Capítulo 3
Raimondo cerró los ojos por un momento.
- ¿ Crees que eres la única persona sobre la faz de la Tierra que ha perdido a tu madre? No, y precisamente por eso decirlo te hace bien, te quita un peso de encima y te hace entender que muchas otras personas han pasado por lo que tú has pasado y por eso mismo te pueden ayudar. Es difícil, lo sé, pero hay que sacar estas cosas a la luz, transformar la melancolía en energía positiva que te haga bailar una pieza de hip hop con el corazón, moldear la tristeza para producir una hermosa pieza moderna. Libérate de esta opresión y te aseguro que te sentirás mil veces mejor, estarás más ligero y despreocupado. No tengas miedo de vivir: hay que ganarse cosas buenas, pero si no te atreves... - dijo dejando la frase en suspenso, pero el final era comprensible - Lo digo porque te amo, Me preocupo por ti y quiero que estés aquí no sólo para aprender a bailar sino también para tener una experiencia de vida inolvidable. -
Beatriz había estado mirándolo fijamente desde que empezó a hablar. Parecía perdida en su cabeza, pero al mismo tiempo sus ojos azul claro decían claramente que había escuchado y entendido cada palabra de lo que su maestra había dicho.
- Lo entiendo. Y por esto te lo agradezco mucho. -
El hombre le sonrió.
- Entonces, ¿te gusta el que te mostré de Coldplay? - preguntó cambiando de tema y dejando atrás los temas lúgubres para volver al baile.
La chica asintió con confianza y volvió a sonreír.
- ¡ Sí, un desastre! -
- Bueno, entonces lo estudiaremos y lo traeremos al episodio, en caso de que sea necesario. Quedo pendiente de asignarte algo más, ya que sé que son días de comunicaciones: si te llegan unos sobres, tomaremos una dirección específica. En cualquier caso, tenemos que ponernos manos a la obra. - apagó el televisor en el que había mostrado la coreografía y cruzó los brazos sobre el pecho - Quizás te encargues de esto con Andreas, es un tipo de baile suyo y esta tarde definitivamente tendrás una lección con a él. Le digo a María que te informe en casa de la hora que tendrás que venir aquí a la habitación. -
Beatriz asintió que entendía y sonrió.
- Gracias de nuevo, de verdad. -
Se despidió y regresó a la cabaña un poco más ligero, habiendo dejado algunas de sus preocupaciones en la habitación uno.
Tan pronto como entró por la puerta vio a todos sus compañeros que no estaban en clase reunidos en las gradas.
- ¿ Qué está pasando? -
- Oh, perfecto, ahora que ha llegado Beatriz podemos empezar. - dijo la voz de María.
Confundida, la niña se acercó a las gradas y se sentó junto a Christian.
- Dijo que hay un par de sobres. - dijo, ante lo cual Beatriz se dio un empujón con las manos y se puso de pie.
- Me imagino que hay algo para mí, ¿me equivoco Marì? - le preguntó a la mujer que escuchó y a quien imaginó esbozando una sonrisa divertida.
- Imagínate bien. - respondió el presentador, por lo que la bailarina corrió hacia la puerta y fue a buscar el sobre de las escaleras, que de hecho ni siquiera había visto antes, cuando entró.
Regresó a las escaleras y abrió el sobre, luego leyó el contenido junto con María.
- Parece que he expresado varias veces mi decepción respecto a las habilidades técnicas de Beatriz, y cómo su maestra insiste en mantenerla en su zona de confort, protegiéndola sin ningún motivo y no dejando que se involucre haciéndola probar otros estilos que, en el repertorio del bailarín medio, necesariamente debe ser asimilado. Sé que Beatriz nunca ha estudiado bien música clásica desde hace más de un par de años y puesto que, a pesar de las lecciones clásicas más profundas a las que ella y los demás son sometidos, sería un verdadero horror para los ojos verla preparar un coreografía clásica, decidí dejarle a Beatriz la tarea de presentarla en el episodio del próximo domingo en caso de que su actuación oficial todavía me deje con mal sabor de boca, como estoy seguro que así será. Pensé en una coreografía que entusiasme a todos, una coreografía con música donde ella pueda demostrar sentimientos con su cuerpo y sus expresiones faciales. Una coreografía interpretativa, sentimental, donde cada movimiento lo dicta el corazón y no la mecánica: también es necesaria una cierta técnica que quiero ver si, desde que entró en esta escuela hasta hoy, ha aprendido al menos en parte. Le doy carta blanca a la canción, esperando que surja un momento agradable aunque tenga muy bajas expectativas. -
Beatriz dobló el periódico y arqueó las cejas.
