Despedida de Emergencia
Lars no regresó durante los siguientes dos días. Quiero creer fervientemente que mi mal humor no se debe a su ausencia, pero sería ridículo intentar mentirme a mi mismo. La verdad es que anticipar su regreso es lo único que me mantiene cuerdo y alerta en la turbia soledad que rodea a este gigantesco bosque.
No hay ni siquiera pájaros, por todos los Dioses.
Tengo el consuelo de que al menos no necesito alimentarme tan seguido, sobretodo con un bocado tan nutritivo y grande como lo fue el caballo que Lars me ofreció. Pero después de dos días... mi estómago ya está pidiendo a gritos algo para saciarlo.
Me he mantenido ocupado moviéndome de un lado a otro, explorando todo lo que mi cuerpo herido puede soportar y sin acercarme demasiado a los bordes. Llamaría demasiado la atención y podría verme envuelto en muchos más problemas de los que ya tengo.
Pero ayer pude ver lo que sin dudas era un palacio. Su gran silueta era inconfundible, sin embargo no pude establecer de qué reino porque estaba demasiado lejos y ya me encontraba usando a su máxima capacidad mi visión mejorada de dragón.
Traté de esconderme lo mejor que pude entre los árboles ya que podía ver movimiento de personas a su alrededor, pero una entrometida pelusa se deslizó por uno de mis orificios nasales y terminé estornudando, una gran llamarada de fuego azul carbonizando las hojas en el suelo. Me congelé de inmediato, orando para que el negro de mis escamas sirviera como camuflaje y pasara desapercibido entre los troncos y la oscuridad envolvente del bosque.
Un grito femenino me puso de inmediato en alerta y me di la vuelta para correr tan rápido como mis patas garrudas me lo permitieron, las copas de los árboles agitándose de un lado a otro cuando chocaba con ellos.
Llegué a la cascada que me enseñó Lars, jadeando y preocupado de que la cicatriz no se hubiera abierto de nuevo. Por fortuna no sucedió, pero me quedé allí hasta estar seguro que nadie venía con antorchas y espadas para separar mi gran cabeza de mi cuerpo.
Regresé al lugar en donde el hermoso joven me encontró por primera vez la mañana siguiente, todavía cauteloso de encontrar algún invasor con sed de sangre, pero el bosque seguía desolado y silencioso.
Estaba en parte aliviado y decepcionado.
¿Se habrá olvidado de mí?
Sacudí los pensamientos lejos mientras me acomodaba en el suelo de tierra seca, estirando mis alas para evitar que se pongan rígidas y rastrillando la corteza de un árbol con mis garras para no morir de aburrimiento.
Un poderoso trueno anunció que pronto la lluvia cubriría todo con su húmedo manto de nuevo. Aquí estaré protegido, aunque nunca me ha molestado mojarme hasta quedar tembloroso por el frío y mis botas haciendo ese extraño crujido al caminar.
Pasó incontables veces mientras estaba en la guardia de mi padre y casi en la mayoría el resultado fue un molesto resfriado, castigo por mi imprudencia. ¿Arrepentimiento?
Nunca, siempre volvía hacerlo. Sven se burlaba de mi alegando que era masoquista y que lo hacía porque disfrutaba comer mis propios mocos.
Como venganza (y siempre obtenía una cuando osaba meterse conmigo) lo derribé boca abajo en uno de los entrenamientos y embarré por completo su cara de lodo. Jamás volvió a hacerlo, en lo que respecta a ese tema, al menos.
Desde pequeños encontrábamos muy imaginativas maneras para molestarnos entre nosotros. Una vez metió una cucaracha en uno de mis panecillos, yo descubriendo su sucia jugarreta demasiado tarde. No he podido sacar de mi mente ese repugnante sabor.
En respuesta dejé una bolsa llena de excremento de vaca frente a la puerta de su dormitorio. Fue increíblemente cómico cuando lo vi pisarla, pero lo fue aún más cuando me persiguió intentando golpearme y dejó el rastro por toda la alfombra.
