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Capítulo 4

Puedo sentir mi corazón acelerarse en mi pecho.

- ¡ Alejandro al primer batallón! - exclama nuestro entrenador Matt Allen, devolviéndome a la realidad. Es mucho mayor que nosotros: tiene años, tiene el pelo negro y es un hombre negro.

Sacudo la cabeza y me doy cuenta de que Leon ya no está allí. Probablemente me dijo algo y ni siquiera lo escuché.

- ¡ Ya voy! - exclamo en voz alta, poniéndome rápidamente la camiseta. Cuando llama el jefe, no puedo llegar tarde.

No quiero sufrir la ira de un hechicero supremo.

Salto del ring y corro hacia él.

Tan pronto como estoy a su lado, noto a los chicos que están alineados uno al lado del otro. Matt, con un mono, les está explicando las cosas.

En cuanto me ve, sonríe y me señala con la mano. Soy su alumno, sólo porque sé pelear mejor que nadie.

Estos son los rumores que circulan sobre mí.

- Conoce a Alejandro Xasique, tu mentor. El caballero más fuerte de todo el instituto, ¿o tal vez me equivoco? - dice todo orgulloso, arrojándome la espada.

Lo agarro sobre la marcha, dándole vueltas en mis manos con tanta habilidad. Lo planto en el suelo, decidió.

- Para nada – respondo, levantando la vista hacia todos ellos. Al darse cuenta, con asombro, de que Manuelale está aquí. Él nos está mirando. Trago, tratando de evitar las voces. - Fui criado por los mejores caballeros de la segunda dimensión. Entrenada para luchar desde que nací, desarrollé habilidades que no creía poder poseer – digo. - Hasta que conocí a Matt, quien me tomó bajo su protección. Y me enseñó a no dudar de mi fuerza, porque de ella obtienen ventaja los enemigos . - Hace dos años, mi familia me envió aquí. Mis padres, ellos son el rey y la reina de Yandor - termino.

- ¿ El reino de donde vienen los búhos? - pregunta un niño pequeño, podría tener años. Dos años menor que yo.

Frunzo el ceño, confundida. Aquí nadie habla nunca de esas criaturas. Y aquellos que hablan de ello a menudo no lo volverán a hacer... para siempre.

Matt se encarga de acercarse a él.

- ¿ Qué sabes sobre los búhos? - pregunta casi amenazadoramente.

- Sé que son criaturas nocturnas. Se alimentan de... sangre de bruja... - responde el niño, sintiéndose incómodo con la mirada del entrenador.

- No mencionamos esas criaturas aquí, a menos que las veas y necesites advertirnos. ¿He sido claro? - dice Matt, tan serio que casi me hace temblar a mí también. Si tan solo no estuviera acostumbrado a soportarlo ahora.

- Sí, señor - responde el niño, casi encogiéndose de miedo.

Matt asiente y continúa hablando.

- Bien. Cerrando este pequeño paréntesis, les deseo un buen día. Ir a clase -

Director Williams

Levanto una mano temblorosa hacia el portal dorado, en medio del bosque.

Por amor de Dios,

lo retiro inmediatamente, en cuanto siento ese poco de calor sobrenatural invadiendo mi cuerpo.

- ¿ Qué crees que lo abrió? - pregunta Matt, el segundo al mando después de mí. Sacudo la cabeza y me giro hacia él.

- No lo sé. Pero sea lo que sea, no debe haber servido para nada - deduzco, caminando hacia un árbol. Toco el baúl, observando los rayones.

Parecen estar hechos de garras gigantes. Sólo hay una bestia que puede hacerlos. Quienes habrán atravesado la brecha que conecta esta dimensión con la más oscura y malvada que existe.

Búho.

Una abominación de casi tres metros de altura, con forma de gran búho con colmillos y alas teñidas de violeta. Una cola larga, venenosa.

Estaba seguro de que nunca volverían a aparecer después del tratado de paz. En lugar de eso tengo que pensar de nuevo.

