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Capítulo 2

Él era un chico de oro, y debido a que constantemente tenía algo que enseñarle a la niña, ella se sentía como ese hermano mayor que nunca había tenido.

- ¿ Por qué me miras así? Mira, no me gusta. - aclaró, luego lanzando otra mirada a los dos en el mostrador, quienes en ese momento se reían entre ellos.

- ¿ No? - sonrió Luigi - Petra, un corazón de piedra, nunca siente nada. -

Beatriz puso los ojos en blanco.

- ¿ Por qué me llamas Petra? Es terrible. - objetó, asumiendo una especie de puchero que hizo sonreír aún más al cantante que tenía delante.

- Me detendré cuando admitas tus sentimientos. - se burló el mayor.

- ¿ De qué estás hablando? -

Serena salió de la habitación con una sonrisa radiante en su rostro. Se sentó al lado de Beatriz quien casi se enterró cuando Luigi le explicó brevemente y en voz baja:

- Estoy tratando de convencer a Beatriz para que admita que le gusta Alex. -

La rubia arqueó las cejas y abrió la boca.

- ¡ Pero había notado demasiadas miradas! - exclamó en voz baja, y en silencio simuló un grito de éxtasis - ¡Admítelo! -

Beatriz lo negó, como había hecho en las semanas anteriores.

- Es más probable que desarrolle un buen empeine antes de decir eso. - comentó haciendo que sus dos compañeros se echaran a reír y miraran el reloj, dándose cuenta inevitablemente de que llegaba tarde.

- ¡ Mierda, tengo clase! -

Se levantó de la mesa, tomó la taza y la colocó en el fregadero, mientras colocaba las galletas en uno de los estantes.

- Deja mi taza ahí, me ocuparé de eso más tarde, ya llego tarde, vuelo a clase. - anunció.

- La disciplina no es opcional Beatriz, ¡Dios mío, cambia de actitud! - Le gritó en tono de broma Carola, que venía del salón rojo.

Ella se giró y le dedicó una sonrisa burlona.

- Buenos días tía Carola, ¡saluda a las gallinas si las escuchas! - respondió recogiendo su mochila de cerca de la puerta y saliendo distraídamente poniéndose su chaqueta, no sin antes escuchar a Carola murmurar irónicamente algo sobre que hubieran preferido el saludo de Luigi al de ella, sin siquiera preocuparse de que el cantante Estaba a menos de un metro de ella.

Gracias al entrenamiento y lecciones de esos meses, Beatriz tuvo que admitir que había mejorado mucho.

Además de haber mejorado su postura y técnica, había estudiado más profundamente la danza clásica, que sin embargo todavía no le gustaba, y estudió muchas técnicas modernas y contemporáneas.

Pese a ello, en cada episodio la profesora Celentano siempre lograba encontrar puntos quisquillosos -admitiendo, sin embargo, en ocasiones, que también se trataba de un elemento discreto-, pero Beatriz se preocupaba por el criterio de su profesora .

Raimondo Todaro, de hecho, dijo estar satisfecho con el crecimiento que había tenido la joven, y además de verla incursionar en ocasiones en estilos que no eran los suyos, estaba feliz de tenerla en el equipo junto a Christian: consideraba a los dos como complementarios, la versión masculina y femenina de un mismo baile y por eso muchas veces los hacía trabajar juntos y sucedía que en los episodios montaban un pas de deux de hip hop, volviendo loco al público, enamorado de la forma en que los dos bailaron.

- Oh, ahora que Beatriz también está aquí podemos empezar... ¡adiós Beatriz! - la saludó Giulia Stabile apenas la niña entró en la habitación.

Beatriz sólo pudo sonreír sinceramente y despedirse.

Giulia era prácticamente un año mayor que ella, y era lindo entrenar y ensayar con ella: no se sentía juzgada como con los bailarines más experimentados, era casi como entrenar en casa con sus compañeros. De hecho, había ganado la edición anterior, por lo que hacía tiempo que no era profesional.

Cuando dejó su mochila en el suelo cerca de la puerta principal y dio un paso adelante, vio a Christian con las piernas abiertas, decidido a estirarse.

Ella quedó desconcertada por un momento.

- ¿ Qué... está pasando? - preguntó perpleja mirando a su compañera.

Él le dedicó una cálida sonrisa y se levantó.

- No te imaginas lo que nos dio Todaro para hacer. - dijo emocionado, antes de mover las manos como si fuera a hacer un redoble de tambores - Jerusalema , que Giulia hizo el año pasado en el Evening. -

Beatriz casi se ahoga con la saliva.

