Capítulo 2
Llego a hurtadillas a casa, creo que son las cinco o las seis de la madrugada, no he mirado la hora, pero seguro que mi padre está dormido. Abro la puerta y compruebo que todo está en silencio, cruzo el salón y el pasillo y llego a mi habitación sin hacer nada de ruido, cierro a mis espaldas y me tiro a la cama agotada, apenas he dormido... pero, las noches con Ivi son así, un total descontrol y una completa locura.
Cuando mis ojos están comenzando a cerrarse, la puerta abriéndose de par en par me sobresalta. Me incorporo hasta sentarme en la cama, con el corazón bombeando dentro del pecho.
— ¿Se puede saber qué haces? — Le gruño malhumorada a mi padre, que está parado en el umbral sin dejar de mirarme.
— Es hora de levantarte o no llegarás a clase — Me dice, frunciendo el ceño — ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que me hables correctamente?
— Yo que sé — Me froto ambos ojos, ¿hora de levantarse? No he dormido nada pero aun así hago el esfuerzo y me levanto, cruzo por su lado para dirigirme a la cocina, donde me sirvo un vaso de leche.
— Tengo que irme a trabajar — Dice apresuradamente, mirando su reloj y yendo de un lado para otro sin parar — Date prisa en prepararte, ¿vale?
— Que sí, papa, que sí— Meto la cabeza entre mis manos mientras el sueño sigue sin querer irse de mí, aunque, durmiendo una hora o incluso menos, es lo más normal del mundo.
Asiente, creo que sin fiarse demasiado, pero no le queda otra que irse a su importantísimo trabajo, por lo que tiene que dejarme ahí, con esa pinta y ese aspecto. En cuanto sale de casa y me deja a solas, tiro la leche que no he sido capaz de beberme y vuelvo a mi habitación. Cuando mi cabeza vuelve a posarse sobre la almohada, duermo de nuevo.
***
El móvil suena y suena sin parar, llevo diez minutos escuchándolo e ignorándolo, ¿por qué no dejan de insistir si ha quedado claro que no quiero cogerlo? Pues nada, quien quiera que sea, no para hasta que descuelgo de mala gana.
— ¿Quieres abrirme de una maldita vez?— La voz de Ivi, algo molesta, resuena en el auricular— Llevo media hora en la puerta.
— Estaba durmiendo — Quiero parecer enfadada, pero la voz somnolienta lo único que hace es hacerme parecer tonta— Espera.
Me estiro con gestos exagerados mientras cruzo toda la casa hasta llegar a la puerta y abrirla. Ivi está ahí, con su aspecto chulesco de siempre que debo admitir que me encanta.
— Te pasas el día durmiendo — Dice, mirándome de arriba a abajo — Más vale que te des una ducha, estás hecha un asco.
— Es lo que tiene pisar tu casa llena de porquería, todo se pega — Contesto, chasqueando la lengua— ¿Vas a pasar o me has hecho levantarme de la cama para nada?
— Si vas a estar con ese humor de perros, prefiero largarme— Me observa con una mueca asqueada que termina de enfadarme, si mi carácter ya de por sí no es demasiado bueno, cuando me despiertan...
— Pues lárgate, ya sabes el camino — Digo seca mientras comienzo a cerrar la puerta, pero una fuerte mano sobre la madera la detiene.
— Está bien, te perdono — Se encoge de hombros, sonriendo y haciendo como si no pasara nada y yo, como tengo pocas ganas de discusión ahora mismo, dejo que pase.
Lo primero que hace es ir a la cocina, abrir la nevera y coger una lata de cerveza.
— Mi padre las tiene contadas— Aviso, dejándome caer en el sofá.
— ¿No dijiste anoche que te daba igual lo que tu padre dijera? — Asiento mirándole por encima del hombro. Él viene hacia el sofá sin perder la sonrisa, abriendo la lata y sentándose a mi lado. — ¿Por qué no has ido a clase?
— Tenía sueño — Contesto en medio de un bostezo, tapándome la boca con la mano— De hecho, todavía tengo. ¿Y tú, cómo puedes estar así de animado a estas horas?
— Tomo vitaminas especiales — Se muerde el labio inferior, ofreciéndome la lata de cerveza — Si quisieras estarías tan activa como yo, y no arrastrándote por el suelo.
— Si, ya — Pongo los ojos en blanco. Aún sigo hinchada de toda la cerveza de anoche y rechazo la lata.
— Tú misma— Se encoge de hombros — ¿Qué quieres que hagamos?
— ¿Qué tal... nada? — Sonrío, apoyando la cabeza en su hombro — Estoy cansada.
— ¿Nada, me has hecho venir hasta aquí para no hacer nada?— Me mira desde arriba frunciendo el ceño.
— No te he pedido que vinieras — Me aparto de él enfadada, creo que no pasa ni un día en el que no nos cabreemos el uno con el otro, supongo que los caracteres parecidos, tienen algo que ver.
— Pues me voy — Se levanta, dando un último trago al bote, que arruga entre sus dedos y tira sobre la pequeña mesa del salón — A no ser que... quieras hacer otra cosa— Me muestra esa sonrisa picarona que sabe que tanto me gusta.
— ¿Otra cosa?— Lo miro con las cejas alzadas, correspondiendo como puedo a esa sonrisa suya— No sé a qué te refieres— Me hago la tonta.
— Pues verás— Susurra, apoyando una rodilla en el sofá y empujándome por los hombros para tumbarme — Yo tengo varias ideas que nunca me dejas decirte.
Comienza su juego de seducción, y yo me dejo hacer porque no tengo ganas de volver a discutir de nuevo. Y menos cuando ha hecho el esfuerzo de venir hasta aquí.
— Pero, ¿se puede saber qué estáis haciendo? — La puerta se abre con fuerza y golpea la pared por la inercia, haciendo que me sobresalte. Empujo a Ivi con ambas manos en el pecho, quitándolo de encima. Papá ha vuelto a casa más pronto de lo que lo hace normalmente. — ¿Otra vez, Victoria? Ya no solo te saltas clases, ahora también tengo que tener cuidado de llegar a mi propia casa por si encuentro a mi hija adolescente con su novio. Esto es el colmo.
— Me voy — Ivi hace lo de siempre, ignorar todo lo que pasa a su alrededor. Se levanta del sofá, quitándose algunas arrugas que se han formado en su jersey, y, cruzando por al lado de mi padre y con una sonrisa de superioridad, cruza la puerta para salir. — Luego te llamo — Asoma la cabeza antes de irse.
No le contesto, miro a papá que observa con la vena de la frente marcada y rojo de la rabia como Ivi se aleja.
— ¿No me vas a decir nada? — Vuelve sus ojos furiosos a mí.
— ¿Qué quieres que te diga?— Me encojo de hombros — Tenía sueño y he vuelto a la cama.
— Has vuelto a la cama con ese chico que no te conviene para nada, ¿es que no lo ves? — Se acerca a grandes zancadas hasta el sofá donde sigo sentada.
— De lo único que me doy cuenta es de que él estuvo conmigo cuando mamá se fue — Me levanto rápidamente para ir hacia él — Si, cuando tú estabas llorando por las esquinas sin hacer nada, Ivi estuvo a mi lado.
Va a replicar, pero le dejo con la palabra en la boca y me dirijo a mi habitación.
— Esto va a cambiar, Victoria. Desde luego que cambiará — Es lo último que le oigo murmurar antes de cerrar la puerta.