Capítulo 5
- ¡ Alejandro! - León me lanza una ametralladora, la cual atrapo al vuelo.
Ahora me estoy divirtiendo.
Disparo salvajemente a mis enemigos, matando al menos.
Me bajo de los hombros del tipo, no sin antes dispararle en la cabeza.
Con un salto al lado de León.
Agarro su brazo mientras él toma su espada del suelo. Se da el empujón necesario, trepando por un muro y lanzándose por los aires, para ensartar a tres hombres seguidos.
Tiro la metralleta y agarro la otra espada de mi espalda.
Salto sobre las cabezas de mis enemigos, ensartándolos uno por uno. Como brochetas en la cena de Navidad.
Salto en el aire y vuelvo al suelo con un salto mortal.
León, sudando casi peor que yo, me ofrece una mano. Ambos estamos sin aliento.
- Un día me enseñarás a luchar como tú - dice. Dejo escapar una carcajada y me pongo serio tan pronto como veo al enemigo tratando de golpearlo por detrás.
- ¡ Cuidado! -
Le tiro la espada, la cual termina directo a su cara.
Pero... modestamente, qué objetivo.
Cae al suelo, muerto.
- Bueno, yo diría que nuestro trabajo aquí ha terminado – dice, mirando todos los cadáveres que tenemos esparcidos por el suelo.
- Definitivamente - Estoy de acuerdo.
Quizás hablamos demasiado pronto. Se abre un ascensor, del que quizás salgan otros hombres.
- Ay que carajo... - Exclama León, mientras los hombres corren hacia nosotros. Esta vez, armados con espadas como las nuestras.
Lo esquivo, le corto el vientre, me pongo de rodillas, paro un golpe de katana y lanzo la espada directamente a la cara de mi enemigo.
Me vuelvo a poner de pie, León agarra el shuriken del bolsillo de mis jeans y los arroja sobre los hombros de uno.
Los cuales activan un mecanismo de explosión inmediato y explotan, provocando chispas y mucho... dolor.
Damos una voltereta en el suelo, cortando los pies a un par de hombres. Nos volvemos a poner de pie, hombro con hombro, y seguimos luchando.
- ¿ Listo? - Le pregunto, para el movimiento final.
- Muy listo - responde. Correremos y escalaremos paredes, girando por el aire al unísono y matando a tantos enemigos como sea posible.
Manuela
Permanezco escondido en un armario, evitando usar mi magia para defenderme.
Demasiadas personas morirían y yo no soportaría esa carga. Permanezco en silencio, rezando en voz baja para que Frank se vaya.
Es una pesadilla.
No deja de buscarme. Y no dejo de temblar.
- Manuelale, vamos, sé que estás aquí en alguna parte. Tarde o temprano te encontraré - Me levanto lenta y furtivamente en la oscuridad de este pequeño y estrecho lugar, esperando que pases.
Para poder salir y correr hacia el otro lado. - María hizo lo mismo y ¿sabes cómo terminó? - pregunta.
Ella otra vez, María. ¿Quién es?
- Maté a la mujer que Alejandro más amaba en el mundo. Ella y su bebé – responde, como si leyera mi mente.
De repente, es como si el mundo se derrumbara sobre mí.
¿Alejandro tuvo un hijo? ¿Y una esposa, aparentemente?
Sé que no debería hacerlo, pero la curiosidad es más fuerte que yo.
Salgo del armario, lentamente, con las manos en alto. Frank me da la espalda y examina el pasillo.
Yo trago.
- ¿ Quién era María? - pregunto, intentando mantener la calma.
Tengo mucha ansiedad.
Frank se da vuelta y esboza una extraña sonrisa. Me mira de arriba abajo.
- Una mujer que conocías muy bien. Al menos deberías haberlo hecho ;
todavía estoy confundido. No conozco a nadie con ese nombre.
- No conocía a ninguna María -
- Si fueras lo suficientemente inteligente, lo descubrirías por tu cuenta - Lo pienso, intensamente. María María... Dios mío, mis ojos se abren, conectando cosas. Mi nombre... no es Manuelale. Dios mío, sí, pero no el de la oficina de registro. Manuelale es como me llamaba mi abuela...
Mi verdadero nombre es... de repente, me viene a la mente el recuerdo de mi madre firmando mi partida de nacimiento...
Mi nombre es María. No sé cómo, dado que todavía no era capaz de entender y querer con solo unas pocas horas de vida, pero vuelvo a la realidad respirando fuerte. Al borde de un ataque de pánico. - Ah, sí. Sabía que no me decepcionarías : una lágrima rueda por mi rostro mientras conecto las cosas.
Y la ira se apodera de mí.
