Capítulo 4
- Bueno, ahora necesitaremos una puerta nueva... - murmura León.
No me importa la puerta ahora.
Me detengo frente al escritorio. Me arrodillo y agarro las espadas súper afiladas que he escondido debajo de la mesa.
Forjado por una bruja muy poderosa: mi madre. Aquí son ilegales. Por suerte, nadie los ha encontrado nunca.
- ¿ Entiendes lo que está pasando? - pregunta Harper, esperanzado.
- Esos no eran federales - respondo, preparándome para la "guerra". Adjunto las fundas de la espada al uniforme, poniéndolas no sin antes haberlas dado vueltas en mis manos. - Frank ha decidido ir a la guerra - prosigo poniéndome los guantes y cerrando los dedos en un puño apretado.
Lleno de resentimiento y ira.
Lo que hizo... lo pagará caro.
Él luchará contra el monstruo que ha definido desde que tengo uso de razón, del que ha estado huyendo durante años...
Yo.
- ¿Y tú qué harás? - pregunta León. Me vuelvo hacia ellos.
- Lucharé contra él – respondo, confiado. Él levanta las cejas y sacude la cabeza.
- ¿ Solo? Morirás - dice.
- No quiero que os encontréis en mi lugar - les digo, pasando junto a ellos para abrir mi armario. Agarro los shuriken y los meto en los bolsillos de mis jeans cargo.
- Pero iremos de todos modos. Somos hermanos, Alejandro - dice León desenvainando su espada y plantándola en el parquet.
Agarra la empuñadura con fuerza, seguido por Harper haciendo lo mismo.
Me giro para mirarlos a ambos.
- Es verdad. Siempre estaremos cerca de usted, pase lo que pase - dice.
Lo pienso y suspiro.
Ellos son mi familia.
No quiero que salgan heridos pero... no puedo luchar solo. Ellos están en lo correcto. Necesito un punto fuerte.
Aprieto también la empuñadura de la espada, encontrando sus manos.
- Entonces prepárate. Empezamos a jugar en serio , les advierto.
A partir de ahora, los juegos se vuelven serios y difíciles.
Alguien perderá la vida.
Manuela
Me llevaron a la comisaría, como se esperaba.
Han pasado casi dos horas desde que me llevaron y me metieron en una celda de máxima seguridad. Me están interrogando sobre lo que pasó hace muchos años, en los que afirman que maté a mucha gente en un centro comercial.
Pero no lo recuerdo.
Y, por supuesto, piensan que estoy mintiendo. Incluso me cansé de repetírselo.
- Manuelale, no te contaremos esto más. Tienes que decirnos la verdad : delante de mí hay dos policías, uno calvo y el otro rubio. Uno un poco más fornido y el otro no, pero ambos corrompidos por alguien.
Me encojo de hombros, tranquila.
- Pero es la verdad. No recuerdo nada de lo que pasó antes de cumplir once años ; les digo, sinceramente.
- ¿ Ni siquiera una cosita? - pregunta el calvo.
- Ninguno -
Los dos intercambian una mirada confusa y exhausta. Luego me lo devuelven.
- Eso es todo por hoy - dice levantándose de su silla seguido de su colega.
Tan pronto como me dan la espalda, me río a carcajadas.
Ellos no lo saben.
No saben que su tiempo está cerca.
- Los matará a todos - se vuelven hacia mí, confundidos.
- ¿ Cómo rezas? - pregunta el flaco.
- Alejandro Xasique, ¿lo conoces? - pregunto.
- El caballero -
Asiento, con una sonrisa malvada.
- Oh, si sólo eso. Lo he visto en acción. Y lo más probable es que ya esté tras mi pista - digo con calma, levantándome y apoyando los brazos en la mesa frente a mí. Me pongo serio otra vez, mirándolos con los ojos entrecerrados. Estoy seguro de lo que digo, que todos morirán. Uno. A. Uno. - Cuando te encuentre, ruega a Dios que te mate al instante porque de lo contrario lo hará las heridas mortales que te infligirá – prosigo, seguro de haberlos visto ponerse manos a la obra.
El que no tiene pelo traga, con el rostro pálido.
- ¿ Qué te dice que le tenemos miedo? - dice fingiendo fuerza emocional.
- Los ojos – Vuelvo a sentarme, colocando una mano en mi brazo extendido. - Ellos nunca mienten – Sigo leyendo en su cara que ambos le tienen miedo.
- Eres un fanfarrón, ¿lo sabías? - dice el delgado, saliendo.
Tan pronto como abre la puerta, aparece un tercer hombre. Un federal, porque viste traje y corbata.
