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Segundo Capítulo

—¿A qué hemos venido aquí? —pregunto ella extrañada.

—Ah, eso es parte de la sorpresa —dijo él bajando del carro y rodeándolo abrió la puerta del lado de Wendy, para ayudarla a bajar.

La hermosa muchacha ya no pregunto nada, aunque mientras iban en el elevador tuvo intención de hacerle varios cuestionamientos, sólo que, él ya le había dicho que era una sorpresa y debía aguantar su curiosidad.

Entraron a un elegante departamento, y con sorpresa Wendy, vio que sobre la mesa del fino comedor, había dispuestos dos lugares, Porfirio, la condujo hasta uno de ellos jalando la silla para que ella pudiera sentarse.

Wendy, lo hizo impresionada por completo y llena de sincera emoción, luego lo vio ir hasta el gran ventanal en donde cerrando las cortinas dejó todo en obscuridad, para luego encender unas velas que estaban sobre unos hermosos candelabros de plata, con los que alumbró la mesa, dándole un toque romántico.

Le sirvió un poco de vino en una copa, instalándose en su lugar levantó su fina copa de cristal cortado para decirle con un tono romántico y lleno de ternura:

—Por la mujer más hermosa del mundo.

—Por el novio, más tierno y dulce del universo —dijo ella sonriendo con coquetería

Ella chocó su copa contra la de él sonriéndole, todo aquello era un verdadero halago para ella, ni en su más desbordada imaginación había concebido una escena tan romántica como aquella, bebió un poco del vino tratando de disimular su turbación.

Comieron de aquellos platillos exquisitos y bebieron un poco más de vino mientras lo hacían, Wendy, estaba maravillada de que todo aquello hubiera sido en su honor, le agradaba el estilo de Porfirio, y se sentía dichosa de que él fuera su novio y tuviera aquellos detalles tan románticos y tiernos para con ella.

Platicaron de un sinfín de cosas de la universidad, fue entonces cuando ella se enteró que él había abandonado los estudios para dedicarse al negocio de su padre, al que ahora ayudada realizando diversas labores que le permitirían ir conociendo cada detalle de la empresa que la familia tenía.

Ella, por su parte, le habló de sus sueños de dedicarse a escribir algún día, quería desbordar su imaginación en paginas que contuvieran las historias que se formaban en su mente y que deseaba que muchas personas pudieran leer.

Con cierta decepción, se dio cuenta que a él no le interesaba gran cosa lo que ella tuviera planeado hacer con su vida, era como si careciera de importancia, por lo que iba descubriendo, notaba que, a Porfirio, sólo le interesaba hablar de él.

De los logros que estaba obteniendo, del respeto que todos los empleados le tenían, de las felicitaciones que a diario recibía de la gente que conocía a su padre y le aseguraban que algún día, él, Porfirio, sería mucho mejor que su padre.

También hablaba de lo mucho que sus amigos lo envidiaban, ya que a su edad, ya no dependía de su padre, ya era autosuficiente para hacer lo que le viniera en gana y sus amigos le decían con orgullo y reconocimiento que ojalá y ellos pudieran tener esas oportunidades que Porfirio, tenía y sabía aprovechar.

—Como les he dicho a todos, las oportunidades no llegan solas, hay que buscarlas, hay que esforzarse por conseguir lo que uno quiere, de otra forma, sólo eres un oportunista que está a la espera de que se presente algo bueno… ¿o tú qué opinas?

—Creo que tienes razón —dijo ella sólo por contestarle, lo cierto era que no le gustaba que él hablara tanto de si mismo y que ignorara lo que ella tenía para contarle.

—Claro que la tengo, veme, a la edad que tengo y ya soy un triunfador, y eso no es nada, te aseguro que en pocos años, voy a ser todo un líder, la gente vendrá a mí para pedir consejos o tal vez para que les apruebe sus proyectos.

