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CAPÍTULO 5

Lenis entró en ese momento a la sala de juntas y vio a su marido hacerle señas con su cabeza dirigidas hacia la mujer que dejaban sola. Ella entendió perfecto lo que George pedía: hacerse cargo de ella, que se mantuviese allí y que la ayudase en lo que necesitara.

Lenis le asintió a su esposo y se acercó a la dama que aún no regresaba del todo a la realidad.

Mientras tanto, los dos hombres pasaron al despacho del CEO a través de una puerta aledaña que conectaba ambos lugares. Max entró y George cerró la madera tras de sí.

El dueño de la corporación se volteó hacia George.

—¿Qué tan serio es todo esto?

—Aún no puedo calcularlo, pero rechazar una herencia no es un juego. Mucho menos si hablamos de una fundación protegida por el estado, así no sea subsidiada. Además, sabes lo que significa no cumplir con las leyes de una empresa que no permite la cesión, transmisión o venta de sus acciones de manera inmediata. Las multas pueden llegar a ser astronómicas.

Aún de pie, susurraban por temor a ser escuchados, cuando bien sabían que las paredes eran insonorizadas. En ese momento no recordaron nada de eso, la prudencia ganaba la partida.

—¿Qué mierda fue lo que sugirió Fiztgerald?

George alzó las cejas ante la pregunta de su amigo.

Max no quería ni decirlo.

—¿Ese hombre sugirió… que ella y yo…? —Sacó de su pecho las palabras con una risa que fue contenida, pasando su rostro de lo risorio, a lo estrambótico—. ¡¿En verdad sugirió que ella y yo nos casemos?! —Maximiliano echó dos pasos hacia atrás y no dijo nada por un par de segundos, sin perder tampoco la conexión visual con su abogado—. ¿Este circo es en serio?

—Max…

—No me jodas, George, ¡no me jodas! —exhaló con una risa carente de gracia.

El CEO se dio la vuelta y se dirigió hacia un pequeño bar. Se sirvió un fuerte bebida que ingirió de un trago.

Negó con la cabeza y pensó, profundamente, en el lío en el que estaba metido. O en el que estaría metido de impugnar el testamento.

Volvió a recargar su vaso, pero decidió beber más despacio.

—¿Cómo sabemos que Carla no tiene nada que ver en esto? —preguntó, dándose la vuelta para enfrentar a George, quien seguía de pie, con sus brazos en jarras, haciendo que las solapas de su traje desabotonado se expandiera aún más.

—No lo sé, pero debes destacar que vino sin un abogado. No tiene mucho sentido querer joder a alguien de forma legal, acudiendo al ring de batalla sin defensas.

—¡Es la hija de ese imbécil! —George apretó los dientes tras el grito—. Nos ha ocultado su apellido. —Max tomó todo el contenido y dejó el vaso sobre el pequeño bar de madera con un sonido seco—. Sabes que ese hombre estaba prácticamente quebrado, no tenía ni la mitad de lo que llegó a poseer. Imagino que ya estás pensando lo mismo que yo.

—Max, cálmate. Y baja la voz.

—¡Esta mierda es insonorizada!

George inhaló y exhaló una buena ráfaga de aire.

—Sé lo que puede entenderse de todo esto. Un hombre quebrado que le da su herencia a un contrincante en los negocios y ata a su hija a él...

—No puedo estar equivocado…

—Es un pensamiento lógico, pero existen los contratos prenupciales.

—No puedo estar equivocado…

—Por mucha boda que celebres, ella no podrá quedarse con nada tuyo, ni siquiera con la parte que has heredado de su padre.

—¿Qué mierda estás diciendo, George? ¿Boda dices? ¡¿Boda?! ¿Qué boda? ¿Quién está hablando de casarse con nadie aquí? ¡¿Casarme con quién?! Ese maldito de Davison es un retorcido y lo sabes. Siempre estuvo loco y hoy… —Gruñó para poder calmarse, mostrando los dientes, intentando controlarse—. Hoy me lo ha demostrado y vaya que lo hizo.

—Eres prácticamente el dueño de su empresa ahora y puedes hacer lo que quieras con ella después de un año, pero la junta directiva estipula que debes ejercer tu rol, eso solo incluye asistir a unas cuantas reuniones, me he fijado que los cargos de los demás asociados siguen en actividad. Recuerda que hablamos de un país diferente, con otras leyes muy distintas a las nuestras. Hablamos de una gente con reglas antiguas, que piensan que el jefe de una empresa debe tener un estado civil respetable…

—Tonterías…

—Debes estar casado, Max. Algo que no quieres, lo sé. Pero si no ejerces durante un año, te caerá multa por hacienda. Podrías delegar funciones, pero no sabemos qué tan confiables sean esas personas para llevar la empresa por sí sola. Si llegan a estafar, despiden existiendo inamovilidad o incumplen con cualquier ley, quien tendrá que responder ante las autoridades serás tú. Así que lo mejor es verle la cara más seria a este asunto. —Max respiraba como un toro—. Si Carla tiene o no que ver en esto, averígualo.

—Tengo que llamar a Peter. ¿Él no la había investigado? ¿Cómo es que no supimos que ella era la hija de ese tipo?

—Peter investigó a Carla Davis, no a Carla Davison. Además, estoy seguro que con todo lo que estaba sucediendo, aquella fue una investigación realizada al ras. No hubo tiempo suficiente para profundizar.

Maximiliano suspiró y se dejó caer en uno de los sillones de la pequeña sala que tenía a pocos metros de su escritorio.

George no se sentó de inmediato.

—Esto no tiene sentido… —susurró Max.

El abogado se acercó y se sentó en la orilla de un sillón frente a su amigo.

—Enfrenta a Carla, investígala. Yo te ayudaré en todo lo que necesites y blindaré documentos. Contactaré gente en Inglaterra si es preciso que me regale datos más específicos, pero conozco este tipo de empresas. Por alguna razón, Davison & Asociados se quebró. Por alguna razón fue atada a una fundación no subsidiada y por una más poderosa, fue creado este testamento. No importa. ¿Deseas construir ese hotel exclusivo? Lo conseguirás. Será la mejor inversión de tu vida, ganarás millones y no de Euros, sino de Libras. Tienes la solución en tus manos, Bastidas, solo debes cumplir por un año, casarte solo en documentos, no significa nada, siempre y cuando hables con ella —señaló hacia la puerta que atravesaron hace minutos— y le dejes bien en claro que solo deseas su parte de las acciones, que deseas comprárselas. No valen mucho, le puedes ofrecer el doble. Ella entenderá, porque ambos están atados de manos. Ni ella puede vender, ni tampoco puede comprar sin antes cumplir con la ley. Carla Davis… o Davison… no puede hacer nada a menos que ejerza su rol como presidenta de la fundación, casada, durante un año.

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