- Déjame hablar - dice, autoritario y de mal humor, entrando en la habitación. Golpea la mesa con las manos, mirándome directamente a los ojos y esbozando una extraña sonrisa. Mientras que presenta un tic nervioso en el ojo derecho.
Es más o menos alto. M, cabello rubio ceniza, ojos verdes, cuerpo atlético y es joven. Podría tener sí o no años. - Qué estupidez, aún no nos hemos presentado: - extiende la mano. -Dre , Ondreaz Andrews. Jefe del departamento de policía. Pronto sabrás que no tolero en absoluto el tono de voz en el que te diriges a nosotros - se presenta, obligándome a tragar saliva por la mirada que me lanza. Ahora sabe cómo hacer que una persona se sienta incómoda - Así que no te hagas el estúpido y habla antes de que te obligue a hacerlo y confía en mí... - se acerca lo suficiente para mirar a las cámaras y luego tirarme del cabello. Jadeo violentamente, asustada, conteniendo el dolor. - Alejandro no es nada comparado con lo que podría hacer si tan sólo te atreves a desafiarme de nuevo – continúa, tirando de mí, tan serio que me detengo y me quedo callado.
De repente, sin embargo, se produce un tiroteo...
Manuela
Me agacho inmediatamente para no ser alcanzado por la ráfaga de balas que invade la habitación.
Me escondo debajo de la mesa, me tapo los oídos con las manos y espero que nadie me vea. Y me encuentras.
Espero que todo termine pronto.
- Manuelaleee... cariño, ¿dónde estás? - La voz de Frank, el sonido de sus botas, me obliga a estremecerse. Está aquí... acaba de entrar a la habitación, donde mató a dos agentes. El tercero, el rubio, escapó a tiempo. Me quedé solo, en un baño de sangre.
Contengo la respiración, arrastrándome alrededor de la mesa y esperando no ser descubierta. - Tu cuñado favorito está aquí. Y no puede esperar a conversar contigo : continúa.
Cuando creo que me he escapado, a unos centímetros de la puerta, me agarra por los tobillos y me atrae hacia él.
- ¡ Ahí estás! - exclama con una sonrisa malvada en el rostro. Me doy vuelta, retorciéndose.
Él no me aceptará.
- ¡ Déjame en paz! - Le lanzo magia, la cual termina en sus ojos. Los toca, dolorido, tambaleándose y jurando algunas malas palabras.
Aprovecho para levantarme inmediatamente y, con el corazón acelerado, salgo corriendo de la habitación.
- ¡ Está huyendo! ¡Tómalo! - exclama uno de los que me acompañaron hasta aquí. Doy vuelta en la esquina hacia el pasillo de la central, empujando a algunas personas que están trabajando y subiendo rápidamente las escaleras.
Alguien por un altavoz dice:
~Código Rojo: prisionero en fuga. Repito, código rojo: prisionero en fuga~
¿Desde cuándo soy su prisionero?
En pánico, grito:
- AlejandroMM -
Esperando que me escuche, dado el vínculo que tenemos. Y date prisa, porque tengo gente detrás de mí que me quiere muerto.
Alejandro
Estoy cojeando, con una manta cubriéndome por completo. De la cabeza a los pies.
Finjo sentirme débil, enfermo. De no poder casi hablar, de ser un pobre viejo mendigo.
Tengo que hacerlo si quiero escapar de la seguridad de este lugar: el callejón que me llevará a la comisaría.
- Ayúdame... tengo hambre... me duele la cabeza - digo, con voz fingida y débil. Tan pronto como estoy lo suficientemente cerca de los dos agentes corruptos, me quito la manta.
- ¿ Qué... ? Saco mis espadas y los mato a ambos. Primero un corte limpio en el vientre de uno, luego otro en la garganta de ese otro.
Harper y Leon salen de un portal que creó el primero. Y observan los cadáveres en el suelo.
- Tus padres deberían haberte llamado Ulises - dice León, dándome unas palmaditas en el hombro con asombro.
Los tres pasamos por encima de la patrulla y entramos al callejón.
- Que nombre tan asqueroso - digo, disgustado. ¿Quién diablos se llamaría Ulises?
- Estoy de acuerdo. Demasiado italiano - dice Harper.
- ¿ Qué tienes contra los italianos? - pregunta León, dado que su madre es italiana. Al menos, el biológico.
- Nada. Pero Alejandro le sienta mejor - dice encogiéndose de hombros. Me subo a una valla de alambre, demasiado concentrado en mirar a mi alrededor para ver si hay enemigos acechando.
- En mi opinión la basura no hubiera estado mal - dice León, mientras salta al otro lado.
Los dos me siguen. Con el dedo señalo una enorme estructura que se alza ante nuestros ojos.
"Departamento de Policía Dimensional".
