Capítulo 3
Rosa negro.
Se supone que es una especie de... bruja suprema. Los aquelarres vienen en todos los tamaños, hay cientos de ellos. Quizás miles.
- ¿ Eres una bruja negra? Lo veo imposible, con esa cara tan bonita que tienes – resuena la voz de un niño grande mientras coloca una manzana sobre la mesa.
Salto un poco del miedo, ya que no esperaba verlo aquí. Su nombre es Michele y está en la misma clase que Harper y yo.
Un chico de pelo verde, alguien que se hace llamar "Joker".
Precisamente porque le encanta burlarse de la gente y que él es parte del "sistema".
Acerca una silla y se sienta a mi lado.
Con una sonrisa extraña, casi divertida.
- ¿ Qué quieres, Michele? - le pregunto. Se inclina hacia mí, mordisqueando una manzana mientras mira hacia atrás.
Parece irritado. Insatisfecho.
- Lo mismo que tú quieres: respuestas - responde, sin quitar la vista de lo que hay detrás de mí.
Qué extraño, me doy la vuelta y noto a mi caballero. Está con un grupo de amigos, riendo y bromeando con León. Los músculos bíceps están encerrados en lo que debería ser uniforme, dos tallas más pequeñas.
Porque le queda muy bien.
- Déjala en paz - - Harper es silenciada por la magia de Michele. Ella habla, pero nadie la escucha.
Me vuelvo de nuevo y lo encuentro con las piernas levantadas sobre la mesa.
- Habla demasiado, ¿no? - pregunta con una mueca. - De todos modos, sé lo que hiciste con Alejandro hace noches. Fue impresionante. Te vi en acción, estabas tan… lleno de ira ”, continúa, tirando el corazón de la manzana a un contenedor cercano. Lo golpea de lleno. Trago, asustada. ¿Me estaba acosando? Esto hace que se me congele la sangre. Es un maldito cazador . ¿Te preocupa algo, Manuelale? ¿Te molesté? - pregunta al notar mi expresión preocupada.
Asiento con la cabeza.
- Me asustas -
Suelta una carcajada, bajando las piernas de la mesa. Me mira a los ojos, con una sonrisa. Entonces mira mi escote.
- No te preocupes, no quiero hacerte daño – dice. Miro hacia otro lado. - ¿ Damos un paseo? Tengo buenas intenciones - continúa mostrándome los guantes que tiene en las manos.
- Michele- - Estoy a punto de negarme cortésmente, pero me agarra de la muñeca.
Un poco demasiado firme... me está haciendo daño.
Alejandro interviene, agarra la mano de Michele y la retira.
- Mira donde pones las manos - le mira fijamente. - Antes de que los rompas - prosigue, antes de continuar su paseo.
Miro hacia otro lado, sonrojándome. Ninguno de los dos dice nada, pero está claro que una sonrisa está a punto de dibujarse en mi rostro.
Sin embargo, de repente la puerta de la biblioteca se abre de golpe.
Entra el director, junto con el profesor Allen y una escolta de hombres trajeados.
Todos nos volvemos hacia ellos, atónitos.
- ¿ Pero qué? - Me giro hacia Harper, devolviéndole la voz con magia.
- ¿ Me equivoco o esos son federales? - pregunta casi tan incrédula como yo. Los llamados federales están mirando a su alrededor.
Como si estuvieran buscando a alguien.
El rostro de Selene palidece, como si los hubiera visto antes. Él traga.
- Soy el FBI. Te están buscando, Manuelale ”, dice, haciéndome congelar en el acto.
¿Están mirando? ¿Por qué yo?...
Me levanto de un salto, llamando su atención. Movimiento arriesgado.
En cuanto me ven, la directora me señala con su dedo índice.
- Es ella. No la dejéis escapar - dice, mientras esos hombres caminan amenazadores hacia mí con las esposas en las manos.
Oh no, oh no, oh no.
Sin pensarlo dos veces, Alejandro corre hacia mí. Él me protege, parándose frente a mí con los brazos extendidos.
Les impide tocarme y pasar.
- No os atreváis a tocarla – los amenaza, mientras Harper se acerca a mí y me protege también.
- Primero debes explicarnos por qué quieres a nuestro amigo. - les dice.
Manuela
Alejandro no quiere moverse, y mucho menos Harper.
Y, tal vez, a juzgar por las miradas severas de los federales, sea lo mejor.
