Los hombres lobo no existen... Pues si existen.
Todo era tan extraño. Los lobos a veces no parecían lobos, sus ojos parecían humanos.
Incluso vi a uno de pelaje amarillo y ojos verdes que me recordó al nuevo vecino.
Son tonterías mías, pues si ya me parece raro que haya lobos en Bibury que me encierren por loca al pensar que son hombres lobo.
«Ves mucho Teen Wolf»
Pues si la verdad.
Miré hacia los lados y vi al lobo que me persiguió, venía directo a mi, corría un poco, movía su cola de lado a lado. Otra vez veía en sus ojos esa cosa extraña, parecían tan humanos.
Me senté en el suelo y acaricié al lobo, movió su cabeza para que lo acariciara mejor y sonreí.
Otra vez el lobo amarillo.
«Hazlo»
Me mandó la voz de mi cabeza.
«Sales de dudas»
—¡Zigor! —Grité y el lobo me miró.
Los ojos se me abrieron como platos, el miedo comenzó a subirme por la espina dorsal.
Me levanté de golpe aún asustada y vi como el lobo se acercaba a mi. Di pasos hacia atrás chocando contra otro lobo.
¿Son ideas absurdas verdad? No existen los hombres lobo, no existen los hombres lobo.
«Respondió al nombre»
No existen los hombres lobo.
«Tiene el pelaje amarillo y los ojos verdes»
No existen los hombres lobo.
Miré hacia todos los lados y los lobos me estaban mirando.
«Como no corras te matan»
Odiaba la voz de mi cabeza en esos momentos. Me metía más miedo del que tenía, estaba muy asustada.
Los hombres lobo no podían existir, no podían, era imposible, absurdo.
Pero entonces giré la cabeza y vi a un niño de tan solo unos meses tirado en el suelo. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, todo estaba cobrando un sentido, ese bebé tenía una herida, una herida suturada y que por alguna razón se estaba curando muy rápido y a la perfección.
Me apoyé en un árbol, todo me comenzaba a dar vueltas. Comencé a andar, quería llegar a mi casa, pero entonces vi como el lobo amarillo se convertía en Zigor.
No supe de mi... Caí al suelo.
Me desperté asustada, estaba en una casa que no era la mía, en una habitación que no era la mía. Y había muchas personas que no conocía.
Sólo Zigor, que al verme despierta se acercó a mi, negué.
—No te acerques por favor.
—¿Como lo supiste?
—No hay que ser ingeniero para darse cuenta, pelo amarillo, ojos verdes —lo señalé de arriba abajo —¿Como es posible? —Me llevé las manos a la cabeza.
—No te deberías haber enterado. Eres muy lista —se cruzó de brazos.
—Pues lo hubieses pensado antes de tocar a mi puerta —el asintió.
Nos quedamos callados. Miraba a todos los presentes encontrando alguna explicación a todo lo que estaba pasando. Entonces mis ojos fueron hacia un hombre de ojos grises y pelo gris. Abrí la boca sorprendida y me levanté acercándome a él.
—Eres tu, el lobo que me siguió y me ha seguido todo este tiempo, eres tu —el hombre con una sonrisa cínica asintió.
No supe de dónde saqué las fuerzas y la valentía pero levante el puño y se lo estampé contra la cara.
—¿Tu sabes el miedo que pasé? Pensaba que me iba a morir en cualquier momento —hablé molesta. El solo sonrió.
—Perdona humana, pero todavía no sé hablar cuando estoy convertido en lobo —se tocó la mejilla.
Había dos mujeres que estaban sonriendo.
—Esto es increíble —dije respirando hondo —increíblemente surrealista —miré a Zigor y luego al hombre de ojos grises —¿Como te llamas?
—Soy Yannick, humana —sonrió.
—Deja de llamarme humana, tengo nombre —miré hacia la ventana.
—Humana —suspiré y comencé a andar.
—¿No me vais a ladrar? —Todos sonrieron. Miré a Yannick y él comenzó a caminar hacia mi.
—¿Me vas a dar de comer muslos de pollo otra vez?
—No vas a entrar más a mi casa —me encogí de hombros —desagradecido de mierda.
Bajé las escaleras y salí de esa casa. Zigor tenía razón, esa casa daba miedo por dentro, era tan oscura y vieja, yo no estaría ahí más de una hora.
Bueno... Estando consciente.