No fue nada divertido cuando la nana nos obligó a limpiarlo. En nuestras noches en el ejército recordábamos todas nuestras aventuras y reíamos hasta quedarnos dormidos, prometiendo retomarlas una vez volviéramos a casa. Claro que la muerte de mi padre no estaba en nuestros planes.
Suspiro y cierro los ojos, apoyando la cabeza sobre mi lomo gracias a la extensión de mi largo cuello y me dejo llevar al mundo de los sueños.
Debería ser fácil ya que el único sonido que las aletas de mis oídos captan es la suave danza de las ramas balanceándose al ritmo del viento, sin embargo eso mismo funciona para mantenerme alerta por un largo tiempo hasta que finalmente caigo dormido.
En mis sueños estoy de nuevo en la gran sala del castillo, frente al calor sutil que ofrece la chimenea y sentado sobre las piernas de mi padre mientras él nos balancea en su mecedora con parsimonia.
Ya no parece triste, su rostro está relajado y su tranquila respiración llena de calma mi alma. Acaricia mi cabello con una de sus manos callosas y tararea en voz baja una de las canciones de cuna que mi madre solía cantar para mi todas las noches.
Yo nunca lloré cuando era un niño, ni siquiera al romperme el brazo por caer del caballo cuando tenía nueve años. Pero él siempre tuvo una especie de sexto sentido al tratarse de mi, intuyendo a la perfección si estaba molesto o triste.
Y eso nunca cambió por mucho que pasara el tiempo y mi madurez me convirtió en alguien calculador y firme en mis decisiones. Era como si pudiese ver a través de mi, abriendo mi alma en dos y excavando a su voluntad en busca de la causa para mi degradante humor.
Algunas veces estuve agradecido y otras irritado por sentirme expuesto en mi propia piel. Pero mi padre siempre obtenía lo que quería y arreglar cualquier fuese el motivo que me causaba malestar era su mayor preocupación, sin importar que otras miles de personas necesitaran de su atención.
Yo era siempre su prioridad.
—"Hijo mío, no estás solo".
Susurra con voz ronca sobre mi oído y mis pequeñas manos se aferran con fuerza a la tela de su túnica blanca.
¿No lo estoy?
¿Entonces por qué me siento tan desolado y abandonado?
—"Aunque no haya nadie a tu alrededor, no quiere decir que no existan aquellos que esperan tu regreso o velen por tu cuidado".
Responde, con esa habilidad antinatural para leer acertadamente mis pensamientos.
—"Debes ser fuerte. Aunque mi cuerpo se haya desvanecido, mi alma siempre estará cuidándote".
Parpadeo furioso, intentando alejar las lágrimas que nublan mi vista y el ardor en mi garganta.
Como quisiera poder abrazarlo ahora. Pero no en mis sueños, en donde el temor a que desaparezca tan pronto despierte es palpable y pesado. Sino en el mundo real, justo a mi lado y cumpliendo con su rol de gobernante pacífico y amoroso.
Recordar que nunca más podré hacerlo solo me trae pesar y dolor, más profundo e intenso que cualquier herida, incluida aquella en mi pecho resultado de una traición e ideales egoístas.
—"En mi corazón no cabe más orgullo hacia ti. Pero debes tener cuidado, hijo mío. No todos los que se acercan con sonrisas y manos vacías tienen buenas intenciones".
Cierro mis ojos de niño con fuerza y mi respiración se traba.
¿Quién es ése tal "mago" y por qué debo temerle tanto?
—"No es temor lo que te pido que tengas, sino precaución. No solo tu vida depende de la habilidad para detectar el peligro, sino todos aquellos a quienes amas... o amarás".
"No quiero que te vayas, quédate conmigo". Estoy a punto de decir, pero tengo la plena seguridad de que él es consciente de ello.
