Capítulo 2
Marlena no quería salir. Todavía le dolía la cabeza, había jurado que nunca volvería a beber, y la idea de meterse en la ducha sin vomitar parecía más fuera de su alcance con cada segundo que pasaba.
Pero, al mismo tiempo, cada momento encerrado en la habitación sobre la cama era un momento más que Marlena pasaba sin pensar en Jesús.
Por eso, al final, a las nueve de la noche y con más analgésicos que sangre en el cuerpo, Marlena se encontró frente al letrero de neón del pub del campus.
El lugar estaba medio vacío, lo que le permitió localizar a Tommy de inmediato. Estaba detrás de la barra, sirviendo pintas a un grupo de tipos ya medio borrachos.
-Oye- estalló, acercándose. -¿Es posible que ella viniera aquí muchas veces y nunca te viera?-
Su compañera de cuarto se volvió hacia ella y le sonrió. Llevaba una camiseta negra de manga corta y unos vaqueros pitillo oscuros.
-Yo suelo trabajar en la cocina, esta noche estoy cubriendo a un colega- explicó. -¿Qué estás bebiendo? ¿Sidra? ¿Cerveza?-
Marlena sintió ganas de vomitar solo de pensarlo.
-Una coca cola, gracias.-
Asintió suavemente y comenzó a llenar un vaso.
-Sabes, estábamos empezando a pensar que eras un fantasma- continuó Marlena, sentándose en un taburete frente a él. -Durante casi dos meses nadie te vio en el apartamento.-
Tommy se rió y le entregó una bebida.
-No paso mucho tiempo en casa.-
Marlena esperó a que él dijera más, pero cuando se quedó en silencio, levantó una ceja. Tommy rió nerviosamente, mordiéndose el labio.
-Mi familia no puede pagar la matrícula- admitió -Y como nací en Estados Unidos no soy elegible para un préstamo estatal o una beca, a pesar de que he vivido la mayor parte de mi vida en Galway. Así que tengo tres trabajos. Tengo un turno temprano en el Starbucks del centro antes de la clase. Por la tarde trabajo como entrenador personal en el gimnasio del campus, y por la noche me puedes encontrar aquí.-
Los ojos de Marlena se agrandaron.
-Vaya- comentó. -Suena... exasperante.-
-Lo es, pero vale la pena- sonrió, encogiéndose de hombros, y Marlena decidió en ese momento que le gustaba Tommy. Por lo general, le tomaba tiempo llegar a ese punto con una persona, pero fue estimulante encontrar finalmente a alguien más en esta universidad que entendiera lo que era tener que ganarse un lugar allí.
Sus hombros se relajaron y tomó un sorbo de su vaso. Detrás de ella, en el escenario de la esquina del local, una banda de estudiantes empezaba a montar sus instrumentos para abrir la noche de música en vivo.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- Tommy llamó su atención.
-Cierto.-
-¿Por qué buscas el tesoro de Venor?- se inclinó hacia ella, como si no quisiera que la gente a su alrededor escuchara la conversación. -Es por interés personal, o...-
Marlena se mordió el labio, indecisa, pero luego miró a los ojos de Tommy, oscuros y amables en los suyos, y su sonrisa que inspiraba confianza, y entonces decidió que tal vez podía permitirse el lujo de tener otro amigo en su vida. Así que ella le contó todo. De los DuDs, de Alastair, de la directora, y de la prueba que le habían impuesto para entrar en sociedad. Tommy la escuchaba en silencio, apartándose de vez en cuando para atender a los clientes. Finalmente, Marlena incluso dejó escapar algunas pistas sobre Jesús.
-Lamento que te trataran de esa manera, Marlena. Pareces una chica inteligente. Estoy seguro de que DuDs tendría suerte de tenerte- fue la respuesta del chico, finalmente.
Marlena sintió que la validación de esas palabras aligeraba su pecho. Apartó la mirada para ocultar el ligero rubor que había teñido sus mejillas.
-Por casualidad, ¿le echaste un vistazo a las notas que dejé en tus notas?- insistió.
-No tuve tiempo. Pero lo haré, lo prometo.-
Tommy se encogió de hombros.
-Probablemente sea una estupidez en la que ya hayas pensado.-
-¿Es decir?-
Tommy miró a su alrededor, a pesar de que no había nadie en un radio de veinte metros cuadrados, y luego se inclinó hacia ella nuevamente. Marlena tomó una bocanada de su perfume. Sabía limpio. De ropa recién lavada. Y loción para después del afeitado barata.
-Es un viejo truco que me enseñó mi padre. Él también era fanático de las adivinanzas- susurró. -Cuando intentas resolver un código, lo primero que debes hacer es encontrar el carácter que se repite más veces, y que probablemente corresponda a la letra A, ya que es la más común del alfabeto. No es mucho, pero es un punto de partida.-
Marlena parpadeó un par de veces.
¿Cómo no había pensado en ello? Era literalmente el ABC de la decodificación. Se insultó mentalmente cien veces antes de recordar que Tommy todavía la miraba.
-Es más útil de lo que piensas- admitió sinceramente. -Gracias.-
Sonrió, en una de esas sonrisas agradecidas que rara vez deja escapar, y dejó que su mano se deslizara sobre el mostrador, hasta que descansó sobre la del chico.
Él le devolvió la sonrisa e, inesperadamente, el estómago de Marlena se revolvió ligeramente.
-Tommy, ¿puedes dejar de coquetear y atender a esos clientes?- lo llamó uno de los otros camareros, en un tono entre serio y medio en broma.
Ambos se volvieron hacia los clientes en cuestión, y ese cosquilleo en el estómago de Marlena de repente se convirtió en un doble nudo apretado que se ensanchó para tomar su garganta.
Lewis se desplomó en el mostrador, indiferente, esperando a que lo sirvieran.
Y detrás de ella, Jesús los observaba.
O mejor dicho, observó su mano, aún descansando sobre la de Tommy.
Porque Marlena no solo estaba maldita, sino que también era la chica más desafortunada de todo el universo cósmico.