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Capítulo 3

Hoy, se supone, que es el primer día que debo asistir a natación. Y digo se supone porque voy a hacer todo lo posible por no ir.

Papá se ha encargado de comprarme todo lo necesario; un bañador horrible, de color negro con franjas azules que ni siquiera me he probado, una especie de goma ridícula que creo que sirve para la nariz, unas minúsculas gafas de bucear, toalla... Vamos, me puse a cotillear la bolsa que encontré ayer por la tarde sobre mi cama por pura curiosidad, porque lo que iba a ser usar todo eso, estaba más que descartado.

Me cuelgo la mochila vacía sobre los hombros, creo que mis libros están en clase... pero no estoy demasiado segura, hace semanas que no abro ninguno.

Una parte de mí sabe que debería aplicarme, es mi último año antes de intentar ir a la universidad... aunque, hace tiempo eliminé esa idea, no sirvo para estudiar, eso está claro. Ivi me lo ha dicho alguna que otra vez.

— Tú vas a venir conmigo — Asiente siempre, convencido — Y vas a tener todo el dinero que imaginas para gastarlo en lo que quieras — Sonríe — Sin pasarte horas pegada a una silla, ni nada parecido. Total, ya suspendes en bachillerato, la universidad para ti es algo imposible.

Normalmente le doy la razón, distraída. Ivi me gusta, pero cuando empieza a cavilar sobre cosas que no me interesan, como esta, decido meterme en mi mundo particular y esperar a que termine. Una cosa es que me haya ayudado en mi pasado, otra muy distinta es que decida sobre mi futuro.

Llego al instituto y Jess alza el brazo sentada en uno de los bancos de fuera para que me acerque, está con Nico y Mica. Ivi hace más de un año que dejó las clases.

— ¿Qué tal, nadadora olímpica? — Nico me saluda con una sonrisa bobalicona que borro con un puñetazo en el hombro.

— Vaya, que ocurrente, ¿lo has pensado tú solito? — Pregunto brusca.

— Me ha costado pero... si — Asiente, con ambas cejas alzadas. — Sin ayuda de nadie.

— ¿Hoy empiezas, no? — Jess masca chicle haciendo gestos exagerados con la boca y tengo que reprimir un gesto de asco al mirarla.

— No — Muevo decidida la cabeza a ambos lados — Le diré a mi padre que voy, pero nos encontraremos en el parque.

Sonrío y ellos me devuelven la sonrisa de forma maliciosa. El timbre suena, nos hacemos los remolones e incluso debatimos entre entrar o no, pero Mica tiene examen, por lo que al final accedemos.

Llego a clase con Nico, aunque sin hacerle ningún caso a pesar de que se sienta detrás de mí y pone ambas piernas estiradas sobre mi silla, es una costumbre que tiene, dejándome así casi inmovilizada. Intento correrme hacia adelante para liberarme, pero la profesora pasa justo en ese momento y, lanzándole una mirada de furia, decido ignorarlo mientras él me saca la lengua.

Cuando la profesora de inglés abre la boca, desconecto completamente. Prometo que lo hago sin querer, es como si mi cabeza de pronto se desprendiera del resto de mi cuerpo y se fuera a otro sitio; lejos del instituto, lejos de mi casa, de la ciudad... a un lugar desconocido y solo mío.

Existe ese sitio, pero hace tiempo que no voy. Recuerdo perfectamente el pequeño riachuelo, o lago... ni siquiera tenía tanta agua como para llamarlo río, pero me encantaba. Me acuerdo de pasar cada domingo de verano ahí con papá y mamá. Nos sentábamos en una de las dos mesas que había, cerca de una especie de bar o chiringuito que siempre ha estado cerrado. Comíamos bajo muchísimos árboles que nos cobijaban del sol.

— ¡Papá, quiere picarme! — Gritaba, agitando mis pequeños brazos mientras corría para huir del bicho.

— ¿Quién osa picar a mi princesa? — Mi padre se acercaba a mí con pasos largos y me cogía de la cintura para levantarme por encima de su cabeza y sentarme en sus hombros — Aquí estás a salvo, ¿lo ves?

Lo veía, miraba a todo mí alrededor y el bicho, fuera lo que fuese, ya no estaba.

— ¡Si, se ha ido! — Exclamaba alegre mientras miraba a mamá, que nos sonreía con ternura desde el banco de madera.

Recuerdos y más recuerdos como ese vienen a mí sin parar y yo los dejo pasar, meterse en mí. Mi infancia sí que fue feliz...

