Capítulo 3
Él pone los ojos en blanco en broma.
- No tenía dudas. Esa chica es peor que un libro abierto - dice. Señala con la barbilla los papeles que tengo en las manos. Debido a la tensión, ni siquiera me di cuenta de que había hecho "orecchiette". -¿Tú hiciste estos? - continúa, refiriéndose a los dibujos que tengo en mis manos.
Miro mis muslos y asiento.
- ¿ Te gustan? - pregunto, metiendo un mechón de pelo rebelde detrás de mi oreja.
El asiente.
- ¿ Puedo? - pregunta. Le entrego los papeles en los que he dibujado algo. Ha sido mi pasión desde que tenía años.
Alejandro los observa con gran curiosidad. Son dibujos, todos tienen la misma temática: brujería. Es un tema que me fascina mucho, por eso estoy aquí. Quiero saber más. ¿Que representa? - continúa mirando a uno en particular.
- Una bruja que es quemada en la hoguera, un día de mediados de septiembre - respondo, señalando la fecha en una esquina del papel.
Él frunce el ceño, ocultando una sonrisa aturdida en las comisuras de su boca.
- Macabra y espectacular. ¿Por qué decidiste dibujar exactamente esto? - pregunta. Me encojo de hombros. Ni siquiera sé por qué dibujo estas cosas.
Normalmente ni siquiera le presto atención.
- No lo sé. Nunca decido qué dibujar antes de hacerlo. Es algo natural para mí .
Me devuelve los dibujos.
- Entonces tienes un verdadero talento - . Cuando estoy a punto de recuperarlos, por pura casualidad, nuestras manos se tocan.
Ambos miramos hacia arriba, exactamente en el mismo momento.
Me sonrojo e inmediatamente retraigo mi mano. Fue tan vergonzoso .
De repente, alguien llama a la puerta. Me levanto de la cama en un segundo y agarro mis maletas.
- ¿ Perturbación? - pregunta una chica asomándose por la puerta.
- No, pasa - le digo, colocando mis maletas sobre la cama. Tan pronto como la puerta se cierra detrás de mí, quedo literalmente atónito.
Ella es maravillosa.
Tiene el pelo rubio, largo y rizado. Literalmente contrastan con mis rojos intensos.
Sus ojos... parece como si estuviera bañado en un charco de esmeraldas. Viste ropa elegante, completa con tacones altos.
- Alejandro, cariño, ¿qué haces aquí con... - se detiene para mirarme de arriba abajo. Creo que entiendo quién es. Lo vi en el cartel de la escuela. - ¿Ese? - continúa, con un dejo de disgusto.
Frunzo el ceño, sintiéndome herida. No sé quién crees que eres, pero no puedes venir aquí y burlarte de mí.
Apenas me conoce.
- Mi nombre es Manuelale - le digo.
- Sea lo que sea - responde, sin importarle lo más mínimo.
La abofetearía.
Alejandro se levanta, luciendo nervioso.
- Sé amable por una vez. Ella acaba de llegar, déjala recuperar el aliento , él la regaña, mientras ella busca desesperAlejandroente el contacto con él. Como un gato que marca su territorio para mostrarle a todos quién está a cargo.
Patético. ¿Crees que quiero robarte a tu novio?
- No te preocupes, estaba a punto de ir a clase - digo con frialdad, saliendo del salón de lo contrario la peor parte de mí se apoderaría de mí.
Y no quiero que eso suceda. Nunca. Ni siquiera en los peores casos.
Alejandro
Aparto a Mía, que quiere besarme como si nada.
- ¿ Puedo saber qué diablos te pasa? - le pregunto molesto por lo que acaba de hacer. Ella fue mala con esa chica, solo quería darle la bienvenida.
- Estabas coqueteando con ese perdedor - dice, cruzando los brazos sobre el pecho y haciendo pucheros.
Sacudo la cabeza. De nuevo con esta patética historia. Ya no sé cómo decirle que quiero mi espacio.
- ¡ Solo estaba tratando de ser amable! Pero siempre lo arruinas todo... - Paso junto a ella, enojada cuanto menos.
Lo suyo es ahora un vicio. Últimamente siempre hace esto cuando alguna chica se me acerca.
- ¡ Alejandro! - dice, persiguiéndome fuera de la habitación de Manuelale. No me detengo y camino con paso firme por el pasillo. - ¡ Espera! - continúa agarrando mi muñeca.
Me vuelvo hacia ella, exhausto por decir lo menos por su comportamiento. Pongo los ojos en blanco.
- ¿ Qué quieres? - le pregunto.
Ella abraza mi pecho, abrazándome fuertemente a ella.
- Lo siento - dice.
Sacudo la cabeza y la alejo de mí sin lastimarla.
- Déjame en paz - Me voy, también porque las clases empiezan pronto y no quiero llegar tarde el primer día de regreso al instituto.
Ya sé que lo voy a pasar fatal por culpa de él.
harper
En mi habitación ordeno mis cosas.
Doblo mi ropa sobre la cama y poco a poco la saco de la maleta que tengo al lado.
Suspiro felizmente.
Estoy muy feliz de tener un compañero de cuarto, al menos tengo alguien con quien cotillear. Confiar mis secretos.
Oh Dios, espero que Manuelale sea bastante sociable y no como mi antigua pareja. Aunque a mí me parece muy simpática.
- Harper - alguien parece estar llamándome. No estoy seguro ... ¡ Harper! ¿te quitas los auriculares? - continúa mi prima, agitándome una mano en la cara.
Me quito los auriculares y vuelvo a la realidad. Estaba inmerso en el mundo de Metallica.