- ¿ Qué? - exclamó en un tono tan alto que Sissi apenas podía envidiarla.

Julia sonrió.

- Es una idea magnífica - asintió - Raimondo se enamoró de esa coreografía. Lo hice en la Noche, si haces un buen pas de deux con esta música en el episodio, terminarás directamente en la Noche. -

- Y si lo hacemos mal Todaro nos echa del colegio. - murmuró Beatriz, no muy convencida.

De hecho, más que poco convencido, asustado. Fue una gran responsabilidad.

Christian levantó los brazos.

- ¡ Vamos! Es una coreografía preciosa y bailas como un dios. Con ésta incluso ganaremos a Celentano. -

Christian y Mattia eran las personas con las que Beatriz se había unido más dentro de la casa. Formaron un trío increíble, siempre estuvieron juntos y nada podía ponerlos en contra, gracias a que tenían un maestro en común.

En particular, Christian era una potencia en el baile, practicaba el mismo estilo que Beatriz y ella no podía ocultar que la idea de coreografiar una canción similar con él la intrigaba bastante.

Estaba convencido. No en la última frase, eso está claro, sino en el resto. Christian tenía razón, volverían loco al estudio, sobre todo porque intentaban emular una coreografía que la gente ya recordaba muy bien.

- Está bien. - esbozó una pequeña sonrisa, arremangándose - Cuando quieras podemos empezar. -

Giulia se acercó al televisor y tomó el control remoto.

- Empecemos escuchando la canción. Sé que ya lo sabes, pero al menos tenemos una idea del ritmo que hay que bailar. -

La música comenzó y Beatriz comenzó a saltar en el lugar manteniendo el ritmo, moviendo sus pies hacia adelante y hacia atrás de manera completamente aleatoria pero coordinada.

El bailarín a su lado la observaba y trataba de seguirle el ritmo, moviendo su pie derecho en sincronía con la chica.

El resultado fue un ballet compuesto de pequeños saltos, con una banda sonora que, más que Jerusalén, se había convertido en la risa de Giulia.

Al finalizar la pieza la ganadora de la edición anterior dio una palmada.

- La coreografía no es en absoluto lo que hiciste. - dejó claro, riéndose de nuevo - Sin embargo, debo admitir que tienes, además de potencial, pero ya lo sabes, también buena coordinación y armonía.

Será lo mismo que el año pasado, la misma coreografía, con la única diferencia de que sois dos bailando lo mismo; además, por lo tanto, podéis interactuar entre vosotros. Probablemente les demostraré el pas de deux en el episodio con Simone, pero pueden darse el gusto de todos modos: tomarse del brazo y continuar bailando al ritmo, o ponerse cara a cara y moverse como un espejo, usar expresiones faciales para comunicarse. ... como tu prefieras. Yo diría que, por ahora, aprenda los pasos principales: una vez que los tenga y los pruebe todos juntos, intentaremos encontrar elementos adicionales. -

Permanecieron en la habitación unas buenas dos horas, y Beatriz logró aprender bien los pasos principales, por lo que Giulia concertó una cita con los dos para el día siguiente, a la misma hora, para intentar añadir algo a la coreografía básica.

Ella y Christian regresaron a la casa, y mientras Beatriz intentaba mantener la calma, el niño no parecía dispuesto a hacerlo y entró por la puerta luciendo como un huracán, comenzando a correr y saltar de aquí para allá, y sin dejar de exclamar cosas que significado que sólo él conocía.

Mattia se levantó del sofá intentando entender el por qué de tanto entusiasmo.

- Entiendo que salió bien. - sacó conclusiones, insinuando una sonrisa.

Beatriz asintió con calma, mientras Christian comenzaba a caminar alrededor de la mesa para no quedarse quieto.

- ¡ No tenéis idea de la coreografía que nos regaló Todaro! - exclamó, llamando la atención de algunos presentes, tanto bailarines como cantantes.

Carola se acercó y les señaló a él y a Beatriz.

- ¿ Sigues dando el segundo paso? - preguntó con curiosidad.

- ¡ Oh, es mucho más que eso! ¡Bailaremos sincronizados con la música de Jerusalema! Estos son los pasos que dio Giulia el año pasado. - anunció el niño sobre la luna.

- ¡ Mierda! - Intervino Serena bajándose de la silla junto a la encimera de la cocina y acercándose a sus compañeras - Esa coreografía es una bomba. -

Beatriz asintió de nuevo.

