Quinto Capítulo
—No, tú nunca me harías daño, yo lo sé y por eso es que te acepté como mi novio, estoy segura que terminaré amándote con toda mi alma y si nos llegamos a casar, viviremos felices siempre —respondió Wendy, convencida de que Porfirio, no era de los que tomaba nada por la fuerza, no tenía el carácter suficiente para ello.
Además, su autosuficiencia y su egocentrismo no se lo permitirían, no era su estilo, en su manera de pensar, él creía que todas las mujeres querían acostarse con él, que les hacía un favor al aceptarlas, así que la violencia, no era su principal arma.
Salieron del departamento y él la condujo a su casa. Ahí se despidieron con un beso tierno en el que apenas y se tocaron los labios, y él la vio caminar hacia la puerta y no pudo menos que sonreír ante aquello.
Wendy, tenía un cuerpo maravilloso y lo lucia por todos lados, por eso fue que Porfirio, aceptó la apuesta que le hicieron sus amigos, de que conseguiría llevarla a la cama y volverla su amante, estaba convencido de que la volvería su amante.
Incluso, en el departamento había instalado tres cámaras de vigilancia, que filmaron paso a paso la seducción que había planeado para la hermosa muchacha, quería tener pruebas contundentes de que lo había conseguido y nadie podría refutarlo.
Iba a ser su mejor conquista y el trofeo que luciría con mayor orgullo, además de que, disfrutaría mucho teniéndola en el lecho, sabía que era una mujer hermosa y sobre todo virginal, por eso su vanidad se sentía azuzada para la conquista.
No era la primera vez que apostaba sobre alguna conquista o seducción de alguna mujer, se vanagloriaba de su capacidad de convencimiento, estaba en verdad engreído y pagado de sí mismo, ya que la mayoría de sus conquistas, las conocía en algún antro y las deslumbraba con su dinero, para que después, ellas eran las que lo acosaban, brindándole todo sin que el tuviera que esforzarse.
Cuando sus ojos se fijaron en Wendy Marzú, pensó que sería más difícil de convencer, se sorprendió cuando vio que ella parecía dispuesta a aceptarlo, cuando apenas se le acercó para iniciar la plática, eso le confirmo que no tardaría mucho en cobrar la apuesta que había realizado.
Esa tarde hubiera podido jurar que Wendy, dormiría con él, y que quedaría todo grabado en un vídeo, ya que había preparado la encerrona con lujo de detalles, su experiencia le indicaba que en un ambiente adecuado y con los movimientos precisos, la muchacha se deslumbraría y accedería a entregársele.
No sabía bien que era lo que había fallado, aunque no era lo suficientemente grave como para hacerlo desistir de sus propósitos, como buen jugador estaba consciente de que la guerra se compone de muchas batallas y esa había sido apenas una, faltaban otros ataques y poco a poco derrumbaría las barreras que le impedían el acceso total a ese maravilloso cuerpo que le había fascinado tocar.
Al ver que ella abría la puerta principal de la casa, arrancó con seguridad y en silencio, ya nada tenía que hacer en aquel lugar por el momento. Tiempo era lo que le sobraba y lo aprovecharía al precio que fuera y como se presentaran las cosas.
Los ojos de Wendy, se abrieron al máximo al momento mismo en que cruzó el umbral de la puerta, no comprendía que era lo que podía estar sucediendo en la sala de su casa, ¿Qué era lo que hacían aquellos hombres ahí?
¿Quiénes eran? Nunca antes los había visto y sin duda alguna lo que más la impresiono, fue el ver que Inés, quien prácticamente había sido su nana toda la vida y Chole, la cocinera, lloraban con intensidad y amargura sentadas en el sofá, mientras que el resto del personal, estaban instalados alrededor.
