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Capítulo 3

En un segundo, las imágenes de la noche anterior comenzaron a resurgir en su cabeza. La forma en que Jesús la había tocado, donde nadie había sido capaz de llegar antes. La forma en que la había besado, como si con cada beso estuviera tratando de consumirla un poco más. La forma en que la miraba…

No. Nah-ah. Marlena no podía hacer eso. No esa noche.

-Vale, bueno, gracias por la coca-se aclaró la garganta, retirando la mano y bajando la mirada. -No quiero distraerte más. Si alguna vez tienes un momento libre del trabajo, escríbeme.-

Tommy asintió, sin inmutarse por el repentino cambio de actitud.

-Avísame si avanzas con el código- dijo, comenzando a acercarse a los dos chicos a unos metros de ellos.

Ella asintió. Le lanzó una última mirada a Jesús y sus ojos seguían fijos en ella, imposibles de leer.

Marlena sintió que le ardían las orejas y, sin mirar atrás, salió del club.

Se apresuró por la avenida que conectaba el campus con su dormitorio, repentinamente ansiosa por comenzar a trabajar en el código.

-Marlena.-

Se congeló en el lugar, cerró los ojos por un segundo y dejó que los repentinos escalofríos que le subían por la columna disminuyeran. Luego se volvió, lentamente.

Jesús se había detenido a cuatro metros de ella, como si tuviera miedo de acercarse demasiado.

-¿Qué quieres?- De dónde había sacado la fuerza para dejar salir esas palabras sin que le temblara la voz, Marlena simplemente no lo sabía.

Jesús dudó, y Marlena decidió que odiaba esa versión de él más de lo que odiaba a la desagradable y pedante de los seminarios. Porque, aunque hubiera preferido que ambos fingieran que nada de lo que había sucedido la noche anterior era real, la mirada inquieta en su rostro solo le recordó que no solo era real, sino que ahora flotaba en el silencio entre ellos como un piano . colgando en el aire listo para caer y aplastarlos a ambos.

-Deberíamos...- comenzó.

"No, no deberíamos", interrumpió ella abruptamente. Lo último que quería era hablar de lo que había pasado.

Jesús resopló, poniendo los ojos en blanco como si Marlena fuera el peor castigo que le habían infligido en su vida. Y fue mutuo.

-Solo quiero asegurarme de que estás bien.-

Marlena frunció el ceño, confundida.

-¿Por qué no debería estar bien?-

Continuó evitando su mirada.

- No estabas lúcido. Y no debería haberlo intentado. Especialmente después de que se encienden las luces. Lo siento si te sentiste... presionado, eso es todo.-

Marlena parpadeó un par de veces, como para asegurarse de que había entendido bien.

-Espera un momento… ¿crees que fuiste tú quien me sedujo ?-

Él frunció el ceño.

-Bueno, sí.-

- Vaya - Marlena levantó las manos dramáticamente - Bájate de tu pedestal, Don Giovanni. Fue al revés, en todo caso. No creas que tienes suficiente encanto para persuadirme de hacer cosas en contra de mi voluntad.-

La expresión confundida de Jesús cambió ligeramente a genuina curiosidad.

-¿Estás tratando de decir que querías que esto sucediera?-

El rostro de Marlena se incendió en un segundo.

-No malinterpretes mis palabras.-

Una sonrisa pedante se extendió por su rostro.

-No lo haré.-

Marlena avanzó dos pasos y lo señaló con el dedo. Él tomó todo de vuelta. Esta era la versión de Jesús que más odiaba.

-Escúchame, principito pomposo y mimado, Hardin-Scott- aspirante a duque de Stocazzo- siseó, la migraña comenzaba a bombear en sus sienes de nuevo. -Si mañana estallara una pandemia en el mundo, y todos los seres vivos, incluidos los animales, se convirtieran en zombis, y tú y yo fuéramos los únicos inmunes y la última esperanza para repoblar el planeta, elegiría ir de cabeza a un horda de zombies liderada por Boris-Johnson-zombie en lugar de terminar en la cama contigo. ¿Claro? -

Jesús se inclinó hacia ella, con los brazos cruzados a la espalda y una sonrisa imperturbable en el rostro.

-Sería claro...- se humedeció los labios -Excepto que tus palabras no reflejan lo que dice tu cuerpo. Por la forma en que te retorciste debajo de mí anoche, podría haber jurado que te estabas divirtiendo tanto como yo..."

Los oídos de Marlena estaban en llamas.

-¿De verdad quieres que te dé una bofetada?-

-Sabes lo que decían los romanos, ¿no? In vino veritas , milady- sonrió con aire de suficiencia.

Marlena apretó los puños a los costados.

-¿Sabes qué más dijeron los romanos?- siseó entre dientes. - Bésame el culo, cielo.-

Dicho esto, se dio la vuelta, acelerando el paso para llegar a la puerta de su apartamento lo antes posible.

Jesús estaba detrás de ella, acercándose, y Marlena estaba segura de que habría encontrado más para agregar antes de poder sacar las llaves, si no fuera por los dos hombres que, en la puerta, se volvieron hacia ellos sin suficientemente cerca.

Alto, corpulento, vestido de negro, de mirada impasible y severa.

Marlena redujo la velocidad cuando uno de ellos sacó algo del bolsillo de su chaqueta.

-¿Sylvia Pinto?- preguntó, en un tono no oficial.

Marlena asintió vacilante. El hombre abrió la placa que sostenía en sus manos y se la entregó.

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