Capítulo 2
- Entonces vienes de la tierra - dice, con un extraño olor a miedo imperceptible sobre él. Casi como si se hubiera quedado congelada por un segundo.
- Exactamente. ¿Por qué esa expresión? - pregunto emitiendo una risa curiosa. Parece que acaba de ver un fantasma.
Sacude la cabeza y vuelve a sonreír.
- No, nada, es que aquí no hay muchas brujas terrenales - responde, comenzando a caminar de nuevo. La sigo para no perderme aquí.
- Genial, ¿eso significa que me darán crédito extra por esto? - digo en tono de broma, riendo.
- Tienes que merecerlos – suelta una carcajada.
Caminamos juntos hasta la entrada de la escuela. Tengo cuidado de no golpear a ningún muchacho de frente, ya que la multitud se hace cada vez más grande aquí.
Debe ser el punto donde los estudiantes se reúnen antes de las lecciones.
Donde empiezo a sentir algo extraño...
Tan pronto como pongo un pie en el amplio pasillo del instituto, me tambaleo, sintiéndome mareado.
Harper rápidamente me agarra del brazo.
- ¿ Todo bien? - pregunta. Asiento y me pongo de pie.
Que sensación tan horrible...
- Ansiedad del primer día - respondo mintiendo. La última vez que de repente me sentí tan débil fue el semestre pasado.
Espero que sea simplemente un nivel bajo de azúcar y no lo que creo.
Me pasa el brazo por los hombros y continúa caminando felizmente. Tiene una sonrisa que nunca le quita.
Y tal vez me guste así.
- ¡ Ah, y aún no has visto nada! - exclama emocionada. - Este es el vestíbulo de entrada. Aquí se celebran la mayoría de las ceremonias .
Pasamos por una sala enorme, donde están reunidos todos los niños. Parece tener la apariencia de un vestíbulo, al que se accede a dos tramos de escaleras. Uno a la derecha y otro a la izquierda.
Finalmente, están los pasillos.
Estoy sorprendido por el tamaño y la belleza de este lugar.
- ¿ Qué tipo de ceremonias? - pregunto, curioso.
En la escuela secundaria donde iba, ni siquiera había una puerta del baño.
Aquí también celebran.
- Como cuando se elige un caballero brujo - responde. Sigo visiblemente confundido. Él se ríe. - ¿ No sabes lo que es un caballero? -
Sacudo la cabeza, un poco avergonzado.
- Ven, te lo mostraré – dice tomándome de la muñeca y sacándome del colegio. En poco tiempo nos encontramos bajo el abrasador sol de septiembre.
En una gran extensión de césped, sobre la que se encuentra una especie de gran escenario cubierto de goma.
Hay un grupo de chicos a su alrededor. Otros dos luchan cuerpo a cuerpo.
Unos contra otros. Parecen bastante buenos.
- ¿ Qué están haciendo? - pregunto. Nos acercamos lo suficiente para observarlos.
- Se están preparando para una posible batalla - responde, comenzando a animar al pelinegro.
-Ah- _ _ ¿batalla?...
Sólo ahora, me doy cuenta de su oponente.
El chico rubio. La primera.
Simplemente le dio un puñetazo. Seguido de una patada en el estómago y un giro, seguido de otra patada.
Siento dolor con sólo mirarlo.
El moreno cae al suelo, derrotado por el rubio. - ¡ No! ¡Maldito Alec, apuesto por ti! - exclama Harper.
- Para responder a tu pregunta, un caballero es lo que ves. Un metahumano, entrenado desde el nacimiento para luchar. Protector de la otra dimensión - explica, mientras mis ojos siguen cada movimiento de los dos chicos. - Cada bruja tiene uno - continúa.
En ese momento aislo su voz porque ese encantador chico rubio empezó a mirarme.
Y ese sentimiento otra vez...
Si está diciendo algo, no puedo oírlo. Es como si me obligaran a mantener mis ojos pegados a los suyos.