Llegué al patio de mi casa y miré hacia la ventana de la casa de Zigor, Yannick me estaba mirando mientras movía los dedos en modo de saludo. Le saqué el dedo y terminé de entrar en mi casa.
Me senté en el sofá mirando a un punto fijo impactada por lo que acababa de descubrir. Tenía miedo... No parecían peligrosos, pero no podía estar tranquila sabiendo que había cosas sobrenaturales por ahí fuera.
Estaba en “shock”, no sabía como digerir todo lo que había descubierto y todo gracias al imbécil de Zigor.
«¿Si no querían que te enteraras por qué giró la cabeza cuando dijiste su nombre?»
Buena pregunta. No tenía ni idea de que responde.
Subí a mi habitación y miré por la ventana, parecía que en la casa no había nadie, parecía vacía sin ninguna luz ni nada. Mi vista fue a la ventana en la que antes se encontraba Yannick pero ya no estaba.
Me senté en la cama y me tiré hacia atrás. Miré el portátil encima del escritorio, me levanté de un salto y comencé a buscar información sobre hombres lobo.
—Ceniza de serval, acónito, balas de plata —susurraba mirando la página en la que me había metido —¿Existen desde hace millones de años? —miré la pantalla sorprendida.
—Si, hace siglos que existimos —pegué un grito y me levanté de la silla llevándome una mano al pecho al escuchar la voz de Yannick.
—¿Como mierda has entrado? —Su sonrisa cínica volvió a aparecer en sus labios.
—Tengo un hueco secreto por el que me meto siendo lobo —me volví a sentar en la silla.
—¿Qué es la ceniza de serval? —Pasé de su comentario y él elevó una ceja por la pregunta que le hice.
—¿Qué estás mirando? —Se acercó a mi poniendo una mano detrás en la silla y otra en el escritorio.
—¿Qué es la ceniza de serval? —Volví a repetir la misma pregunta.
—Es un polvo como gris, se usa para proteger cosas de valor o para que no pasen los hombres lobo a algún lugar —asentí escuchando la explicación atentamente.
—¿Lo usáis entre vosotros? —él negó.
—Lo usan los cazadores.
—¿Cazadores?
—Personas que matan a los hombres lobo, fueron ellos los que hirieron a Jano.
—¿Jano es el bebé? —Yannick asintió.
—¿Y el acónito y las balas de plata?
—El acónito nos debilita y si consumimos mucho podemos morir, y las balas de plata nos matan fijo.
—¿Y salís a aullar a la luna llena y todo eso? —rió.
—¿Ves muchas películas?
—Una serie más que nada.
—Oh si, Teen Wolf me acuerdo que la pusiste una vez —apoyé la cabeza en la mesa. Se sabía toda mi vida. Se la había contado pensando que solo era un perro —. No te avergüences. Y si quieres un consejo dile no al Mario ese, no me cae bien.
—Ni lo conoces.
—Créeme no te conviene.
—Tu que sabrás —se cruzó de brazos.
—No te conviene —suspiré volviendo mi atención a la pantalla.
—¿Eres hombre lobo de nacimiento? —Lo miré.
—Si, pero hay muchos tipos de lobo. Los de nacimiento, los que se convierten o los que no tienen más opción y por alguna razón se convierten sin darse cuenta —lo miré ceñuda.
—Explica lo último no te entendí una mierda —él rió y se sentó en la cama. Me di la vuelta con la silla y lo miré.
—Cuando una pareja hace el amor, ya sea el hombre humano y la mujer lobo o al revés, si la mujer queda embarazada se convierte en loba y si el hombre es el humano se convierte en lobo —fruncí los labios.
«Yo tampoco entendí una mierda».
—¿No me has entendido verdad? —Negué.
—Para ponerte un ejemplo. Si tu y yo hacemos el amor, y tu te quedas embarazada tu destino es convertirte en loba —abrí la boca en forma de O.
—¿Y por qué? —Yannick negó.
—Nunca lo he sabido, tampoco he dejado nunca a una mujer embarazada. La novia de mi mejor amigo era humana —miré por la ventana.
—¿Duele convertirse en lobo? —Él negó.
—La primera vez, eres virgen en eso —reí negando.
—Es flipante todo esto —se cruzó de brazos.
—Todo estaba planeado —soltó de la nada haciendo que lo mirara perpleja.
«¿Todo estaba planeado?»
Eso dijo, si.