Los hombros del chico están a un centímetro de mi cara. Me inclino para ver qué está pasando. Solo escucho su tono de voz enojado y el de los hombres de negro, quienes poco a poco empiezan a perder la paciencia.
- Chicos, aléjense, hay investigaciones en marcha - dice el jefe, mientras sostiene amenazadoramente una mano sobre el arma en la funda.
- ¿ Investigaciones? ¿En que? - pregunta Alejandro. El hombre da un paso adelante y me agarra la muñeca.
Oh, no.
- Chico, no tengo tiempo que perder - dice, de mala gana, despidiéndolo.
Alejandro retira su mano de mi muñeca y pone una mirada más que seria.
- Por otro lado, tengo todo el tiempo del mundo - le dice ella. El hombre suspira. Se pone las manos en las caderas y se detiene unos segundos para pensar.
Mirándonos, como si le tuviéramos lástima. Luego saca unas esposas.
- Te arresto por obstrucción a la justicia - le dice, obligándome a abrir mucho los ojos. No digo nada, aunque estoy realmente loco.
No pueden hacerle esto. Por mí.
Alejandro aprieta los puños, un poco demasiado. Harper avanza.
- ¿ Qué? ¡Pero eso no está bien! - exclama levantando la voz, encontrando consenso en las palabras de Alejandro. Quien empieza a asustarse.
Y estalla una pelea entre él, el caballero de negro y Harper.
Los observo, todos casi amontonados unos encima de otros. Mi cabeza da vueltas al ver tantas caras luchando por Alejandro. Otros, que le invitan a la calma.
Muchos gritos, me desestabilizan.
Me alejo, porque uno de los colegas del hombre acaba de atraerme hacia él y ponerme esposas.
Mierda...
- Ada- - el hombre me tapa la boca, retrocediendo conmigo hacia la puerta. Me retuerzo y pateo, presa del miedo. Pero él me levanta y me mantiene quieta las muñecas, mientras les dice a los niños que están grabando con sus celulares que se hagan a un lado. Le muerdo la mano. - Alejandro - grito llamando su atención.
Finalmente, Alejandro deja de discutir con los federales. Cuando me ve en la puerta, siendo sacado a la fuerza, sus ojos se abren como platos.
Es como si mirara a la muerte a la cara.
- ¡ Nooo! - grita, intentando correr hacia mí. Lo detiene el propio federal, que lo agarra por las caderas y lo mantiene firme. Se retuerce, intenta por todos los medios alcanzarme. Pero otros federales ayudan a su colega. - ¡ Déjame! Te juro que te mataré - grita como un maldito.
Como si hubiera perdido la cabeza. Lo pierdo de vista cuando salgo de la habitación.
Alejandro
Atraigo a uno de los federales hacia mí y lo agarro por la corbata de su camisa.
Con tanta fuerza y enojo, que hago una mueca y rezo por ellos para que no venga a "voltearme". O seré el final .
Su caída.
- Uno por uno. - Lo amenazo, mirándolo a los ojos con tanta ira… que tengo que calmarme.
Puedo sentir que algo anda mal en mí. Como si estuviera ardiendo por dentro, de algo oscuro. Maligno.
Harper se acerca y coloca una mano en mi bíceps.
- Alejandro, tus ojos... - susurra, asustada por ellos.
Inmediatamente solté al hombre, los cierro, los aprieto y sacudo la cabeza.
Maldición. Lo sabía.
Intento volver a ser yo mismo pero, por mucho que lo intente, algo más grande que yo está a punto de tomar el control.
Manuela
Atado y arrastrado como a un perro rabioso, los federales me obligan a detenerme frente a una patrulla policial.
Uno de ellos me abre la puerta.
- Pasa, pasa - dice, con arrogancia y arrogancia, empujándome al interior del coche. Tropiezo, mirándolo mientras me siento y cierro la puerta detrás de mí.
Que idiota.
- Oye, que manera... - Le digo, sin recibir una disculpa ni la más mínima respuesta. Todos me tratan como si fuera la peor escoria de la dimensión.
El hombre que discutió con Alejandro se sienta al lado del conductor.
- Vete, vete - le dice con autoridad, mientras se agarra a la puerta.
- ¿ Conseguiste a la chica? - pregunta el conductor, arrancando el coche y poniéndose en marcha.
- ¿ En tu opinión? - pregunta algo molesto, quitándose el babero azul con la palabra "FBI" escrita en él.
