capitulo 4
La casa que les quedaba más cerca para dejar al primer integrante del grupo y repartir las ganancias del día fue en casa de Cintia, allí bajaron todos y entraron en su casa para sacar cuentas claras y así seguir llevando su amistad a la larga, Alan comenzó a repartir el dinero luego de sacar los gatos de la gasolina y lo que le restaban a los que le rentaron el equipo de sonido para aquel día, no podían quejarse pues ganaban más dinero en una tocada que en una semana entera de trabajo y a ellos les gustaba la música, además de que se divertían, comían y bebían cuando les iba bien. Tras repartir su botín se pusieron en marcha de nuevo para llevar a todos lo más cercano posible a casa, está vez la última en bajar con su teclado fue Alexandra a quién Enrique tuvo que ayudar a bajar de la camioneta y después llevarlo hasta el quinto piso de su apartamento de niña rica, el apartamento de Alexandra no era de lujo pero comparado al de otros, el de ella si era todo un lujo.
-Gracias por ayudarme - le dijo Alexandra a Enrique.
-De nada, espero que la próxima vez el elevador funcione.
-Eso esperó, se descompone muy seguido. Por eso mejor tomo las escaleras siempre, además me sirve para ejercitarme.
-Si tú lo dices - y sonrió - hasta mañana.
-Hasta mañana. Descansa.
-Tu también.
Cuando Alexandra cerró la puerta se dio cuenta de la enorme soledad que reinaba cada que llegaba a su hogar, de que hacía mucho nadie la recibiera con un cálido saludo, con algún mimo o que se alegrara de verla llegar sana y salva a casa, cuando estaba con sus amigos no extrañaba la calidez de alguien, pues ellos eran todo lo que tenía en esa ciudad en la cuál se había confinado desde hacía ya ocho años, no por ella sola, sino empujada por sus padres que tras enterarse sobre su homosexualidad y al decidir que quería estudiar música y no alguna carrera empresarial, fue la otra peor decepción para sus padres que para evitar verse ridiculizados por los gustos y decisiones de su hija, prefirieron mandarla lejos donde ninguno de sus conocidos pudieran verla, lejos en dónde ni siquiera ellos pudieran verla y así fue como había llegado a esa ciudad, a ese apartamento bastante acomodado y a la casa de estudio de música en dónde conoció a sus amigos a los cuales les tenía cierta envidia por tener a sus familias que se alegraban de verlos llegar y que seguramente poco después le preguntarían de como le había ido en su tocada, mientras ella solo miraba la estancia sola y fría que resonaba en un suave eco cuando sus pies se movieron para ir a la cocina por un vaso de agua, dio un suspiro y regresó a la sala en dónde miró a sus tres instrumentos musicales los cuales amaba tocar, casi tanto como amaba tocar a las mujeres, pero esto último hacía ya de muchos meses en que Alexandra no tocaba a una mujer, se había mantenido sola y un tanto deprimida tras romper con Samanta.
Había llorado mucho tras el rompimiento de Samanta, era la primera mujer a la que había amado y entregado su corazón, con la cuál había perdido su virginidad y logrado vivir en su apartamento por más de un año, durante ese tiempo se había sentido feliz, muy feliz pensando en que tal vez su familia ya no le sería de tanta falta, de igual manera ella tendría que hacer su vida con alguien en determinado momento de su vida alejándose un poco de su familia, pero cuando Samanta se fue el mundo que había construido para poder mantenerse a salvó de los sentimientos que le carcomían por dentro debido a su familia a los cuales llamaba una vez por semana y eran tan breves esas llamadas que no sabía la razón del porque lo hacía todavía, si las llamadas nunca solían mostrar interés por lo que fuera que ella estuviera haciendo o por como estaba, por eso decidió esa semana no llamarles, estaba segura de que ellos no notarían que había dejado de llamar y que quizás fuera tan irrelevante que no les importaba si vivía o moría.
Alexandra se dejó caer en uno de sus sofá y miró a la nada, luego a su televisor pensando en si lo encendía o no para ver algo, pero lo cierto es que no tenía ganas de ver nada, se sentía triste de alguna manera que ni ella misma sabía el porqué su adrenalina que había tenido en la tocada se había ido hacia abajo dejándola sin energías sin nada más que ambicionar en la vida que el dormir, ni siquiera el recuerdo de Laura la hizo feliz pues creyó que ella era una mujer más atraída por la mujer que movía sus manos sobre las teclas de un teclado, la que quizás parecía sexi pareciendo atrevida ante el público que la miraba actuar sin pena alguna, pero en ese momento, en ese mismo momento de su día y vida se sentía vacía, como si nada valiera la pena en su vida, como si de pronto quisiera aventarse del balcón que había en su piso, sin darse cuenta Alexandra se encontró recargada en el barandal del balcón, salió de su trance cuándo el aire azotó en su rostro y la despertó de alguna manera mirando la noche en la ciudad, la lluvia de autos atascados por las calles pavimentadas, las luces de toda la ciudad parecían el firmamento en el suelo, pero tenía más parecido con el infierno, como ese infierno que ella llevaba dentro en ese momento, Alexandra dio un largó suspiro y se quedó mirando unos minutos más el exterior que sin duda la tranquilizó, Alexandra sabía que no era la persona para estar encerrada y sola, sabía que odiaba la soledad porqué la hacía pensar de más, pensar en cosas que no quería recordar, en cambio con gente a su alrededor, su mente estaba ocupada y no pensaba, al igual cuando tocaba alguno de sus instrumentos, su mente no pensaba en nada más que en las notas que juntaban acordes para hacer sonar melodías que tranquilizaban a su alma y corazón.