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2- La llegada de nuevos comienzo

En un rincón de una casa rústica, en su interior, descansaba un joven. La luz se filtraba a través de la ventana, iluminando justo el perfil del rostro de Liam Wolf. Era aquel niño que había vencido a la muerte hacía veintidós años. Poco a poco, despertó por la molestia que le causaban los rayos del sol.

Liam se incorporó para estirar su cuerpo y luego observó por aquella ventana el hermoso bosque que se reflejaba fuera del dormitorio donde se encontraba. Se aseó y luego desayunó, poniéndose al día con lo que su manada necesitaba.

Una manada que había sufrido muchos años atrás. Lo cierto es que desde aquel fatídico día, la manada se había separado con el fin de proteger a un niño, el cual ahora era el encargado de liderar y proteger al clan de la manada —White Fang—

Los años fueron amables con la manada, y aunque no estuvieran en aquel bosque donde la diosa Luna y los demás lo habían visto nacer, para él, los bosques donde estaba actualmente eran su hogar. Aunque tardaron un poco en volver a juntarse, la manada estaba agradecida por ver que los que pudieron sobrevivir ahora estaban seguros y felices en sus hogares junto a sus propias familias.

—¡Alfa Liam! Veo que ha despertado —clamó su beta, quien lo observaba detenidamente.

—Sí, así es. Dime Leuke, ¿Está todo bien? —Liam indagó mientras disfrutaba de su desayuno. Casi siempre, de su preferencia, un par de frutas frescas picadas y una taza de café bien cargada.

—Sí, Alpha. Le recuerdo que hoy empezarían los nuevos jóvenes a cambiar a su lobo interior —Leuke fue eficiente en su labor. Siempre estaba al pendiente de lo que necesitaba su Alpha y proveía lo que él pedía.

—Sí, lo sé... Leuke, por favor, no me martirices tan temprano con labores. Ven, siéntate y disfruta conmigo de estas delicias. —como un gran y obediente beta, hacía caso a las órdenes que su Alpha le dejaba saber.

Después de unas horas, ambos jóvenes se dirigieron al campo de entrenamiento, donde comúnmente entrenaban los hombres encargados de brindar seguridad a la manada en general.

Mientras se adentraban por aquellos extensos bosques, no podía dejar de ver a los nuevos jóvenes que cambiarían por primera vez a su estado natural. « ¡Un lobo! » La mayoría de aquellos jóvenes no superarían los doce a dieciséis años; esta transición era muy dolorosa y, en algunas ocasiones, incluso traumática.

— ¡Atención!... Muestren respeto a su Alpha —expresó con una voz más elevada de lo normal el joven Leuke. Todos los demás hicieron una reverencia para mostrar sus respetos a su líder; algunos temblaban como hojas.

Para Liam, era evidente que aquellos jóvenes estaban tan temerosos al cambiar por primera vez a su estado natural. Liam observó el cielo para cerciorarse de que la luna estaba en su punto más brillante. Aunque el sol radiante hacía lo imposible por impedir ver aquella luna, la cual llamaba a los Lobos de la manada White Fang.

A una distancia prudente se escuchó el gemido de dolor de uno de los jóvenes. El dolor era tan intenso que lo hizo inclinarse hacia el suelo. Después se escucharon los huesos del joven crujir.

— ¡Debes calmar tus emociones, relaja tu cuerpo y déjate llevar por el llamado de la luna! —Liam expresó con voz suave para asegurar al chico de que lo que estaba sucediendo era totalmente normal.

Al terminar de decir eso, escuchó que los demás también empezaban a pasar por lo mismo. Leuke observó con detenimiento a los demás para ver el color de ojos que tenían cada joven presente allí.

Cuatro jóvenes tenían los ojos amarillos, lo cual les dejó claro que eran betas. Eran lobos fuertes, y más de uno podría tener talento para ser rastreador.

 Cuatro más tenían los ojos de color azul. Solo los omegas tienen un color tan definido y claro. Aunque no eran débiles, tendían a actuar de manera sumisa de forma natural.

Liam se convirtió en lobo para guiarlos en sus primeras horas como lobos. Diez lobos corrían por los extensos bosques, cada uno con sus propios talentos.

Para Liam, convertirse en lobo era algo tan necesario, esperando que la diosa Luna le diera el regalo que todo Alpha desea: encontrar a su compañera de vida.

Las actividades con los nuevos lobos de la manada habían terminado, y el Alpha regresó a sus labores diarias. Liam estaba al frente de una compañía de turismo; era necesario que estuviera personalmente involucrado en la gestión.

Pronto se abriría nuevamente el acceso de los humanos a los senderos de los bosques prohibidos, y algunos médicos voluntarios se unirían al equipo para brindar una mejor atención a los habitantes de Yukón.