Se pone una especie de máscara, como si no quisiera que lo reconocieran. Sin embargo, lo vi, su rostro de niño musulmán. La nariz de "águila" y los ojos marrones, el pelo rapado y el físico delgado.
- Pero no era a ella a quien debías llevar - dice el conductor, observándome desde el espejo central.
- Lo necesitaremos de todos modos. Tenga la seguridad - responde el federal, comprobando algo en su reloj inteligente.
- ¿ El chico? -
- Mordió el anzuelo -
Sigo visiblemente confundido.
¿Qué espada? ¿Estás hablando de Alejandro?
Durante todo el viaje, quién sabe dónde, permanezco en silencio. Miro por la ventana, asustada y ansiosa.
No para mí, para Alejandro. Espero que esté bien. Todo es culpa mía, no debería haberme metido en problemas como este.
Incluso con solo respirar, pongo en peligro a quienes amo y no está bien.
Alejandro
Camino nerviosamente de un lado a otro del pasillo que conduce a las mazmorras. Este es el único lugar donde puedo desahogarme ya que no hay cámaras.
Nadie nos escucha.
Nadie nos ve.
No corremos el riesgo de ser expulsados.
- No lo puedo creer... - Me muerdo el puño, tirando nerviosamente de mi cabello hacia atrás.
JURO QUE HARÉ UNA MASACRE.
Pero tengo que calmarme… realmente no puedo hacerlo, moriría gente que no tiene nada que ver con eso.
- Cálmate, encontraremos la manera de traerla de vuelta aquí - dice Harper, apoyado contra una pared, pensativo.
- Sé que lo lograremos. De hecho, ya tengo algo en mente : León hace su entrada "triunfal", masticando unas patatas fritas con queso.
" Sea lo que sea, me asusta " , dice Harper, robando una ficha de su bolso.
- ¿ Solo porque proviene de un cerebro tan inteligente como el tuyo? - Dice León inclinándose para recibir un beso, con una sonrisa de satisfacción.
Harper se hace a un lado, toma el paquete de sus manos y se sienta en el pequeño alféizar de una ventana.
- Todo lo contrario - responde ella dejándolo sin palabras.
De repente, mis ojos se posan en la puerta que conduce al calabozo.
Está medio abierto.
- Qué carajos... - me digo, caminando hacia allí.
Harper se limpia rápidamente las manos y traga rápidamente.
- ¿ Qué viste? - pregunta.
- El móvil de Frank. Está abierto – respondo, corriendo para ir a ver. Entro, abriéndome camino a través de la oscuridad. Ahora los conozco tanto que sé adónde tengo que ir. - Y huele increíble – Sigo, conteniendo las arcadas.
- Parece queso en mal estado. Alguien no se lavó los pies - dice León, encendiendo la linterna de su teléfono.
Tan pronto como veo los cadáveres de los caballeros y brujas encerrados aquí, se me parte el corazón. Me detengo, mirando en shock toda la sangre. Todo el dolor que estos pobres tuvieron que soportar.
- No es que... - les digo, levantando la palanca a mi lado.
Se enciende una luz que ilumina todo lo que nos rodea. Y finalmente puedo ver la escritura en la pared hecha con sangre:
" Es hora de ajustar cuentas".
Los tres estamos en shock, no sabemos qué decir.
- Dios mío, ¿quién diablos podría hacer algo así? - Pregunta Harper tapándose la boca con las manos.
León y yo nos arrodillamos hacia un cadáver con los ojos abiertos.
Sintiendo pena por él, le cierro los ojos con dos dedos y le hago la señal de la cruz.
Yo no soy creyente, pero Manuelale sí. Y una vez me dijo que nadie merece morir excepto a manos de las decisiones del Señor.
- Parece una masacre voluntaria - León observa las heridas en el costado del niño. De hecho, son múltiples. Nadie perdió el control, fue un gesto voluntario. Dejaron salir a todos y luego los mataron brutalmente. - Hay heridas infligidas más de una vez - continúa.
Dentro de mí, hierve una ira que no pensé que regresaría jamás.
- ¡ Maldita sea! - grito, fuera de mí, caminando a zancadas hacia la salida.
Una vez afuera, Leon y Harper me siguen preocupados.
- ¡ Alejandro espera! ¿Lo que sucede? - pregunta Harper, mientras subo furiosamente las escaleras hacia mi habitación.
- Es una trampa - respondo, sin girarme. Una vez que llego, abro la puerta de una patada.