- ¿ Estás pensando lo mismo que yo? - pregunta Matt, comprobando los latidos del corazón del último cadáver que queda. Al llegar aquí, notamos a nuestros hombres. Delicado. Uno por uno, cruelmente. Cada uno tiene un pecho lacerado.

Asiento, volviéndome hacia él pensativamente. Con un chasquido de dedos, gracias a mi magia, hago desaparecer esos cinco cadáveres. La tierra se los traga, sepultándolos.

No quiero que nadie en el instituto se preocupe.

- Hay alguien que los liberó, eso seguro. Están deambulando entre nosotros y ya han matado a la mitad del batallón - respondo. - Hay que reforzar las defensas – Sigo decidido, girándome para empezar a caminar de nuevo.

Quiero tener una de esas bestias al frente.

Matarlos a todos. Si fuera lo último que digo.

- Diana, sabes muy bien que no tenemos más reservas desde la batalla - dice Matt, siguiéndome.

- Consigue algunos hombres - respondo. Él se detiene y yo también.

- Hay un problema: ya nadie quiere unirse, después de lo que pasó - dice, trayendo mi mente a ese trágico suceso por un segundo.

Nunca quise que eso sucediera. Perdí más de la mitad de mis hombres, pero no sólo eso.

- Recluta a tus muchachos - le digo, girándome hacia él.

Él sigue visiblemente molesto. Él niega con la cabeza.

- No están preparados, no soportarán el peso de una guerra - responde.

- No fue una petición. Simplemente hazlo - le digo, serio y autoritario. Sin decir nada más, asiente.