Todos ellos mostraban un gesto de asombro en sus rostros y se veían confundidos, impresionados, los hombres desconocidos hacían preguntas a todos y cada uno de ellos, Wendy, sintió que su corazón le daba un vuelco, una extraña opresión se apoderó de su pecho y sin explicarse el motivo se acercó a Inés y le preguntó de forma directa:
—¿Se trata de mi papá...? Vamos, dime ¿qué está ocurriendo aquí?
La buena mujer la vio con el rostro bañado en llanto, se puso de pie y la abrazó con esa ternura con que siempre la había tratado cuando deseaba protegerla de algún peligro. Sólo que, no dijo nada, simplemente sollozo con mayor fuerza, lo que terminó por inquietar a la muchacha haciéndola pensar lo peor.
—Por favor, Inés, dime ¿qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué lloras así? ¿Quiénes son estas personas? —insistió con cierta desesperación y angustia.
—¿Señorita Marzú? —dijo una voz a sus espaldas.
—Sí, soy yo... ¿Qué ocurre? —dijo ella nerviosa y volteando a encarar al hombre que se dirigía a ella en tono profesional y solemne.
—Ha ocurrido una lamentable desgracia, venga por favor —dijo el hombre
—¿Se trata de mi papá...? Es él ¿verdad? —preguntó casi afirmando
—Me temo que sí, pero le ruego que trate de mantenerse calmada… venga conmigo para que nos aclare unos detalles —insistió el hombre tomándola del brazo para conducirla a un lugar aparte.
—Me niego a hablar con usted hasta que no sepa qué es lo que está ocurriendo aquí y ¿por qué nadie quiere decirme nada? —dijo ella jalando su brazo con violencia para evitar que aquel hombre la sujetara.
—De acuerdo, como usted quiera, aunque temo que tendrá que ser muy fuerte.
Mientras hablaban habían caminado hasta la biblioteca, así que el hombre abrió la puerta con determinación, Wendy, contempló, con verdadero horror y sufrimiento, aquella desquiciante escena que se presentaba a sus ojos,
Sintió que sus piernas se doblaban, todo su cuerpo se estremeció como si la hubiera recorrido un aire helado, quiso gritar, llorar, hacer mil preguntas, sólo que, las palabras se negaron a salir de su boca.
Como si estuviera flotando entre algodones camino paso a paso, con una desesperante lentitud, sus movimientos eran pesados y temerosos, el hombre la observó y notó aquella mirada perdida, extraviada, y supo lo que ocurriría de un momento a otro.
Wendy, siguió avanzando, como si nada existiera más que ella y su propósito, por fin llego hasta la orilla del escritorio de su padre y lo contempló con todo el dolor de su corazón, sus ojos estaban fijos en aquella imagen, ahí, sobre el sillón de fino cuero de cabra, sentado con los ojos muy abiertos y un gesto tranquilo en su rostro estaba su padre, con un agujero escarlata en el pecho, del cual aún escurría un fino hilo de sangre, la cual había manchado toda la camisa por el frente.
Su diestra, sin vida, colgaba a un lado del sillón sujetando la pistola con la que había puesto fin a su existencia, todo su cuerpo estaba bañado en sangre y la cual había salpicado sobre el escritorio con violencia al momento del disparo:
—N-no... no puede ser... no mi padre… él no pudo hacerlo… —musito con suavidad Wendy— díganme que no es verdad... que nada de esto es real... no... papá... papito... ¿Por qué?... ¿Por qué lo hiciste?... sob... snif...
Y en ese momento que su cuerpo se convulsionaba con los sollozos que brotaban de su ser de manera incontenible, ella sintió que un negro abismo se abría a sus pies y caía en él sin ningún control, perdiéndose en la vorágine sin fin en la que caía.
El hombre la sujetó justo en el momento en que se desmayaba, impidiéndole el golpe que se hubiera propinado en el suelo al desplomarse sin control, deteniéndola con vigor, cargándola en sus brazos la condujo hasta uno de los sillones de cuero de la sala en donde la deposito con ternura.