- Oh, mira – les digo, deteniéndome para ver si estas son las coordenadas correctas. Miro el celular de León, en mis manos. Ellos deberían. - Creo que la trajeron aquí. Allí está la patrulla con la que se la llevaron – sigo cruzando la calle.
- ¿ Estás diciendo que estamos en el lugar correcto? - pregunta Harper.
Asiento con la cabeza.
- En el momento equivocado - responde León desenvainando su espada. - Enemigo a las seis - continúa, poniéndose en posición de combate.
Nos detenemos de repente, preparándonos para el combate. Hay dos o cuatro guardias, armados hasta los dientes.
Y fuimos entrenados desde que nacimos para luchar.
Será un paseo por el parque.
- Bailemos... - dice Harper, preparando su magia. De repente, un terrible dolor de cabeza se burla de mí.
Me veo obligado a entrecerrar los ojos y tocarme las sienes.
Una voz grita mi nombre, la voz inconfundible de la mujer que amo.
Abro mucho los ojos.
- ¡ ManuelaA! - grito, cambiando mis planes.
Evito la pelea, corro hacia la puerta trasera y evado a los guardias.
harper
Empezamos a pelear, León y yo. Lanzo mi magia a los guardias, tratando de no matarlos.
Ese no es el punto.
- ¡ Alejandro espera! - exclama León, apenas se da cuenta de que se marcha. Agotada, me detengo y me aparto el pelo de la cara.
- ¡¡ Oye, realmente no puedes dejarme aquí!! - Lo regaño, más asustada por él que por mí.
Se gira y toma mi cara, dándome un beso en la nariz.
- Lo siento, ya sabes cómo es. Hará que lo maten. Disculpe un minuto- - se detiene para agarrar por el cuello a un guardia que estaba a punto de atacarlo. Lo rompe y le roba el móvil. Se lo pone en la oreja. - Feliz Navidad para ti también - le dice a la persona que está al otro lado con la que estaba hablando el tipo, para luego tirarlo al suelo. Se vuelve hacia mí otra vez. Estaba diciendo que tengo que irme. Estarás bien, eres fuerte – continúa dándome un rápido beso en los labios.
- Sólo me importa que estés bien -
- Regresaré sano y salvo, lo prometo -
Con un trote, llega hasta Alejandro. Y los dos desaparecen de mi vista.
Sigo luchando, con la magia. Tengo un sentimiento malo, terrible.
Alejandro
Me escondo en la esquina de un pasillo y observo a los enemigos federales ir y venir. Cada uno de ellos lleva una máscara y bebe el edificio.
Hay uno en cada esquina, definitivamente me verán venir así que-
Leon me golpea de lleno, saliendo de la nada. Lo miro de reojo.
Si tan solo nos hubieran descubierto...
- Lo siento. Calculé mal las distancias - susurra, asomándose desde un rincón. - Entonces, ¿qué hacemos? - pregunta, listo para la acción.
- Hay guardias en cada pasillo. Las esquinas están bien cubiertas. Definitivamente nos verán llegar – hago una pausa, con una sonrisa en mi rostro. Tengo una idea. - ¿ Recuerdas la fiesta de fin de año en la secundaria? - quien alguna vez olvide ese día.
Una pequeña sonrisa también aparece en su rostro.
- ¿ Nos lanzamos a la pelea? - pregunta.
Asiento con la cabeza.
Nos lanzamos a la pelea.
Enderezamos la espalda, salimos de nuestro escondite, desenvainando nuestras espadas.
- Bueno, buenos señores, esperamos no haberos molestado - dice León con sorna, abriendo los brazos para llamar su atención.
En cuanto nos ven, empiezan a disparar salvajemente. León y yo, al unísono, esquivamos las balas haciendo girar rápidamente las hojas de nuestras espadas.
Terminan en los cuerpos del primer grupo de federales, quienes caen todos al suelo.
El segundo grupo corre al rescate y nos dispara.
León corre hacia uno y comienza a luchar contra él. Corro, salto, pateo a alguien en el aire directo a la garganta, doy vueltas y caigo sobre una rodilla.
León mata a algunos enemigos a golpes de espada. Ayudo. Y juntos le cortamos la cabeza a uno.
Sin aliento, nos sonreímos el uno al otro.
Al menos aparecen más federales, armados hasta los dientes.
- Como en la secundaria – le digo, empezando a pelear de nuevo con ellos en cuanto corren y nos disparan. Con un movimiento de espada, corté la pierna de alguien que resbaló en el suelo. Inmediatamente me pongo de pie.
León se lanza encima de un hombre, lo desarma y lo mata a puñetazos. Corro hacia una pared, hago un salto mortal hacia atrás en el aire y aterrizo sobre los hombros de un chico.