Bonito Lobo.
Tuve que ir abriendo los ojos lentamente por la luz cegadora. Me froté los ojos y al abrirlos vi que estaba tirada en el suelo del bosque. Me levanté rápido y miré hacia los lados.
El lobo gris se estaba acercando a mi, venía con la cría de lobo entre sus dientes, me asusté al pensar que había fallecido.
Me acerqué rápido y lo cogí entre mis brazos, pero gracias a dios estaba vivo. Sonreí y lo acaricié, el lobo comenzó a lamerme la cara, reí y le miré la herida.
—Increíble lo bien que te estas curando —le acaricié la cabeza.
El lobo ronroneó y volvió lamer mi cara.
Miré al lobo grande que no quitaba su mirada de encima de mí.
Miré a los lados y entonces volví a la realidad.
¿Como había llegado aquí?
¿Quién me trajo?
¿Soy sonámbula?
El lobo grande dio dos pasos hacia atrás e hizo como una reverencia, miré hacia atrás para ver si había alguien, pero no había nadie, mi ceño se fue frunciendo poco a poco.
¿Por qué hacía eso?
Miré hacia mis lados y vi que salían más lobos de entre los árboles. Mi corazón comenzó a acelerarse, mis nervios se pusieron de punta, quise salir corriendo, pero lo más probable era que terminar muerta, así que solo me limité a estar quieta y a respirar con tranquilidad.
Dicen que los animales huelen el miedo, los que tengo a mi al rededor se deben estar ahogando en ese olor, porque ahora mismo no soy una persona, soy todo miedo.
Los lobos se acercaron a mi estando a unos pasos de distancia e hicieron la misma reverencia, yo aún seguía con el lobo pequeño en brazos entonces lo supe.
Hacían eso porque había salvado al pequeño, me tranquilicé y le llevé el lobo a su madre, ella empezó a lamerle y sonreí.
Me alejé de ellos con cuidado, pero entonces el lobo pequeño corrió hacia a mí, escaló mi cuerpo con mucha facilidad y apoyó su pequeña cabeza en mi hombro.
Acaricié su cuerpo y me quedé ahí sin hacer nada... Pues no sabía que hacer, tenía al lobo en brazos y si comenzaba a andar seguramente la madre se me tirara encima.
Me senté en el suelo y lo seguí acariciando.
¿Como había lobos? No había lobos desde años, pero esa manada estaba ahí, mirándome atentamente mientras acariciaba a una cría.
Miré al lobo grande y él comenzó a acercarse a mi. Lamió mi mano y yo le acaricié la cabeza.
—Tengo que irme —dejé al lobo pequeño al lado del grande y me levanté —vendré a veros, pero tengo cosas que hacer —di un paso para irme y todos comenzaron a ladrar.
¿Que pasaba?
Me estaba comenzando a desesperar, el idioma lobuno no lo conocía y ni siquiera sabía si existía la palabra “lobuno”, pero no tenía ni idea de que hacer, tenía una vida fuera de ese bosque y parecía que no me iban a dejar llevarla a cabo.
—Os vendré a ver muy pronto lo prometo, pero tengo que irme —esperé con todas mis fuerzas que me dejaran irme y así fue.
Llegué a mi casa mirando cada dos por tres hacia atrás.
Suspiré con tranquilidad al estar en mi casa.
Miré a todos los lados y asentí.
Comencé a limpiar, empezando por la cocina y terminando por mi habitación que la tenía hecha un cristo. Lo tenía todo tirado por cualquier rincón, si mi madre lo viera seguramente me hubiera hecho tragar la suciedad.
Me puse música, así lo hacía todo más animadamente, bailaba y cantaba con el mango del cepillo.
Abrí la persiana y di un pequeño grito al ver al lobo de pelaje gris parado en la carretera frente a mi casa.
Terminé de barrer el suelo y bajé para abrirle la puerta, él entró y se subió al sofá para quedarse tumbado.
Lo miré con una ceja alzada y comenzó a mover la cola. Suspiré... ¿Ese sería mi día a día?
*****
Esa pregunta que me hice hace casi un mes ya tenía respuesta y la respuesta era, sí, ese iba a ser mi día a día.
El lobo gris siempre aparecía por la mañana frente a mi casa, le abría la puerta y él se tumbaba en el sofá.
Era bastante raro el tener a un lobo en mi casa, nunca había tenido animales y el saber que ahora siempre iba a tener a un lobo en mi casa me hacía sentir extraña, como si no estuviera sola, como si ese lobo fuera una persona. Y por si fuera poco la locura comenzó a hacerse presente pues empecé a contarle mi vida al lobo.
—Hoy Mario me habló, me confesó que le gustaba, bastante raro por su parte pues solo éramos amigos, amigos de hace años —le acaricié el lomo —. Me dijo que le diera una respuesta, pero no sé cuál darle —el lobo se levantó y se puso frente a mi, comenzó a ladrar —Un no —asentí.
¿Haré caso a un lobo?
Mario es un chico guapo, rubio de ojos azules, una complexión física esplendida, media 1,70, hacia un tiempo nos medimos y eso fue lo que le dio a él. Pero yo solo lo veía como un amigo, nunca me había parado a imaginarme o pensar en si me gustaba o como sería estar con él.
Lo veía como un amigo nada más. El lobo me miraba, en su mirada pude ver algo que no entendía bien.
«Las ganas de querer matarte seguramente»
Moví la cabeza para no hacer caso a los comentarios de mi voz y suspiré.
El timbre sonó y mi corazón se aceleró, no esperaba a nadie, así que con cuidado y miedo me acerqué a la puerta.
Abrí y era un chico de pelo ¿amarillo? Nunca había visto a una persona con el pelo así.
—Perdón por interrumpirte, soy nuevo en el pueblo, no conozco a nadie.
«Oh, el nuevo vecino».
Le dediqué una sonrisa.
—Soy Zenda —le extendí mi mano.
—Yo soy Zigor, encantado —estrechó mi mano.
—¿Eres el nuevo vecino de enfrente? —El asintió.
—Eso sí, la casa es muy extraña, muy bonita por fuera y todo lo que tu quieras pero por dentro da miedo —reí y miré hacia la casa.
—Dicen que ahí se suicidó la pareja —el chico me miró asustado y reí —es broma, nunca he escuchado historias raras sobre esa casa. Sólo sé que la pareja murió, estando fuera de la casa —Zigor sonrió.
—Me caes bien. Espero verte pronto por ahí.
—Yo también lo espero.
—Por cierto, bonito lobo —me sonrió y se fue.
Cerré la puerta y me giré para mirar al lobo.
—¿Has visto su color de cabello? ¿Será natural? —Señalé hacia la puerta.
El pelo amarillo y los ojos azules.
«Increíble»
Demasiado.
El lobo se acercó a la puerta y me ladró, abrí y me miró para que lo siguiera.
De vuelta al bosque...