Alejandro y yo tuvimos un hijo... y él me lo quitó.
Aprieto los dientes, brillando con la magia oscura que corre por mis venas.
- ¡ ¡¡Tú... me quitaste todo!!! - Grito empezando a recordar cada pequeño detalle del día que di a luz a mi bebé. En el que quedé embarazada. En el que un enmascarado lo mató, a sangre fría, mientras dormía en su cuna. - ERES UN MONSTRUO - Avanzo hacia él, a grandes zancadas, furiosa como siempre.
Le lanzo un poco de magia, lo que hace que acabe tras muchas capas de pared y en el pasillo de escaleras.
Golpea su espalda contra la puerta del ascensor, gimiendo de dolor.
Al mismo tiempo, Alejandro y Leon suben corriendo las escaleras. En cuanto nos ven, vienen aquí.
- Manuela! - exclama Alejandro, mientras León se queda vigilando a los enemigos. - Vámonos de aquí – Me quedo quieto en el lugar, con la mirada fija en el cuerpo inconsciente de Frank, a pesar de que Alejandro me está agarrando de la muñeca.
Sacudo la cabeza.
- Mató a nuestro hijo - le digo, dolida hasta la médula, inclinándome para apoyar una mano en el suelo. Hablo palabras en latín, lanzando una poderosa maldición sobre el edificio. - Es hora de que todos paguen por ayudarlo a hacerlo - Todo a su alrededor comienza a temblar peligrosamente.
Los dos niños se agarran a la barandilla mientras comienza un terremoto de magnitud. Quizás incluso más.
- ¿ Qué diablos estás haciendo? ¡Así que nos matarás a todos! - exclama León luchando por su vida, mientras comienza la estampida de personas que intentan salvarse.
Sigo indefenso, mirando a Frank, sin importarme lo que esté pasando.
- Pagarán por lo que hicieron -
- Está en shock. Tú pones a todos a salvo, yo trato de recuperarla . Alejandro me recoge, como una novia.
- Si señor capitán – León abre una puerta y protege su cabeza de las piedras que caen, corriendo para salvar tantas vidas como pueda.
Conmigo en sus brazos, el pequeño rubio corre lo más fuerte que puede escaleras abajo. Esquiva las rocas que caen y sale del edificio seguido por León y una multitud de personas.
Un momento antes de que el edificio se derrumbe sobre sí mismo.
~~~
Ha pasado una hora.
Una vez a salvo, los cuatro nos refugiamos en la institución a la que Frank está seguro no entrará.
Ahora no.
Jamas.
Manuela
Estoy sin palabras. Jadeante.
Ya sin alma.
Con el corazón roto ya no late. Regresamos al instituto gracias a Harper.
De hecho, ahora estoy con ella en la habitación que una vez compartimos.
Y lloro, pensando en lo que descubrí. Lloro, en sus brazos, lágrimas que saben al dolor más profundo.
La pérdida de un hijo.
El hecho de que esté acariciando mi cabello tampoco me ayuda a sentirme mejor. Me desespero, sobre sus muslos, mientras los recuerdos se vuelven cada vez más claros.
Mi bebé...lo amaba con todo mi corazón. Quería ser madre.
- Déjate desahogar, pero no dejes que Alejandro forme parte de tu pasado – dice, tan triste y con la voz entrecortada que creo que lloró.
- ¡ Te odio! ¡Siempre me has ocultado todo y seguirás haciéndolo! - eso le grité antes, cuando no pude más y me desquité con él por no haberme dicho.
Me siento culpable por hacerlo, pero estoy enojada con él. Ya no tiene que ocultarme cosas como esta, saberlo por Frank me destruyó.
No quiero que Alejandro se convierta en mi pasado, pero de alguna manera si tiene que ser mi presente y futuro debe decirme todo lo que siempre he querido sobre mí.
De quien soy.
Basta de mentiras ahora, solo quiero la verdad.
León
Después de un día jugando al héroe con Alejandro, estoy muerta de cansancio.
Aunque estoy feliz de que (por ahora) todo haya ido bien. Me divertí mucho, hacía tiempo que no pasaba.
Él y yo... uno al lado del otro. Maldita sea, me duelen todos los huesos.
Por otro lado, mañana me espera un largo día de descanso.
Tan pronto como entro en mi habitación, la felicidad de un día dedicado a defender a las personas que amo se convierte en... consternación .
Los muebles están todos, pero me refiero a TODOS, al revés. Mesas, sillas, vasos, escritorios, cuadros, almohadas, sábanas en fin... alguien entró por aquí.
Lo que más me aterroriza no es tanto el caos. Pero mis fotos... las que están pegadas en el tablero. Están todos partidos por la mitad, los recuerdos que tuviste con Harper y Alejandro. La foto tomada cuando intenté animar a Manuelale.