- ...Bueno, no es que las brujas seamos menos. Pero maldita sea si saben cómo hacerlo. A veces, quiero preguntarle qué se siente al blandir una espada –
Algo susurra mi nombre nuevamente.
Sólo ahora puedo ver claramente los rasgos definidos de su mandíbula.
Cabello rubio y sudoroso. Los ojos marrones. Los tatuajes en sus brazos. El uniforme negro que viste, similar al de un policía. Solo
que mucho más hermosa.
¿Por qué siento que está tratando de averiguar si me conoce o no?
Harper me devuelve a la realidad.
- Manuelale, ¿te llevo con el director? - pregunta. Asiento, apartando la mirada del chico.
- Sí, gracias – digo distraídamente. Debe haberme dicho algo más.
Él abre el camino hacia Williams.
~~~
En la oficina del director, observo una pequeña caja que contiene un trofeo. Parece una bola mágica, se ilumina.
Es fascinante. No creía que las brujas fueran capaces de crear tal maravilla. Es como si la luz se curvara hacia mis ojos, haciéndolos cambiar de color.
- ¿ Cómo te sientes en la nueva escuela? - pregunta Williams, detrás de mí. - Sé que puede parecerte un poco extraño convivir con otras brujas como tú – continúa.
Me enderezo y me giro hacia ella.
- En realidad tuve una hermana, humana. No es que haya cambiado mucho desde ser bruja – le digo, sinceramente, tocando los bordes de un escritorio de color marrón. - Pero todavía estoy acostumbrado - sigo, mirando a mi alrededor.
Es el despacho de un director normal, pero hay un toque de originalidad que lo hace diferente. Todavía tengo que averiguar cuál.
- Estoy contento. Por favor, siéntate - dice, acercándose a su silla y señalando la que tiene delante.
Me siento, cómoda. Un gato se acerca a mí y ronronea en mi pierna. Sonrío, acariciando su cabecita.
- ¿ Puedo hacerte una pregunta? - .
El asiente.
- Claro. Sólo pregúntale - responde, comenzando a hojear mi expediente. Supongo.
- ¿ Qué pasó con el hombre representado en la estatua? - pregunto, curioso. Está bien, esa estatua lo representa en la batalla, pero quiero saber por qué omitieron qué batalla.
¿Que pasó aquí?
Suspira, quitándose las gafas.
- Ese hombre, era Sebastian Williams. El primer híbrido de caballero brujo que existe por siempre jamás. Él fue el padre fundador de esta escuela, además de-- responde levantándose y apoyando su trasero en el borde del escritorio. Cruza los brazos sobre tu pecho.
- Tu abuelo - Yo te precederé. Ella levanta las cejas con asombro.
-¿Cómo lo sabes? - pregunta.
- Se parece mucho a él – respondo sonrojándome ligeramente.
Williams es una mujer de unos sesenta años. No mas. Lleva un vestido azul largo y formal y su piel está bien cuidada. Constituir.
Y se parece mucho al tipo de la estatua.
- De todos modos, libró una guerra para proteger a la gente de la segunda dimensión. Logró ganarlo, pero fue aplastado por una de las bestias que ves detrás de ti. El destino le tenía reservado algo más - continúa señalando algo detrás de mí.
Giro mi torso para ver que hay una foto colgada en la pared detrás de mí. Representa a dos mujeres, vestidas de soldados, rodeadas por los mismos soldados, con un gran búho muerto en el centro. Utilizado como trofeo.
Todos sonríen, victoriosos.
- ¿ Cuáles son? - pregunto, girándome en su dirección.
- Los llamamos búhos. Criaturas monstruosas, se alimentan de la sangre de una bruja - explica, sentándose en su lugar.
- ¿ Qué querían de este instituto? - pregunto.
Él niega levemente con la cabeza.
- Lamentablemente no puedo responder a esta pregunta - responde.
- Debe haber una razón por la cual criaturas monstruosas atacan una escuela – digo. ¿No puedes simplemente decirme por qué? La curiosidad me está matando.
