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— Lo siento— dijo el chico de las gafas enormes y cabello rizado. —El señor que venía contigo te está buscando, está por allá — dijo señalándome el siguiente elevador. Su acento parecía extranjero.
— Gracias — dije y caminé hacia allá. Mi papá me miró molesto.
— ¿Dónde estabas? — preguntó presionando el botón.
— En la entrada, me perdí — dije agachando la cabeza. Subimos al elevador y dentro parecía venir un chico, como el típico que siempre viene allí. La música del elevador era tan lenta y tan aburrida como siempre.
— Estoy emocionada — dijo mi hermana, yo le sonreí.
Era una mujer amable, una hija obediente y sumisa. que no soy Era alta y tenía el cabello castaño ondulado. Sus ojos eran grandes y grises. Me tomó del brazo, siempre me desvistió, pero hoy no quiero que sea inocente. Apreté los labios y el ascensor se detuvo allí.
— Gracias — le dijo mi papá al chico. Él asintió y cerró de nuevo la puerta. Estábamos en un pasillo enorme y lleno de puertas. Mi papá se paró frente al 640-A y sacó las llaves.
— Esta será la habitación de Luis y mía — dijo metiendo la llave. La suya es la que está al lado, es una suite –Anunció. Cuando dijo eso prácticamente se me formó una sonrisa traviesa en los labios. Viajaría con mucho lujo esta vez.
— ¿En serio? — dije levantando una ceja. Él me entrecerró los ojos y luego de aventar su maleta hacia adentro de la habitación, se cruzó de brazos frente a mí.
— No quiero que rompas nada, esto es lujoso y a pesar de que mi trabajo lo pagará, es importante para mí que se comporten. Por favor, Anastasia, ya hazte una persona más responsable, ya no tienes doce años — dijo reprendiéndome.
— Ya papá, solo dame la llave, quiero dormir un rato más— dije molesta por su comentario.
— De acuerdo, Michelline, cuídense— dijo dándole las llaves a ella.
Puso las llaves en la cerradura de la puerta, y cuando vio el pequeño botón verde encendido, la puerta se abrió. Cuando entramos, vimos como se veía una pequeña habitación frente a nosotros, era negra y la habitación era blanca, con un televisor de plasma frente a la silla. Detrás de él había una pequeña mesa con una lámpara. También en la esquina del estante de caoba encontramos muchas botellas de diferentes bebidas. Era un minibar. Dentro de la puerta pequeña hay un pequeño refrigerador, es muy fresco. Había ventanas donde las luces estaban encendidas y veíamos la ciudad porque el barco aún no había zarpado.
Entramos en la habitación y encontramos dos camas individuales separadas por un escritorio iluminado. Abrimos la puerta del baño y encontramos una ducha con llaves y un hidromasaje por todos lados, este viaje estaría lleno de lujo y extensión de todo el mundo. Es agradable. Por fin puedo olvidar todo, mi ayer y todo lo que vivo hoy.
— ¿Quieres ir a dar una vuelta alrededor del barco? — preguntó mi hermana ansiosa.
— De acuerdo, solo déjame sacar mi cámara, me gustaría tomar algunas fotos.
— ¡Sí! – Dijo ella emocionada— Me quiero cambiar de ropa, siento que me veo demasiado... ciudadana — dijo debido a su blusa de vestir y falda floreada. La miré de arriba a abajo y luego reí.
— Cámbiate te espero — dije sacando mi cámara y algunos lentes especiales. Luego noté como ella salía con un short de mezclilla y una camisa azul cielo, decía con palabras blancas, "Rock & Roll".
Salimos de la habitación y caminamos hacia el elevador. Allí estaba de nuevo el chico. En su gafete decía Luis.
— Te llamas igual que mi hermano — dije sonriente y él se sonrojó. —Podrías dirigirnos a la cubierta principal, por favor.
— Por supuesto — dijo él gustoso.
— Esperen — dijo alguien cuando la puerta estaba a punto de cerrarse. Se trata de un hombre de pelo rizado, vestido con una camiseta blanca y unos vaqueros largos con Vans. Ya no usaba anteojos, y sus ojos verdes controlaban mis ojos. Me sonrojé un poco cuando me sonrió al oído y no pude evitar sonreírle.
— Lo siento, voy... a... arriba a la maderota es que no recuerdo el nombre — dijo el chico apenado. Pasó su mano entre su cabello y yo reí.
— ¿A la cubierta? — pregunté inocentemente.
— Sí — dijo riendo —Gracias, tenía el nombre en la punta de la lengua.
— Por supuesto — dije sarcásticamente.
— Por cierto, me llamo Cristián — dijo dándome su mano, yo se la estreché y sonreí.
— Hola, soy Anastasia y ella es mi hermana Michelline... — dije, él se giró y la vio. Le dio un fugaz vistazo de arriba a abajo y luego noté cómo sus mejillas se pusieron coloradas.
— Es... este... un placer... conocerte — dijo apenado— Conocerlas, perdón — dijo. El timbre del elevador sonó y él sonriente salió caminando o prácticamente trotando. Nos dedicó una sonrisa y luego desapareció entre la gente.
— El chico... está lindo — dijo mi hermana sonrojada. Yo no podía creer que ella dijera algo así de un chico que apenas habíamos visto.
— ¿Michelline, lo dices en serio? — dijimos saliendo y metiéndonos entre tanta gente.