraron con las cejas elevadas.

—Si, tiene razón —me señaló la mujer.

—Enséñame a diferenciarlo humana —rodé los ojos y sonreí.

—Lo sabrás con el tiempo.

Miré a mi lado derecho y pude ver a una chica con un bebé en brazos. Venía corriendo y llorando.

—Lo han disparado —Yannick se acercó al bebé y lo cogió.

—¿Puedes hacer algo? —Miré al hombre y al bebé.

—N-no lo sé, soy veterinaria, no sé cómo... —Los miré y suspiré para relajarme —. Vamos a la veterinaria.

Todos comenzamos a correr rumbo a la veterinaria. La mujer dejó al bebé en la camilla de operaciones.

Tenía un tiro en el abdomen.

—¿Como mierda no está muerto? Es muy pequeño —miré a Yannick y le inyecté anestesia.

—Es un lobo, por muy herido y pequeño que esté no puede morir, no le han dado con una bala de plata y eso es bueno —asentí.

Comencé a suturar la herida. Eso estaba siendo demasiado para mí, a veces se me nublaban los ojos. Era un bebé... Tenía tan solo unos meses. Yannick no parecía asustado, más bien tenía cara de: “es lo normal en mi vida”.

Al acabar Yannick me miraba con una sonrisa, otra vez había salvado a uno de los suyos.

Acaricié al bebé y sonreí. Estaba dormido, suspiré apoyando la cabeza en la camilla.

—Gracias otra vez —negué.

—No hay de que —cogí al bebé en brazos —. Yo no me quiero meter en vuestras vidas, de verdad que no, pero ese bosque es muy peligroso, aunque seáis hombres lobo, ellos son bebés y tampoco pueden sufrir así —Yannick se cruzó de brazos y se puso serio.

—Si, será mejor que no te metas en nuestras vidas. Hemos vivido durante mucho tiempo en bosques, no va a venir una humana a decirnos que hacer ahora —asentí. El tenía razón, pero ver a esos pequeños heridos me retorcía el corazón.

—Muy bien, pero deberías de pensar más en ellos que en el resto. Estas veces los he podido salvar, pero yo tengo vida fuera del bosque —Yannick me miró y luego miró al bebé.

—Por eso te vendrás con nosotros —mis ojos y boca se abrieron en forma de O.

—No puedo irme con vosotros. Te repito que tengo vida fuera del bosque —le pasé al bebé y fui a lavarme las manos y a limpiar todo lo que manché.

—Es que no te he preguntado si quieres o no venir, te estoy informando de que vienes con nosotros.

—Y yo me niego a ir —Yannick le dio el bebé a la mujer y ella salió.

Se acercó a mi y quedé entre su cuerpo y la encimera.

—Eres de mucha ayuda en la manada, no te mandaría venir con nosotros si no te necesitáramos —volví a negar.

—Tengo mi vida, mis estudios, no puedo dejarlo.

—Humana no me haga rogarte que no me gusta —estaba serio y a mi me comenzaba a dar miedo.

—No te estoy pidiendo que me ruegues, solo te digo que no quiero ir y deja de llamarme humana, tengo nombre y es Zenda —una sonrisa cínica se formó en sus labios.

—Está bien, tu ganas, tu ganas —levantó los brazos en forma de derrota y se separó de mí.

Y ese tu ganas solo duró exactamente tres días.

Estaba en mi casa estudiando, la semana que viene tenía un examen y era uno de los más importantes.

Si sacaba buena nota podría obtener la beca para una de las mejores universidades, no quería perder esa oportunidad.

Pero como la suerte nunca estaba de mi lado, al tercer día de esa conversación con Yannick en la veterinaria él y Zigor se hicieron presentes en la puerta de mi casa cruzados de brazos.

Los miraba cansada, no quería dejar mi vida, pero eran insistentes, y algo dentro de mí me decía que fuera, que me necesitaban.

«Soy yo ese algo»

La voz de mi cabeza hizo que rodara los ojos. Zigor sonrío mientras que Yannick estaba serio mirándome.

—Te necesitamos —Fue Zigor quien habló.

—Si, como no —pasé dentro de la casa sentándome en el sofá con las manos en el cabello —. ¿Os puedo pedir que me hagáis un contrato? Digo, trabajar sin contrato es ilegal —fruncieron el ceño mirándome.

—¿Contrato? ¿Qué es eso? —Bufé y negué.

—No es nada —dije cansada.

—Te necesitamos —repitió Yannick las palabras de Zigor.

—Es que no me podéis obligar a ir, yo no sé vivir la vida que vivís vosotros —me encogí de hombros.

—Te toca aprender humana.

Se dieron la vuelta y salieron de la casa, estando ya en la puerta se giraron y me miraron, miré mi casa y suspiré.

Cogí las llaves y salí de casa cerrando la puerta con llave. Seguía a los chicos por detrás, ellos iban hablando mientras que yo me estaba haciendo a la idea de vivir rodeada de personas sobrenaturales.

Zigor se giró y sonrió mirándome. Se acercó a mi y pasó sus brazos por mis hombros.

—Tranquila Zenda, todo saldrá bien —lo mire con cara de «¿en serio?»

—No sabes dar ánimos —rió y nos adentramos al bosque.

Llegamos a una colina.

—Ahora toca saltar —habló Zigor.

La sorpresa y el miedo eran evidentes en mi cara. Había que pasar del terreno en el que estábamos hacia el otro, y había una grieta en medio, como te fallara el salto dejabas tu vida en esa grieta.

Zigor saltó y mi boca se abrió kilométrica, fue impresionante, parecía que estaba volando, calló de cuclillas en el suelo y nos miró.

—Sube —me señaló su espalda.

—Es-estáis locos —me subí en su espalda y cerrando los ojos fuerte sentí como saltábamos.

—Ya puedes bajar —bajé temblando y tambaleándome un poco.

Miré a mi alrededor y enfrente mía, había un pueblo pequeño, se podían ver muchas casas.

—¿Vivís ahí? —Ambos asintieron.

Comenzamos a caminar, estaba bastante lejos, y más cuando yo tenía las piernas cortas y ellos eran dos jirafas.

—Oye esperarme —corrí un poco hasta alcanzarlos.

Zigor rió y me subió en su espalda. Llegamos a un puente que daba a un río.

—Es precioso —dije con una sonrisa.

Zigor ladeó la cabeza para mirarme.

—Si lo es —me bajó y miramos al río.

—Nunca había visto esto —miré a todo mi alrededor.

—Desde la otra punta antes de saltar esto no es visible para los humanos —con razón no lo vi —no puede pasar cualquier humano.

—Solo los que autoriza el alfa —completó Zigor.

—¿Quién es el alfa?

—Ya lo conoces —volvió a hablar Zigor.

—¿Eres tu? —Él negó.

—¿Tengo pinta de ser alfa? —Me encogí de hombros.

—Yo que sé cómo es un alfa —mi voz sonó un poco borde.

—Soy yo el alfa —miré a mi derecha.

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