- Si señora -

Sin perder más tiempo, sigo caminando y buscando otros rastros de la lechuza. Lo único que me interesa ahora.

~~~

Manuela

Entro a la gran sala central y miro a mi alrededor con asombro.

Hay una ceremonia en marcha. Música de fondo, a bajo volumen pero bastante perceptible.

En mi mente. En mi cabeza.

Me encanta. Todo parece ir a cámara lenta, porque quiero disfrutarlo todo.

Hay niños que cuelgan pancartas en la pared, con una escalera, que dice "bienvenido a la universidad Morningstar"; otros, que bailan al ritmo de la música. La sala está repleta de gente; otros, que están sentados en bancos hablando entre ellos. Un poco más adelante, encima de una escalera, hay una pirámide de niños y niñas.

La gente los anima mientras realizan giros de porristas.

Es todo tan maravilloso.

- No está tan loca como parece - La voz de Alejandro, obligándome a girar a mi derecha. Donde él está aquí, a mi lado, con las manos en los bolsillos de sus jeans azul marino.

- ¿ Tu novia? - pregunto apoyando mi trasero en una mesa detrás de mí.

El que está preparado con comida y ponche, del que los niños beben y comen.

- Si la conocieras, te parecería simpática - dice, tomando un vaso vacío y mojándolo en el ponche. Observo sus movimientos, la forma armoniosa en que se mueven sus manos.

Parece un chico malo con buenos modales.

- No te ofendas, pero tienes pésimo gusto – le digo, sinceramente.

Deja escapar una risita, apoyándose en la mesa y cruzando las piernas. Sorbo.

- No pienso lo mismo - dice, entregándome el vaso con una leve sonrisa. Me sonrojo. Por un momento pensé que no estaba hablando de su novia. - ¿ No bebes? - continúa.

Sacudo la cabeza y declino cortésmente. La amabilidad de los desconocidos.

- Soy abstemio -

- Lástima por ti - dice, sarcásticamente, bebiéndolo todo de un trago. No sé cómo lo hace, esa cosa debe ser pesada.

- Mejor así, créeme. ¿Qué están celebrando? - pregunto curioso, observando a los chicos que se han alineado en las escaleras.

Un hombre pasa junto a ellos y se coloca una especie de hierro candente en el brazo. Para mi sorpresa, noto que los chicos no dicen una palabra.

- Cada verano, los corredores más fuertes son admitidos a las pruebas. Sólo aquellos que los superan regresan aquí para ser recompensados con la marca de fidelidad - explica.

- ¿ Qué es? - pregunto confundida. Nunca oí hablar de eso. Alejandro señala a un niño no lejos de nosotros, cuyo bíceps tiene una marca. Un tatuaje, cuanto menos, hipnótico: una serpiente que envuelve una espada.

Asombrada, sigo las líneas del tatuaje con mis ojos.

- Pagas lealtad a la bruja a la que estás atado - dice. - Nunca podrás darle la espalda - continúa.

Miro el suyo y trago. Entonces ¿tendré un caballero también?

- ¿ De lo contrario? ¿Lo que sucede? - Pregunto un poco asustado al saberlo. Suspira y se encoge de hombros. Vuelve a mirar hacia las escaleras y se mete las manos en los bolsillos.

- Nadie lo ha vivido nunca para contarlo - responde. Lo observo en silencio. Parece pensativo.

Aprovecho para recorrer con la mirada los rasgos de su rostro. Parece haber nacido de la perfección. Tiene un físico para envidiar a todos.

Cabello ondulado y bien definido.

Y algo que todavía no puedo descifrar.

- ¿ Tienes una bruja? - pregunto, para charlar.

No quiero ser antisocial aquí mismo. Él se ríe, sonrojándose ligeramente.

- ¿ Podemos cambiar de tema? - pregunta, rascándose la nuca avergonzado. Frunzo el ceño y dejo escapar una risita divertida. Es curioso, saber que en una escuela donde existe la regla de tener alguien en quien confiar… él no confía en nadie.

- ¿ En serio no tienes uno? - pregunto.

- ¿ Te sorprende? -

Asiento, colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

- Sí...es decir, no. Pensé que alguien como tú tenía a todos alrededor – digo, un poco torpe, sonrojándome.

¿Por qué dije eso?

- DesgraciAlejandroente no es así - afirma. Mis ojos se posan casualmente en una persona detrás de él. Una chica que lo busca con la mirada.

- ¿ Puedo darte un consejo? - le pregunto agarrando el vaso vacío de sus manos. Lo lleno con ponche y se lo entrego. - No antepongas a los demás a ti mismo - prosigo esbozando una sonrisa amistosa y dándole palmaditas en el brazo.

Su novia viene. Ese desagradable snob. No quiero discutir hoy, no quiero.

Y luego, Alejandro parece un buen tipo que está demasiado influenciado por ella.

Espero que pueda tomar la decisión correcta, no merece vivir atrapado en sus garras.

Salgo, buscando a Harper.

Alejandro

Me quedo quieto, mirando el vaso que me dio Manuelale.

¿Qué quiso decir con esto?

¿Es tan obvio que estoy al borde de un precipicio?

Mi

Camino hacia mi novio. El sonido de mis tacones de aguja resuena por la habitación.

- Cariño, te estaba buscando por todos lados – digo, aliviada de no verlo en compañía de una mujer, besando su mejilla.

Especialmente ese.

- Bueno, me encontraste - responde, un poco distante, bebiendo. Odio cuando me responde en ese tono, pero no puedo evitarlo.

Lo abrazo fuerte, para hacerle entender que no lo quiero contra mí.

- ¿ Era Isascema? - pregunto, intentando no sonar celosa. Vi a la pelirroja hablando con él.

- Es Manuela. Y por favor no empieces de nuevo. - dice separándome suavemente de su cuerpo. Sacudo la cabeza y esbozo una sonrisa.

- No te preocupes, no estoy aquí para discutir. De hecho, me gustaría hacerme amigo de ella , miento.

- ¿ En serio? - pregunta asombrado, pero contento con mi "cambio".

En realidad, Manuelale no podría importarme menos.

Asiento y me vuelvo para correr hacia Manuelale.

Tengo que demostrarle en todos los sentidos que no estoy locamente celosa. Y sólo puedo hacerlo mintiendo.

- Manuela! - exclamo sonriéndole y agitando una mano.

Manuela

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