Su otra mano sostiene mi barbilla y levanta mi rostro, obligándome a mirarlo. Sus ojos negros tan familiares me transmiten calor, seguridad y al mismo tiempo incertidumbre e impotencia. Sonrío sin embargo, haciéndole saber que sus palabras me siguen marcando igual que en el pasado y cumpliré su voluntad, aún así esté siendo transmitida desde el más allá.
—"Los Dioses no pudieron haberme premiado con un mejor hijo. Ahora ve, cuida tus pasos y no importa lo que pase, no olvides quien eres".
—¡Despierta!
Mis ojos se abren de golpe y me encuentro cautivado por esos verdes que me recuerdan al rico y brillante color de las esmeraldas. Si pudiera sonreír en ésta forma, lo haría. El hermoso joven ha vuelto, no me olvidó después de todo. Está de pie frente a mi al igual que el primer día de nuestro encuentro.
Pero ahora parece asustado y preocupado. El sudor baña su frente logrando que los mechones de su cabello rubio se adhieran a la piel. Observa los alrededores constantemente y entro en alerta de inmediato.
Me levanto en todo mi gran tamaño y extiendo mis alas, tomando grandes bocanadas de aire para ver si existe alguna corriente de olor inusual, pero no detecto nada. Aunque eso por supuesto no quiere decir que no haya alguna amenaza escondida, esperando el momento oportuno para atacar.
Existen innumerables hechizos destinados a engañar los agudos sentidos de un dragón, no me extrañaría que alguien o algo estuviera justo a mi lado y yo no pueda notar su presencia.
—Debes irte. Alguien le fue con el cuento a mi padre del avistamiento de un dragón y ahora están cazándote — un ceño entre sus cejas mientras niega con la cabeza —. No tengo idea de cómo sucedió, pensé que estabas perfectamente escondido aquí.
Oh, pero yo sí la tengo.
Maldigo el momento en el que mi curiosidad fue más grande que mi sentido común y ahora nos he puesto a ambos en peligro. Debí haberme quedado aquí y esperar por su regreso. Mi imprudencia es la única responsable, aunque arrepentirme ahora ya no sirva de nada.
—Espero que puedas volar — se acerca para evaluar la herida en mi pecho y suspira —. Voy a hacerte otro hechizo de curación, solo para estar seguros.
Gruño y retrocedo hasta que las espinas de mi larga cresta se clavan en el tronco de un árbol.
Él intenta acercarse pero uso mi cola para empujarlo lo más lejos posible de mi cicatriz. No puedo permitir que haga eso de nuevo y que quede en un estado tan débil que le sea imposible defenderse.
Me rehúso, prefiero quedarme aquí y enfrentar a quien sea que quiera mi cabeza clavada en una estaca.
—No es momento para ser gruñón, dragón — me señala con un diminuto dedo, su intensa mirada me tiene quieto en mi sitio —. Si te atreves a volar así, la herida se abrirá y todo el progreso no habrá servido de nada. Ahora, ven aquí — apunta al suelo frente a él, esperando que me acerque como un cachorro que ha hecho algo mal y debe ser reprendido.
Resoplo, expulsando humo por la nariz. Golpeo un tronco con mi cola y sale volando a través del aire hasta golpear un árbol y causar un gran estruendo, múltiples hojas cayendo desprendidas. Si piensa que me voy a someter a su voluntad, está muy equivocado.
Él parece sorprendido por un par de segundos, pero luego su expresión se oscurece y aprieta con fuerza los puños.
—Puedo usar mi magia para someterte, lo sabes — resoplo de nuevo y escupo mi fuego muy cerca de su posición, dejando una marca negra chamuscada en la hierba seca —. ¡No puedo creer lo terco que eres, maldita sea!
Levanta un pie y lo deja caer de nuevo, como un niño en medio de una rabieta cuando no le quieren dar un dulce antes de la cena. A lo lejos se escucha el sonido de un cuerno de batalla, probablemente alertados por el gran escándalo que estoy causando y el humo que aún sale por el fuego que expulsé.