- ¿ Qué es? - pregunto.
La chica de largo cabello morado juguetea nerviosamente con sus dedos. Sé que cuando hace eso, está tensa.
-Quería hacerte una pregunta-
Pongo los ojos en blanco, lista para correr o cambiarme si es necesario.
- Ay Dios por favor Selene, no me vuelvas a pedir que te ayude con tus casos humanos porque no quiero discutir - le digo exhausto, colocando una camiseta sobre la cama y dirigiéndome hacia un estante.
Saco todos los CD de encima y agarro un paño húmedo.
- ¿ Qué? ¡No! No se trata de niños... - dice. La oigo tragar. - Y no todos son casos humanos - continúa, mientras limpio el estante.
Me detengo y me giro hacia ella, haciendo una mueca pensativa.
Me cruzo de brazos y me toco la barbilla.
- Veamos...Jason era un psicópata. Aaron sólo pensaba en sexo. Barry solo habló de sus éxitos. ¿Necesito enumerar el resto? - digo, enumerándolos con mis dedos.
Se sonroja de repente y sacude la cabeza.
- Por favor, ya es suficiente... - dice, a punto de vomitar. Yo también lo haría si me hubiera comprometido con ciertos elementos. Él suspira. - ¿ No crees que el recién llegado es un poco sospechoso? - continúa, yendo directa al grano.
Dejé escapar una risa divertida. Vuelvo al estante y vuelvo a ordenar los CD.
- Pero ni siquiera la conoces - le digo. Cual es verdad. No entiendo por qué insinúas ciertas cosas.
- Efectivamente... lo siento, tienes razón. Juzgué sin pensar - dice, torpemente.
- No te preocupes, si supieras cuántas veces te juzgué antes de saber que eras mi prima – digo colocando el paño sobre el escritorio y volteándome hacia ella.
Muy confuso.
Me lavo las manos frotándolas y salgo, buscando a Manuelale. Espero que no se haya perdido su primer día de universidad.
Alejandro
El sol abrasador de septiembre me hace sudar como un maldito búho.
Respiro con dificultad mientras mi retador y mejor amigo Leon y yo caminamos uno alrededor del otro.
Chico de pelo rojizo, ojos verdes. Física atlética, no demasiado musculosa. Pero el correcto. Narcisista, paranoico y gilipollas en todos los aspectos.
Las lecciones acaban de comenzar para nosotros, los caballeros. Estamos entrenando en el "ring", así lo llamamos.
He pasado los últimos cinco minutos confesándole a León que sentí una extraña...
Atracción. Con Manuela. No atracción sexual, a pesar de que ella es muy hermosa. Pero... era como si algo susurrara mi nombre cada vez que estaba cerca de ella.
- Juro que lo escuché - le digo, secándome el sudor de la frente.
Se lanza hacia adelante para lanzar un puñetazo, que bloqueo con su brazo. También paro los otros golpes que me da.
A la una, lo tomo del brazo y lo derribo al suelo.
Deja escapar un suave gemido de dolor y se ríe.
- Huelo traición, sin embargo - dice, provocándome.
Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.
- ¿ Pero por qué tú y Mia creen que quiero engañarla? Solo quería ser amable - le digo mirándolo.
A veces, tengo ganas de golpear esa sonrisa burlona suya.
- Si si ¿y estás esperando que te lo crea? - pregunta. Le ofrezco una mano, que él toma. Lo ayudo a recuperarse. - Sólo una mirada fue suficiente y ya no puedes guardarlo en los pantalones - continúa.
Me quito la camiseta sudada porque hace demasiado calor.
- Cállate y pelea -
No esperes ni un segundo. Intenta lanzarme un puñetazo, que esquivo agachándome.
Le doy una patada en el costado, lo que lo envía al suelo.
- Oh espera... ¿Estás enojado porque no pudiste hacer dos al mismo tiempo? - dice, sin dejar de provocarme, poniéndose de nuevo en pie.
Empezamos a pelear de nuevo, esta vez logra darme un puñetazo en el estómago. Me tambaleo hacia atrás, dejando escapar un pequeño gemido de dolor.
- Acaba con esto de una vez – le digo, cansado de sus insinuaciones. Él y Mia son exactamente la misma persona.
Deja escapar una risita y agarra dos palos de madera del suelo. Me lanza uno.
Lo tomaré de inmediato.
- Vamos Alejandro, los instintos no cambian y no puedes hacer nada al respecto - dice. Con una mano, balanceo el palo golpeando el suyo repetidamente.
Lo paso a mi otra mano, sosteniéndolo ahora con ambas. Cuando León se da vuelta, detengo el golpe del palo al mismo tiempo que él.
Formemos una x.
- ¿ Detendrás a León? No tiene gracia – le digo, en serio.
- Entonces dígame señor Charity, ¿sabe lo que hizo esa chica? - pregunta. ¿En qué sentido? Ambos, exhaustos, tiramos el palo. - Si lo sabes, pararé. Prometido - continúa poniéndose una mano en el corazón. Aunque sé que me está tomando el pelo así como así. No tiene corazón.
- ¿ De qué estás hablando? - pregunto, tratando de recuperar el aliento. Está a punto de decir algo, pero su mirada se centra en alguien detrás de mí.
- Habla del diablo... - dice, visiblemente disgustado.
Frunciendo el ceño, me doy la vuelta. Veo a Manuelale, no muy lejos de nosotros. Ella camina por el patio, desorientada.
No puedo dejar de mirarla. Yo no sé por qué. Es como si mis ojos se negaran a apartar la mirada.