Todas las cosas más hermosas que tenía...
Destrozadas.
Me estoy poniendo nervioso y asustado.
- ¡ maldita sea! - maldigo, corriendo hacia las fotos. Me arrodillo en el suelo, agarrando los pedazos con mis manos.
Me eché a llorar porque son fotos que nunca recuperaré.
Lo cual me importaba profundamente, lo único que conectaba mi mente con la paz. Y ahora, sólo quedará el caos por ser parte de mí.
¡¿Quién lo hizo?!
Rápidamente me seco las lágrimas y respiro profundamente. ¿Quién podría haber reducido así la mitad de mi vida?
Sólo me viene a la mente una persona que quizás se haya vengado de mí.
Mi. Definitivamente era ella.
Sin siquiera pensarlo dos veces, salgo de la habitación y camino furiosamente hacia su dormitorio.
Una vez que llega, abre la puerta con nerviosismo. Ella está ahí, sentada en su cama leyendo una revista, mientras mi corazón sangra.
Le tiro los trozos de fotografías a la cara, mi cara roja de ira.
Lo juro...
- Encuentra una excusa válida para lo que hiciste. - Tengo frío, enojo, mejor si no me provoca.
Con calma baja el cargador, con una sonrisa.
- ¿ No te gusta mi regalito? - pregunta, sacándome de mis casillas.
Agarro la revista y la rompo en mil pedazos. La tiro al suelo y tomo su rostro entre mis manos, apretándolo, mirando directamente a esos ojos de un asesino nato.
- POR QUÉ. EL. TIENES. ¿HECHO? - Grito, inhumanamente, con las venas de mi cuello hinchándose y las de mi cabeza casi estallando.
Mia traga, asustada. Pero ella no deja de provocarme con esa maldita expresión, como si hubiera ganado.
- Alejandro no quiere tratar conmigo y su hijo, así que me vengué de él - dice, como si fuera algo normal.
La dejé ir, disgustada por su ser.
Su hijo.
- ¿ De eso se trata esto?... - Contengo una risa nerviosa, sacudiendo la cabeza y colocando las manos en las caderas. Nadie se acostaría así con una chica loca, y mucho menos dejarla embarazada. - ¡¿ Todo porque Alejandro no cuida a un niño que ni siquiera es suyo?! - Sigo gesticulando irritAlejandroente.
Sus ojos se abren y pone una mano sobre mi boca.
- Cállate. Baja la voz -
Tiro de su mano, más enojada que antes. No olvido lo que me hizo, es personal. Ni siquiera con el niño que crea en su interior.
- NO, NO LO BAJA. DESTRUYESTE MIS RECUERDOS -
Avanza, sin miedo, ahuecando mi rostro. Contengo las lágrimas, confundida, al ver la luz de la esperanza brillando en sus ojos.
- Porque tienes que enviarle un mensaje de texto a Alejandro. Dile que si no decide hablar conmigo, el niño morirá y no podrás hacer nada para detenerme - dice.
Sacudo lentamente la cabeza, quitando sus manos sucias de mi cara.
- Lamento decirte esto pero... - Retrocedo. - Alejandro ya lo sabe - continúo.
Ella está asombrada, no se esperaba esto.
- ¿ Cómo lo sabes ya? -
Me muevo lo suficiente para mostrar la figura musculosa de mi mejor amigo. Quien escuchó todo, ya que estaba detrás de mí cuando llegué aquí.
Está en el umbral, con los brazos cruzados sobre el pecho y el hombro apoyado en el marco de la puerta.
- ¿ Crees que no me habría enterado? - pregunta suspirando y negando con la cabeza. Conociéndolo, lo dejará pasar para no complicar las cosas.
La cara de Mia simplemente se puso blanca, pensó que todo saldría como quería - Vine a buscar mi reproductor MP3 - continúa, caminando hacia la mesita de noche. La abre, pero Mia lo agarra de la muñeca.
- Alejandro espera- - Alejandro tira de ella.
- Quita tus manos de encima - le dice él, molesto, levantando la mirada hacia la de ella. Verla con una mirada tan furiosa y seria, casi me asustó a mí también. - Ahora soy tu enemigo. Te aconsejo que te mantengas alejado de mí , continúa.
Mi mandíbula se aprieta nerviosamente. Se aleja, cerrando la puerta detrás de él.
Doy un suspiro de alivio y pateo el cubo de basura.
- Lo hiciste bien. Crees que ella destruyó mi vida... ¡No la soporto! - exclamo tenso dejándome caer en el sofá.
Cuando pienso en ello...