—¿Y de quién es este departamento tan bonito y tan confortable? —preguntó ella al momento en que se levantaba de la mesa y se instalaba en la intimidad de la sala, tratando de esa manera de cambiar el curso que llevaba la conversación.

—Es mío, lo compre, fue un excelente negocio, bueno con decirte que hasta mi padre se sorprendió de que lo hubiera podido adquirir, y es que lo necesito, para tener un lugar privado en donde poder estudiar sin que nadie me perturbe. En ocasiones, vengo aquí cuando quiero estar solo y aislarme de todo lo que me molesta o me distrae, cuando necesito analizar las cosas que estoy haciendo —respondió él con sinceridad.

—Pues yo también te felicito, es muy bonito y sobre todo está muy bien decorado.

—Todo lo que ves, son ideas mías, no quise que nadie me ayudara, ni me diera consejos, si voy a tener un lugar para mí solo, lo mejor es que sea a mi gusto y no al gusto de otras personas que tal vez no tienen idea ni de lo que hablan.

--¿Y…? ¿Has traído a... bueno, a otras mujeres aquí? —preguntó ella con recelo, y consciente del atractivo que su novio tenía entre las muchachas.

Bien sabía que no era un santo y que todo era posible, además había escuchado unas historias sobre de él que, si bien no las había confirmado, los rumores circulaban de tal forma que podían considerarse como ciertos.

Lo peor es que una de las historias que más insistentemente había escuchado, sucedió en la época en que él ingresaba a la costosa universidad a donde se había encaprichado estudiar, ya que como siempre lo pregonó, se merecía lo mejor.

Bueno, pues resulta que cuando ingresó a esa lujosa Universidad, conoció a una estudiante que lo deslumbró, con la belleza de su rostro y la perfección de su cuerpo.

Se cuenta que Porfirio, más encaprichado por tenerla entregada por completo, que por conocerla y conquistarla, comenzó a acosarla, mañana tarde y noche, lo mismo le enviaba costosos regalos, que le mandaba flores, tarjetas, muñecos de peluche, perfumes, jabones y un sinfín de cosas más.

La muchacha, de nombre Cristina, no sabía ni que pensar de todos aquellos regalos y sobre todo las atenciones que Porfirio tenía para ella, tomando en cuenta que él era cuatro años menor que ella y que además ya tenía novio.

No obstante, tanto insistió y perseveró que ella, aprovechando que su novio, había salido del país a un curso de especialización, decidió darle una oportunidad al devoto admirador, así que salieron juntos varias veces y Porfirio, por convencerla, la atendía y la cuidaba como a una princesa, como a toda una reina.

Y aunque Cristina, se sintió halagada como mujer y sorprendida de despertar en ese muchacho tanta devoción, se mantuvo firme en sus sentimientos y habló con Porfirio muy seriamente una noche en que él pretendió besarla y meterle mano.

—Mira Porfirio, soy una mujer a la que le gustan las cosas serias y a lo derecho —le dijo ella en el carro que él conducía— así que no tiene caso que te engañe y te mienta sobre algo que nunca va a poder ser.

—¿Por qué? Yo te amo con toda el alma y por ti sería capaz de lo que me pidieras, además soy guapo, atractivo, visto bien, tengo dinero y…

—Y todo lo que quieras, pero yo no te amo, y eso es lo que debes entender, aún eres muy joven y vas a encontrarte una mujer que te quiera tanto como tu lo deseas, yo no puedo hacerlo porque yo amo a mi novio —le dijo ella con sinceridad.

—¿Y si tu novio no existiera? —preguntó Porfirio, con un tono de voz que la intimido y una mirada perversa que le dio miedo.

—No importa, si él existe o no, no importa, mis sentimientos hacia ti son de cariño, de ternura, jamás podría verte de otra forma, tuviera o no tuviera novio, tú no podrías ser mi novio nunca… no eres mi tipo —respondió ella de esa forma ambigua para sacar cualquier idea de la mente perversa de Porfirio.

