Flamehowl
La casa de los señores Flamehowl era una mansión imponente, con altas paredes y ventanas adornadas que permitían entrar poca luz. Phoenix y Ruby entraron por la puerta trasera, llevando cestas de ropa pesada en sus cabezas, como lo hacían todos los días como esclavas de los Flamehowl.
Mientras Ruby doblaba hábilmente la ropa recién lavada, Phoenix observaba a su madre con una mezcla de admiración e inquietud en sus ojos azules.
Con un suspiro pesado, Ruby finalmente rompió el silencio, alentando a Phoenix a compartir lo que estaba en su mente.
"Habla, hija mía", dijo con voz suave pero cargada de una profunda tristeza. "Habla antes de que las palabras atrapadas en tu garganta te ahoguen".
Phoenix tragó saliva, reuniendo coraje para hacer la pregunta que la había estado atormentando durante tanto tiempo.
"¿Qué pasó con mi padre?" preguntó, sus ojos azules buscando los de su madre en busca de respuestas. "Nunca hablas de él..."
Ruby se detuvo por un momento, su rostro reflejando el dolor de antiguos recuerdos.
"Evito hablar de él porque duele demasiado", admitió, su voz vacilando ligeramente. "Pero tienes derecho a saber".
Phoenix escuchó atentamente, ansiosa por descubrir más sobre el padre que nunca conoció. Solo sabía fragmentos de su historia, un vago recuerdo de un lobo amable que la protegía en tiempos oscuros.
"Tu padre era un lobo extraordinario", comenzó Ruby, una mezcla de tristeza y orgullo coloreando sus palabras. "Era fuerte y valiente, y siempre ponía la seguridad de nuestra familia en primer lugar".
Las memorias de Ruby eran como fragmentos de un sueño lejano, difíciles de traer a la superficie. Phoenix contuvo la respiración, esperando ansiosamente más detalles sobre el hombre que solo conocía a través de las historias de su madre.
"Nos protegió de un brutal ataque a nuestra manada", continuó Ruby, su voz vacilando con la emoción. "Si no fuera por él, yo no estaría aquí hoy, y tú tampoco".
"Esa parte ya me la has contado. Quiero saber más sobre él, madre", insistió Phoenix.
Ella quería saber más sobre su padre, sobre quién era más allá de un héroe anónimo en una historia antigua. Antes de que pudiera hacer otra pregunta, sin embargo, la voz de Sylvie Flamehowl, la señora de la casa, cortó el tenso aire.
Sylvie apareció de repente, su presencia imponente llenando el pequeño cuarto. Sus ojos fríos se posaron en Ruby y Phoenix, emanando desdén y superioridad.
"¿Qué está pasando aquí?" preguntó, su voz cortante como una cuchilla afilada. "¿Por qué no están trabajando?"
Ruby bajó la mirada, sabiendo que cualquier palabra fuera de lugar podría resultar en castigo.
"Estábamos doblando la ropa, señora", respondió ella, manteniendo su voz suave y controlada.
Sylvie lanzó una mirada de desprecio en dirección a Ruby, como si la mera presencia de ella fuera una irritación.
"Deja que tu hija haga el trabajo pesado", dijo, volviéndose hacia Phoenix. "Tú, Ruby, tienes otras tareas. La cena debe estar lista antes de que llegue el señor Blaz Flamehowl".
Ruby tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras de Sylvie. Sabía que no había espacio para cuestionamientos u objeciones en la casa de los Flamehowl. Solo la obediencia ciega podría garantizar su supervivencia allí.
"Entendido, señora", respondió Ruby con un nudo en la garganta. "Comenzaré la cena de inmediato".
Cuando Sylvie salió de la habitación, Phoenix volvió su atención a Ruby una vez más, decidida a encontrar respuestas a sus preguntas.
"¿No extrañas ser libre, madre?" preguntó Phoenix.
Ruby suspiró, su corazón pesado con la añoranza de la libertad que había conocido en el Bosque de la Luna Negra. Acarició el rostro de Phoenix con ternura, sus ojos rebosantes de amor y preocupación.
"Mi querida Phoenix", dijo Ruby suavemente, "extraño la libertad todos los días, pero no podemos permitirnos soñar con algo que parece tan lejano. Nuestro destino fue sellado por las circunstancias".
Phoenix miró a su madre, seria. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero estaba decidida a dar forma a su propio futuro.
"No nos rendiremos, madre", dijo Phoenix, su voz cargada de determinación. "Algún día seremos libres. Te lo prometo, algún día encontraremos la libertad juntas".
Las palabras de Phoenix resonaron en la cocina silenciosa, cargadas de determinación y esperanza. Ruby sonrió a su hija con orgullo y gratitud, sabiendo que había cumplido su papel de educar bien a su hija.