- Lindo. Entonces, ¿qué debo hacer, María? -
- Sé que acabas de ver a Raimondo, y no puedes regresar ahora ya que tiene otras lecciones, pero me acaba de informar que hoy tienes una lección con Andreas y que la producción aún no te ha dicho la hora. Entonces, cuando termines con él, le pido a Todaro que entre a la habitación para que puedas hablar sobre esta tarea. - explicó el presentador, mientras la chica, sentada con el papel en la mano, cuyas esquinas ya empezaba a arrugar, intentaba comprender - Creo que Raimondo se inclina a dejarte hacerlo, dado que, siendo moderno, puedes Por lo tanto, hacer y negarse no tendría sentido: es una tarea que no pone en riesgo su estancia aquí, al menos no de forma inmediata. Si Celentano luego ve que no la convences con esa coreografía y encuentra una alumna que le gusta, te puede retar y en ese momento sí, hay un juez externo para decidir quién va y quién se queda. ¿Fui lo suficientemente claro? -
- Sí María, muchas gracias. Pero espera, ¿a qué hora tengo clase con Andreas? - preguntó, rascándose la nuca confundido.
- Te avisaré alrededor del mediodía. Nos vemos. -
Los presentes abandonaron las escaleras y Beatriz rápidamente se dirigió a su habitación, tratando de no revelar su estado de ánimo por la conversación con Todaro.
No quería pensar en su pasado, pero siempre pasaba y siempre le dejaba un mal sabor de boca.
Dejó el sobre en la mesita de noche, y cuando levantó la vista se encontró con las fotografías que había pegado en la esquina de la pared dedicada a ella, encima de su cama.
Los había puesto para recordar a su familia y en general su vida antes de Amici.
Algunos la representaban cuando aún era pequeña, en compañía de su madre, y luego pasamos a los más recientes, uno de los cuales la retrataba junto a su mejor amiga Greta, ambas sonrientes, con un cucurucho de helado en la mano. frente al Coliseo.
Suspiró y sonrió levemente.
Cuánto extrañaba a Greta.
- Si estuvieras aquí, Gre... - murmuró estirando los dedos y tocando la polaroid, como si al hacerlo pudiera acariciar la mejilla de su amiga.
- Oye. - Beatriz se giró al ver a Christian aparecer en la puerta de su habitación - Te vi un poco deprimido por la carta, quería asegurarme de que todo iba bien. -
Tocó la foto de nuevo con nostalgia.
- No lo sé... Raimondo me dijo que tengo que deshacerme de todo, tengo que deshacerme de mis pensamientos para bailar más ligero. - murmuró con la cabeza gacha - Ya no puedo guardar todo dentro. -
Christian inclinó la cabeza y dio un paso hacia ella.
- ¿ Quieres charlar un poco? - le preguntó amablemente.
Beatriz levantó los ojos para observar a su amiga.
- ¿ Quieres? -
Él sonrió.
- Por eso estoy aquí. - comentó acercándose hasta pasar un brazo por sus hombros y llevarla afuera al pequeño jardín trasero.
Beatriz se hundió en el sofá, tratando de descubrir por dónde empezar. A pesar del terrible frío, hacía un hermoso día soleado, y por eso se envolvió en su chal de lana, además de la sudadera gigante que ya llevaba.
Se acomodó mejor en la almohada naranja, acercándose a su amiga, quien a su vez se acercó a ella.
Beatriz terminó con la nuca apoyada en el hombro de su compañero, mirando al jardín y sin poder ver el rostro de Christian, quien sin embargo había apoyado su barbilla en su cabello.
Sonrió levemente al sentir los dedos del chico jugando con un mechón de su cabello castaño.
- Tener un hombro en el que apoyarse sólo puede ser bueno. - dijo Christian, de la nada, trenzando el cabello de Beatriz entre sus dedos - La idea de... alguien a quien amas cerca de ti debería eliminar los malos recuerdos. -
Beatriz permaneció un momento mirando al vacío, luego insinuó una sonrisa provocativa, para animarse.