—¿Ni, aunque fuéramos los últimos seres humanos en la tierra?

—Ni así podría ser… no funcionaria y no me pidas que te de la oportunidad de demostrarme que estoy equivocada, porque no lo estoy, tengo más experiencia que tú y bien sé que entre nosotros no podría haber más que amistad.

Porfirio, ya no insistió más, la llevó hasta su casa y sin despedirse de ella arrancó el auto y se fue con sus amigos, no sentía una profunda decepción como pudieran imaginarse, lo que sentía era un infinito coraje contra aquella mujer por haberlo despreciado a él, que era mejor que cualquier otro novio que pudiera tener.

Total, se cuenta que tres meses después de aquella platica, durante los cuales Porfirio, desapareció de la vida de Cristina, ella y su novio estaban por casarse y comenzaron a suceder cosas que ninguno se imaginaba.

Primero, una noche antes de la boda, el novio de Cristina, fue asaltado a la puerta de su casa por tres sujetos encapuchados que le dieron una golpiza que lo mandaron al hospital, la muchacha no se engañó y supo que había sido obra de Porfirio.

Decidida a acabar con todo, no pospuso la boda y su novio estuvo de acuerdo en ir en silla de ruedas a casarse con ella, entonces, otro desagradable suceso, cuando Cristina era conducida a la iglesia a bordo de la limosina que habían contratado, esta fue impactada por una camioneta que salió de la nada.

El chofer de la camioneta, que había sido robada horas antes, escapó antes de que alguien pudiera detenerlo, Cristina, resultó con lesiones leves, además del susto, no obstante, se aferró más y ese mismo día se casó.

Ahí se acabaron sus problemas, jamás volvió a saber nada de Porfirio y aún vive feliz en compañía de su marido, quien platica los hechos como si el destino se hubiera empeñado en separarlos, argumentando que su amor era capaz de vencer todo.

Ese era el Porfirio, rencoroso y vengativo que Wendy, no conocía, y del que no creía que existiera, y el lado opuesto de la moneda, era otro aspecto de Vélez, era otra historia que también se contaba como cierta.

Los hechos ocurrieron, supuestamente, cuando Porfirio cursaba el tercer semestre de la carrera de Arquitectura, la que había elegido estudiar para hacerse cargo del negocio de la construcción de su padre.

Aunque los que lo conocieron en ese tiempo, aseguran que Porfirio, no sólo era un estudiante mediocre, sino que, además, su padre estaba muy decepcionado de él por irresponsable y mal estudiante, por lo que lo amenazó con meterlo a trabajar a una de las obras que estaba construyendo, sólo que, como albañil.

Porfirio, le juró por todos los santos que iba a cambiar, que se esforzaría más y que no tendría ninguna queja de él, su padre accedió a darle una nueva oportunidad.

Por ese tiempo, después de reponerse del desprecio que Cristina, le había hecho, Porfirio, que ya había embarnecido más y se había enseñado a vestir, ahora resultaba atractivo para sus compañeras, así que ya había tenido varias novias a las que hizo sus amantes y cuando se aburría de ellas las dejaba.

—¿Por qué terminas conmigo si yo te quiero y te he dado todo? —le dijo una de sus últimas novias después que él dejó de verla para salir con otra.

—Porque yo no te quiero y ya me aburres… mejor búscate otro imbécil que te crea y que te quiera, yo ya no deseo tener nada contigo, así que no me andes rogando —le dijo Porfirio, con su estilo autosuficiente y pedante.

La cuestión fue, que por dedicarse a los estudios y a portarse como su padre quería, él dejó de salir con sus compañeras, prácticamente se la pasaba encerrado en su casa y no quería saber nada de nadie, sólo que, su fuerte temperamento y su pasión por las mujeres, lo llevaron a fijarse en una de sus vecinas.

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