Capítulo 5
- Lo juro. ¿Sabes lo que le dije al final? -
- No, ¿qué? -
- Disculpe señora, pero debe haberme confundido con Cardy B -
Mientras río y bromeo con Harper sobre algunos eventos divertidos de mi pasado, una voz dice mi nombre.
Es la novia de Alejandro. Al menos eso pienso.
Extraño, me giro hacia ella.
- Hola... - Le digo, viéndola detenerse justo frente a nosotros. Radiante como un rayo de sol en verano.
- Oye. Lo siento por- - dice, pero la detendré.
- No te preocupes, no pasó nada. Estás perdonado – digo rápidamente poniendo una sonrisa muy falsa. No me soporta, eso está claro. Si crees que me lo estoy creyendo, te has equivocado de persona.
- Gracias - dice, haciendo algo que no esperaba. Él me abraza. Quizás demasiado, ya que me está aplastando. - Tengo que demostrarle a Alejandro que puede confiar en mí. Espera el juego – me susurra al oído, seria, intimidante, dejándome sin palabras.
¿Qué tan mala puede ser?
Inmediatamente llevo mi mirada a Alejandro, que parece tenso al otro lado de la habitación. Él nos está mirando.
Mia se aparta para mirarme a los ojos, pone dos manos sobre mis hombros y me sonríe.
La sonrisa de la serpiente venenosa.
- ¿ Cómo te encuentras en la nueva escuela? - pregunta fingiendo interés en mí.
- Bueno...tú... - Estoy a punto de decir algo, pero el teléfono en mi bolsillo empieza a sonar. - Lo siento - prosigo agarrándolo y leyendo el display.
...¿Mamá?
Mi corazón comienza a dolerme en el pecho. Mi madre, desde que me dejó en la casa familiar con mi abuela "política", nunca me ha llamado.
Hasta ahora. Estoy tan asustado.
- ¿ Adónde vas? - pregunta Harper.
- Tengo que responder - respondo, tenso como la cuerda de un violín, girando para llegar a un lugar tranquilo.
- Entonces nos vemos en clase – dice. La saludo y me acerco el teléfono a la oreja.
Llego a una columna, lejos de todo y de todos.
Yo trago. Esto no augura nada bueno.
- ¿ Mamá?... - pregunto. En cierto momento escucho una respiración agitada. Alguien dispuesto a hablar.
La línea se corta antes de que pueda oír una palabra.
Frunzo el ceño y miro la pantalla.
Extraño. Muy extraño.
Debe haber obtenido el número equivocado.
Sin pensarlo mucho, guardo el teléfono en el bolsillo trasero de mis jeans y regreso con Harper.
~~~
Esa misma tarde, Harper y yo estamos en nuestra habitación.
La estoy ayudando a hacerse un tatuaje, sosteniendo una aguja y pintura negra. Desde que descubrió que soy bueno dibujando, casi me ha rogado que lo haga.
Y acepté, de buena gana.
- ¿ Entonces fuiste tú quien salvó a ese niño en un accidente automovilístico? - pregunta sorprendida de saber lo que hice.
La historia del semestre pasado, donde aparecí en todos los periódicos.
- Bueno, hice lo que cualquiera hubiera hecho - respondo, concentrado.
- Eras muy fuerte, ¿lo sabías? -
Solté una carcajada. No pienso de la misma manera.
- No lo creo -
- Vamos, ¿quién más se habría dejado atropellar para salvar a alguien? - pregunta.
Suspiro, manteniendo su brazo quieto.
- Ciertamente no alguien con suficiente intelecto para entender que lo que hice podría haberme matado - respondo, pensando en ese día. Ese niño no merecía morir. En su lugar morí.
- ¿ Te arrepientes de haberlo hecho? - pregunta.
Sacudo la cabeza y esbozo una sonrisa. Pero el sentimiento de haber hecho el bien me hizo quien soy hoy.
- No, para nada – Apago la máquina, colocándola sobre la mesilla de noche. - Toma, terminamos. ¿Qué opinas? - Pregunto satisfecho con el tatuaje que me salió.
Harper se pone de pie y mira el tatuaje del fénix. Sus ojos se abren, más que felices.
- ¡ Casi quiero besarte! - salta en el acto, abrazándome. Me río genuinamente y caigo de espaldas sobre la cama perdiendo el equilibrio.
Me despierto de repente, sin aliento y con el corazón acelerado.
Tuve una pesadilla. De nuevo, lo mismo de siempre.
Respiro profundamente y miro a mi alrededor. Es de noche...y estoy en mi habitación, ¿cuándo pasó todo esto?
La mano de Harper descansa sobre mi hombro.
- Manuelale, ¿estás cansada? ¿Quieres ir a la cama? - pregunta amablemente al verme dormido sobre el escritorio.
Sacudo la cabeza, un poco mareado. Ni siquiera sé qué hora es.
Recuerdo que estaba leyendo un libro esta tarde y me quedé dormido.
- No gracias, me quedaré despierto un rato más – respondo. Él asiente y avanza hacia su cama. La observo, giro mi torso y apoyo un brazo en el respaldo de la silla.
- Buenas noches entonces - dice, ajustando su almohada y apagando la lámpara.
Esbozo una sonrisa cansada.
- Noche -
Una vez que me he asegurado de haber cerrado los ojos, vuelvo a mirar el libro.
Salto ligeramente cuando me doy cuenta de que eso no es lo que estaba leyendo.
Pero qué diablos... ¿quién lo cambió?
Noto que está abierto en una página en particular, eso es lo que me da asco.