— ¿Victoria? — Una voz fría a mi lado me sobresalta, la profesora está a escasos metros, escrutándome con los brazos en jarras — ¿Cuándo por fin te dignas a pisar mi clase es para esto?

¿Para esto? La observo confusa, devolviéndole una mirada que ahora mismo no entiendo.

— ¿Qué? — Me provoca. — ¿Me vas a decir que no estabas interrumpiendo mi clase?

— Podría decirle que no estaba haciendo nada, pero, ¿serviría de algo? — Aprieto los labios en una línea recta para controlarme.

— No me pagan lo suficiente para aguantar alumnos como tú — Dice en voz baja. Apoyo ambas plantas de los pies con fuerza en el suelo e, impulsándome, llevo la silla hacia atrás. Noto algo de oposición e imagino que Nico tenía las piernas en el mismo sitio.

— No se preocupe, ya me voy — No la miro, recojo las pocas cosas que he usado, consciente de que todos los ojos de la clase están puestos en mí. — No va a tener que aguantarme más.

Paso por su lado, intentando no rozarla. Recuerdo una vez que, accidentalmente chocamos en uno de mis arrebatos y terminó diciéndole al director que le había pegado. Por supuesto yo lo negué, pero él hizo lo mismo que haría ahora si le dijera que no estaba haciendo nada, no creería ni una de mis palabras. Total, que terminé siendo expulsada durante dos semanas sin ningún motivo.

Ya fuera, saco mi móvil del bolsillo y mando un mensaje a Ivi para que me recoja. Espero en la puerta mientras rebusco en mi mochila hasta dar con el paquete de tabaco. Enciendo un cigarro y doy una calada con ganas.

Siento rabia, es cierto que estaba distraída, pero no había ningún motivo para que se pusiera de esa manera, ¡no estaba interrumpiendo su clase! Supongo que me ha ganado esta reputación... aunque sigo pensando que esa profesora me tiene entre ceja y ceja.

— ¿Tienes fuego? — Una voz masculina a mi espalda me saca de todas las maldiciones que iba a mandar contra ella.

Me doy la vuelta despacio para encontrarme con un hombre, o un chico... no estoy demasiado segura, no soy muy buena para las edades. Me mira con una media sonrisa amable, esperando mi respuesta.

— Si — Consigo decir sin dejar de mirar sus ojos marrones, o bueno, color café, que suena mejor. Asiente, cogiendo el mechero que le ofrezco y cubriéndose con una mano mientras con la otra enciende el cigarro entre sus labios. Bajo los ojos irremediablemente a ellos

— Gracias — Vuelve a sonreír, devolviéndome el mechero mientras echa el humo. Tiene una de esas mandíbulas cuadradas y masculinas.

Parezco una psicópata analizando cada una de las partes de su cuerpo, pero es que... es imposible no hacerlo. Es guapo, más que guapo... y nunca lo había visto por el instituto.

El pitido de la especie de coche que lleva Ivi, que en realidad es un cacharro viejo y roto con ruedas, comienza a sonar a lo lejos. Lo reconozco porque siempre hace eso, no le gusta esperar. Quiere asegurarse de que lo escucho llegar.

— Me voy — Mis ojos y los del desconocido del mechero siguen en contacto. — Adiós.

— Adiós — Levanta la barbilla en modo de despedida y se gira, acercándose a largas zancadas a la puerta principal del instituto. Da las dos últimas caladas y tira el cigarro.

Mirándolo de espaldas puedo cerciorarme de que si, es realmente guapo y al parecer es nuevo. Solo andando se marcan todos y cada uno de sus músculos. Sacudo la cabeza justo cuando el coche de Ivi frena frente a mí.

— ¡Venga! — Grita, bajando la ventanilla — ¿No me has oído pitar?

— Claro que he oído a la lata pitar — Le sonrío intentando bromear, pero su cara de mosqueo borra enseguida mi sonrisa.

— ¿Quién era ese con el que hablabas? — Pregunta señalando con la cabeza la puerta del instituto a lo lejos.

— No lo conozco — Me encojo de hombros, rodeando su coche por la parte de delante y sentándome en el asiento del copiloto. — Solo me ha pedido fuego.

— Más te vale — Él y su estúpido impulso de protección.

Y tras eso, pisando a fondo el acelerador y haciendo que las ruedas resuenen contra el asfalto, me saca de ahí.

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