- Aprendimos los pasos, es realmente hermoso bailar. - dijo - Ahora nos dijo que buscáramos algo con lo que interactuar, para que realmente fuera un pas de deux. Mañana lo intentaremos con Giulia, ella nos dará algunas ideas. -

- ¡ Realmente fuerte! - Dijo también Mattia, dándole una palmada en el hombro a la joven - ¿Aún tienes clase ahora? -

- Sí, con Todaro probablemente me ilustra otras coreografías. - respondió ella, quien solo tuvo tiempo de acercarse al mostrador para prepararse un poco de té - ¿A dónde fue a parar la taza que dejé aquí? - preguntó entonces al ver que la taza que contenía la leche con la que había desayunado no estaba en el fregadero.

- Lo enjuagué, - le informó la voz de Alex, que en ese momento llegó a la cocina desde las escaleras con las hojas de canto en la mano, visiblemente apurado - una taza extra no cambiaría nada para mí. -

Beatriz se quedó estupefacta por un momento mientras lo veía ponerse rápidamente la chaqueta.

- Ah. - murmuró confundida, mientras él simplemente salía corriendo de la casa con solo una manga puesta ya que había perdido el tiempo buscando las hojas - ¡Así que gracias! - le gritó la niña, comenzando a preparar el tan necesario té mientras presenciaba el cambio generacional de las lecciones: algunos cantantes, de hecho, llegaban de las lecciones, mientras que otros, como Alex, estaban de camino hacia allí en ese momento; muchos bailarines iban a clase, y solo Darío regresaba entonces a la casa, siendo el único que era alumno de Peparini y tenía clase en ese momento.

- Al menos no babees, él acaba de lavar tu taza. - Serena la devolvió a la realidad apenas el interesado se hubo ido, dándole un codazo divertida.

La bailarina de hip hop golpeó el mostrador con las manos y puso los ojos en blanco con exasperación.

- ¿ Pero es posible que sólo veas lo que te conviene? -

- ¿ Qué me resulta cómodo? ¡Si lo miras así es acoso! -

- ¡ Pero no lo miro fijamente! - Respondió Beatriz fingiendo estar ofendida, cruzando un brazo sobre su pecho mientras con la otra mano bebía su té, lanzando miradas sombrías a Serena, quien no hacía más que sonreírle y enviarle besos.

Una vez terminado el té negro, Beatriz salió para encontrarse con Todaro y hacer balance de la situación: la Velada comenzaría dentro de dos meses, y no quería perdérsela por nada del mundo.

En la sala, Raimondo Todaro no hizo más que expresar sus grandes expectativas respecto a la coreografía que Beatriz y Christian debieron traer al episodio dominical.

Sólo más tarde comenzó a proponerle a la joven otras coreografías que a ella personalmente le parecieron muy hermosas y atractivas.

- Quiero verte cuando bailes. - decía la profesora al otro lado del cristal - La verdadera Chloe. El alma, quiero ver. Te diviertes y nos haces divertir cuando bailas, pero aunque sé que bailar es lo mejor de tu vida, no todos lo ven. En algunos momentos parece que bailas porque tienes que hacerlo. -

- Eso no es cierto. - negó, negando con la cabeza - Es como dijiste, es lo más hermoso de mi vida. -

- Exactamente. Que todos lo entiendan. - respondió Todaro, antes de sonreír - Te veo en la casa, estás feliz y te sientes bien, pero tienes algunos momentos en los que estás deprimido, miras las fotos de tu familia colgadas en la pared y entiendo que tal vez algo de tu pasado te está llamando y miente muy seguido... Estamos aquí para ayudarte, por eso te vuelvo a preguntar: ¿qué te pasa, Beatriz? - insistió el profesor.

La chica bajó la cabeza, intentando moderar su voz y que no sonara entrecortada, pero parecía imposible.

- Sólo que pensé que que me dijeran que no podía bailar, es decir, hacer lo que amaba, por mi cuerpo era lo peor que me podía pasar, - murmuró - en cambio descubrí que cuando piensas Hemos tocado fondo, puedes volver a bajar. -

Todaro permaneció mirándola fijamente. No quería obligarla a hablar si ella no quería, pero sabía que debía hacerlo. Si no con él, con los chicos de la casa.

No lo parecía, pero bailar con ciertos pensamientos podría ralentizar tu actuación. Estaba seguro de que si ella se liberaba de esos demonios contando su historia, todos la conocerían verdaderamente y ella sería liviana, libre de preocupaciones mientras bailaba.

- Siempre tengo... ese miedo de nunca ser comprendido del todo. Y esto me empuja a no decir ciertas cosas sobre mí, porque me convenzo de que nunca nadie podrá comprenderme perfectamente y tranquilizarme, darme confianza, que es precisamente lo que necesito para contrarrestar mi fragilidad. -

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