Allí no hay nada escrito. Sólo existe la imagen de una mujer representada en blanco y negro, horrible y aterradora.
Que va devorando niños a medio hacer, mientras arde en llamas.
El título dice "la bruja negra".
Parece que pertenece a una enciclopedia.
Cierro el libro inmediatamente, antes de empezar a vomitar. Pensativo, me pregunto qué diablos está pasando.
Primero los rumores, luego esto. No debería decir cosas apresuradas...
Pero este no es el libro que estaba leyendo.
Algunos ruidos me llaman la atención. Vienen del patio. Fuera de mi ventana.
Todos suenan como voces masculinas y alegres.
Me levanto, con curiosidad por saber qué está pasando. Mientras miro por la ventana, veo a Alejandro y algunos de sus amigos andando en patineta. Se ríen y bromean entre ellos.
Fresco. Parece divertido, yo también quiero hacerlo.
Siempre me ha gustado patinar.
Sin pensarlo dos veces, tomo las llaves del dormitorio y salgo de la habitación.
Bajo al patio, donde me acerco a los chicos con una mano en el bolsillo trasero de mis jeans. Con el otro saludo y esbozo una sonrisa amistosa.
- Hola. ¿Estás patinando? - pregunto, tratando de ser amigable.
Todos se giran para mirarme. Especialmente Alejandro, que parece sorprendido de verme aquí. En este momento.
- Sí, por supuesto. ¿Quieres intentar? - pregunta la rubia, en tono amable.
Esbozo una sonrisa, que inmediatamente se desvanece tan pronto como veo a mi amigo pelirrojo y de cabello rizado sacudir la cabeza. Detén a Alejandro desde su pecho antes de que me entregue su patineta.
- Quédate quieto. Existe el riesgo de que se lastime y vaya a llorar al director - dice, visiblemente burlándose de mí.
Frunzo el ceño, irritada.
- ¿ Como excusa? - pregunto, esperando haber escuchado mal. Se acerca peligrosamente a mí, a un centímetro de mi nariz.
Este tipo intenta por todos los medios ser amenazador. Pero a mí me parece un hombre pobre desesperado por poder.
- Ustedes las mujeres son lloronas, sin excepción -
levanto las cejas, asombrada. Le doy un rodillazo en las pelotas, lo cual tiene que agradecer que no fue tan difícil.
Se desploma, sujetándose el frente con las manos y gimiendo de dolor. Sus amigos contienen una risa asombrados.
Como una mujer.
- Nosotras las mujeres, ¿eh? - digo, con una sonrisa.
- ¡ Pagarás por esto! - exclama el chico resentido.
Se levanta en un segundo, tratando de golpearme. Cierro los ojos y me preparo para lo peor.
Hasta que la mano de Alejandro bloquea el golpe, bloqueándolo.
Vuelvo a abrir los ojos, mi corazón late con fuerza. Alejandro acaba de salvarme de un ojo morado.
- Oye, oye, ¡¿se te ha vuelto loco el cerebro?! - —reprende el amigo. - Baja la mano - continúa.
La pelirroja y yo nos miramos entrecerrando los ojos. No entiendo por qué tanto odio hacia mí.
- Me dio una patada en los huevos - responde.
- Te lo merecías - respondo, haciéndolo enojar aún más. Alejandro lo mantiene quieto, no compromete ningún movimiento. Parece bastante serio.
Casi me asusta.
- Dije que bajes la mano. - dice con tono autoritario. A pesar de la vacilación inicial, el chico baja la mano.
Decepcionado por este comportamiento, retrocedo unos pasos.
- De todos modos, he cambiado de opinión. Nos vemos - digo agitando una mano, aunque tengo los nervios de punta.
¿Pero cómo te atreves?
Si no hubiera sido por Alejandro, ya habría muerto. Mejor si vuelvo al dormitorio.
Alejandro
Resoplo y me paso las manos por el pelo.
- Los haces escapar a todos. Eres increíble - se queja un amigo mío nervioso.
- Sí. Bien hecho León - dice Ethan, sarcásticamente, aplaudiendo.
- Deberían darte un premio pendejo – le digo, cogiendo el patín y alejándome con zancadas nerviosas.
Manuela
- ¡ Oye! ¡Bruja negra! - exclama León llamando mi atención.
Me detengo de repente, atónita.
¿Se refería a mí?
Cuando me doy vuelta, me doy cuenta de que me está lanzando una espada a toda velocidad. Está a punto de llegar a mi cara...
Mis ojos se abren, aterrorizados. Para defenderme, inmediatamente levanto una mano y uso mi magia.
La espada se desintegra en un estallido de luz, convirtiéndose en nada más que un montón de cenizas.
Inmediatamente miro a León, que se ríe como un puto psicópata, desconcertado.
Pero ¿cómo... podría?
Sin decir una palabra más, salgo corriendo a mi dormitorio. - ¡ Adelante! ¡Escapar! - grita.
Cuando llego, cierro la puerta con llave y me quedo detrás de ella. Me dejo caer al suelo, tratando de calmar mi corazón acelerado.
Me entristece saber que dos chicos ya me odian, sin siquiera haberme conocido.
~~~
Nuevo día, nuevos dramas.
Camino por el pasillo hacia el ala oeste, con los libros de biología apretados contra mi pecho.
Me río de un chiste de Harper, aquí a mi lado. Sólo han pasado las horas y me parece que ella es la única que puede amarme.
Excepto Alejandro Xasique.
- ¿ Puedes hacer eso en serio? - pregunto asombrado. Me dijo que puede leer la mente de todos.
Es tan bueno.