Mientras Ruby comenzaba a ocuparse con los preparativos para la cena, Phoenix se comprometió consigo misma a encontrar una manera de cambiar su destino. Se negaba a aceptar un destino de esclavitud para siempre. Haría todo lo que estuviera a su alcance para liberarse a sí misma y a su madre de la tiranía de los señores Flamehowl, incluso si eso significaba desafiar al temido señor Flamehowl.
***
La cocina en la casa de los señores Flamehowl era un lugar sombrío y sofocante, donde el calor del fuego competía con la tensión en el aire. Ruby, con habilidad aprendida a lo largo de años de servidumbre, revolvía una olla hirviente mientras Phoenix organizaba la vajilla sobre la mesa. Eran sus tareas diarias, una rutina ineludible que las mantenía atadas a los caprichos de sus señores.
Ruby observó la expresión seria de Phoenix y, con un suspiro, interrumpió su trabajo por un momento para dirigirse a su hija.
"Mejora esa cara, Phoenix", dijo Ruby, su voz suave tratando de traer un poco de ligereza al opresivo ambiente. "No podemos darles el gusto a los señores Flamehowl de vernos infelices."
Phoenix levantó la mirada hacia su madre, un destello de desafío brillando en sus ojos. Se negaba a doblegarse ante la crueldad de sus señores, determinada a mantener su dignidad incluso en las circunstancias más adversas.
"Esta es mi única cara, mamá", respondió Phoenix, su voz cargada de resentimiento.
"Al menos pon una sonrisa en tu rostro", insistió Ruby, deseando ver un poco de alegría en el semblante de Phoenix.
Phoenix rodó los ojos de forma teatral y mostró una sonrisa exagerada.
"¿Así está mejor?", preguntó, haciendo una mueca exagerada para complementar el gesto.
Ruby no pudo contener una risa ante la respuesta insolente de su hija. Admiraba el coraje y la determinación de Phoenix, incluso sabiendo que eso podría traer consecuencias no deseadas.
"Eres una chica valiente, Phoenix", dijo Ruby, el orgullo desbordando en sus palabras. "Pero por favor, sé cuidadosa. No podemos arriesgar la ira de los señores Flamehowl. Ahora, terminemos pronto antes de que la señora Flamehowl aparezca y nos dé más trabajo."
Con un gesto de acuerdo, Phoenix volvió su atención a la tarea en mano, mientras Ruby regresaba al fogón para finalizar la cena. Era una danza familiar, una coreografía de supervivencia que ejecutaban todos los días, con la esperanza de pasar desapercibidas ante los ojos críticos de sus señores.
***
La cocina en la casa de los señores Flamehowl era un lugar sombrío y sofocante, donde el calor del fuego competía con la tensión en el aire. Ruby, con habilidad aprendida a lo largo de años de servidumbre, revolvía una olla hirviente mientras Phoenix organizaba la vajilla sobre la mesa. Eran sus tareas diarias, una rutina ineludible que las mantenía atadas a los caprichos de sus señores.
Ruby observó la expresión seria de Phoenix y, con un suspiro, interrumpió su trabajo por un momento para dirigirse a su hija.
"Mejora esa cara, Phoenix", dijo Ruby, su voz suave tratando de traer un poco de ligereza al opresivo ambiente. "No podemos darles el gusto a los señores Flamehowl de vernos infelices."
Phoenix levantó la mirada hacia su madre, un destello de desafío brillando en sus ojos. Se negaba a doblegarse ante la crueldad de sus señores, determinada a mantener su dignidad incluso en las circunstancias más adversas.
"Esta es mi única cara, mamá", respondió Phoenix, su voz cargada de resentimiento.
"Al menos pon una sonrisa en tu rostro", insistió Ruby, deseando ver un poco de alegría en el semblante de Phoenix.
Phoenix rodó los ojos de forma teatral y mostró una sonrisa exagerada.
"¿Así está mejor?", preguntó, haciendo una mueca exagerada para complementar el gesto.
Ruby no pudo contener una risa ante la respuesta insolente de su hija. Admiraba el coraje y la determinación de Phoenix, incluso sabiendo que eso podría traer consecuencias no deseadas.
"Eres una chica valiente, Phoenix", dijo Ruby, el orgullo desbordando en sus palabras. "Pero por favor, sé cuidadosa. No podemos arriesgar la ira de los señores Flamehowl. Ahora, terminemos pronto antes de que la señora Flamehowl aparezca y nos dé más trabajo."
Con un gesto de acuerdo, Phoenix volvió su atención a la tarea en mano, mientras Ruby regresaba al fogón para finalizar la cena. Era una danza familiar, una coreografía de supervivencia que ejecutaban todos los días, con la esperanza de pasar desapercibidas ante los ojos críticos de sus señores.