- ¿ Y quién te dice que te amo? - preguntó.
Christian levantó los brazos y respondió del mismo modo.
- ¿ Y quién te dice que me refería a mí? Estaba hablando en general, tú fuiste quien me crió. Esto significa que me amas. - gobernó.
La bailarina negó con la cabeza.
- No sé de qué estás hablando. - comentó, pero ya era demasiado tarde: Christian había extendido los brazos para abrazarla, en un contacto verdaderamente puro para ellos, que estaban acostumbrados a chocar las palmas, a darse puñetazos en la espalda o a bromear.
Sólo en ocasiones se daban apoyo real abrazándose y hablando seriamente, es decir, en determinados momentos en los que era necesario.
Beatriz enterró su rostro contra el hombro de Christian, sintiéndose temblar mientras los recuerdos inevitablemente resurgían. Tragó, reprimiendo las lágrimas que habían brotado de sus ojos sin razón aparente.
¿Cómo podría negarlo? Christian siempre la entendió, desde los primeros momentos en la casa. En sus brazos ella estaba bien: al fin y al cabo, como decía un viejo pensador, ¿a quién le importa si un abrazo te rompe las costillas cuando te arregla el corazón?
- Te amo Turbo. - susurró la niña, sin poder ocultarlo más.
Podía ver en su mente la sonrisa victoriosa que definitivamente había aparecido en el rostro de Christian ante sus palabras, y esa imagen arrasó con todo lo demás.
- Yo también Clo. Pero ahora por favor dime qué te molesta. -
Beatriz se echó a reír y, desesperada, se llevó las manos a la cara.
- Por favor, esta broma fue terrible. -
- ¿ Qué...? ¡Dios mío, ni siquiera me di cuenta! - exclamó, antes de reírse también.
Cuando se recuperó, Beatriz suspiró, tratando de descubrir por dónde empezar.
- Sólo quería desahogarme un poco. Y quería contarte... sobre mí. -
Christian esbozó una sonrisa.
- ¿ Y qué quieres contarme sobre ti? -
Cerró los ojos para concentrarse en el recuerdo.
- Cuando estaba en la escuela primaria y secundaria sufrí de algunos problemas alimentarios, estuve enfermo por un tiempo. Estaba muy delgada, estaba al borde de la anorexia, y precisamente por mi forma física me decían que no podía bailar. - comenzó, juntando sus piernas contra su pecho - Los otros niños continuaron bromeando conmigo, e incluso en las clases de baile de la tarde en el gimnasio algunas otras chicas se burlaban de mí, pero a pesar de mi cuerpo los instructores no podían negar mi habilidad. , entonces me pusieron para interpretar los papeles principales.
Entonces, mientras la gente empezaba a no creer en mí, yo comencé. Tomé conciencia de mi situación, me comprometí a ponerme algunos músculos y a mantener a todos tranquilos, a seguir trabajando para superarme. Justo cuando estaba a punto de recuperarme por completo, mi madre falleció: yo tenía once años. No hace falta decir que recaí. Volvió a surgir el mismo problema, pero tuve la rapidez mental de reaccionar y trabajar por ella, sabiendo que había empezado a bailar gracias a ella y que seguiría haciéndolo para rendirle homenaje, para enorgullecerla. Con el tiempo aprendí a amarme a mí mismo, a no pensar en el pasado y a hacer lo que mi corazón me decía. Y aquí estoy yo. -
Christian no había dicho una palabra en todo el tiempo.
- Eres una chica fantástica Clò, y no lo digo sólo porque seas mi amiga. Conseguiste salir del atolladero en el que te hundiste por el dolor, y esto te da crédito. ¡Todas las personas que no creían en ti ahora están royendo de alguna manera! Al verte pensarán: “mira esa, esa flaquita que bailó conmigo, ¡hasta dónde ha llegado!”. -
Beatriz sonrió y finalmente se volvió hacia su amiga.
- Gracias. Por escucharme. Podrías haberte ido fácilmente después de media frase. -
La bailarina frunció el ceño.
- ¿ Qué clase de amigo haría algo así? - preguntó retóricamente - Ya basta de hablar de cosas tristes, hablemos de la coreografía de Jerusalema ... ¿te gusta? -