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El Pueblo.

Yannick me miraba con su típica y asquerosa sonrisa cínica. Era de suponer que sería él, los lobos cuando el ladraba se callaban, lo seguían a todos los lados.

No dije nada, solo me limité a asentir y a seguir nuestro camino. Llegamos a una casa grande, era dos veces más grande que la mía. Para ser hombres lobo parecían de venir de familias adineradas.

Entramos a la casa y nada más entrar nos recibieron dos cuadros enormes, uno de Yannick convertido en lobo y el otro de él cruzado de brazos mirando serio a la cámara.

—Que egocentrismo hay en esta sala por favor —Yannick sonrió.

—Ahora que estás con nosotros lo seré más —pasó más hacia la sala y se sentó en el sofá.

—¿Lo aguantáis?

—No hay opción —suspiré.

—¿Y ahora que? —Abrí los brazos.

Los dos se habían sentado dejándome a mi de pie en medio de la sala. Se miraron y sonrieron. Nunca había visto sonreír tanto a una persona. Ellos dos estaban siempre así, Zigor era el de la sonrisa más natural y Yannick el de la sonrisa falsa y cínica, ese hombre lo tenía todo.

—Puedes darte un paseo por la mansión o salir fuera para hacer amigos —me crucé de brazos.

—¿No decíais que me necesitabais? —Rieron dejándome confundida —. ¿Por qué os reís?

—Era una excusa para traerte aquí, de momento no necesitamos tu ayuda, pero es bueno que estés aquí —reí falsamente y bufé —. Eres una falsa ¿te lo habían dicho alguna vez humana?

—¿Y a ti te han dicho alguna vez que eres insoportable? —El negó.

—Eres la primera persona que me lo dice —me senté en una silla.

—Que orgullo entonces —dije sarcástica.

Una chica de más o menos mi edad (no sabía cómo contaban sus años, pero por la apariencia era de mi edad) entró a la sala y me miró con una sonrisa.

Se sentó a mi lado en una silla.

—¿Eres nueva? —Me encogí de hombros.

—Me han traído engañada —los chicos rieron y nosotras los miramos serias.

—¿Eres la chica que salvó a los bebés? —Asentí.

—Soy Zenda.

—Yo soy Samay, hermana del hombre gris —señaló a Yannick quien la miró mal. Yo reí junto a ella —. Me la llevó a que conozca el pueblo —me cogió de la muñeca y me sacó fuera de la casa.

—¿Cómo conociste a mi hermano? No nos lo ha contado.

—Me estuvo persiguiendo por el bosque como diez minutos, hasta que caí al suelo y supe que quería que lo siguiera, luego comenzó a aparecerse en mi casa y hasta ahora —le resumí la historia de como lo conocí.

—Perdónalo, mi hermano puede llegar a ser imbécil —reí y negué.

—Me cae mejor en forma de perro —Samay rió.

—Me caes bien Zenda —sonreí.

—Y tu a mi.

Estuvimos andando por el pueblo, tenían hasta una iglesia, Samay dijo que no la usaban para nada, algunas personas mayores iban y rezaban pero nunca hacían misa ni nada de esas cosas.

Esa iglesia me recordó a mi abuela, ella era muy religiosa, siempre iba a las misas, todos los domingos, nunca faltó a una, hasta que falleció, recuerdo que ese día la hicieron uno de los mejores velorios (así lo dijo el cura), asistía a la iglesia desde que era pequeña, como quien dice se crio ahí dentro.

Yo nunca fui a una iglesia, solo cuando hice la comunión, no he vuelto a pisar una.

—Cuando un lobo muere vienen aquí los familiares y amigos más cercanos y se quedan a rezar un día entero, luego “como tradición” —hizo las comillas con sus dedos —matan a un animal grande, nunca le encontré el sentido a eso. Es como en los humanos que dicen que cuando una persona muere otra nace, pues así es más o menos —asentí mirándola.

—Yannick me contó que cuando una mujer queda embarazada siendo humana se convierte en lobo —ella asintió.

—Y al revés, cuando un humano deja embarazada a una loba también se convierte en lobo.

—¿Por qué?

—Es como —se quedó pensativa —como unir tu vida y alma a la otra persona. Los hombres lobos somos extraños en eso, porque cuando la mujer queda embarazada ya está unida de por vida a esa persona. Puede sonar descabellado, pero nunca han salido mal las relaciones —sonreí —es como el amor de tu vida en los humanos, pero aquí se lleva a otro extremo —nos sentamos en una escalera que daba a un parque.