Wendy, nunca supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, cuando reacciono, Inés, se encontraba a su lado mesándole el cabello, volteó al escritorio y ya no estaba el cuerpo de su padre, la verdad llegó con fuerza a su mente y sin poderse contener se abrazó de la fiel mujer que con tanta ternura la trataba.
No pudo impedir sollozar con dolor, y gradualmente sus sollozos se fueron convirtiendo en un llanto desesperado, profundo y lleno de dolor.
Ninguna de las dos decía nada, ambas sabían lo que aquello significaba, así que se consolaron mutuamente, en silencio, con el sólo contacto de sus cuerpos.
Los días que siguieron a la tragedia, fueron como una espantosa y aterradora pesadilla, Wendy, tuvo que hacer acopio de todo su valor y determinación para salir adelante de aquella difícil prueba a que la vida la sometía.
La autopsia había determinado suicidio como causa de la muerte, no se encontraron indicios de otra cosa y la policía dio por concluido el asunto.
Wendy, respondió a todas las preguntas que le hicieron, comprobando con sus respuestas el estado de tensión nerviosa en que se encontraba Daniel, antes de tomar aquella fatal determinación que acabó con su existencia.
Contra lo que ella esperaba, al sepelio no acudieron todos los que se llamaban amigos de la familia, sólo unos cuantos fueron los que le hicieron compañía en el postrer viaje, aquello le dolió en lo más profundo a la muchacha, ya que estaba convencida de que su padre había sido un hombre bueno que ayudo a todos cuantos pudo.
Después del sepelio, al encontrarse en su habitación, llorando por la muerte de su padre, culpándose por no haber estado a su lado en los últimos momentos de vida de ese hombre, que tanto cariño y apoyo le diera siempre.
Y lo que más le atormentaba, era la seguridad de que mientras él moría, ella estaba en los brazos de un hombre al que no amaba, en un momento pleno de intimidad.
Se lamentaba pensando que tal vez si ella no hubiera ido con Porfirio, aquella tarde, su padre no hubiera muerto tal vez habrían hablado y encontrado alguna solución a esos problemas que lo atormentaron en los últimos días y de los que no quiso comentar con ella antes, cuando hubiera sido posible en que juntos lucharan para vencer cualquier situación que se les presentara.
Se levantó de su cama para tomar un pañuelo desechable, no había salido de su recamara en los últimos tres días, se sentía vacía, sin ánimos para nada, apenas y había probado alimento, preocupando a Inés y a Chole, que por más que se esmeraban no lograban sacarla de su marasmo, caminó hasta el tocador de su alcoba y cuando de pronto descubrió algo que había pasado desapercibido para ella, era una tarjeta de memoria, no tenía marca alguna, por lo que supo que no era de ella y no lo conocía.
Su corazón latió de prisa al pensar que tal vez su padre lo hubiera dejado ahí con algún fin especifico, para que Wendy, y nadie más la encontrara, así que controlando la emoción que la embargaba, la tomó y la colocó en la pantalla, haciéndola accionar.
En la pantalla de plasma, apareció la imagen de su padre frente a la cámara, seguramente de su teléfono celular, se veía triste y cansado, no obstante, su voz sonaba con dulzura, con esa ternura con que siempre le hablaba:
—Wendy, mi amor... sé que para cuando tu veas esto, yo ya no estaré a tu lado, puedo imaginar el gran dolor que te causaré con mi decisión, aunque no tenía otro camino para elegir y con cobardía, escogí la puerta falsa, no obstante, debes saber que lo hice totalmente convencido de que era lo que deseaba para poner fin a todo esto.
Por unas desafortunadas inversiones, he comprometido todo nuestro patrimonio, estoy al borde de la quiebra, la ruina económica es inminente y no me siento capaz de enfrentarla. No podría soportar el rechazo de las personas que conozco al enterarse que estoy sin un centavo, no quiero sentir su lastima y mucho menos su desprecio, porque los conozco y se cómo van a reaccionar todos.