Lars pasa sus manos a través de su cabello, colgando su larga trenza encima de un hombro y arriesgándose a dar un par de pasos en mi dirección. No hago nada esta vez, pero mi escamoso cuerpo está rígido, atento a sus movimientos en caso de que deba escapar de sus poderes.
—Escucha, sé que estás preocupado por mi. Pero no debes temer, es mi propia gente la que viene a por ti, yo no soy el que está en peligro — junta sus manos en súplica y sus verdes ojos se vuelven acuosos —. Por favor, déjame ayudarte. No quiero que te hagan daño, por favor.
Y que los Dioses me maldigan si esa expresión no diluye mi reticencia y logra destruir mis barreras. Joder y este hermoso joven con su habilidad para manipular mis estados de ánimo en un parpadeo.
Pego mis alas apretadas a mis costados y me inclino lo suficiente para que mi pecho quede al alcance de sus luminosas manos y su poder sanador. Él sonríe agradecido y sin pretender desperdiciar más tiempo comienza a cantar, el flujo de su magia corriendo por mis venas y cerrando la gran cicatriz casi por completo.
Cuando termina, como era de esperarse, está agotado y luchando por respirar. De nuevo quisiera estar en mi forma humana para sostenerlo y acariciarlo, pero cuando invoco el cambio... No sucede.
Es como si una presencia dentro de las profundidades del bosque me retuviera por el cuello, casi asfixiándome. Gruño frustrado cuando se me prohíbe algo que deseo con cada pequeña partícula de mi existencia.
Lo hago más fuerte cuando por primera vez me siento incómodo en mi segunda piel, añorando tener pulgares oponibles y largas piernas.
—Eso será suficiente — dice entre dientes, los gritos de los intrusos cada vez son más audibles. Los olores en el ambiente me revelan que se trata de una gran multitud, tal vez demasiados para que pueda lidiar con ellos y mucho menos si cuentan con poderes como los de Lars —. Debes irte ahora. No tardarán en llegar.
Lo empujo suavemente con mi hocico y él se ríe. Por primera vez lo dejo tocarme sin limitaciones y me deleito cuando observo su admiración al hacerlo.
Sus manos pasan por el cuerno sobre mi nariz y a través de las escamas que lo rodean. Ahora es mi corazón el que duele, sabiendo que ésta es la inevitable despedida.
—Que los Dioses bendigan tu camino, Nigreos — susurra con voz temblorosa —. Oraré para que los nuestros se crucen de nuevo en el futuro.
Cierro los ojos y el deseo por haberlo conocido en otras circunstancia es intenso y consumidor. Extiendo mis alas y solo entonces me libera, retrocediendo para evitar ser arrastrado por la corriente de aire que se crea a mi alrededor.
No lo pierdo de vista mientras comienzo a ganar altitud y su silueta se va haciendo más y más pequeña. Agita su mano en el aire para despedirme y solo puedo rogar para que este sea solo un temporal hasta luego y no un permanente adiós.
Me encuentro levitando en el aire, renuente a partir y abandonarlo a su suerte. Estoy a punto de volver y mandar a las profundidades del infierno cualquier sentido común, pero entonces una flecha pasa fugaz cerca de mi cola y él grita alarmado.
Escupo mi fuego al cielo en señal de advertencia, solo las nubes huyendo de su destrucción. Dándole una última mirada y esperando que pueda ver la gratitud en ella, me alejo. Ignoro la sensación de haber dejado una parte de mi alma en ése bosque que fue mi refugio durante cinco días y emprendo mi camino de vuelta al reino, mi hogar desde el momento que llegué al mundo.
Estoy un poco desorientado y me toma mucho más tiempo del que creí poder reconocer la dirección correcta. Para cuando veo la silueta del castillo en la distancia ya es bastante tarde, el frío de la noche por venir deslizándose a través de mis escamas.