Frente a nosotras había un parque hermoso y grande, en este pueblo todo era hermoso, a decir verdad. Veías a los niños con sus padres o hermanos jugar felices.

Daba vida ver así de feliz a la gente.

—Cuando la pareja de un lobo muere es como si la vida se parase, todos aquí somos una manada y estamos muy unidos, perder a uno de la manada es como perder una parte de ti, te deja vacío y en soledad —apoyé mi barbilla en la rodilla mientras la miraba —. Por eso eligieron a mi hermano de alfa, desde que él está al mando nunca ha muerto alguien y si sale muy herido busca forma y manera de salvarlo —me miró —. Por eso te trajo aquí, has salvado dos veces a los bebés, aquí haces mucha falta.

—Eso suena egoísta, porque yo tengo vida fuera de todo esto —Samay asintió y sonrió.

—Lo sé, y no estoy de acuerdo con lo que ha hecho mi hermano, pero créeme te puedes acostumbrar, aquí se vive bien.

—Pero no es mi vida ni la vida que quiero —Samay me cogió de la mano.

—¿Sabes? Cuando una persona nueva viene a la manada yo personalmente le hago una fiesta y aunque tu no seas loba, te la haré, asique vamos a la mansión a prepararnos porque hoy ligamos —salimos corriendo escaleras arriba y pasando calle por calle corriendo hasta llegar a la mansión.

Yannick y Zigor seguían allí sentados hablando. Al vernos entrar sonrieron dejando de hablar.

—Hermanito dile a mamá que hoy no llego a dormir —el hermano se puso de pie.

—¿Cómo que no llegas a dormir?

—Saldré con Zenda de fiesta —Yannick dijo que no con el dedo.

—La última vez la liaste mucho Sam, ya te dije que no salías más —ella se cruzó de brazos.

—No eres mi padre para prohibirme cosas. Digo que salgo y salgo —comenzó a andar cogiéndome del brazo.

El gruñido de Yannick hizo que Samay se arrodillara frente a él. Los miraba perpleja, desvié la mirada a Zigor quien también estaba arrodillado en el suelo.

—Será mejor que nos quedemos en casa —dije haciendo que los tres me miraran.

Tragué saliva fuerte, pero mantuve la cabeza en el alto. Estaba inundada de miedo pero no lo dejaba ver. Mi corazón iba muy rápido.

Yannick hizo un movimiento con la cabeza, Zigor y su hermana salieron de la mansión.

—Humana tranquiliza tu corazón, te late muy rápido —me sorprendí por lo dicho de su parte.

—¿Puedes oír mi corazón? —Él sonrió

—Si, tengo los sentidos más agudizados —asentí mordiéndome el labio.

—¿Por qué se arrodillaron? —Otra vez su típica sonrisa.

—Soy su alfa, me deben respeto.

—Es tu hermana, no deberías usar ese poder sobre ella —se cruzó de brazos mirándome seriamente.

—Lo que tu digas humana —suspiré.

—¿Qué se supone que voy hacer aquí? —Se giró y me miró.

—Puedes hacer lo que quieras, nadie te quita de hacer nada —su voz sonó sincera dejándome algo tranquila.

—Muy bien, entonces me voy a mi casa —me acerqué a la puerta.

Me cogió del brazo y de un empujón me pegó a su cuerpo -Puedes hacer lo que quieras pero dentro del pueblo -bufé y asentí.

—Suéltame —susurré al tenerlo tan cerca.

—¿Y si no que? —Intenté soltarme.

—No me gusta que estén tan cerca de mí —elevó una ceja.

—Me gustaría hacer que eso cambiara conmigo humana —reí y negué.

—Vas muy rápido me parece.

—Puedo ir despacio si quieres -sonrió con picardía.

—Eres un cerdo —volví a intentar separarme.

—Fuiste tú la que pensó mal —me apretó a su cuerpo —yo te dije que voy a ir despacio si así lo quieres.

—Tu sonrisa lo dijo todo.

—Mi sonrisa puede decir lo que quiera, lo que salga de mi boca es otra cosa —asentí y dejé de moverme.

—Tanto tu sonrisa como tu boca dicen asquerosidades —volvió a sonreír.

—¿Y que dicen ahora? —Nos miramos a los ojos.

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