- No lo sé. Sólo sé que desde entonces no han vuelto a aparecer - responde.
- Mejor así, ¿no? - digo emitiendo una ligera risa nerviosa.
Más que curiosidad, temo que se repitan. Siempre he tenido un corazón tierno por los búhos.
Me dan miedo...
- Es mejor así - repite. Se hace un silencio extraño y ensordecedor. La miro firmar algunos papeles.
- ¿ Cuándo empiezan las clases? - pregunto. Tengo que prepararme psicológicamente.
- Hoy mismo - responde, entregándome un papel. Lo agarro y me levanto, agradeciéndole. Me giro para irme cuando su voz vuelve a hacer eco en la habitación. - Y por favor, nunca entres al bosque de noche. Primera regla - me advierte, con tanta seriedad que me hace estremecer.
¿Por qué no debería ir al bosque?
Manuela
- Nuestro dormitorio está aquí. Estas son las claves. Si necesitas algo ...
te llamaré y terminaré la frase. Él esboza una sonrisa y asiente.
- Ya vuelvo -
Después de acompañarme a nuestro dormitorio, Harper me deja sola para ir a hacer algo que no especificó.
Sin embargo, por otro lado, me entregó las llaves del mini departamento. Tengo una ansiedad loca.
Quién sabe cómo será.
Tan pronto como pongo un pie en la habitación, quedo literalmente asombrado por su belleza.
Es bonito.
Doy una vuelta a mi alrededor, escudriñando cada detalle con una sonrisa genuina.
Las paredes son de un aceptable color verde claro; Esparcidos por todos lados, hay estantes en los que se almacenan los artículos de Harper. Supongo. La mayoría de ellos son todos CD de música.
A mi izquierda tengo un escritorio lleno de material de oficina desordenado. Algunas plantas esparcidas aquí y allá como decoración adicional.
Hay una silla sobre la que se coloca algo de ropa. Una lámpara de araña, justo encima de mí. Dos armarios, dos baños. Dos camas. Una mesa pequeña. Un sofá largo de color naranja. En resumen...
Así es exactamente como me hubiera gustado tener una habitación para mí solo.
Casi no puedo creerlo.
Veo, además de la parte de la habitación de Harper (completa con carteles de Nirvana pegados a la pared y sábanas negras en la cama), una parte vacía de la habitación.
Dejo mis maletas en el suelo. Salgo a correr, saltando sobre la cama.
Abrí los brazos, cierro los ojos y me relajo. Mimado por la sensación celestial de una cama suave.
Donde vivía, hasta hace unos meses, no podía permitirme todo esto.
Entonces, ese sentimiento otra vez. Ese susurro que parece venir del más allá.
- Debes ser Manuelale, la recién llegada - resuena una voz masculina proveniente de la nada.
Mis ojos se abrieron y me senté de repente. No esperaba ver a nadie aquí.
- Ah, sí - respondo, un poco avergonzada, sin saber qué decir.
Debió haber pensado que estaba loco.
Tan pronto como levanto la vista, noto con asombro que el chico de antes está en la puerta. Con los brazos cruzados, apoyado contra el marco de la puerta.
Entra en la habitación y avanza hacia mí.
- Perdón, ¿te asusté? - pregunta, riendo entre dientes. Asiento, agarrando mi mochila del suelo.
Lo coloco en mi regazo y lo abro.
- No esperaba recibir visitas - digo sinceramente. No puedo mantener mis ojos en él por más de cinco segundos, me siento muy incómoda.
No sólo porque es un tipo muy agradable, sino también porque esas voces nunca se van de mi cabeza.
Y cuanto más se acerca, más fuertes se vuelven.
- En fin, mi nombre es Alejandro - dice, tendiéndole la mano. Esbozo una sonrisa tímida, apretándola.
- ¿ Sólo Alejandro? - digo en broma. Él se ríe, sentándose en la cama a mi lado. Él niega con la cabeza.
- No, Alejandro Xasique. Soy un caballero - dice.
- Lo sé. Harper ya me lo dijo - .