Las antorchas ya están encendidas y los guardias merodeando en sus puestos. Se ponen tensos cuando me ven aproximarme, pero al reconocerme bajan sus armas y hacen una respetuosa inclinación.
Eso es una buena señal, parece que Sven cumplió su promesa y barrió fuera a los traidores. Espero que se haya bañado en su sangre antes y poder encontrarlo en una sola pieza.
Piso el duro suelo del mismo balcón por el que escapé e invoco el cambio, suspirando de alivio cuando sucede sin problemas. Mi cuerpo humano se siente un poco extraño, tembloroso y hormigueante. Imagino que se debe por haber estado tanto tiempo como un dragón.
Me quedo allí completamente desnudo, tratando de reunir el valor para cruzar las grandes puertas. No sé cómo encontraré todo, pero la decisión es arrancada de mis manos cuando alguien sale a recibirme.
Me tenso inmediatamente, el alivio derritiendo mis defensas al ver de quién se trata.
—Sven — susurro, él se precipita a abrazarme tan fuerte que el oxígeno casi no llega a mis pulmones.
—Hermano, estaba tan preocupado — lo rodeo con mis brazos y por fin siento paz después de días de incertidumbre —. ¿En dónde diablos estabas?
—No lo sé — y no miento. Mientras volaba intenté reconocer los alrededores, pero todas mis preguntas permanecieron sin respuestas —. Me refugié en un bosque, pero no reconocí de cuál reino, ni siquiera en mi viaje de regreso.
—Bueno, eso ya no es importante ahora — se separa, la sonrisa en su rostro es casi cegadora —. Ya regresaste, todo lo demás pierde relevancia — observa mi pecho para evaluar la ahora casi inexistente herida —. Vaya que has sanado rápido. Pensé que todavía estarías arrastrándote.
—Te contaré al respecto más tarde — ignoro lo mejor que puedo el recuerdo de esos hermosos ojos verdes —. ¿Qué sucedió durante mi ausencia?
—Matamos a la mayoría de los traidores hijos de puta — gruñe molesto —. Capturamos a algunos, sin embargo. Están encerrados en el calabozo.
—¿Ya han hablado? — me sigue mientras hago mi camino hacia mis aposentos, anteriormente de mi padre.
—Tres de los cinco lo han hecho, los otros son demasiado orgullosos sin importar el tipo de tortura que usemos.
—¿Y? — cubro mi desnudez con la primera túnica que encuentro, atándola por el frente con rapidez.
—Azerith era su líder, ¿puedes creerlo? — bufa, cruzando los brazos sobre su pecho —. El maldito viejo ordenó la muerte de tu padre, pero el sicario que contrató no es de aquí.
—¿De dónde, entonces? — un ceño se crea entre mis cejas. Ya lo sospechaba.
—Aún no es claro. Los que hablaron no tienen ni idea, lo que me hace sospechar que los que se mantienen en silencio, sí lo saben — me coloco unas botas y cuelgo mi espada en mi cintura.
—Además de eso, ¿ha sucedido algo más? — él se ríe e iguala mi paso al abandonar la habitación.
—Bueno, Elva tuvo un hermoso bebé — se burla y yo ruedo los ojos. Por lo menos sigue siendo el mismo idiota de siempre —. Pero no creo que te refieras a eso.
—Seguro que no, imbécil — me detengo en medio del largo pasillo y lo enfrento —. Ahora iré a hablar con estos miserables. Tal vez al ver que Azerith no logró matarme se den cuenta que no tienen escapatoria.
—¿Usarás tortura? — su rostro se ilumina y da pequeños saltos emocionado —. Por favor, dime que usarás tortura.
—No lo sé, ya veré una vez llegue — coloco una mano sobre su hombro y lo miro directamente a los ojos —. Por ahora, necesito un gran favor de tu parte.
—Estoy a su disposición, Alteza — hace una reverencia y yo tiro de su oreja para que sea serio y preste atención.
—Necesito que averigües todo lo que puedas sobre un tal Lars Valtharos.