Los días pasaron y los preparativos para recibir a los nuevos médicos estaban en marcha. Esta vez, LeuKe estaría a cargo de ello. El joven beta, acompañado por sus compañeros, esperaba en la sala de espera del aeropuerto a los nuevos médicos.

A lo lejos, comenzaron a entrar los pasajeros del avión número 1234 de Latan. Hizo presencia un hombre de contextura mediana, con una chaqueta abotonada de color verde, avanzando con pasos seguros hacia el joven que sostenía un cartel con su nombre « ¡Alberto Bennett! »

—¿Usted es el señor Bennett? —indagó el joven pelirrojo, notando que el hombre que se le acercaba parecía más un simple ciudadano que un doctor.

—¡Así es, joven! Soy el doctor Bennett. ¿Usted es...? — preguntó el nuevo doctor del pueblo.

—Me llamo Aspem Moon. Vengo de la Reserva Luna Llena. Por favor, sígame; lo llevaré a su nueva clínica y a su nuevo hogar —anunció Aspem para acompañar al señor Bennett.

A una distancia estaba parado el hermano Aspem Ruslan, atento a saber quién era la persona del cartel. También a cierta distancia se encontraba Leuke, quien esperaba a otro médico. Todos cumplían las demandas de su líder: proteger a los nuevos médicos de la Reserva White Fang.

En unos segundos, más pasajeros avanzaron ante ellos. Una joven de contextura mediana caminó en dirección a Aspem. Mientras lo hacía, ambos jóvenes estaban expectantes de saber si aquella bella mujer era la médica que él estaba esperando.

— ¡Hola, buenas tardes!... ¿Usted es quien me llevará a la Reserva Yukón? —inquirió la bella mujer que estaba parada frente al joven lobo.

Aspem logró ver la identificación que llevaba aquella mujer en el cuello «Doctora Kylie Dachs»

—Soy Kylie Dachs ¿Usted es quién m llevara n la reserva? —preguntó con curiosidad Kylie.

— ¡Disculpe, señorita!... Así es, soy el joven Aspem. Por favor, sígame; la llevaré a la reserva —para Aspem, volver a la reserva lo alegraba de manera llamativa. Muy pocas veces salía de su reserva, y si lo hacía, era por cosas sumamente necesarias. Mientras seguía los pasos de aquel joven, Kylie no podía evitar admirar el nuevo lugar de trabajo.

— ¡Disculpe, soy la Doctora Ángela Smith! —la voz de aquella persona hizo que Leuke levantara su rostro hacia ella. Al verla, quedó asombrado por su belleza.

Frente a él estaba una mujer delgada, de piel blanca, con cabello largo y lacio. Pero para desgracia de Leuke, a él no le gustaban las humanas. Mientras caminaban, ambos jóvenes se cruzaron con dos hombres. Al pasar la bella mujer por el lado de ellos, los dos hombres dirigieron sus miradas hacia ella. Leuke supo en ese instante que aquella mujer sería la próxima víctima de aquellos seres de sangre fría. Caminaron de manera cautelosa detrás de ellos, pero, para fortuna del joven beta que tenía la enorme responsabilidad de llevar a salvo a la Reserva Yukón, mientras se dirigían a la salida del aeropuerto, Leuke observó a dos jóvenes para darles una clara señal de que debían detener a los dos hombres que los seguían.

De manera sigilosa, aquellos lobos de rango inferior tenían la tarea de interferir con los planes de aquellos vampiros o tratar de detenerlos sin llamar la atención de los demás humanos que estaban allí.

—¡Vaya, nuestro líder estará contento de saber que en la reserva Yukón han tenido invitados humanos! —formuló aquel vampiro con una leve sonrisa provocativa. El segundo omega se cercioró de que su líder ya se había subido al auto y se habían ido. Al ver que ya no estaban solos, hizo una señal con la cabeza para retirarse de allí, dejando a los vampiros. Luego, observó que aquellos dos seres despiadados ya habían elegido nuevamente a dos jovencitas humanas para sus próximos aperitivos.

El peligro de ser succionados por los colmillos de aquellos seres siempre persistía en aquel lugar, pero muy pocos humanos sabían de la existencia de aquellos seres. Sin embargo, nada podían hacer para evitar ser las próximas víctimas.

La noche ya estaba haciendo su presencia en aquella reserva. Para los nuevos médicos, el cansancio y el sueño los acechaban de manera inminente.

—¡Ya llegamos a su nuevo hogar!... Esta noche descansarán; mañana, el dueño de la reserva los visitará —expuso Aspem a la Dra. Kylie. Ella, a su vez, solo bajó del auto para observar a su alrededor. Para ella y los demás compañeros, el lugar les resultaba algo extraño. Para Kylie y Ángela, era una oportunidad para ejercer su profesión. Acompañar a un médico prestigioso con una carrera estable no podía desaprovechar dicha oportunidad.

 

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